3 de diciembre de 2018. Andrés Manuel López Obrador es por fin el presidente de México. La mañana de su primer día de trabajo vislumbra un nuevo amanecer, una pequeña luz que ilumina la oscuridad que nos dejaron tantos años de gobiernos priistas y panistas. Uno piensa en todo lo que hay que hacer para que esa luz no se apague. El presidente arriba con su traje negro al Salón Tesorería de Palacio Nacional. Se disculpa porque se le ha hecho un poco tarde debido a que se alargó la primera reunión de seguridad, lo que será costumbre durante los próximos cinco años. Les dice a los periodistas que dará una conferencia cada día hábil del año. “Váyanse preparando”, debe haber pensado.
“Quiero informarles que todos los días a las seis de la mañana, como lo hicimos hoy, nos vamos a reunir con el gabinete de seguridad pública porque este es el tema que más preocupa a los mexicanos […]. No voy a delegar esta responsabilidad. La voy a atender de manera directa. Vamos a procurar que puntualmente, a las siete de la mañana, podamos hablar con ustedes, informarles para que a través de ustedes los mexicanos tengan información de lo que acontece en nuestro país. Se va a garantizar el derecho a la información”.
Su primer anuncio es un acuerdo para garantizar el proceso de búsqueda de los jóvenes de Ayotzinapa. Desde el primer día ha tenido que luchar a contracorriente. Desde el primer día ha tratado de encontrar a los jóvenes, pero el Poder Judicial y la Fiscalía no lo apoyan.
“Estamos bien y de buenas; no vamos a enojarnos”, declara. Y también habla del presupuesto… Sus prioridades son los empleos, el crecimiento, el bienestar, la paz y la tranquilidad. “No habrá límite ni censura”, indica. Después, les pide a los periodistas que se organicen para facilitar el diálogo circular. Que sea plural, incluyente.
Jésica Zermeño, de Univisión, es la primera periodista que toma la palabra. ¿Quién será el último o la última? Falta tan poco… La conferencia matutina es un crisol, pues a ella llega todo tipo de periodistas. El presidente los respeta a todos, así digan lo contrario los que extrañan el chayote. Muchos de ellos serán exhibidos.
–¿Qué platicaron con el vicepresidente de Estados Unidos?
–Le expresé mi respeto por el trato recibido desde la elección. Ha habido una relación respetuosa con el presidente Trump.
A otra pregunta responde AMLO que sí va a visitar Los Pinos. Con ironía, afirma que ya se hicieron las ceremonias de purificación. “Ahora –dice– es un espacio para las artes y la cultura”.
En la primera conferencia matutina no han puesto sillas para los acompañantes del presidente. Alguien las ha olvidado. Olga Sánchez Cordero comienza a palidecer y Gertz Manero algunas veces se va para atrás. Este último nadará de muertito durante toda la administración. A la mitad del camino, la exministra desertará. Seguir los pasos del presidente es correr un maratón. Los que lo hemos corrido sabemos lo que es eso. Mientras tanto, los generales de Marina y la Defensa toman una postura de hierro; son como la guardia real inglesa, pero sin sus ridículos gorros.
Los periodistas parecen hacinados. La pandemia por covid nos dejó desde 2020 otra manera de organizarnos. Antes nos respirábamos los unos a los otros. Éramos muéganos. No entiendo por qué hay infinidad de cámaras. Parece que todos los medios estuvieran al pendiente para ver cuándo y cómo se equivoca el presidente. Pocos creen que cumplirá lo prometido en campaña. Lo hará…
Sabemos que el Peje es un roble, y así lo demostrará en los años venideros. Tal vez sean los genes de doña Manuelita, su madre, que, en palabras del periodista Jorge Zepeda Patterson, maravillaba a los vecinos de Macuspana por su capacidad de trabajo desde las cuatro de la mañana hasta el anochecer. Pilas alcalinas habrá de haberle heredado al viejo que tanto nos asombra.
Ante la falta de sillas, alguien debe decirle: “Andrés, no todos son como tú. Más bien: nadie es como tú, no sé de qué diablos estás hecho”.
Durante la conferencia, puedo ver que el chat está a todo lo que da: “Vamos a recuperar Pemex”, “La muerte de Televisa”, “Me canso ganso”, “Estamos con Tigo (¿quién será ese?)”.
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14 de enero de 2024. Eva y yo no podemos resolver un problema si no es juntos. No podemos dormir si no es juntos. Y también juntos leemos libros, vemos series, así como programas de noticias o columnas grabadas en YouTube por periodistas auténticos. Cuando se puede, ella ve un rato conmigo las mañaneras.
“Cunde por el ágora nacional una añoranza precoz, una nostalgia anticipada… Ya empezamos a extrañar al viejo”, escribió Germán Castro el otro día en este medio, y es verdad. Le decía a Eva que deberíamos repetir una Mañanera cada día a partir de la primera celebrada en diciembre de 2018. Era broma, desde luego, pero me quedé con el gusanito de ver de nuevo la primera.
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Las conferencias matutinas de Andrés Manuel son parte importante en la nueva estrategia. En La mafia que se adueñó de México… y el 2012 había dicho: “Es necesario cambiar la forma de hacer política. Este noble oficio se ha pervertido por completo. Hoy es sinónimo de engaño, arreglos cupulares y corrupción… Para ello no es necesario convertirnos en teóricos de la política, sino estar dispuestos a aprender y a poner en práctica lecciones sencillas de dignidad, congruencia, honestidad y amor al pueblo”.
Justamente para eso son las mañaneras: para aprender esas lecciones sencillas. En las conferencias, los miembros del gabinete y el presidente anuncian las acciones del gobierno. En una de finales de enero de 2019 se habla del plan de austeridad y de la venta de 263 autos y camionetas de lujo, algunos blindados, que se compraron en gobiernos anteriores. En la pantalla está un Audi valuado en más de seis millones de pesos: “Este es línea fifí”, dice, mientras los reporteros ríen (algunos se tratan de aguantar la risa infructuosamente). Andrés Manuel tiene además un buen sentido del humor.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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