El sistema económico que nos oprime parece entre otras cosas, estar sostenido por una balanza de suma cero, es decir, que logra equilibrarse en función de quitar o agregar al otro extremo.
Al parecer no podemos aspirar a una verdadera justicia social, pues a cada conquista corresponde un resentimiento y por cada resarcimiento, hay un despojo del otro lado, que provoca las retaliaciones correspondientes para volver al mismo ciclo; de esta manera, se garantiza una eterna enemistad entre extremos, misma que debe incluir minuciosas artimañas de ingeniería social para establecer que jamás se llegue a soluciones duraderas y mucho menos tajantes, pues al parecer los interesados ganadores de tal dinámica se encuentran no en algún extremo de la balanza, sino arriba de ella, sosteniéndola.
De esta manera, parece haber una suerte de proceso de extracción, en el que hay manos, ojos y oídos invisibles, que se dedican a recoger todo aquello relacionado a la conciencia colectiva, aquellos pensamientos, intenciones y anhelos que son experimentados y perseguidos día a día por la inmensa mayoría de los miembros de nuestras sociedades, para utilizarlos en su beneficio.
Todos los días, cada uno de nosotros revive las mismas rutinas y con ello, la reafirmación de problemas que se podrían agrupar en un catálogo muy conciso, derivándose ramificaciones diversas que dependen no de esos problemas en sí, que son pocos en su raíz, sino de las reacciones o las maneras en que son abordados por cada persona: Salud, relaciones interpersonales de todo tipo, amor, dinero, religión, felicidad, la raíz de nuestra frustración o lucha diaria es fácilmente identificable si simplificamos y esquematizamos nuestras andanzas cotidianas, proveyendo una guía de patrones detallada para quien encuentre la manera de beneficiarse de ello.
Es entonces que vemos surgir no sólo productos en el anaquel, destinados a satisfacer una necesidad o llenar un vacío provocado por esas búsquedas inherentes a nuestra existencia, sino personajes que prometen representarnos para alcanzar la satisfacción de necesidades más allá de las que pueden cubrirse simplemente llenando un carrito de supermercado, es decir, dilemas morales, entuertos sociales que polarizan y amenazan la paz, fenómenos provocados por las dinámicas de poder que conducen a algunos a caminos repletos de lujos y satisfactores a un grado vomitivo y a otros, a carencias obscenas de lo más básico.
Y sin embargo, al parecer esa mano invisible que da prueba de su existencia no para regular el mercado, sino a los consumidores, manufactura y coloca en frente de todos, a sujetos honorables o con alta credibilidad, que enarbolen causas que le sean redituables en el momento y, al mismo tiempo le asigna aquellas que deben ser vilipendiadas, pisoteadas y desechadas, a personajes cuestionables, con oscuros pasados, fáciles de destruir mediáticamente y proclives al ridículo y la caricatura.
De esta manera, se garantiza que aquello que sea conveniente para esa voluntad oculta, se lleve a cabo, mediante la construcción de esa gran ilusión que es la democracia, lo cuál se antoja cada vez más como un juego en el que un sistema se dedica a imponer su voluntad, disfrazada de “elección popular”.
Es urgente abrir los ojos ante la realidad de este mecanismo, que coloca a personajes como Trump, Milei, Verastegui y muchos otros impresentables, como abanderados de muchas causas que parecerían de “sentido común” (término trivializado intencionalmente también), que ahora mismo amenazan a la sociedad y a su funcionamiento mermando su capacidad de auto replicarse, gestionarse y proveer progreso suficiente para el mejoramiento de sus miembros, más allá del llenado indiscriminado de los bolsillos de unos cuantos oligarcas que sólo buscan el mayor número de beneficios a cambio de los menores costos, siendo ellos precisamente, esos sujetos mediáticos con debilidades altamente aprovechables para desacreditarlos, desechando toda causa, postulado o reclamo social que abanderen y con ello, desactivando en cualquier momento cualquier movimiento genuino que amenace los intereses ocultos detrás de un posicionamiento de moda.
DA CAPO
Después de escuchar algunas de las ponderaciones de estos nefastos personajes y confesar sólo para mis adentros (víctima de una manifiesta culpa) que me parecen tener razón en muchas cosas, no puedo evitar quedarme con un amarguísimo sabor de boca y la desalentadora pregunta: ¿por qué ellos?

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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