Mientras Durango enfrenta crisis de violencia familiar, desvío de recursos, falta de agua y abandono de colonias populares, el alcalde prianista Antonio Ochoa está más ocupado en asegurar su reelección que en resolver los problemas urgentes de la ciudadanía. Su gobierno, en lugar de representar un cambio o una solución, es la continuidad de administraciones marcadas por corrupción, ineficiencia y promesas incumplidas.
Uno de los temas más alarmantes es el incremento de la violencia familiar, que ha convertido a Durango en un foco rojo en materia de seguridad y derechos humanos. Organizaciones civiles han denunciado el crecimiento de estos casos, mientras el gobierno municipal minimiza la problemática con discursos vacíos. El abandono institucional es tal que incluso colectivos feministas han tenido que acudir al Senado y al INE para exigir acciones concretas contra la violencia de género en la entidad y exhortar al actual alcalde a no abandonar sus responsabilidades en búsqueda de un segundo mandato en el municipio.
A esto se suma el saqueo descarado de recursos públicos. Investigaciones han revelado facturas infladas y un ambiente de acoso laboral dentro del ayuntamiento, prácticas que han sido una constante en las gestiones prianistas. No es casualidad que millones de pesos destinados a combatir el hambre hayan sido desviados bajo estas administraciones, dejando a la población más vulnerable en el olvido.
Pero la corrupción y la negligencia no terminan ahí. La crisis del agua en Durango es otra muestra de la incompetencia del gobierno municipal. Mientras las y los ciudadanos padecen la falta del líquido vital, la administración de Ochoa sigue sin ofrecer soluciones reales y sostenibles. En lugar de garantizar el acceso a este derecho fundamental, su prioridad es la propaganda política para intentar perpetuarse en el poder.
Y como si fuera una tradición política indigna, las colonias más olvidadas de Durango vuelven a ser objeto de promesas vacías en vísperas electorales. Barrios enteros llevan décadas en el abandono, con servicios deficientes y sin infraestructura digna, pero el gobierno municipal solo recuerda su existencia cuando necesita votos.
Durango merece un gobierno que realmente escuche y atienda las necesidades de la gente, no una administración que usa los recursos públicos para financiar campañas mientras la ciudad se hunde en crisis. La reelección de Antonio Ochoa no solo es un insulto para quienes han padecido su mala gestión, sino un peligro para el futuro del municipio.

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