La izquierda tiene múltiples causas y objetivos, los más importantes tienen que ver con la lucha por la justicia, la igualdad de oportunidades y la reivindicación de derechos como la salud, la educación de calidad, un trabajo digno y, sobre todo, a ser feliz y libre, todo bajo la conducción de un Estado fuerte, pero acotado.
Sin embargo, desde el progresismo más reciente, han cobrado fuerza luchas que son perfectamente legítimas y que están alineadas, de alguna manera, con el ideario de los valores con los que comulga la izquierda, sumándose con gran vigor y haciéndose presente en el campo de batalla político; sobre todo porque están representadas por los más jóvenes, los más libertarios y los que tienen una vida política más activa, y me refiero a causas como los derechos de la comunidad LGTB y el aborto, por mencionar a los más representativos.
Dichas causas han servido para, por un lado, reencausar las causas de la izquierda en la vida pública de México, pero, paradójicamente, también para dividirla, y es que hay gente que cree en los principios de la izquierda cuando se combate frontalmente la corrupción y al neoliberalismo, por ejemplo; pero que no comparte -o no del todo- lo que propone la progresía izquierdista, y ello no significa que su lucha sea menos válida, solo quiere decir que no comparten ese ideal, y es perfectamente aceptable, como también lo es quien, además del combate a la corrupción y al neoliberalismo, se suma a las causas más progresistas.
Lo importante es estar del lado correcto de la historia y compartir valores comunes en torno a lo que nos une, no intentar que el otro abrace el decálogo izquierdista y castigar o excluir a quien no lo haga, porque ello ya implicaría una práctica derechista con tendencia al fascismo.
Tenemos que aceptar que hay causas que se encuentran en la frontera de la moral y que no serán compartidas por todos, pero al mismo tiempo, debemos ser lo suficientemente inteligentes para saber qué nos une y luchar por ello.
La forma de resolver las diferencias siempre es por el método democrático, y quienes compartimos todas las causas de la izquierda, nos alegramos que se conquisten derechos día a día, congreso a congreso, región a región, y cuando ello no se logra, no queda más que retomar el trabajo de convencimiento y sensibilización con un discurso basado en valores de izquierda, no uno excluyente que pretenda exhibir, o peor, insultar a quienes piensan diferente, porque ello sería el caldo de cultivo perfecto para que resurja el neoliberalismo en su forma más sectaria.
Es evidente que, afortunadamente, se vive un proceso de politización de la Sociedad como nunca se había visto, y dicha politización debe darse a partir de la tolerancia para el que piensa diferente en temas controversiales, o incluso para el que piensa diferente en temas fundamentales. Como decía Juárez: nada por la fuerza, todo por la razón y el derecho.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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