En un evento reciente del Poder Judicial, la ministra presidenta Norma Piña y su círculo cercano, conocido como el “Cártel de la Toga”, mostraron una actitud arrogante y desdén ante las críticas. La situación se tornó tensa cuando el consejero de la Judicatura Federal, Bernardo Bátiz, abogó por una reforma necesaria en el sistema judicial.

La reacción del público fue inmediata. Los asistentes comenzaron a gritarle a Bátiz que se fuera, alegando que no lo habían invitado. Este descontento culminó cuando alguien en la audiencia calificó a Bátiz de “hipócrita”, mientras otros se referían a la elección judicial como una “farsa”. La ministra Piña, lejos de tomar en serio la situación, se rió irónicamente ante los comentarios.
Bátiz defendió su postura, afirmando que la reforma judicial representa una “revolución pacífica”. Sin embargo, su discurso fue interrumpido por voces en desacuerdo, una clara señal del descontento que genera la administración de Piña. A pesar de ser la máxima autoridad del Poder Judicial, Piña parece no comprender la gravedad de las críticas y mantiene una actitud burlona.
Esta falta de autocrítica refleja la desconexión de Piña con la realidad del sistema judicial. A pesar de haber contribuido a la caída del último bastión de la derecha mexicana, su comportamiento denota una arrogancia preocupante. Los aplausos que recibió al final del evento solo resaltan el apoyo que aún tiene en su círculo cercano, pero no ocultan la creciente insatisfacción que enfrenta.
La transmisión oficial del evento fue cortada en un intento de silenciar los reclamos, pero las grabaciones entregan un vistazo a la tensión reinante. La falta de respeto hacia las opiniones disidentes no solo debilita la imagen del Poder Judicial, sino que también pone en duda la capacidad de sus líderes para escuchar y responder a las inquietudes de la ciudadanía.
Norma Piña y su “Cártel de la Toga” deben entender que la arrogancia no es una respuesta viable ante las críticas.

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