La educación debe adoctrinar, no formar ciudadanos. Debe poner a cada uno en su lugar y obligarlo a que no se mueva de él, no invitarlo a querer cambiar su realidad. Debe garantizar la reproducción del modelo social, no la construcción de uno nuevo. Sin embargo, a pesar de que cabría dar esto por sentado, no faltan quienes ─desde el gobierno─ impulsan un nuevo paradigma educativo que ─¡horror entre horrores!─ transite de lo individual a lo colectivo.
Y, peor aún, no faltan quienes ─desde la sociedad─ lo apoyan. Gente que confunde la oportunidad de ser capacitado como un obrero, con la posibilidad de modificar sus condiciones de vida a través del conocimiento; gente no es capaz de valorar el egoísmo como motor de la historia y busca reafirmar el valor de la comunidad; gente no entiende que, por el bien de todos, debemos someternos a los designios caprichosos de unos cuantos que ─desde su posición privilegiada, inmerecida e incuestionable─ saben mejor que nosotros, que es lo mejor para nosotros.
Bajo la supervisión y guía de Marx Arriaga, director de materiales educativos de la SEP y demonio comunista que antepone el sentido de comunidad y el pensamiento crítico sobre la memorización de datos y la recepción irreflexiva de información, los nuevos libros de texto, a los que Latinus ─cuna del periodismo libre en el mundo, que hace ver a los hermanos Flores Magón como unos lacayos del sistema─ tuvo acceso y sobre los cuales realizó una profunda investigación, que no fue más que una lectura superficial y tendenciosa de los mismos, buscan desterrar la mercantilización que hace que los sujetos consuman para tener que trabajar y trabajen con ningún otro objetivo que el de seguir consumiendo ¡Háganme el favor! ¡Los nuevos libros de texto buscan aniquilar la esencia misma del ser humano neoliberal, que se define por lo que consume y por la forma en la que es consumido! ¡Atentando contra la humanidad de un sistema deshumano, que cosifica a los sujetos y los convierte en mercancía que espera pasivamente sobre los estantes de un supermercado!
Y lo hacen utilizando imágenes de niños en escuelas rurales, escuelas de escasos recursos con salones de madera y techos de palma ¿Quién va a querer superar su realidad, yendo a un centro comercial, si lo que le enseñamos a nuestros niños es que hay quienes viven en esas condiciones y pueden ser felices en ellas sin tener la necesidad de consumir banalidades para llenar su vacío? ¿Cómo hará frente a la existencia, el pequeño aspiracionista en formación, si su libro de texto lo encara con otras realidades que no son las que el mercado pretende imponer como único objetivo de nuestra existencia?
Pero la tiranía que busca contribuir al desarrollo de una ciudadanía crítica no se queda ahí. No. No conforme con su voraz voracidad, pretende enseñar a los niños ─¡desde primero de primaria!─ que pueden organizarse y resolver los problemas de su comunidad. Pretende que aprendan a realizar asambleas, que sepan lo que es una plenaria y como pueden protestar en contra de las autoridades; que aprendan a identificar problemas y buscar la forma de resolverlos, que sepan realizar escritos dirigidos a las autoridades para garantizar que estas cumplan con sus obligaciones y garanticen el bienestar y las necesidades de la población; proponen, en resumidas cuentas, que los niños aprendan a colaborar desde pequeños para que sepan colaborar de adultos y construir una democracia donde todos participen ¿De que se trata?
¿Qué aberración es querer que los niños vayan más allá del simple voto, al que el Sistema Electoral Mexicano nos tiene acostumbrados, y dejen de delegar en sus representantes aquello sobre lo que pueden tomar el control? ¿De verdad estamos en la Antigua Grecia para hablar de asambleas y toma de decisiones de forma colectiva? Los nuevos libros de texto son una evidencia clara de lo que el obradorismo y la CuatroTe quieren hacer con la democracia en nuestro país: democratizarla; sacarla de las urnas para colocarla en el centro de la comunidad, hacer que contribuya a la transformación y no a la conservación de un modelo social que solo beneficia a quienes merecen ser beneficiados que ─evidentemente─ son los que siempre se han beneficiado de dicho sistema social.
Entrados en gastos
A nadie debería sorprender que, con modelos educativos como este, el gobierno busque democratizar también nuestro Sistema Electoral, para hacer de él un sistema que no sea sectario y poner la decisión en el actuar de la gente. Acorralados, como nos encontramos, frente al abismo de convertirnos en una sociedad que tenga que tomar las riendas de su propia historia para construir su destino, urge que apoyemos a nuestra sacrosanta oposición y defendamos cuantas veces sea necesario y recurriendo a las mentiras que haga falta, ese dogma político social que llamamos Instituto Nacional Electoral, que garanticemos que no exista reforma, plan B, plan C, o lo que sea, que amenace la supervivencia de ese freno que limita nuestra opinión y nos hace considerar que democracia y ciudadanía no son más que la acción y efecto de salir a votar cada tres años ─si puede ser cada seis, mucho mejor─ y liberar al dogma, que reduce la democracia a las elecciones, de cualquier ataque que atente con convertirlo en una verdadera democracia.
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
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