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Salación

junio 6, 2025
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Para solaz de su exclusivísima audiencia, la cual evidentemente goza horrores de que la mantengan bien y frecuentemente surtida de sal sobre sus múltiples heridas, la docta Denisse Dresser, vaya usted a saber si más furibunda que compungida o más pesarosa que endiablada, aparcada en la mesa plural —digo, los panelistas convocados eran dos— de dizque análisis transmitida por Latinus —but of course—, muy a su gusto acompañada de Héctor Aguilar Camín —igual él: quién sabe si más frenético que afligido o más desolado que rabioso— profirió el siguiente cuestionamiento: 

Va a llegar Hugo Aguilar Ortiz [como ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación]…, ¿no hubiera sido más barato, más fácil y más democrático que ella [la presidenta Claudia Sheinbaum] lo postulara en una terna y que el Senado discutiera su trayectoria y que después los partidos votaran…?

Aquí el novelista chetumaleño la atajó para con toda contundencia recordarle: “Ese mundo ya se acabó”, una afirmación de pe a pa post-apocalíptica, así que seguro el novelista lo espetó adolorido, porque se acabó el aludido mundo, y gozoso, porque lleva años cantando el Apocalipsis. Y ni cómo contradecir al antes orgánico y ahora desaforadamente apocalíptico, perdón, post-apocalíptico, cabecilla del grupo Nexos: efectivamente, ese mundo, el neoliberal prianista, se acabó.

Pero volvamos con la dDD: “¿no hubiera sido más barato, más fácil y más democrático” hacerlo como antes se hacía, esto es, no cambiar nada? Es decir, ¿no hubiera sido más barato, más fácil y más democrático mandar al diablo el proyecto de Nación triunfante en las urnas, específicamente la reforma judicial y la magistral jugada política de AMLO conocida como Plan C? ¿Neta la afamada docente del ITAM requería respuesta? Quiero pensar que no, que fue una pregunta retórica, de esas que soltamos para afirmar algo y luego poder decir que uno no dijo lo que dijo, que nomás lo preguntó. Porque, disculparán ustedes la perogrullada, pero lo que la señora afirmó es simple y sencillamente que lo mejor hubiera sido seguirle como estábamos, o sea, no moverle al status quo, o sea, conservar las cosas como estaban… Puro y duro conservadurismo, pues. 

El recurso retórico que usó la politóloga echada de Televisa —¡eso también quedó en el mundo que se acabó!— no es nuevo, más bien es un ardid tradicional del conservadurismo; van algunos ejemplos emblemáticos: ¿Acaso no hemos vivido siempre así?, musitaban los cortesanos franceses cuando el pueblo pedía pan y Constitución; ¿qué sería del país sin el orden y la autoridad del rey?, exclamaban con temblor pomposo los viejos lores cada vez que alguien osaba mencionar la palabra “república”; ¿no están los negros mejor aquí que en África?, decían los esclavistas con una sonrisa cargada de látigo; ¿de verdad queremos que cualquiera pueda ser médico, juez o presidente?, preguntaban los guardianes del mérito hereditario y de los exámenes de admisión ante cualquier intento de democratizar el acceso a la educación; ¿no es esto una forma de dividir al país?, musitan hoy los mismos de siempre —eso sí, más sensibles que nunca— cada vez que se habla de justicia social o memoria histórica. Así funcionan estas preguntas: se disfrazan de preocupación racional para encubrir una nostalgia por la desigualdad que antes no había que justificar. Son trampas del discurso: no buscan respuestas, buscan obediencia.

Por lo demás, también conviene que flote —está de moda el verbo— como evidencia que la dDD defiende una sandez: opina que hubiera sido más democrático que una sola persona, la presidenta, eligiera a los miembros de la SCJN que, como ocurrió el domingo pasado, lo hayamos hecho entre los trece millones de ciudadanas y ciudadanos que salimos a votar.

Por cierto, el dueño del otro extremo del falso bicolor —en realidad siempre fueron del mismo color—, Enrique Krauze se aventó la puntada —también en Latinus, dónde más— de querer convencer de que lo mucho es poco y de que la vacuidad plena es más que algo:

… después de todo, bueno, la democracia es el gobierno de la mayoría con respeto a la minoría. Pero ahora estamos en una variante: Morena ha movilizado y acarreado al electorado de manera, digamos, sin los frutos que esperaban, y no se logró aquí el consenso o el voto de la mayoría, sino de la muy importante minoría. Entonces estamos ante una decisión en donde se impondrá una minoría, sin respetar a la mayoría, porque en este caso específico la mayoría es el 90% que no votó.

¡Sic, sic y recontra-sic!… Pareciera que el ingeniero no entiende que para que un voto cuente es indispensable emitirlo, votar. Yo, como por no pecar de omisión, en X traté de explicarle de la manera más rudimentaria que pude: oiga, un no voto no cuenta como voto. Lo que pude haber apostillado así: N no votos nunca son más que un voto. Ya no lo hice, no tanto por flojera sino porque en realidad aquello de “pareciera que el ingeniero no entiende” es pura retórica: el hombre entiende y más que hacerse el tonto pretende confundir y entontar a quien se deje. Con todo, no hace falta ser un exegeta consumado para comprender que la alocución de Krauze se suma al autoflagelo discursivo que se está dando la derecha mexicana. Lo muestro enseguida…

  1. Se desvivieron gritoneando que la 4T quería “apoderarse” del Poder Judicial. 
  2. Proclamaron desde siempre y más después de ocurrido que el proceso electoral del domingo pasado fue un fracaso, porque “sólo” participaron 13 millones de mexicanas y mexicanos.
  3. Ahora lamentan, lloran, claman que, después del susodicho “fracaso” la 4T se apoderó del Poder Judicial… ¡y se acabó el mundo!

No le busque la lógica, no tiene.

  • @gcastroibarra

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Tags: columnaGermán CastroopiniónPoder Judicial
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