Cuando volar se vuelve un acto de soberanía

Vaya, vaya, y así, mientras Kevin Duffy acusa que México “canceló y congeló ilegalmente vuelos de transportistas estadounidenses durante tres años sin consecuencias”, resulta que hoy Estados Unidos decide cancelar todos los vuelos de aerolíneas mexicanas desde el AIFA y revocar 13 rutas actuales o planeadas. Qué conveniente coincidencia, ¿no?

Desde 2015, México y EE.UU. tienen un acuerdo bilateral de transporte aéreo que liberaliza las rutas y permite que aerolíneas de ambos países vuelen libremente entre ciudades sin restricciones de número de aerolíneas ni de frecuencia, y aquí viene lo importante, el mismo acuerdo reconoce el derecho soberano de cada país de regular su espacio aéreo, su seguridad y su infraestructura.

Esto está protegido por la Convención de Chicago de 1944 (artículos 1, 6 y 68): “Todo Estado tiene soberanía completa y exclusiva sobre el espacio aéreo sobre su territorio”.

Es decir, México tiene derecho a decidir cómo, cuándo y desde dónde operan las aerolíneas en su territorio, siempre que no discrimine por nacionalidad.

Durante tres años, México intentó por razones de seguridad y saturación reorganizar el espacio aéreo en el AICM, y buscó equilibrar el tráfico con una lógica soberana, si el aeropuerto capitalino está al borde del colapso, hay que distribuir vuelos al AIFA, pero no faltó quien lo leyera como un atentado contra el “libre mercado”, esa palabra mágica que justifica cualquier imposición cuando la dicta Washington, y ahora, Estados Unidos responde con una maniobra que huele a represalia diplomática con disfraz técnico.

Lo que les molesta no es la logística, sino que el AIFA no es solo una terminal aérea, es una declaración de independencia económica, un recordatorio de que no todo gira alrededor de los intereses de las corporaciones extranjeras.

Las medidas del gobierno mexicano fueron legales y soberanas, aunque diplomáticamente incómodas.

El Acuerdo de Cielos Abiertos no contempla sanciones por decisiones internas de infraestructura ni por reubicación de operaciones, está represalia, es una medida política y de presión comercial, no una acción amparada por el acuerdo bilateral.

Que quede claro, México no quebrantó tratados, ni normas, solo tuvo el atrevimiento de ordenar su casa y usar sus aeropuertos como mejor le conviene, lo que está en juego no es un vuelo, ni una ruta, es la soberanía, la capacidad de decidir sin pedir permiso. Por más ruido que haga el abusivo del norte, y aunque los mexicanos vende patrias festejen, habemos millones de mexicanos y mexicanas que agradecemos que hoy el país ya no está en sus manos. Que les quede claro que aquí no manda el viento extranjero.

Les mando un abrazo fraterno.

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