El principal problema que aqueja a nuestras sociedades es la desigualdad, pareciera que nadie lo duda. Sin embargo, cuando alguien intenta contrarrestar la desigualdad —tarde o temprano, normalmente más temprano que tarde— surgen voces que se oponen a ello. La más reciente muestra de lo que digo, ha surgido a raíz del reciente re-estallido del perpetuo conflicto entre Israel y Palestina, que es conflicto porque los palestinos insisten en la libre autodeterminación de los pueblos y su derecho inalienable a no vivir bajo la eterna invasión de su territorio, quizá piensen que son Ucrania como para que la comunidad internacional los apoye en algo tan descabellado.
En fin, regresando al tema, a raíz del ataque y las incursiones de Hamás a territorio israelí, y la respuesta siempre controladamente desbordada, siempre mesuradamente exagerada, siempre comedidamente desmedida, por parte del Estado de Israel, que no está dispuesto a dejar pasar ninguna oportunidad para afianzar su afianzada presencia en el territorio palestino y justificar la invasión del mismo, no han faltado quienes insisten en que la población civil no debe ser castigada por los actos de Hamás, no han faltado quienes insisten en que una reacción sin miramientos, que no establezca diferencias entre palestinos militantes de Hamás y palestinos no militantes de Hamás, es un acto de barbarie injustificado ¿Quién los entiende?
Dejemos de lado el hecho innegable de que Hamás es una organización palestina y la población palestina es palestina. No nos detengamos en ello, vayamos al punto nodal, al tema de acabar con la inequidad en el mundo ¿De verdad van a salir ahora, los defensores de la igualdad social, con que un palestino de Hamás debe ser tratado diferente a cualquier otro palestino? No hay forma de justificarlo, La población civil es responsable y debe vivir las consecuencias de los actos cometidos por sus gobiernos, fuerzas armadas, o grupos terroristas, sin importar si están de acuerdo con ellos o no, sin importar si fueron electos democráticamente o si se han impuesto por la fuerza al resto de la sociedad, sin importar si los representa o representan a sus propios intereses. Al final del día, del mismo modo que el ideario echaleganista reza e indica indicativamente que el pobre es pobre porque quiere, el bombardeado es bombardeado porque quiere. No hay más ¿Quién parió a los miembros de Hamás? ¿Mujeres de Hamás o mujeres que forman parte de la sociedad civil? ¿Quién cultiva / produce los alimentos que consume Hamás? ¿Hombres y mujeres de Hamás u hombres y mujeres de la sociedad civil? ¿Quiénes serán los futuros miembros de Hamás? ¿Niños de Hamás o niños de la sociedad civil? Estas preguntas resultan fundamentales para entender la necesaria necesidad de democratizar la represión, la violencia, las políticas inhumanas en pos de luchar por un mundo más injustamente justo, más miserablemente humano.
Lo mismo sucede del otro lado, lo mismo, pero en menor escala, los dioses siempre apoyan al lado erróneamente adecuado con un mayor poder armamentico y capacidad de creadora destrucción. Quien debe pagar por las políticas de Israel en contra de la población palestina es la sociedad civil israelí ¿Cuál sería la razón de sólo atacar objetivos militares de uno u otro lado? ¿Qué beneficio obtendría el extremismo islámico o la ultraderecha israelí si no se afecta a la sociedad civil? Es justo y necesario para mantener el execrable orden de las cosas que Netanyahu haga gala de la musculatura irracional de los ultras, que uno de los 20 ejércitos más poderosos del mundo despliegue todo su poder en contra no solo de Hamás sino de una población civil desarmada y terriblemente vulnerable, para que al mismo tiempo que se fortalece a la ultraderecha entre la opinión pública israelí y mundial, Hamás gane adeptos al interior de la Franja de Gaza y Cisjordania. Es la única manera en la que el orden seguirá ordenado y nada se moverá de su lugar. Si el combate se reduce al enfrentamiento de grupos armados, sería más insignificante que el devenir de un enfrentamiento entre dos equipos de hockey en monociclo.
Entrados en gastos
Como suele decirse no sin infundada razón, a veces uno sabe de qué lado estar, simplemente viendo quienes están del otro lado. Basta ver quienes aplauden el recrudecimiento de los continuos actos de barbarie que comete el Estado de Israel en contra de la población palestina, para darse cuenta de que sin lugar a duda uno debe vergonzosamente sumarse a esos aplausos y pedir que se recrudezca el recrudecimiento. Si potencias imperialistas como Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña, España, que a lo largo de su historia han mostrado una ética intachable y un respeto ejemplar por el otro, están del lado de Israel, queda claro que todos debemos estar del lado de Israel y celebrar el sitio que dejará a la Franja de Gaza —y sus habitantes— sin luz, comida, ni agua y que la someterá a un intenso bombardeo. Finalmente, cuando se ve al otro como un animal en contra del cual se lucha, se debe actuar en consecuencia, como ha dicho el ministro de Defensa israelí. No hay lugar para tratar a los seres humanos como seres humanos, de lo contrario, el día de mañana, las clases oprimidas del mundo, los pueblos oprimidos del mundo, exigirán un trato igualitario que arriesgaría el delicado equilibrio de privilegios e intereses que sostiene al orden mundial en ese punto de eterna putrefacción. Lo único que debe democratizarse es la violencia y la represión en contra de quienes, no formando parte de la clase privilegiada, tienen el privilegio de vivir continuamente asediados por ella.
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
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