En el inicio de las discusiones sobre la política económica que aplicaría la izquierda en el ejercicio del poder a raíz de que el movimiento cuatroteísta se convirtiera en una posibilidad real de gobierno de cara a las ya lejanas elecciones federales de 2018, muchos opositores al movimiento morenista achacaban los peores calificativos de desconocimiento, inexperiencia y un supuesto e ineficaz resultado en dicha materia.
No obstante todo lo anterior, a pesar de los punzantes y provocadores actos del más reciente ocupante y titular de la Casa Blanca, las turbulencias políticas no han hecho mella en la sólida economía mexicana.
Lo anterior lo debemos al factor denominado confianza del consumidor, el cual tiene el poder de mantener a flote casi cualquier tormenta que aceche la gobernanza por una inestabilidad financiera natural o artificial. Si bien es cierto que en esta era global cualquier decisión de capitales poderosos pudiera en un instante borrar cualquier economía nacional, lo indudable es que mientras más fortalecido se encuentre el mercado interno y se muevan los círculos económicos con las premisas de soberanía en cualquier aspecto, resultará menos peligrosa una decisión como las que toma de forma visceral el nuevo presidente norteamericano.
Ya lo han dicho los maestros en economía más prestigiados y algunos estudiosos del ámbito económico, el fortalecimiento y la apuesta por el mercado interno nunca será errado.
Hoy debemos ser conscientes que la mayor fortuna que tenemos es contar con un territorio basto en recursos naturales y en mano de obra que envidiaría cualquier economía del grupo élite.
Nuestro país cuenta además con valores en lo social que lo hacen resistente ante la adversidad y amenaza de grupos oligárquicos trasnacionales que lo único que buscan es el control de recursos ajenos y la manera de apropiárselos a pesar de los límites nacionales.

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