El sapientísimo Perogrullo dice: la manera en la que la gente se distribuye en nuestro país no es homogénea.
Por ejemplo, pensemos en términos de concentración urbana. Resulta que en las diez zonas metropolitanas (ZM) más pobladas de este país radican 45.4 millones de seres humanos —estoy echando mano de datos censales a 2020—, lo cual significa que, de cada 100 habitantes de México, 36 viven en cualquiera de las siguientes ZM:
- Valle de México, CDMX, Edomex e Hgo. (21.4 millones)
- Monterrey, NL (5.3 millones)
- Guadalajara, Jal. (5.1 millones)
- Puebla-Tlaxcala (3.5 millones)
- Toluca, Edomex (2.6 millones)
- Tijuana, BC (2.2 millones)
- León, Gto. (2.1 millones)
- Ciudad Juárez, Chih.
- La Laguna, Coah. y Dgo. (1.6 millones)
- Querétaro (1.4 millones).
Ahora, si tomamos en cuenta que, independientemente de la continuidad urbana en términos territoriales —entre ambas se encuentra el Bosque de la Marquesa y algunos terrenos agrícolas, localidades rurales y zonas naturales protegidas—, las dinámicas socioeconómicas de las ZM del Valle de México y de Toluca están esencialmente conectadas, y consideramos así mismo la ZM de Cuernavaca, Mor. (1.1 millones de habitantes), resulta entonces que en esta enorme megalópolis vivimos prácticamente dos de cada diez habitantes de México (19.8%). Aquí, en la enorme megalópolis que se ha expandido a partir de la Ciudad de México, en la de Monterrey y en la de Guadalajara, en conjunto, residen más de 35.3 millones de personas, 28% de la población total.
En México —1.9 millones de km²— vivimos hoy alrededor de 134 millones de personas —este año que el INEGI levante la Encuesta Intercensal 2025 se podrá precisar el dato, mientras tanto uso la proyección de CONAPO—, lo cual se traduce en que nuestro país presenta una densidad de 67 habitantes por kilómetro cuadrado (hab/km²). Bien sabemos que el dato de población relativa, como cualquier media aritmética, puede resultar muy engañoso.
La mayor parte de las personas a quienes tocó en suerte radicar en este país vive en su franja central. Del Pacífico al Atlántico, en el cinturón que forman las doce entidades federativas centrales habitamos más de la mitad de la población total de México: Jalisco, Colima, Michoacán, Guanajuato, Querétaro, Estado de México, Ciudad de México, Hidalgo, Morelos, Tlaxcala, Puebla y Veracruz. En total, 71.3 millones de los 129.5 millones —ahora uso los resultados de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica 2023, los más frescos que disponemos—, es decir 55 de cada cien habitantes. En conjunto, esta franja territorial tiene una superficie de 344.8 mil kilómetros cuadrados, de tal modo que en promedio la densidad poblacional en ella es muy superior a la nacional (67): 207 hab/km2.
Ahora bien, en el núcleo de dicha franja central, en el polígono de 28.7 mil km2 que conforman la CDMX y los dos estados que la rodean, el Estado de México y Morelos —una superficie algo más pequeña que la que ocupa Guanajuato, con 30.6 mil km2—, radicamos un total de 28.8 millones de personas, es decir, una quinta parte de la población total del país. Y, por supuesto, la densidad poblacional aquí es mucho más alta que en el resto del país: 1,002 hab/km2.
Dado que sólo vamos a echar mano de datos desagregados a nivel entidad federativa, asumamos que “el norte del país” lo conforman los estados más septentrionales del país, estos son, los que hacen frontera con Estados Unidos. Seis de las 32 entidades federativas que conforman México hacen frontera con la nación más acaudalada del orbe; de oeste a este: Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas. En ellas viven 23.6 millones de personas, 18.2% de la población total del país —ojo: tan sólo los dos estados que circundan la Ciudad de México, Morelos y el Estado de México, tienen una población conjunta de 19.5 millones de habitantes, 6.75% más que la población total de los seis estados de la República que hacen frontera con Estados Unidos—. Claro, en este grupo se hallan los estados más grandes de la República, así que no sorprende que en conjunto integren nada menos que 37% del total del territorio nacional (722.8 mil km2). Consecuente, la población relativa promedio en las entidades fronterizas del norte es muy baja: 33 hab/km2, justo la mitad respecto a la nacional. Al norte, si algo abunda es territorio.
Bien sabemos que la región que llamamos “el sureste” no es tan austral como suele creerse. Por ejemplo, Cancún, Quintana Roo, está más al norte que la Ciudad de México, o incluso Mérida, que se encuentra más o menos a la misma latitud que San Miguel Allende, Guanajuato. Con todo, si damos por buena la tradición que entiende a la península de Yucatán como parte del sur del país, diremos que en los estados sureños —Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Campeche, Quintana Roo y Yucatán— viven 21.4 millones de personas —5.4 millones menos que los que vivimos en el Estado de México y la Ciudad de México—. La superficie que abarcan estos siete estados es de 397.1 mil km2. Así las cosas, resulta pues que la densidad poblacional en esta región es menor que la del promedio nacional: 54 hab/km2.
La población relativa a nivel nacional es de 67 hab/km2, mientras que en la franja central se eleva a 207 hab/km2, y en el núcleo de ella (CDMX, Estado de México y Morelos) aumenta dramáticamente a 1,002 hab/km2. En el conjunto de los estados del norte, la densidad es de apenas 33 hab/km2, mientras que en el grupo sureño es de 54 hab/km2, esto es, todavía por debajo del promedio nacional.
Entonces, ¿cómo ve, vivimos concentrados o dispersos?

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