Se equivocan quienes creen que la carta de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa en la que se dirigió a los mexicanos y a las mexicanas ─los mexicanes, pues─ es un acto de cobardía que no buscaba otra cosa que intentar sacudirse el alud de mierda con el que quedó sepultado después del juicio y veredicto en contra de Genaro García Luna. No. Nada de eso.
La carta en la que Felipe de Jesús Calderón Hinojosa se dirigió a los mexicanes, fue ─más allá de toda creencia, suposición o sospecha─ un acto de cobardía que no buscaba otra cosa que intentar sacudirse el alud de mierda con el que quedó sepultado después del juicio y veredicto en contra de Genaro García Luna, su mano derecha y ariete en la “Guerra contra el narcotráfico”. Un acto de cobardía que renegó de la oportunidad de coronarse con la siempre despreciable corona del cinismo vulgar, ese cinismo propio de hombres de leyes que se dan golpes de pecho y se rasgan las ropas.
Pero no se confundan, la cobardía propia Calderón, la cobardía propia de aquellos que prefieren disparar y luego averiguar, no es mera cobardía. No. Nada de eso. La cobardía del enano es un acto de valentía, la valentía de quien sabiéndose nada, acata las ordenes del patrón y actúa en consecuencia, sin criterio, ni escrúpulos que se interpongan entre él y su consigna. Esa es la valentía que hace falta en nuestro México hoy por hoy, la valentía de decir; “estoy al frente de una república bananera y mi obligación es la de entregar los recursos de la misma a los dueños del capital”, el tesón de quien no duda en afirmar ─cada mañana frente al espejo─ “estoy aquí porque así lo decidió un grupo minoritario, una elite privilegiada, y a ellos me debo, mi trabajo debe ser en pos de esos privilegios, para preservarlos y aumentarlos”, el temple de acero de un mandatario a quien no le tiembla la mano para organizar una “guerra en contra del narcotráfico” como estrategia de control poblacional que le permita desplazar a esos habitantes que ─aferrados a su terruño─ se niegan a abandonar zonas que bien podrían ser explotadas por gaseras, mineras o cualquier otra empresa nacional o extranjera que tenga la capacidad de explotar los recursos de la nación para beneficio propio, dejando que caigan migajas sobre el territorio nacional, migajas por las que siempre debemos estar agradecidos.
Pero no nos quedemos ahí. No. La valiente cobardía de Calderón reparte, después de que el jurado declarara culpable de todos los cargos al ingeniero García Luna, con una graciosa mutación del yo al nosotros, el éxito de su estrategia con “miles de soldados, marinos, policías, ministerios públicos, mujeres y hombres”, porque “la lucha por la seguridad de los mexicanos no era responsabilidad de una sola persona.” Esa sola línea, vale el arduo esfuerzo, el haber dejado los ojos arrastrando cada una de las palabras que escribió Felipín, “no era responsabilidad de una sola persona.” No. No. Y más no. Era responsabilidad de todos los mexicanos y mexicanas ─mexicanes, pues─ y como tal, el que el jurado encontrara culpable a García Luna, significa que el jurado encontró culpable a todo México.
De ahí que tanto comentócrata, resentido por la pérdida de esos apoyos gubernamentales que les permitían vivir como si en verdad hubieran nacido dentro de la clase privilegiada, insistiera en que en Nueva York no se juzgaba a un narcotraficante, se juzgaba a todos los mexicanos. Si Calderón cae, caemos todos. No olvidemos eso. Nuestra desgracia es no entender que debemos preservar los privilegios de unos cuantos, a pesar de nosotros mismos.
Entrados en gastos
Probablemente pasó desapercibido por la mayoría de quienes apoyan a la CuatroTe, pero ese enorme estratega y estadista que es Felipillo, tuvo la amabilidad y visión de redactar su carta en español y en inglés. Los menos inteligentes se preguntarán ¿por qué se dirige a los mexicanes en ingles si los mexicanes hablamos español? La respuesta, a pesar de ser evidente no está al alcance de cualquiera, el compromiso calderonista de entregar los recursos nacionales a quien mejor pueda explotarlos, siempre y cuando no sea el Estado Mexicano ni la ciudadanía, no se terminó el día en que Calderón entregó la presidencia a esa maquina de memes mejor conocida como EPN.
No, quien es vendepatrias es vendepatrias independientemente de si es presidente o un simple bebedor de Bacardí blanco. Felipin tiene un compromiso, una misión y una deuda con sus patrones, y sabe que, de cumplirse su objetivo, el español será lo de menos en territorio mexicano, y que ─por otro lado─ la resiliente clase privilegiada nacional, se siente más cómoda leyendo en inglés que en su lengua materna, en la que casi cualquier mexicano puede leer ¡Que feo!
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
Comentarios