Recientemente y gracias a la crueldad, el maltrato y la crudeza con la que Layda Sansores trata a los comunicadores y propagandistas caídos en desgracia, nos enteramos de la lamentable situación, económica y emocional en la que se encuentra la siempre honesta, feminista desde hace veinte años, y sin pelos en la lengua, Adela Micha.
Situación que rebasa lo personal ─que no es poca cosa─ e impacta directamente lo profesional y el futuro de los espacios de comunicación en México, en riesgo de desaparecer, no por falta de audiencia, jamás, por favor no piensen eso, no, están a punto de desaparecer por falta de recursos. Seamos claros, una cosa es que Adela Micha no tenga para pagar la renta y llevar comida a su casa, y otra ─tan grave como la gravedad misma─ que México y los mexicanos pierdan un espacio plural donde solo cabe lo que previamente se define puede caber.
Pero no es solo eso, es decir, no solo es la perdida de este espacio de sana pluralidad ficticia. No. Lo que está en juego es la desaparición de un tipo de comunicación que ha realizado la notable y loable tarea de informar a las audiencias para garantizar que las audiencias se mantengan desinformadas.
Más allá de la existencia, la cual siempre se reconoce y agradece, de mecenas ─vulgarmente confundidos con padrotes─ como Alito Moreno, siempre dispuestos a buscar recursos para apoyar la noble causa de la desinformación infodemica, es necesario diseñar, promover y habilitar programas sociales que garanticen la supervivencia del modo de vida de unos cuantos que se han aprovechado de la sociedad y ─al mismo tiempo─ de un modelo comunicativo que presumiendo transparencia es capaz de ocultarlo todo, absolutamente todo. Es por ello que, desde la sociedad civil, siempre civil y nunca un disfraz del PANismo, debemos presionar al gobierno para que tengamos un Programa de Rehabilitación e Inclusión de Comunicadoras y Comunicadores que Perdieron el Chayote Neoliberal.
Programa que bien podría convertirse en el Instituto del Chayote para garantizar que las y los comunicadores dedicados al negocio de la desinformación puedan seguir ejerciendo libremente el derecho de mantener a la población en la ignorancia y practicando el arte de levantar polvo para oscurecer todo.
El Programa en pro del chayote, se encargaría de garantizar que bajo ningún motivo y/o circunstancia, comunicadores y comunicadoras honestos, preparados, capaces, comprometidos con su labora comunicativa y dispuestos a anteponer el dinero sobre la verdad, tengan que degradarse y dar un espectáculo tan lamentable como el que dio Adela rogándole a Alito por unas cuantas monedas.
Garantizando que estos profesionales de la infodemia tengan un sustento digno que les permita conservar los privilegios a los que están acostumbrados, nos ahorraremos ─no solo la innecesaria escena dramática y el rasgado de ropas─ la debacle social que podría generarse de tener una ciudadanía informada, la debacle de tener votantes que cuestionen a los candidatos, que les exijan, que lo pongan contra las cuerdas y ─al hacerlo─ amenacen a la clase política nacional.
Entrados en gastos, preservar el chayote y a las comunicadoras y comunicadores chayoteros, es preservar el olvido y rendir un homenaje a nuestro pasado reciente, honrar la memoria de aquellas y aquellos que ─siguiendo el patrón de Jacobo Zabludovsky─ se presentan frente a la pantalla para dejarnos saber que hoy fue un día soleado.
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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