A pesar de que la inflación en Estados Unidos mostró una aparente moderación en abril, los efectos de la agresiva política arancelaria del presidente Donald Trump ya comienzan a generar preocupación entre economistas, empresarios y la propia Reserva Federal, ante el riesgo de un nuevo ciclo de inestabilidad económica.
De acuerdo con el Departamento de Trabajo de EE.UU., la inflación anual se ubicó en 2.3 % en abril, una ligera disminución respecto a marzo, aunque los analistas advierten que este respiro será momentáneo, ya que los aranceles impuestos por Trump apenas comienzan a sentirse en la economía real.

El republicano impuso desde abril un arancel universal del 10 %, además de medidas específicas que llevaron los impuestos a bienes chinos hasta un brutal 145 %, luego reducidos al 30 % tras presiones diplomáticas. Las tarifas promedio en EE.UU. se sitúan hoy en 18 %, las más altas en casi 90 años, una carga que inevitablemente se trasladará al consumidor.
“Estos aranceles podrían disparar los precios y el desempleo simultáneamente”, advirtió el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, quien reconoció que el banco central enfrenta ahora el peor de los escenarios económicos: inflación con estancamiento laboral, un cóctel que limita cualquier margen de maniobra.
Aunque en abril se registró una baja del 0.4 % en los precios de comestibles, impulsada principalmente por una caída del 12.7 % en el precio de los huevos, esta tendencia se explica por factores estacionales y acumulación de inventarios, no por una estabilidad estructural.

Los precios de los muebles subieron 1.5 % y los costos de producción en sectores como el automotriz podrían dispararse en los próximos meses, conforme los insumos afectados por los aranceles comiencen a escasear o encarecerse.
Por si fuera poco, los productos que estaban en tránsito antes del inicio de las nuevas medidas no pagarán aranceles, lo que retrasará el impacto inflacionario de manera artificial, pero no lo evitará. Muchas empresas, además, están operando con inventarios acumulados que podrían agotarse en semanas.
La narrativa oficial de la Casa Blanca, que presume fortaleza económica, contrasta con las señales de alerta encendidas por la propia política monetaria y el sector privado estadounidense, donde ya se reportan pérdidas en cadenas logísticas, ajustes de precios y postergación de contrataciones.
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