Trilladísima está la expresión “no entienden que no entienden” para referirse a la derecha, pero es que, de veras, no entienden que no entienden. Debemos empezar por afirmar que muy pocos se asumen como derecha, y que conservan ese truculento y anodino discurso de que son ciudadanos patriotas, con mayor preparación, honrados, no susceptibles de dádivas y siempre preocupados por el futuro de sus hijos. Ese es el gran problema, que ya lo he tratado aquí en otras ocasiones, el de no llamar a las cosas por su nombre y querer sostener una batalla política con base en mentiras.
He igualmente escrito profusamente acerca de la primavera que se ha vivido en México, tanto que escribí un libro que se encuentra disponible en Amazon (tiny.cc/xcouzz). Sin embargo, comerciales aparte, es preciso matizar. Solo el segmento de la sociedad que apoya a la llamada Cuarta Transformación experimentó este proceso. Estos ciudadanos ahora politizados y emancipados del poder mediático hegemónico, son quienes constituyen la verdadera primavera. Fueron ellos quienes dieron una de las mayores muestras simbólicas de cómo ha cambiado la mentalidad colectiva, cuando, el 26 noviembre de 2022, el Ángel de la Independencia estaba atiborrado de personas con ánimo festivo, cantando y bailando, justo en un día en que la selección nacional de fútbol había perdido de forma humillante en un mundial. Sin embargo, lo que ahora desataba el espíritu dionisiaco a nivel colectivo, era vivir la noche previa a la llamada “marcha del millón”, que se suscitó el domingo 27 de noviembre, y en la cual se obtuvo la icónica fotografía que se incluyó en la portada del libro Gracias, aquel con que AMLO acompaño la recta final de su mandato.
El resto de la población, no es que se politizara del todo, o al menos no de una manera cualitativa. Más bien, como víctimas de una permanente campaña catastrofista y de mentiras, sí, fijó una postura política, pero esto mismo implicó que exacerbara temores, odios, rencores, clasismo, racismo, homofobia y creencia en toda una mitología muy bien estructurada por voceros de la derecha y muchos coristas mediáticos que poco a poco se han ido despojando de su prestigio en aras de hacer campaña en favor de la facción que consideran conveniente.
Este inicio de sexenio, cuya legitimidad está fuera de toda dura, debido al enorme margen con que Morena ganó las elecciones del pasado 2 de junio; Claudia Sheinbaum sigue siendo víctima de vituperio tras vituperio, calumnia tras calumnia, así como intentos de desestabilización, como el incipiente movimiento que un pequeño grupo de privilegiados quiso magnificar con su oposición a la ahora aprobada reforma judicial. Ya sin afán de discusión, debate o contraste de ideas, muchos políticos se han dedicado simplemente a obstaculizar el proceder de los morenistas, como ha sido el lamentable caso de Lilly Téllez, vocera de Ricardo Salinas Pliego, de histriónicos y delirantes episodios en el Senado y, eso sí, al menos con el valor (o cinismo) de admitirse como de derecha.
En los pocos meses que lleva este sexenio, truculentas e insidiosas tendencias se han ido colocado en redes sociales. Cuando el pasado 5 de noviembre ganó Donald Trump las elecciones estadounidenses, gracias a circunstancias tan particulares como su enrevesado sistema electoral, las redes sociales, que mágicamente amplifican y difunden las opiniones de los fachos con sospechosa prioridad, se llenaron de mensajes que deseaban que “Trump pusiera en su lugar a Claudia” o que se invadiera el territorio nacional supuestamente para acabar con el problema del narcotráfico, convenientemente amplificado por los medios nacionales en días recientes. Al no tener eco popular, todos estos exabruptos se van diluyendo con el paso del tiempo en un asqueroso mar de bits.
Últimamente he estado visitando la red TikTok, y debo confesar que lo hago buscando mensajes cada vez más agresivos y desinformados. El algoritmo me ha estado poniendo muchos videos sobre los Beatles y Paul McCartney; otros sobre “tazos dorados” que son llevados en volandas a un centro de rehabilitación del que seguramente escaparon Pedro Ferriz y Mario López Vital; otros con tendencias como «órale, cocazo»; la caída del decadente Fehr de Maná y demás banalidades que hacen de la vida algo cada vez más absurdo. Sin embargo, también me encuentro con hombres y mujeres que pretenden presumir su color de piel (no dudan en enfatizarlo o blanquearlo aún más con filtros), así como un entorno que denote su nivel de vida elevado, y que se desatan hablando cuanta barbaridad les permite su perturbado cerebro. Le llaman “presirvienta” a Claudia Sheinbaum, bajo la hipótesis de que no piensa por sí misma y AMLO le dicta qué hacer desde su retiro en Palenque. Se dirigen a la población que los superó en las urnas con cosas como «chairos mugrosos, disfruten lo votado». Hablan de “la destrucción de México”, “seremos como Venezuela”, o incluso insisten en mantener la creencia en criaturas mitológicas como “los ninis del bienestar”, aquellos jóvenes que no estudian, no trabajan ni son aprendices en empresas, pero que mágicamente reciben un dinero del gobierno a cambio de nada, simplemente son compensados porque el gobierno es malvado y quiere perjudicar a las personas productivas y estudiosas.
Y por todo eso considero que no tenemos verdaderos adversarios. La división siempre ha estado presente, por ejemplo en Europa. Sin embargo, ambas facciones se informan, se enfrentan con datos reales, no desde el menosprecio ni tampoco desde el odio, que es lo que evidentemente profesa la derecha mexicana desinformada, falta de clase y rebosante de odio. Son capaces de creerse cuanta barbaridad les llegue por redes sociales o salga de los labios de gente irresponsable como Kenia López Rabadán o Mariana Gómez del Campo.
La verdad es que el movimiento de la Cuarta Transformación seguirá adelante. Quisiéramos tener enfrente a verdaderos adversarios informados y sobrios que contrastaran ideas de manera inteligente y respetuosa, pero eso no va a suceder. Sus derrotas seguirán llegando una tras otra y ellos seguirán creyendo que el país está en llamas y que su lucha es para resarcir el daño. Nosotros aquí seguiremos para exhibirlos cuando haga falta, pero también para seguir contribuyendo, cada quien desde su trinchera, a que se afiancen el estado de bienestar y la justicia social.
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