Desde mi más tierna infancia, antes de aprender a leer, Lucía, la hermana más cercana a mí en edad y que cursaba la secundaria cuando yo tenía entre 4 y 6 años, tenía mucha cercanía conmigo para contarme historias de aparecidos, brujas, monstruos y demás fenómenos paranormales. Ella solía leerme pasajes de un libro que aún se puede conseguir en librerías de viejo, editado por Selecciones, del que mi papá había hecho acopio junto con otros suculentos volúmenes que me maravillaron de niño, tales como Grandes Acontecimientos del Siglo XX, Enciclopedia Selecciones, Enciclopedia del México Antiguo, La Segunda Guerra Mundial, el Atlas Mundial, entre otros. Pero aquel libro que me marcó, de pasta verde pistache, era un delicioso mamotreto llamado El Gran Libro de lo Asombroso e Inaudito.
Con aquel libro como punto de partida, y maravillado por temas como el monstruo del lago Ness, las caras de Bélmez, los experimentos de criogenia, los avistamientos de críptidos y demás temas fascinantes; fui explorando en los tiempos previos a internet a través de revistas como Duda, Más Allá o Año Cero. Cuando por fin tuve computadora y pude acceder a páginas web, profundicé aún más en esos y otros temas.
Allá por el año 2005, aquella época en que aún no se diluían las esperanzas de modernidad y renovación que el cambio de milenio traía consigo, por las mañanas trabajaba como auxiliar de oficina del IMSS y por la tarde cursaba el último semestre del nivel medio superior en el IPN, con la carrera de técnico en construcción asistida por computadora. Desde esos primeros años en que ya se ofrecían opciones para escuchar música en mp3 de forma portátil, pude comprarme primero un reproductor Zen Xtra de Creative y luego un iPod. No solo escuchaba música, pues debido a ese pasado de afición por lo heterodoxo, comencé a descargar programas españoles de misterio clásicos y después uno de actualidad que se realizaba cada semana y que yo descargaba puntualmente el domingo para escucharlo por partes a lo largo de la semana. Su nombre era Milenio 3.
Aquel programa era conducido por un personaje peculiar. Se trataba de Iker Jiménez, un periodista vasco que lograba transmitir la pasión por los temas no solo paranormales, sino también históricos y científicos. Jiménez estaba empeñado en alejarse lo más posible del espectáculo televisivo barato en que se convirtió el misterio en España durante los años 90, pues las pantallas se llenaron de clarividentes, iluminados de túnica y demás personajes estrambóticos que simplemente no podían tomarse en serio.
Varios colaboradores pasaron por el proyecto, aunque mención especial merecen Santiago Camacho, Santiago Vázquez, Javier Sierra y Juan Jesús Vallejo. Lo acompañaba también su esposa Carmen Porter. Era ella quien ya daba visos de aquello en lo que ella y el titular del espacio devendrían años más tarde, pues evidenciaba un fuerte apego a la religión católica y era más dada a expresar opiniones políticas, tanto echando loas a la derecha, como puyas a la izquierda, debido a la tradición, muy de la realidad española, en que las tendencias progresistas estaban muy ligadas al ateísmo y al escepticismo en general.
Del trabajo realizado en Milenio 3 y después en Cuarto Milenio, la versión televisiva del proyecto, se desprendieron muchos libros escritos por distintos miembros del equipo. Disfruté muchos de ellos, así como de otros tantos de autores anteriores que en los programas se reseñaban y se les daba trato de clásicos. Cuando terminé de estudiar lingüística, y muy influido por aquel mundillo al que estaba expuesto, me decidí a estudiar periodismo. Por cierto que yo, siempre de izquierda, siempre contestatario, nunca llegué a ver una discordancia entre los temas de misterio y mi ideología política, así que ambos campos de conocimiento coexistieron en mi cabeza durante toda la carrera, a pesar de que otras personas de pensamiento progresista consideraran que hacer escarnio de los temas de misterio daba prestigio social y por sí mismo implicaba ostentar superioridad intelectual.
A través de radiodifusoras por internet regentadas por exalumnos de la UNADEM, tuve la oportunidad y me di el gusto de hacer durante dos años un programa semanal totalmente inspirado en Milenio 3, aunque con interludios musicales. Ese entrañable proyecto se llamó El Club del Misterio y se puede a día de hoy escuchar a través de la plataforma iVoox (https://acortar.link/PXSRd0). Debo confesar que me ruboriza un poco al escucharme actualmente intentando ser Iker Jiménez y al mismo tratando de innovar en un entorno en que los temas de misterio han quedado rebasados. En octubre de 2019, habiendo ya obtenido el título de periodista, decidí dar por terminado el proyecto y enfilarme hacia el periodismo independiente de temática política y con un enfoque totalmente de izquierda. Sentí que la realidad del país lo demandaba y actualmente sigo en ese camino. No me arrepiento de mi decisión.
Desde que en junio de 2015 se emitió el último programa de Milenio 3, gradualmente les fui perdiendo la pista a Iker Jiménez y compañía. De vez en cuando descargaba un podcast suelto, pero ya no tuve la misma constancia. Sin embargo, en 2020, durante la pandemia, metido ya en el ajo del periodismo político, era muy fácil identificar a los personajes de derecha y ultraderecha, aquellos que se pronunciaban en contra de la administración de vacunas, que hablaban de malévolas conspiraciones mundiales para control de masas, así como de chips, transhumanismo y demás paparruchas que en el fondo solo escondían el apego a ciertas ideologías reaccionarias. Iker Jiménez fue de los más activos en España en lo que a organizar “mesas de análisis” se refiere.
Conforme fueron pasando los años, yo iba tomando cada vez más vuelo. Hice un primer libro que daba cuenta del proceso de cambio político y social que vivimos en México, y un segundo que propone reflexiones sobre la lengua desde el humanismo. Me he consolidado como panelista fijo en Sin Censura y genero contenido en mi propio canal. He adquirido cierta relevancia y credibilidad a base de tesón y mesura. Ahora, con sus loas a Trump, Musk y el partido Vox, Iker Jiménez me parece un loquito que en el fondo siempre tuvo pensamiento reaccionario, y que ahora lo expresa sin tapujos, incluso habiendo paulatinamente cambiado los temas de misterio por conspiranoia política rancia. Es un personaje que supo hacer negocio con el misterio mucho más que aquellos pioneros que no gozaron de las mieles de la fama ni el encumbramiento por parte de una gran empresa de medios como Mediaset.
Lo dije antes con Joaquín Sabina y lo refrendo con Iker Jiménez: no tengamos miedo a desembarazarnos de aquellos falsos ídolos que en el fondo solo son proveedores de entretenimiento aunque su entorno y su repercusión los hagan sentir que tienen autoridad moral para opinar sobre temas políticos, cuando en realidad llevan mucho tiempo moviéndose dentro de círculos privilegiados. Mucho conocimiento, apertura y tacto para tratar y reivindicar diversidad de temas pude adquirir en mis escuchas de Milenio 3, pero ahí queda. Ahora Iker Jiménez y todo aquel que defienda a la derecha, se cuenta dentro de mis adversarios. Bastantes mentes hay por abrir y bastante hay que hacer por el pensamiento comunitario como para seguir cargando ese tipo de lastres ideológicos.
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