Inicia una nueva etapa en México, una donde se rompe la idea de que las mujeres no pueden asumir cargos relevantes en nuestro país.
Este 1 de octubre, la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo asumió el liderazgo del Poder Ejecutivo de la Nación, ocupando el cargo más importante de México, de la mano del que ya es catalogado como uno de los mejores presidentes de nuestra historia.
Claudia llega al poder para continuar el camino que se inició desde 2018. No porque AMLO así lo haya indicado o porque no tenga la capacidad de innovar, sino porque en la izquierda mexicana no existen amos. Existe un colectivo que ha trabajado unido para devolver el poder al pueblo.
Es por ello que Claudia continuará con el proyecto de nación que millones de mexicanas y mexicanos han construido, pero lo hará a su manera. Esa será la distinción de su gestión: un enfoque propio que no renuncia a las raíces de este movimiento, pero que abre paso a una visión diferente, más inclusiva y plural.
Nuestra primera Presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha insistido en varias ocasiones en que continuará con este proyecto, pero con una marcada perspectiva de género. No es que AMLO no haya abordado estos temas, pero su experiencia como hombre, y desde su lugar de privilegio, lo limitaba a comprender algunas de las realidades que las mujeres enfrentan día a día. Sheinbaum, con su enfoque, promete una agenda que visibiliza las luchas que aún permanecen.
Uno de los pilares fundamentales de su gobierno será el empoderamiento de las mujeres. Para Claudia, este no es un tema secundario, sino central. Combatir la violencia económica que sufren millones de mujeres es esencial para garantizar una verdadera igualdad. Por eso, sus propuestas se enfocan en crear oportunidades y apoyo económico, especialmente para mujeres mayores de 60 años, indígenas artesanas y para las madres que crían solas a sus hijos, buscando romper los ciclos de pobreza que afectan desproporcionadamente a las mujeres.
Asimismo, Sheinbaum ha puesto sobre la mesa una reforma electoral que promete reconfigurar la estructura del poder en México. En un intento por retomar el espíritu de la Revolución Mexicana, busca eliminar la posibilidad de reelección en el poder legislativo y en las alcaldías, así como prohibir que familiares directos sucedan a los funcionarios salientes. Esta medida busca impedir la perpetuación de dinastías políticas y garantizar una rotación auténtica de poder.
La llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia no solo marca un cambio en términos de género, sino también una profundización del proyecto de transformación. Es una oportunidad para que México dé un paso más hacia la justicia social, la igualdad y la representación. En sus manos está la responsabilidad de demostrar que el liderazgo femenino puede ser no solo igual, sino superior, en la medida en que rompe con las viejas estructuras patriarcales.
Su éxito no solo dependerá de la continuidad del proyecto de nación que ella hereda, sino de su capacidad para adaptarlo a las nuevas realidades del país, demostrando que un México gobernado por mujeres puede ser un México más justo y más equitativo para todas y todos.
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