Todos los golpes de Estado en América Latina han sido impulsados por Estados Unidos. Desde la intervención militar directa hasta los golpes blandos ahora los protagoniza sin máscaras. Lo que hace Trump con el incremento de aranceles, como si se tratara de misiles, es un golpe de Estado contra un régimen democrático, progresista y liderado por una mujer. Tres factores que el presidente del vecino país no resiste en su concepción del mundo del que se considera propietario.
Los anteriores golpes de Estado eran subsidiados por los empresarios para que la política estadounidense diera la cara, ahora los empresarios no quieren que ese golpe de Estado que lleva a cabo Trump, y la cuestión política pierde sus cimientos económicos, carece de bases en la productividad para convertirse en un capricho del nuevo huésped de la Casa Blanca.
Siempre Estados Unidos tuvo detrás del apoyo a los golpes de Estado un fantasma para justificar su intervención, desde el comunismo hasta el narcotráfico, pasando incluso por los extraterrestres, han sido los pretextos para adueñarse de las riquezas de los países afectados por la violencia estadounidense.
Así ahora, el fentanilo que consumen los estadounidenses, que ningún mexicano les obliga a ingerir, tiene que ver con la intención de desestabilizar económicamente al país, en pleno auge de recuperación luego de los regímenes que saquearon México.
Si Trump quiere basar en la gasolina el futuro energético de su país los países con petróleo más cercano a sus fronteras es México y Canadá. Porque este señor no sólo quiere petróleo de calidad barato, lo quiere gratis. Para lograrlo debe derribar varios obstáculos que incluyen el patriotismo de los mexicanos y la identidad arraigada en los mexicanos.
Canadá, al igual que Estados Unidos son dos países que se crearon con inmigrantes; de hecho, en ese país hay dos idiomas oficiales como prueba de su origen y conformación. A cuyo gobierno también insiste en incorporar como el estado 51 de la Unión Americana, porque asegura que Estados Unidos gasta mucho en Canadá y México y, que le deben mucho dinero.
El golpismo de Trump tiene más aliados en la oposición mexicana que dentro de su propio país, esto es bueno para sus intenciones, porque es lo que se requiere para legitimar a quien la Casa Blanca coloque como títere de su política. Ahí está Jeanine Áñez, en Bolivia, Dina Boluarte, en Perú, y otras marionetas como Pinochet o Videla, cuando los golpes de estado eran sangrientos, pero no más violentos que los actuales.
La víctima de los golpes de Estado en América Latina son los pobres, es decir, la mayoría de los ciudadanos del contente, los cuales forman una mano de obra especializada, precisa y barata. Si en sus países la cualidades de los trabajadores zona preciadas y tienen, poco a poco mayores ingresos por su esfuerzo cotidiano, es necesario imponer una pobreza generalizada para que lo que se ha avanzado en materia de recuperación del empleo regrese a lugar que Estados Unidos necesita ante la debacle de su economía.
Cada vez que aumentan los salarios en México, Estados Unidos se inhibe la salida de mexicanos al norte, situación que deben tener en cuenta los empresarios gringos, porque pueden quedarse sin mano de obra barata de manera definitiva. A Estados Unidos le urge regresar la pobreza de los mexicanos a sus niveles anteriores para pagar cada vez menos y no cada vez más.
Porque los latinos no van huyendo de la justicia, ni buscando libertades, ni quieren derrocar a nadie, ni desestabilizar gobiernos, van por dinero a cambio de trabajo, solamente.
Al aumento de los aranceles no se les puede decir que sea una medida necesaria para la economía sino un capricho de Trump, porque en su imaginación considera que los empresarios que se verán afectados son los mismos que elaboran en una cocina doméstica el fentanilo. Considera que el gobierno subsidia los fertilizantes para sembrar droga y venderla y los trabajadores construyen en turnos de 24 horas laboratorios de fentanilo para que sus veteranos de guerra se droguen.
Trump no pronuncia discursos como es propio de los presidentes, profiere amenazas. En eso basa un discurso que pareciera desprenderse cada día de una realidad que muestra desconocer el mandatario.
Por lo menos esa es la visión que exhibe ante el mundo, la de un fascista caprichos que quiere ver al mundo de rodillas. Para Trump tener a una vecina mujer impone dudas sobre su hombría, más aún si tiene ideas contrarias a la de su concepción del mundo, pero lo que más le duele es el apoyo popular dentro de México, el cual le impide asestar un golpe de Estado duro o blando, con determinación y contundencia.
La decisión de Trump no resuelve ningún problema, no encamina una salida digna sino una imposición que emana de un autoritarismo de barro.
El apoyo popular de la Presidenta de México está impidiendo que el golpe de Estado sea más severo e irreversible. Los aranceles, única arma que puede utilizar Trump contra México, pueden negociarse, las balas y la cárcel para los políticos democráticamente electos no se evitan con una negociación.
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