Los medios de información convencionales han pasado de su actividad activista como militantes de la derecha a convertirse en un monstruo que expulsa miedo como fuego por la boca. Lo suyo. en realidad, es infundir terror entre la población, un terror paralizante, catatónico, que crea con secciones de noticias alarmistas con temas que tienen más de fantasía que de conexión con la realidad como seguridad, salud, coronavirus, el comunismo, la pobreza, la hambruna, ecología, cambio climático, etc.
Los medios en México entran a la segunda etapa de presión en recuperación del subsidio del gobierno. El activismo político que sustituye a los partidos no queda atrás sino que es el receptáculo para embonar el miedo con envoltura de información social.
Así anuncian nuevas pandemias, posibles represiones del gobierno, ladrones y asesinos en cada esquina, secuestradores en cada cuadra, enfermedades contagiosas en cada encuentro masivo. Todo es un peligro para los medios. Ya lo dicen y es un acierto el miedo es lo más antidemocrático que existe. Es de origen fascista y tiene la intención de desactivar cualquier organización social y exacerbar el individualismo.
Resulta increíble que todavía a estas alturas haya secciones informativas dedicadas al coronavirus o falacias que alertan sobre la llegada del comunismo.
Durante la pandemia el aislamiento les vino muy bien a los medios convencionales porque tenían a la población a su merced, podían mentir todo lo que quisieran y les creían. El fin de la pandemia no fue el fin de la manipulación informativa porque todavía hay personas que prestan atención a los noticieros televisivos.
Los medios promueven el miedo en nombre de la defensa de la salud, de la vida, de la libertad, de la autonomía, de las aspiraciones y los sueños. La mentira siempre como constante. La complicidad con los poderosos como negocio y el menos precio de la inteligencia de la población como garantía de credibilidad.
Carlos Eduardo Mena señala con precisión en una columna: “El miedo, es un instrumento de dominación de los grupos privilegiados sobre los postergados. Es una construcción sociocultural interesada en mantener los privilegios de las élites”.
Así, los medios imponen miedo para que los postergados asuman su papel de subordinados sociales, con una ventana impuesta en sus casas, una pantalla que no refleja la realidad sino una ventana hacia la oscuridad, por la cual se asoma al horror de vivir en un mundo de peligros y violencia, es su ventana para estar “conscientes” de los terrores que se renuevan y fortalecen todos los días como noticia del día, con la que deben convivir para preferir la auto conmiseración a la responsabilidad.
Imponer el miedo como forma de vida crea niños eternos, que quieren ser víctimas para evitar el compromiso y la vida social. El miedo aisla y, por lo tanto, resalta el individualismo. Por lo regular es una estrategia de gobierno, pero cuando forma parte de la única estrategia política de la oposición es todavía más peligroso porque es más sutil y se cubre con mentiras repetidas hasta hacerlas verdad en las conversaciones cotidianas.
El mismo autor señala: “La democracia no requiere de miedos. Adicionalmente a un régimen político, este es principalmente un modo de convivencia que se funda en la confianza. Al difundir miedo, se miente y se distorsiona la realidad atentando contra valores que constituyen una “ética mínima” que es actuar siempre con la verdad que es el fundamento indispensable para la convivencia democrática”.
El miedo no sólo gana elecciones sino que hace perder en las urnas la esperanza, la ilusión, la alegría. El ejemplo está en Argentina, donde los medios indujeron el no voto para Sergio Massa, el resto lo hizo el comediante que triunfó a pesar de que saben los argentinos que los llevará a la hambruna.
Los traficantes de miedo exigen de una sociedad poco informada al mismo tiempo que desinforman, donde imponen dogmas como decir que la inseguridad es el principal problema del país y que la felicidad está en pensar sólo en uno mismo sin conciencia social que pueda perturbar los objetivos personales.
En tiempos de campañas todos tienen en su discurso la exaltación de la democracia, unos tienen proyectos propios y los otros critican esos proyectos como forma de infundir miedo no necesitan decir nombres basta con encontrarle a los programas políticos del contrincante la mejor manera de aterrorizar. Así, si el proyecto habla de obras públicas, se acude al daño ecológico; si se implementa un programa social de becas para los adolescentes se dice que los convertirán en haraganes; si se ayuda a las madres solteras se cuestiona su honorabilidad, etc.
Hay quienes crean y transforman, expulsando el miedo y quienes destruyen y anhelan la inmovilidad de la historia, tratando de imponerlo como eje de toda conducta humana.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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