De todos los legados del Presidente López Obrador, que van desde Reformas hasta la construcción de infraestructura, me centraré en la Revolución de las Conciencias, y cómo esta ha influido, especialmente, en una generación joven.
Para cuando sea la publicación de mi próximo artículo, el 2 de octubre, la Presidenta Claudia Sheinbaum habrá tomado protesta. Por ello, antes de que AMLO diga el último adiós, y antes de que terminen las mañaneras; quería preguntarme y generar la pregunta ¿Qué legado nos deja aquel líder social que se retira con gran hazaña del escenario público-político de México? Y ¿Qué harás, haremos con ello?
Me gustaría abordarlo desde mi perspectiva, de una joven cuya generación pasó su adolescencia, al mismo paso que avanzaba el sexenio del Presidente López Obrador. Con gran atino se señala que somos una generación obradorista, pues más allá de simpatizar o no con el actual gobierno, el obradorismo ha perneado en nuestra ideología y lenguaje, te preguntarás ¿de qué forma?
Por una parte, el obradorismo es un movimiento popular que en la figura de AMLO encontró una forma de luchar por una auténtica transición democrática frente al engaño panista del año 2000, y que se ejemplifica en: No robar, No mentir, No traicionar al pueblo. Una vez en el poder, el proyecto de la Cuarta Transformación lleva como principal bandera la Soberanía frente al saqueo de las devoradoras transnacionales. Esto precisamente hace ruido en la cabeza de las y los jóvenes, la idea de la soberanía, la defensa de los recursos naturales…
En cuanto al lenguaje, el discurso del Presidente se ha caracterizado por ser estratégico y democratizador, por esto último me refiero a que en términos foucaultianos, el discurso que da, especialmente, a través de las mañaneras, se aleja de lo que Foucault llama <<sociedades de discurso>> que se refiere a un sistema de exclusión a través de la apropiación de las formas de entender, en este caso, lo económico y político; es decir, no hay tal exclusión, marginación dentro del discurso, y ello, logra que la gente entienda temas complejos como el sistema político mexicano.
Ante esto, tanto la visión de un proyecto de nación cuyos valores fueron mencionados en el grito de la independencia: libertad, fraternidad, igualdad, soberanía, democracia, justicia y amor; como el uso del propio discurso obradorista: combate a la corrupción, impunidad, entre otras. Forman parte de las luchas que encabezan las banderas progresistas de las juventudes: feminismo, medio ambiente, pueblos indígenas y afromexicanos, comunidad LGBTQ+, entre otras.
Anteriormente, el discurso hegemónico, como es de costumbre, pertenecía a la burguesía, a una elite política y económica que finalmente es neoliberal, y puede comprar la subjetividad de la información. En cambio, a lo largo de estos últimos 6 años se ha ido democratizando la información y desde los espacios del gobierno se ha señalado a la discriminación, el racismo, el clasismo; poniendo en la discusión pública y la conciencia colectiva aquello que antes (retomando a Foucault) a pesar de decir la verdad, <<no estaba en la verdad>>, pues predominaban discursos como: el pobre es pobre porque quiere, la meritocracia, en fin, una ideología de derecha apegada al libre mercado.
Así pues, el legado de AMLO al que me refiero, si algo ha dejado claro es que nosotros somos el soberano, y, por tanto, en el aspecto de la filosofía política y de la práxis política, queda preguntarnos: como tal soberano que somos, ¿cómo debemos conducirnos? Es cuando entra en juego el Humanismo Mexicano, que se menciona cada vez con más frecuencia, pero que aun no adquiere una forma concreta, aquí el legado y la tarea.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
Comentarios