Por Nathael Pérez
Porque el amor por las dictaduras viene de familia. José Antonio Kast no solo es un ferviente defensor de Pinochet, pues su padre, Michael Kast, no solo se afilió al partido, fue miembro del ejército nazi y peleó en defensa de la dictadura de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. Después de eso emigró a Chile, donde su hijo acaba de ganar las elecciones presidenciales.
Michael Kast Schindele nació en Alemania en 1914, durante la Segunda Guerra Mundial formó parte del ejército alemán (Wehrmacht) y combatió en el frente oriental. Este dato ha sido reconocido por el propio José Antonio Kast, aunque siempre ha subrayado que su padre no fue miembro del Partido Nazi, una distinción que ha sido objeto de debate público, aunque su inscripción al partido ya ha sido confirmada y hay documentos que lo comprueban.

Tras el fin de la guerra, Michael Kast fue hecho prisionero por fuerzas aliadas y posteriormente emigró a Chile en la década de 1950, como lo hicieron miles de europeos en ese periodo. En el país sudamericano se estableció como empresario, formó una familia numerosa y llevó una vida alejada de la política pública.
La polémica surge porque Michael Kast combatió defendiendo a un régimen responsable del Holocausto y de crímenes masivos, un hecho histórico incontrovertible. Diversos sectores han señalado que, más allá de su afiliación partidista, haber servido en el aparato militar del Tercer Reich implica una responsabilidad moral, especialmente cuando su hijo es un ferviente vocero de un discurso político que relativiza violaciones a derechos humanos.

José Antonio Kast ha respondido a estas críticas afirmando que su padre fue un soldado conscripto, que luchó por sobrevivir y que incluso habría rechazado la ideología nazi. Sin embargo, estas declaraciones no han logrado cerrar el debate, sobre todo por la coherencia ideológica entre la defensa que Kast hace del régimen de Augusto Pinochet y su tendencia a justificar o atenuar crímenes de Estado.
Organizaciones de derechos humanos, historiadores y analistas políticos han remarcado que el problema no es el pasado personal de Michael Kast en sí, sino la manera en que José Antonio Kast aborda la memoria histórica, tanto en el caso del nazismo como en el de la dictadura chilena: minimizando responsabilidades y desplazando el foco hacia el “orden” y la “lucha contra el comunismo”.

Este antecedente familiar se ha convertido, así, en un símbolo incómodo dentro del debate público chileno, especialmente porque refuerza la imagen de Kast como un político partidario de proyectos autoritarios, tanto del pasado europeo como del pasado reciente de Chile.


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