En una nueva escalada de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, la Casa Blanca oficializó este jueves el decreto que eleva hasta el 145 por ciento los aranceles aplicables a productos de origen chino. La medida surge tras el anuncio del presidente Donald Trump de imponer un incremento adicional del 125 por ciento, en represalia a las tarifas que Pekín aprobó días antes.
De acuerdo con el documento difundido por el gobierno estadounidense, los nuevos gravámenes se suman al 20 por ciento vigente desde marzo, implementado como parte de la estrategia contra el tráfico de fentanilo. Además, se aclara que estas medidas se adicionan a los impuestos ya existentes desde antes del regreso de Trump a la Casa Blanca, en enero de este año.
El decreto también incluye una suspensión temporal de algunas tarifas impuestas a otros países, aunque se mantendrá firme la ofensiva comercial contra China, principal objetivo de la actual política exterior económica estadounidense.

Frente a esta decisión, el gobierno chino anunció su respuesta: reducirá las importaciones de películas estadounidenses, una medida simbólica pero con alto contenido político. La Administración Nacional de Cine de China declaró que esta decisión responde a la necesidad de “seguir las reglas del mercado” y respetar “las elecciones del público”, en un contexto de creciente producción y consumo local.
“Seguiremos las reglas del mercado, respetaremos las elecciones del público y reduciremos de forma moderada el número de películas estadounidenses importadas”, publicó el organismo en su sitio web oficial.
Según el analista Chris Fenton, autor del libro Feeding the Dragon, esta es una respuesta contundente con mínimas consecuencias negativas para China. “Es una forma muy notoria de hacer una declaración de represalia con casi cero desventajas para China”, comentó.

A pesar de ser el segundo mercado cinematográfico más grande del mundo, las películas de Hollywood apenas representan el 5 por ciento de la taquilla total en China, donde los títulos nacionales han ido ganando terreno desde hace una década. Aun así, los ingresos que regresan a los estudios estadounidenses son mínimos, ya que el país asiático aplica una tasa impositiva del 50 por ciento a ese contenido y solamente retorna el 25 por ciento de los ingresos a los productores en Estados Unidos.
Históricamente, desde 1994, China había mantenido un acuerdo para importar 10 películas estadounidenses por año, muchas de ellas convertidas en éxitos de taquilla como Titanic y Avatar, contribuyendo al posicionamiento global de actores como Leonardo DiCaprio o directores como James Cameron.
No obstante, desde 2020 las producciones locales han representado cerca del 80 por ciento de los ingresos anuales de taquilla, reflejo de un cambio profundo en las preferencias del público y en el fortalecimiento de la industria cinematográfica nacional.
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