1.- La columna pasada nos referíamos a nosotros, este bando de ciudadanos, de trabajadores, profesionistas, jóvenes, amas de casa, entre otros que defendemos el actual proceso de cambio pacífico y que se agrupa en el movimiento de la cuarta transformación. Sin embargo hay que dibujar también a los que están en el otro partido, los que no quieren que haya ningún cambio, aquellos que se beneficiaron de riqueza, opulencia y el suficiente poder como para poner a sus pies incluso a la misma justicia. ¿Quiénes son ellos? Para empezar habría que recordar a ese amargo personaje dibujado por Emilio Pacheco en su novela Las Batallas en el Desierto: un burócrata arribista ligado al presidente cubre el asesinato de una mujer con quien se relacionó fuera del matrimonio y con quien procreó a un hijo.
Ha hecho que el asesinato parezca suicidio pero la ha matado a golpes porque ella criticó la corrupción en la que se veía envuelto la pareja. Para ese momento un niño, compañero de la escuela de su hijo, se había enamorado de la mujer mayor y su familia, al enterarse, lo llevó al sicólogo por que “algo mal funcionaba en él”. El punto de esta historia que el niño enamorado, al enterarse de la trágica muerte de su primer amor, solo siente destrucción dentro de sí. Para él, todo está contaminado por la muerte y el dolor. ¿Qué nos han dejado estas largas décadas de personajes como el de este relato que tuvieron en sus manos la responsabilidad de conducir el país, de atender sus necesidades y los problemas más dolorosos como lo son la desigualdad y la pobreza cuando lo único que les interesaba era el poder y el control que tenían sobre los medios de comunicación, sobre la sociedad, sobre la justicia? Con regocijo se constituyeron como una casta, como un estrato superior desde el cual tenían todo el permiso de abusar, de explotar y hasta de matar sin ninguna consecuencia.
Es así como ellos, empresarios, políticos, burócratas se erigieron a sí mismos, como una casta cuyas nuevas generaciones adoptaron el racismo y el clasismo como parte de su cotidianidad. El egoísmo y la deshumanización propia y la del otro se convirtieron en la escuela desde la que justificaban represiones, torturas, injusticias y muerte. No dejo de pensar en ese niño con el corazón roto por sentirse abandonado ante el abuso que le arrebató aquel primer amor infantil. Esa amarga memoria del abandono y la soledad que al mismo tiempo empuja a no plantearse la posibilidad de luchar para cambiar el orden establecido.
LOS TRES FEMINICIDIOS DE DEBANHI
2. A FONDO. Por eso es necesario que observemos cómo el abandono, el abuso de poder, la arrogancia y el dispendio de recursos públicos están presentes ahí donde la oposición vuelve a hacer nido gracias a la guerra sucia mediática que es capaz de ganar simpatía entre el pueblo distraído y desorganizado. Tal vez lo más doloroso de ello es que la violencia y la impunidad se esparcen como plagas y atacan con particular saña a mujeres, niños y hombres jóvenes, ahí donde manos del PRI, PAN, Movimiento Ciudadano o PRD
vuelven a tocar el presupuesto. Véase el caso del triple feminicidio de Debanhi: el que perpetraron directamente los asesinos, el del gobierno de Samuel García que en lugar de ocuparse de conducir el proceso en busca de los responsables, se ha dedicado a ensuciar el caso para cerrarlo lo más pronto posible por que en su fantasía de Nuevo León ganador no existen los feminicidios sino las caídas accidentales, no existe la pobreza sino el adorno para las fotos de Instagram o Tiktok; el otro feminicidio es el que impunemente cometen los medios de comunicación al servicio del gobernador sin importar que el cuerpo, comportamiento y rostro de Debanhi sea expuesto para revictimizarla. Ese es el concepto de justicia que se impone en territorio opositor: pura simulación.
NEOLIBERALISMO AMBIENTAL
3. CIERRE. Parte del abuso que las élites políticas y la clase empresarial han impuesto en el país ha sido sobre la naturaleza y los recursos naturales que nos proveen. Así como durante los últimos treinta años no importó de ninguna manera el bienestar de la mayoría de la población del país, el neoliberalismo le dio manga ancha a diferentes empresas para que hicieran del país un vertedero de basura, agua y aire contaminados sin importar si ello afectara a la sociedad. El ambientalismo neoliberal se preocupó en condenar el uso de los recursos naturales de la población con mayores carencias pero se aseguró de debilitar la regulación ambiental y la seguridad en las operaciones de las empresas. El sector ambiental fue impuesto bajo la ley de que lo que era bueno para las compañías privadas era bueno para el país. Es así como enormes desastres medio ambientales como el derrame de sustancias tóxicas en el Río Sonora en 2014 ó el derrame de petróleo en el Golfo de México en 2010 de parte de una plataforma de British Petroleum fue saldado con amables negociaciones que dejaron muy baratos los costos para esas compañías mientras se fingía atender el problema. La solución tanto para Calderón como para Peña fue cerrar convenios y dar migajas a la población afectada en lugar de atender la dimensión del impacto que tuvieron con costo a las propias empresas. Ahora, después de la larga lucha de los Comités de Cuenca del Río Sonora, por primera vez se están comenzando a atender su problemática de salud y acceso al agua, en las que se ha constatado la presencia de sustancias como flúor, arsénico, cadmio u otras que generan enfermedades como cáncer. Para ello se constituyó el Plan de Justicia de Cananea que incluye a los habitantes más afectados del Río Sonora. Ahora, esperamos que en esa ruta se atienda a los pescadores del Golfo de México afectados por el derrame de petróleo.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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