Más allá de que la narrativa en medios occidentales utiliza de forma maniquea y reduccionista lo relacionado al conflicto bélico en Europa del este, e incluso lo han interpretado como una trama propia de Hollywood donde hay buenos, malos y salvadores -Ucrania, Rusia y Estados Unidos junto con sus aliados europeos, respectivamente-; el verdadero tema de fondo es la posible pérdida de la supremacía de Estados Unidos en el ámbito financiero, en particular lo relacionado al uso del dólar como moneda de cambio para todas las transacciones internacionales de compra y venta de petróleo.
El primer paso hacia una desdolarización mundial fue, simbólicamente, lo ocurrido con las sanciones económicas del G7 y sus aliados hacia la economía Rusia, porque en ese momento grandes potencias energéticas, entre ellas China, Rusia, India e Irán; empezaron a hacer transacciones comerciales para la compra y venta de petróleo en divisas propias, lo que ponía más tierra de por medio entre las ya de por sí distantes potencias energéticas y Estados Unidos, quien convenientemente levantó el veto a Venezuela y ello le permitía asegurar el suministro energético para mantener a flote su industria, y así había ocurrido, pero no contaba con que su otro gran suministro energético “le fallaría” para velar por sus propios intereses, concretamente su mejor aliado de los últimos años en el medio Oriente: Arabia Saudita .
Hace unos días, la OPEP+ (el club de los grandes exportadores de petróleo) decidió recortar a partir de noviembre la producción de crudo para estabilizar los precios, lo que no fue bien recibido en la Casa Blanca y el grupo antagónico a Rusia, ello porque esta reducción aumenta el precio del petróleo por ley de oferta y demanda, lo que implica mayores ingresos para Rusia, y Estados Unidos cree que esto es un favor de Arabia Saudita al gobierno de Vladimir Putin, pero, ¿qué hay de cierto en ello y qué implicaciones podría tener hacia el resto del mundo, incluido México?
Históricamente, Estados Unidos y Arabia Saudita han hecho un pacto que les ha traído beneficios a ambos. Por un lado, Estados Unidos aseguraba su suministro energético, y por el otro, Arabia Saudita podía mantener sus prácticas antidemocráticas y autoritarias bajo el cobijo de Washington. El equilibrio de fuerzas permitió a ambos regímenes beneficiarse, siempre bajo la amenaza bélica de Estados Unidos, pero el juego geopolítico ha cambiado, los árabes mantienen buenas relaciones con Rusia, quien nunca se ha metido en sus asuntos internos, y en contraparte, cuando Biden llegó a la presidencia, dio el visto bueno para la publicación de una investigación que incriminaba al príncipe heredero Mohamed Bin Salmán de ordenar el asesinato de un periodista, y emprendió otras acciones que afectaban los intereses políticos regionales de Arabia Saudita.
En síntesis, si el día de mañana la OPEP+, bajo el liderazgo de Arabia Saudita, Rusia e Irán se siguen plantando a Estados Unidos y aumentan y reducen la oferta de crudo a conveniencia sin considerar los intereses geopolíticos de Estados Unidos, además de usar otras monedas como ya se hace actualmente sin grandes consecuencias, se podría hablar del fin del petrodólar como moneda hegemónica para hacer transacciones de compra y venta de energéticos. Aunque Estados Unidos sancionara a todos los países en cuestión, podría pasarles lo mismo que los europeos con Rusia: mayor afectación para las economías propias que para la que pretendían dañar, y por ello Estados Unido será cauto y prudente en su respuesta, pero hay un riesgo latente de que el petrodólar pueda llegar a su fin.
México, como principal socio comercial de Estados Unidos, debe prestar atención a la cuestión energética mundial, porque indirectamente se podría ver afectada la economía con una mayor inflación y desajustes de precios, pero lo más importante, debe seguir apostando por autonomía y soberanía energética, para que, en caso de que se dé el peor escenario internacional, las consecuencias sean residuales.
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