La Cuarta Transformación, en la actualidad, ya no solo está en la lucha por ganar elecciones; en este momento se encuentra en la búsqueda de convertirse en un movimiento hegemónico. Esto es lo que necesita para volverse un cambio verdadero, que no sea únicamente discursivo. ¿Acaso alguien podría dudar de la transformación en los paradigmas después de concluidas las tres transformaciones previas?
Andrés Manuel López Obrador dejó los cimientos para la construcción de dicha conversión, desmontó hasta donde le fue posible el aparato legado por los gobiernos neoliberales; lo que es más, también comenzó a trazar el camino que deberían seguir los gobiernos emanados de la Cuarta Transformación, nombrando al nuevo proyecto como “Humanismo Mexicano”.
El Humanismo Mexicano lo hizo como un proyecto en donde cabemos todos los mexicanos, pero también tiene una carga fuerte de conciencia de clase; una de sus máximas es “Por el bien de todos, primero los pobres”. Y esto no solo se queda en el discurso: A lo largo de su gobierno aumentó más de un 100% el salario mínimo en términos reales y cinco millones de personas salieron de la pobreza.
Si hubiera reelección en nuestro país, sería fácil saber el rumbo que llevaría el segundo mandato de Obrador; empero, no es el caso. Por ello, nos encontramos en la dificultad de hallar quién era la opción para seguir con el proyecto (del movimiento, no de un gobierno más). Había opciones que simbolizaban un retroceso o retraso en el proyecto izquierdista, una que era la profundización y otra última que representaba la radicalización.
Los mexicanos, mediante una encuesta, prefirieron la profundización; eligieron a Claudia Sheinbaum, una de las mejores opciones que tenía Morena. Los ciudadanos vieron en la única candidata mujer la opción para continuar con el proyecto de la Cuarta Transformación, el Humanismo Mexicano, con casi las mismas fórmulas que el actual presidente. Aunado a esto, la opción de la radicalización creció de una manera importante, Fernández Noroña obtuvo el tercer puesto sin ejercer ni la décima parte del presupuesto que los demás contendientes ocuparon en esa disputa.
Durante la contienda, para garantizar la unidad (punto débil histórico en las izquierdas), se acordó que todos los participantes tendrían un lugar en el gobierno tras la elección. Se pactó de esta manera: primer lugar, candidatura presidencial; segundo lugar, Coordinación del Senado; tercer lugar, Coordinación de la Cámara de Diputados; cuarto lugar, puesto en el gabinete; quinto lugar, senaduría plurinominal; sexto lugar, diputación plurinominal. Es de suma importancia aclarar que eran seis lugares para seis participantes, no únicamente para los cuatro aspirantes de Morena.
Después de terminado el proceso interno, el segundo lugar se alejó del partido y de la candidata, con ello perdía mucho capital político. Esto dejaba en el segundo puesto a Fernández Noroña, quien se ganó este con el apoyo popular. Regatear lo anterior es sinónimo de discutirle su decisión a los ciudadanos mexicanos que participaron en la encuesta.
Además, el personaje que nos compete en esta nota, no solo se representa a él mismo, también es uno de los dirigentes que se ubica más a la izquierda dentro de la democracia partidista mexicana; por esto, si es que se le comienzan a poner trabas a Fernández Noroña, a sus ideas y a la representación popular que posee, corremos el riesgo de que el fantasma de Ávila Camacho recorra México.
Quizá suene fuerte la comparación, no es para nada mí intención asemejar a Claudia con el sucesor de Cárdenas; lo que quiero remarcar es la importancia de no dejar fuera de un movimiento social a personajes que representan la radicalización y, son más apegados al pueblo en su conjunto. El análisis sobre lo que sucede con Noroña, no se debe abordar solo como únicamente compromisos hechos previos a la interna de morena, sino también como su importancia ideológica dentro de la cuarta transformación.
Empezar a poner trabas al crecimiento de pensamientos mas apegados a la izquierda, quizá funcione para el segundo gobierno de la cuarta transformación, sin embargo, deja de lado el proyecto del humanismo mexicano y, pone en riesgo la brújula política del movimiento en su conjunto, así como las elecciones dentro de seis años.
Es importante estar al pendiente de la renovación de dirigencias del partido y, también tener cuidado con lo que sucederá en los próximos años. También, es menester exigir la conservación del humanismo mexicano desde la presidencia de la República hasta la militancia.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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