Así transcurre el día, ese que comienza un lunes a las seis de la mañana y dura al menos sesenta horas, con otras sesenta de descanso entre comidas, aseo y otras necesidades básicas.
Los rostros de la gente que aborda el transporte público son atravesados por grietas a los lados de la boca, grietas que brotan de las aletas de la nariz y terminan a la altura de la barbilla, grietas que al contrario de debilitarlos, parecen un indicativo de resistencia, como si sólo fueran superficiales y escondieran un núcleo recio y casi indestructible.
Pero no sólo deambulamos agrietados, también surcan nuestros rostros carreteras y callejones que llevan a muchos lados, si los sigues, igual al torbellino de pasión que terminó en lágrimas, que a los pequeños callejones de felicidad que se formaron al lado de tus ojos, cuando miraste la luz tan directamente que se te quedó grabada no sólo en los ojos, sino también en la piel.
Mapas sin acotaciones, con divisiones políticas que el tiempo se ha encargado de señalar, llenos de territorios democráticos, algunos autoritarios y otros sin ley, anárquicos irremediables, eso somos.
Gente de sonrisas culpables, como avergonzadas por su condición, por subir, por bajar, por pedir permiso y por existir.
Gente dispuesta a darlo todo en la mañana, que vuelve derrotada por la noche, desilusionada una vez más, resignada al tiempo y su insuficiencia, sedienta de esos recursos abundantes en poder de quien se empeña en convencernos de su escasez y trata de explicarnos por qué sólo alcanzan para que le sobren.
Gente que entierra sus sueños mientras encuentra la manera de comprárselos al mercado, que los resguarda mientras sujeta con una mano un reloj de arena y con la otra un historial crediticio, que significó tantos bienes inmediatos, necesarios o indispensables, y que sin embargo no alcanzaremos a pagar en los años de los que disponemos, pues más temprano que tarde, y más rápido de lo que tardamos en pagarlos se romperán, descompondrán o simplemente dejarán de ser modernos y satisfactorios.
Somos gente que ve pasar los días contagiando a los jóvenes y niños de esa misma derrota irremediable, de la batalla perdida que de todos modos da todas las mañanas, con todo el valor y la ferocidad de quien sabe que la única opción siempre será elegir entre la vida o la muerte, aunque no queramos, aunque no hayamos previsto que todo se trataría de ello.
DA CAPO
El tiempo le juega en contra al pobre, que tiene que ver transcurrir la vida mientras espera el autobús, que es manejado por un traidor de clase que cree que puede arriesgar la vida de todos, después de usar el privilegio del volante para arriesgar la propia, igual que todos los traidores que usan esa misma frustración para enfilar baterías no hacia arriba, donde se encuentran esos que sonríen dentro de sus autos lujosos, los cuales ni siquiera se toman la molestia de conducir, sino hacia quienes sólo buscamos esperanza cada que nuestro día de sesenta horas se reanuda, después de ese pequeño receso que usamos a regañadientes para vivir.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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