Hace un par de años estaba planteando un proyecto de investigación sobre la convivencia social en el nivel primaria de educación básica. De ese trabajo se desprendieron algunos artículos y ponencias que presenté en algunos eventos especializados. Al ir revisando documentos normativos sobre el nivel básico me iba cuestionando la cantidad de temas que se tienen que tocar. Echando una ojeada rápida a la Ley general de educación y los planteamientos de la Nueva escuela mexicana me doy cuenta que el reto es monumental y lo mucho que le exigimos a los actores que componen el Sistema Educativo Nacional.
Impartí clases como profesora titular de grupo en quinto año de primaria en 2014, ya hace bastante tiempo. Quienes son profesores saben la cantidad de cosas a las que debemos hacer frente, desde los planes y programas, lidiar con la complejidad de los contenidos, libros de texto que, en ese tiempo eran insufribles ya que no tenían una buena selección de contenidos y se confundía el buscar la comprensión misma del alumno por simplificar a tal grado los temas que no eran comprensibles ni para mí como profesora. ¿Cómo sería posible identificar qué es la biodiversidad leyendo la descripción de un bosque? Por qué tanta complicación por definir palabras, dotarlas de sentido y poder a partir de ahí determinar qué otros aspectos de la vida podrían entrar dentro de categorías enmarcadas de forma clara y estructurada.
Un aspecto que a mi asesora y a mí nos parecía harto complejo era lo relacionado con contenidos para una vida democrática en la escuela y nuestra pregunta era, ¿a quién le corresponde enseñar democracia? En una de las actividades del libro de texto hay una dinámica sobre realizar dentro del grupo de manera democrática un reglamento interno del salón para ser aplicado en el aula. Comencé a realizar la tarea, hicimos una lista de prioridades para la convivencia sana y pacífica al interior del salón, determinamos cuáles tendrían que ser las sanciones por transgredir cada una de las reglas que se asignaban y todo con la votación de cada punto, los cuales fueron aprobados por la mayoría de los estudiantes.
Concluimos el ejercicio con unos rotafolios que colocamos en una zona del aula donde fueran vistos por todos y comenzamos a aplicarlo. Al cabo de unas semanas, al continuar con las actividades del libro un par de estudiantes se quejaron porque ellos nunca dieron su aprobación para poner en práctica ninguna de las reglas que estaba en el reglamento y no querían someterse a las sanciones, ya que era injusto no haberlos considerado, debido a su inasistencia el día que realizamos la actividad. Les expliqué que así funciona el ejercicio democrático y justo eso era lo que había que aprender sobre nuestra participación en las decisiones del país. Se mostraron inconformes, sobre todo porque decían que de todas formas los políticos en México eran una serie de personas que se dedicaban a robar del erario.
La discusión en torno al tema se mantiene y mi pregunta persiste. Si la escuela pudiera transformar las prácticas sociales que se viven a diario, el trabajo de los profesores estaría bien retribuido socialmente. El problema es que a cada instante existen cosas en el orden social que nos devuelve la idea de que las cosas no pueden ser como la teoría nos indica. El pasado 31 de julio ha sido muy sonado por unos como el ejemplo de un ejercicio legítimo del ciudadano para tener representación, por otros como la muestra palpable de que el viejo régimen comienza a inundar un partido que tiene futuro. Depende de cada persona que lo vivió cómo va a resignificar la experiencia de haber participado o no.
Más allá del domingo, tenemos que pensar lo que enseñamos a nuestras generaciones nuevas y no sólo por un ejercicio democrático, sino todo lo que nosotros somos y expresamos; no todo lo puede enseñar la escuela y aunque lo enseñe, si nosotros la contradecimos vamos a descalificarla por el hecho de tener un vínculo emocional con los niños. Para ellos los adultos más cercanos son los referentes y son ellos quienes realizarán la educación sentimental o de valores. En ese sentido, la escuela no compite con la familia. Por lo tanto, el slogan del INE es muy cierto, “la democracia la construimos todos”, así que es menester de tal instituto brindarnos las herramientas necesarias para formar parte de las decisiones democráticas de nuestro país. Porque esa será la base de la congruencia entre lo que sucede en la teoría y en la realidad.
La discusión en torno a la reforma electoral ha dado comienzo y es nuestra responsabilidad mantenernos informados sobre las propuestas. Por su parte, el secretario de la Comisión de Reforma Política-Electoral ha entregado una invitación a los estudiantes de la Universidad Autónoma Metropolitana para dialogar al respecto. Espero que haya mucha participación y que los jóvenes puedan tener acceso de primera mano a las información necesaria.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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