Por Manuel Pedrero
A esta hora estoy seguro de que usted ya conoce la historia: una estudiante universitaria increpó a Gerardo Fernández Noroña.
Hace unos días, durante el foro de la Escuela de Formación por la Paz y la Democracia en el Senado, una joven llamada Victoria Montes de Oca Castañeda, oriunda de Metepec, acusó, sin pruebas, a Noroña de haberle dicho a Lilly Téllez que “se callara y se fuera a lavar los trastes”.
Noroña, como era de esperarse, le pidió a la joven que citara la fuente, pero Victoria, que carecía de argumentos sólidos, solo atinó a balbucir: “salió en todas las noticias”. Dos días después, Victoria difundió un comunicado en el que afirmó que su intervención buscaba ser crítica, no confrontativa.
Lo cierto es que Noroña le respondió a Victoria con una afirmación contundente: “La crítica siempre es bienvenida. El problema es que mentiste. Sigues sin demostrarlo y no podrás hacerlo”.
Pero vayamos a fondo con el análisis:
Esta estudiante pretendía demostrar la supuesta incongruencia de Noroña con dos falacias:
1) Un acto misógino que nunca existió.
2) Una austeridad republicana que exclusivamente aplica al manejo de recursos públicos, no privados.
No se puede negar que la joven lucía entusiasmada, pero tampoco podemos negar que había profundas deficiencias en su argumentación.
Y aquí debemos ser muy seamos tajantes:
La joven, al confrontar a Noroña, no solo buscaba un debate, sino esencialmente una plataforma para su propia visibilidad. Este intercambio, donde la carencia de argumentos fue la moneda de uso corriente, forma parte de esa perniciosa cultura de la confrontación performativa, donde el valor no reside en la solidez del argumento, sino en el impacto mediático del acto.
Por otro lado, no debemos perder de vista que la estudiante se declara simpatizante del Partido Verde, lo que no solo la posiciona políticamente, sino que también la inscribe abiertamente en una filiación ideológica.
Y yo me pregunto: ¿Victoria quería realmente debatir? ¿Intercambiar ideas y expresar puntos de vista de manera civilizada y considerada? No, lamentablemente.
Esta confrontación demuestra, de entrada, una enorme diferencia en la forma de argumentar.
Mientras Noroña exigió una fuente verificable (que es un estándar periodístico y académico tradicional), la joven decidió apoyarse en la viralidad y la percepción (un estándar que es frecuente en la cultura de internet).
Le ofrezco unas cifras:
Un análisis de comentarios en redes sociales mostró una división de opiniones del 60% a favor de Noroña (destacando la falta de argumentos de la joven) y un 40% a favor de la estudiante (aplaudiendo su “valentía” para confrontar al político).
Pero déjeme decirle, para no ir más lejos, que este no fue un simple incidente, sino un ejemplo clarísimo de la posverdad, donde las emociones y las creencias personales tienen más peso que los hechos objetivos.
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