IMSS
Obligado por mi salud he vuelto al edificio. Si hay novedades; remodelaron el área de urgencias, lo están pintando de afuera, esto es lo que se ve.
Lo que nadie nota y todos vemos es igual o peor que en la última entrega sobre el tema. La acera del edificio sigue llena de vendedores ambulantes, estas personas invaden también la bahía para ascenso y descenso de pasajeros, por lo que la gente debe caminar por el arroyo de circulación y bajarse de los vehículos casi a media calle obstaculizando la avenida, lo que provoca aglomeraciones y accidentes.
El edificio cuenta con un gran estacionamiento que solo usa el personal, los derechohabientes no. Hay uno que es insuficiente y de paga junto al edificio.
Al salir del pequeño estacionamiento, te vas a encontrar con que la banqueta está rota y hay un hueco donde tendría que estar una tapa de registro del drenaje; está así desde hace años. Alrededor de este registro hay un enorme charco de agua sucia y apestosa, también tiene años. Hay que sortearlo caminando por donde pasa el tráfico.
Finalmente el portón del edificio está abierto de par en par. En la puerta, que también está de par en par, hay un guardia atento, pero sin información. Busco a quién me pueda decir en qué piso está el consultorio al que vengo, no aparece en la lista y me mandan al 3er piso. Solo hay un elevador y la última vez que subí por la escalera, llegué jadeando, así que lo espero.
Subo al nivel que me indicó el desinformado guardia; no es ahí y empieza a hacerse tarde. Es en el 1er piso. Ahora si uso la escalera.
Al llegar al control, pregunto si es ahí con la esperanza de que no sea, porque no hay silla libre, pero sí es. La asistente que me atiende está comiéndose unos panuchos, platica con otra chica que supongo es enfermera que ya se terminó su alimento. Entre comer y trabajar, me atienden. Me retiro del mostrador para quedarme de pie junto a una ventana mohosa, el piso está muy sucio al igual que las paredes, por fin la asistente detecta un asiento y me avisa, me siento.
Empiezo a observar mi entorno, hay muchas mujeres embarazadas, muchas niñas y niños muy quietos y callados. La mayoría de las personas están mirando el celular, yo escribo en el mío. Los niños y niñas tienen video juegos y celulares en la mano. Muy poquitas personas platican, es raro porque siempre se oye un barullo más grande. Tal vez mi problema auditivo se está agudizando, aunque todavía puedo seleccionar y escuchar lo que decido. Un niño tiene un juego que maulla, las dos mujeres junto a mí platican de sus males.
Después de casi una hora y media de espera, me llaman a la consulta. El médico pregunta ¿Por qué lo enviaron? Es evidente que tiene mi expediente en su pantalla y además la hoja de envío. Asumo que se trata de parte del diagnóstico y respondo, trombocitopenia en estudio.
Sin mirar la pantalla y con actitud prepotente, el hematólogo pregunta ¿Quién le dijo? Yo respondo, todos los médicos que me han atendido, desde mi doctora en la clínica, hasta la gastroenteróloga que me vio hace 3 meses y el hematólogo que me vio hace un año. Todos coinciden. Prepotente y molesto, responde, ¡el hematólogo soy yo!, su conteo es bajo pero no es un problema, le refiero que van a sacarme una muela y mi dentista me recomendó preguntarle. Dice que no hay problema. Le digo que existe la posibilidad de que me operen de la vesícula y dice que no hay riesgo. Yo no discuto, simplemente lo miro con desconfianza y me doy cuenta de que miente, lo veo en su lenguaje corporal y en su mirada.
¿Qué puede hacer un paciente ante esta horrenda forma de desatención médica?
Subo a la dirección con la intención de inconformarme, son 60 escalones. Cuando llego decido retirarme, hay más de 40 personas esperando y en el sondeo que hago, todos llevan inconformidades y enojo. Estoy tentado a formar un verdadero alboroto y se que la gente está tan enojada, que seguramente van a responder, pero temo por lo que podrían hacer los médicos conmigo después. Es el único hospital del IMSS con especialistas en Villahermosa y es bastante malo. La salud y la vida de muchos viejos, como yo, está en riesgo constante y nadie parece escuchar ni ver la realidad. Para colmo, el sexenio termina y la esperanza se agota. ¿Nos escucharán Claudia y Javier?
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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