Espía, encierra y exilia: el sello de Bukele contra los periodistas

Más de 50 periodistas salvadoreños han huido por la ofensiva del régimen de Nayib Bukele. Reporteros de El Faro fueron advertidos de un montaje policiaco para encarcelarlos, tras revelar pactos entre el mandatario y pandillas. El espionaje con Pegasus, las órdenes de captura y el desplazamiento forzado muestran el costo de narrar lo que ocurre bajo un presidente con poder absoluto y popularidad desbordada.

El viacrucis empezó cuando Óscar y Carlos Martínez, reporteros de El Faro, recibieron un mensaje que les cambió la vida: “No vengan. Los van a detener bajando del avión”. La advertencia describía la puerta exacta del aeropuerto y el plan para sembrarles cocaína, detalle que los empujó a salir de Costa Rica directo a México. Aún querían creer que serían dos semanas fuera de casa, una especie de “salida preventiva”, pero esa ilusión se quebró el día en que Óscar entendió que ya no volverían: compró fundas nuevas para su almohada.

La persecución se desató después de “Las confesiones de Charli”, la serie de entrevistas donde cabecillas de la Barrio 18 narraron con lujo de detalle el pacto que Bukele sostuvo desde 2015 para garantizarse votos en zonas dominadas por pandillas, mientras ellos mantenían su negocio de extorsiones, narcotráfico y control territorial. Tras la publicación, el clima se tensó. El jefe de inteligencia, Peter Dumas, lanzó un mensaje ominoso: “No tiren piedras a quien tiene bombas”. Semanas más tarde, los hermanos Martínez confirmaron que había siete órdenes de arresto listas para ejecutarse contra ellos y otros colegas.

La ofensiva no se limitó a las detenciones. El equipo supo que 22 de los 30 miembros de El Faro fueron espiados con Pegasus, lo que empujó al medio a mover su operación administrativa a Costa Rica. La maquinaria oficial también fue contra activistas: Ruth López, reconocida defensora de derechos humanos, terminó detenida y encarcelada tras acusaciones fabricadas. El mensaje era claro: cualquiera que resultara incómodo para el régimen pagaría un precio.

Hoy, 25 periodistas salvadoreños viven desplazados en México, mientras otros buscan refugio en Guatemala o Costa Rica. Siete de ellos ya tramitan su permanencia ante la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados, con un trato que describen como excelente. Para muchos, la única alternativa es eso o terminar en el Cecot, la megacárcel de terror del gobierno bukelista. El exilio se volvió la única opción para seguir respirando.

Aun así, la convicción no se detiene. Carlos Dada resume la promesa del gremio: esto no es claudicación, es resistencia. Narrar El Salvador desde fuera es un reto mayúsculo, especialmente cuando se trata de un presidente con niveles de aprobación que superan incluso a los de sus pares latinoamericanos. Pero los exiliados insisten en hallar la manera de darle la vuelta: contar las costillas al poder, aunque sea desde otra frontera. Porque el verdadero riesgo no es solo la persecución, sino terminar escribiendo para sí mismos mientras el país sigue sin ellos.

Con información de La Jornada.

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