Desde su fundación en 1929 con Plutarco Elías Calles y hasta el año 2018 en que llegó la 4T, el sistema político mexicano fue pródigo en trucos y maromas con los cuales trató de despolitizar al pueblo para evitar que éste tomara parte en la solución de los asuntos públicos. Citemos algunos.
Las elecciones fraudulentas. Los sindicatos incorporados al PRI. Las comunidades agrarias, siempre en el abandono, organizadas para votar pero no para producir. Los pueblos originarios arrumbados en sus lejanías. El control de la prensa, la televisión y la radio al servicio del poder: “Nosotros somos soldados del presidente de la República”, dijo alguna vez Emilio Azcárraga Milmo. Y fórmense o váyanse.
Sigue el recuento “para los más jóvenes”, como cita el clásico. La compra de votos mediante el cínico reparto de tinacos y despensas de frijol con gorgojo. Los monederos Monex que pasaron frente a las narices de los consejeros electorales sin que éstos se las olieran. Y ya que estamos en eso, la creación de organismos “autónomos” para darle una manita de barniz democrático al autoritarismo saqueador.
Aciagos y malignamente creativos como son los mapaches priistas hoy paladines en la defensa del INE, mientras se embolsaban el presupuesto público se dieron tiempo para enriquecer los vocablos de la picaresca electoral.
Que la Operación Tamal, donde después de un suculento desayuno con tamales se invitaba al votante a entregar su voto. Que el Ratón Loco, donde el ratón votante no encontraba su casilla y andaba como loco hasta que se retiraba a su casa, frustrado y sin votar. Que las asombrosas casillas zapato en las que la oposición no obtenía un solo voto a su favor. Que las urnas embarazadas, aquellas que la noche antes de las elecciones daban su mal paso y comparecían a la jornada electoral con el producto de su desliz en su interior. Que los tacos de votos donde cien o doscientas boletas enrolladas pasaban sin problema por la estrecha rendija de la urna gracias a los alquimistas del PRI.
Y si al final ni con todo eso se desanimaba la gente todavía quedaba el recurso de la masacre, con pena y todo. Como la del 2 de Enero de 1946 en León, donde el PRI, llamado entonces PRM, obtuvo 58 votos a favor de su candidato contra 22,173 del candidato opositor. Ese brote de ciudadanía ameritaba un escarmiento ejemplar a la población para evitar que se repitiera. Y se le dio, vaya que sí: 27 muertos y 60 heridos, según el recuento de Alfonso Trueba recogido por Orlando Ortiz en su antología La violencia en México (Editorial Diógenes, 1978).El recuento de represiones sería extensísimo. A los ferrocarrileros en 1959, que les costó once años de cárcel a Demetrio Vallejo y a Valentín Campa, líderes del movimiento.
A los maestros encabezados por Othón Salazar en 1958. A los médicos en 1965. A los estudiantes el 2 de Octubre de 1968. Inagotable recuento del reguero de sangre y represión sobre el que se fincó el sistema político priista.
La idea era maniatar al pueblo para que no participara en política o entendiera que si lo hacía era por su cuenta y riesgo, y elevar el nivel de riesgo hasta que fuera el de su libertad o incluso de su vida. La política era asunto de políticos y los demás ¡a callar!
Sucesivas reformas electorales fueron apenas válvulas utilizadas para desahogar la presión social y fingir que cambiaban las cosas y el sistema se democratizaba. Hasta que llegó el cambio verdadero con la 4T en la Presidencia.El presidente López Obrador, contrario a lo que hicieron sus antecesores, ha alentado la intervención de la gente en los asuntos públicos, como tiene que ser.
Ha impulsado consultas incluso estando en desacuerdo con alguna de ellas, como la del juicio a ex presidentes. Esas consultas han sido un ejercicio novedoso para un pueblo que apenas debuta en las prácticas democráticas y, aun a pesar del sabotaje que ha corrido por cuenta del INE, ha permitido la intervención de la verdadera sociedad. La del pueblo liso y llano que no se oculta detrás de los carnavalescos nombres de o-ene-gé o sociedad civil. A este resurgimiento popular es al que los opositores llaman polarización de la sociedad. ¡Caray!
Como que se esperaba más de los analistas de derecha. Tal vez un poco de comprensión del fenómeno para que pudieran implementar estrategias pertinentes que les permitieran obtener una aprobación social de la cual carecen a todas luces. Olvidarse de los epítetos calificativos para pasar a los sustantivos descriptivos.El pueblo de México siempre ha querido intervenir en el manejo de los asuntos públicos, como someramente se ha mostrado hasta aquí. El mérito de la 4T es haber desazolvado los canales obstruidos por los anteriores gobiernos para ampliar el cauce democrático. Y aquí estamos. Al fin despiertos.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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