El TECM evidenció que el blanquiazul analizó el caso “en pedacitos”, sin perspectiva de género y con una ligereza que raya en lo absurdo.
El Tribunal Electoral de la Ciudad de México (TECM) revocó por unanimidad la resolución de la Comisión de Justicia del Partido Acción Nacional (PAN) que pretendía minimizar una denuncia por violencia política en razón de género presentada por una joven militante contra el exdiputado local Jacobo Manfredo Bonilla Cedillo. La sentencia dejó en claro que el análisis panista fue fragmentado, incongruente y carente de perspectiva de género, una combinación que parece ya marca registrada del partido cuando se trata de derechos de las mujeres.
El tribunal ordenó al PAN adoptar medidas inmediatas para garantizar que las mujeres jóvenes puedan participar en la vida política libres de violencia, incluyendo acciones formativas y lineamientos internos para prevenir y sancionar conductas de connotación sexual dentro de sus espacios partidistas.

Sí, el tribunal tuvo que explicarles lo obvio.
Entre las omisiones señaladas, el TECM destacó que la Comisión de Justicia panista ignoró deliberadamente la relación de subordinación entre el denunciado y la víctima, así como una doble asimetría: de género y de edad. Bonilla, de 46 años, frente a una joven militante de 21, en un contexto de poder político claramente desigual. Pero para el PAN, al parecer, nada de eso merecía atención.
Peor aún, el partido evaluó por separado lo que claramente constituía un patrón de hostigamiento: comentarios sobre la vida sentimental de la denunciante, alusiones a su cuerpo, mensajes para iniciar relaciones personales y contactos físicos no deseados. Para el tribunal, estos hechos configuran violencia simbólica y sexual; para el PAN, fueron simples anécdotas sin importancia.
El pleno del TECM concluyó que el blanquiazul intentó normalizar conductas inaceptables y ordenó emitir una nueva resolución bajo parámetros que sí permitan acreditar la violencia denunciada. En resumen, el tribunal tuvo que recordarle al PAN que la perspectiva de género no es opcional, aunque al partido le siga pareciendo una molestia incómoda.

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