Si algo caracteriza a los conservas de toda conservación es la capacidad para reutilizar las mismas ideas con las que característicamente se han caracterizado. En otras palabras, sobresalen por su falta de creatividad y la nula necesidad para adaptarse al espíritu de los tiempos. La propuesta presentada en días recientes por la diputada PANista, Laura Alejandra Álvarez Soto, en el Congreso de la Ciudad de México, no es la excepción, por el contrario, refrenda la ausente ausencia de un pensamiento que piense en soluciones diferentes para problemas añejos. Lo que doña Laura propone es sencillo: retirar del espacio público a menores en situación de calle que realizan trabajo informal en la vía pública, y forzar que regresen a sus estados de origen. En resumen, aplicar la otra cara de la máxima neoliberal que dicta que aquello que no puede medirse no puede mejorarse, para invisibilizar aquello que no puede mejorarse de tal suerte que no necesite resolverse. Si no vemos a los niños en situación de calle, si no realizan trabajo informal en la vía pública, no existen, y si no existen se acabó el problema.
La idea no es nueva, de lo contrario, no sería una idea conserva, enlatada e imperecedera en las brillantes mentes rancias de los más rancios conservas nacionales. Y como se trata de una idea que se ha reutilizado hasta el cansancio, aprovecharé para rendir homenaje al autor de la primera modesta propuesta, a poco más de tres años de estar siguiendo sus pasos con esta columna. La idea de Álvarez Soto está encaminada a dar respuesta al mismo problema que molestaba a los aristócratas de la Irlanda de Jonathan Swift en 1729, la pobreza, el hambre y los niños en situación de calle. Exactamente lo mismo que hoy molesta a nuestras clase privilegiada y sus esbirros en el Congreso, y frente a la cual no se busca mejorar las condiciones de vida de los infantes, sino quitarlos del espacio público en zonas donde su presencia incomoda a los intereses económicos. Porque, seamos honestos, ¿qué importa más que los importantes intereses económicos?
Recurro a la propuesta de Swift, para que desde el Dublín del siglo XVIII responda a los demócratas librepensadores del siglo XXI, contextualizando contextualmente lo propuesto por él, a la realidad mexicana, para el mejor entendimiento del PANismo de antiguo régimen, de tal suerte que la propuesta swiftiana aporte a la noble política de exclusión, limpieza social, control territorial y de criminalización de la pobreza de los conservas nacionales, cuyo objetivo no es otro que el de cuidar la sensible mirada de la clase privilegiada. Hay millones de seres humanos en todo este país, cuya subsistencia, puesta en común, dejaría terriblemente endeudado al gobierno, la propuesta de la diputada PANista habla de los niños en situación de calle pero deberíamos sumar a los mendigos de profesión al grueso de agricultores, campesinos y trabajadores con sus esposas e hijos, que son mendigos en la práctica. Mi intención no se limita a atender solo a los hijos de mendigos declarados; es mucho mayor y abarca a todos los niños nacidos de padres tan incapaces de mantenerlos como aquellos que reclaman nuestra caridad en la calle.
Esta propuesta no busca otra cosa que contribuir al bien público de nuestro país y al bien de los menos afortunados. Un conocido mío, un sujeto muy entendido, me aseguró que un niño pequeño y sano, bien alimentado, es, al año de edad, un alimento delicioso, nutritivo y saludable, ya sea guisado, asado, horneado o hervido; y no dudo de que servirá igualmente como barbacoa o en cualquier otro guisado. Evidentemente, no propongo que los niños sean arrancados de los brazos de sus madres y padres par alimentar con ellos a las masas hambrientas de nuestra nación, nada más lejos de mi intención, una solución como esa no remediaría nada, la idea es mucho más ambiciosa, buscamos acabar con el sufrimiento de los niños en situación de calle, con el esfuerzo que para sus padres implica mantenerlos y — al mismo tiempo— contribuir a la economía, pagando a sus padres un monto justo por sus hijos, de tal suerte que asegure un ingreso para ellos, y creando un mercado de consumo que satisfaga los refinados y exclusivos gustos de nuestra siempre exquisita clase privilegiada.
Creo que ningún caballero lamentaría pagar, un precio que garantice que no cualquiera puede pagarlo, por el cadáver de un niño sano, que rinde para cuatro platos de excelente carne nutritiva. Un niño aportará suficiente materia prima para dos platillos en una reunión con amigos; y cuando la familia cene sola, el cuarto delantero o trasero será un plato razonable, y sazonado con un poco de pimienta o sal estará muy bueno hervido al cuarto día. Desde luego que esta comida será algo cara y, por lo tanto, muy apropiada para la clase privilegiada; quienes, como ya han devorado a la mayoría de los obreros y campesinos del país, parecen tener el mejor derecho sobre sus hijos.
Entrados en gastos
No basta con ocultar a los niños en situación de calle de la mirada del resto de la sociedad, hace falta ponerlos en el centro de la discusión y —¿por qué no?— de las mesas, para hacer de estos niños miembros sanos y útiles de la comunidad. Es más, quienes sean más ahorrativos (como debo confesar que los tiempos exigen) pueden desollar el cadáver; su piel, artificialmente curada, servirá para fabricar admirables guantes para damas, botas para caballeros elegantes o cualquier otro producto que la mano invisible del mercado considere apropiado para renovar las estanterías de los centros comerciales.
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.

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