Nos encontramos hoy ante una verdadera y muy ruin etapa del capitalismo salvaje; del neoliberalismo; del dominio del capital financiero sobre la fuerza de trabajo, sobre las naciones y sobre la humanidad.
Parece que nada ni nadie puede escapar de esta realidad. Aunque se huya de la miseria, del dolor, de la amenaza, el sufrimiento, el desempleo y de la ruindad de sus propios gobiernos hacia otras tierras, hacia otras áreas, hacia otros países, dejando atrás hijos, hermanos, hermanas, padres, esposas, esposos, abuelos, tumbas, tierra, aire, cielo y dejando atrás todo lo suyo, todo lo que se es, para llevar consigo el peso amargo de la falta total de apoyo. Llenos de dolor y con el sudor cuajado en la frente y en los brazos, en la espalda y en los paños de los harapos que cubren los cuerpos. Somos el producto de la vileza, de la ambición desmedida y de la avaricia. Somos el producto del dolor de las generaciones que no pudieron combatir. Somos, en suma, una masa irredenta que busca la redención en otras tierras y que no la encontrará porque será fuerza de trabajo barata por “ilegal”.
Cuando el daño inevitable invada completamente a cada ser, a cada uno, todo el proletariado va a levantarse como ha empezado hacerlo paulatina y tibiamente en transformaciones desde los gobiernos de izquierda en nuestra América. ¿Cuándo será África, el Medio Oriente? ¿Cuándo la Europa, que mancilla a quién quiere ser libre, verdaderamente libre? ¿Cuándo?
Tenemos un tiempo de dolor, vivimos un tiempo en el que los mentirosos quieren arrastrar a los demás a creer sus propias mentiras; mienten diciendo que es una ineficacia, que es una falla y un error; pero su mentira los arrasa, porque se trata del dominio del capital financiero por encima de las personas.
Nos volvemos migrantes; caminamos de un lugar a otro como hormigas perdidas, como hormigas obreras que trabajan sin saber realmente para qué o por qué, buscando solamente un sustento que no será perenne para el alma, ni para el cuerpo. El alma sigue sola, el alma sigue errante buscando sin encontrar.
El migrante camina para encontrar trabajo en una zona donde el trabajo no le va a ser remunerado por completo, en donde la explotación, por no tener un documento que lo avale se vuelve mucho más salvaje, mucho más vil y mucho más insegura. Todo puede llevarlo a la muerte y es seguro que lo lleva inexorablemente al dolor, a la súper explotación del gran capital que ha crecido a partir de la sangre de quiénes no tienen nada y quieren tener la dignidad y quieren tener la fortaleza y no quieren la pobreza.
Los trabajadores migrantes que van hacia cualquier otra parte, pero en especial hacia el norte cruel, hacia el norte asesino, hacia el norte violento, hacia el norte antidemocrático, hacia el norte capitalista, hacia el norte fascista, armamentista y matón. Nunca tendrán derechos, nunca serán legales, seguirán siendo ilegales porque esa es la etiqueta que conviene al capital financiero, porque así puede pagar menos y así puede exprimir la sangre de los pobres hasta la última gota sin que nadie pueda hablar ni reclamar, sin que los dolientes puedan venir a gritar y a espetar su indignación, y a luchar, y a combatir, y a derrocar al capital financiero que se bebe la sangre de los trabajadores del mundo, que quiere adueñarse de tierras, de suelos, de aguas, de recursos y hasta de las almas de cada persona; es el hijo del averno enseñoreado, soberbio, sin rostro pero con espada y con arma, y sin misericordia.
Los migrantes han de sufrir porque no hay nadie que los defienda, porque allá a dónde van, no tendrán documentos, no tendrán respaldo de nadie, serán nadie, y cuando alguno quiera respaldarlos, ese será denostado y tildado de traidor, de comunista y será un peligro para ellos. Los trabajadores en sus propios países son tratados igual, son convertidos en carne de explotación, habrán de comprender que sólo juntos, solidarios, fortalecidos con la unidad, convencidos de que entre todos, decidiendo en democracia, es la única forma en que pueden vencer a este monstruo y así lograr su verdadera libertad y que los caminos sean anchos para todos, que las fronteras se disuelvan por la obra del amor, por la obra de la solidaridad, por la obra de la fuerza del brazo obrero, por la obra del trabajo común para el bien de todos, por la obra de la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, por la obra del proletariado.
La regularización de la situación de los migrantes es imposible porque somos fuerza de trabajo barata y desechable.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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