Categoría: Germán Castro

  • Wanabinismo: tartufismo e ignorancia

    Wanabinismo: tartufismo e ignorancia

    Acabo de ver un trabajo de Hernán Gómez. Se trata de un video que muestra unas entrevistas que hizo a algunos ciudadanos —mujeres y hombres; no todos, pero la mayoría jóvenes—. Las entrevistas se realizaron en tres sitios/momentos, aquí en la Ciudad de México: un domingo en el hipódromo, en avenida Reforma durante la marcha LGTBQ+ y en Iztapalapa durante un mitin de Clara Brugada. Fueron dos cuestionamientos y evidentemente Gómez lo hace con el afán de correlacionarlos. Primero, pregunta si el entrevistado se considera obradorista o antiobradorista, usando esos términos o a veces si le gusta o no le gusta el presidente. En segundo lugar, pregunta al entrevistado quién prefiere que llegue a la Presidencia, Claudia o Marcelo —casi siempre, sólo esas dos opciones—. El video comienza destacando un testimonio, el de una joven que dice ser norteña y quien inicialmente se niega a contestar a quién prefiere, porque, afirma:

    — Noooo, weeeey, no creo ni en la política ni en la gente —palabras contundentes, aunque redundantes, porque, tristemente, en efecto, en última instancia quien no cree en la política no cree en la gente.

    Enseguida, las entrevistas. Entre los asistentes al hipódromo —“un sector socioeconómico alto, fifí, y también bastante wanafifí”, según el propio Gómez—, en pocas palabras, uno atestigua a) una fuerte antipatía hacia Andrés Manuel López Obrador; b) una predilección por Marcelo Ebrard, y c) una descomunal ignorancia y una patética falta de argumentos. En las entrevistas que hizo en la marcha “del sector sexualmente diverso de la población”, se repite la liga: los antiobradoristas prefieren a Marcelo y aparecen los y las obradoristas que apoyan a Claudia Sheinbaum. También aparece aquí otro par de mancuernas evidentes: ignorancia antiobradorista y proobradorismo informado. En tercer lugar, entre los morenistas de Iztapalapa, aunque también presenta a un joven que se inclina a favor de Marcelo, la gran mayoría apoya efusivamente a Claudia.

    — No, pues si aquí fuera la encuesta, ya estuvo que ganó Claudia, eh —editorializa Gómez.

    Siguen algunas entrevistas en el Hipódromo: ¡sorpresa!, algunos se declaran obradoristas… y en todos los casos ebrardistas.

    — Creo que va más con mis political belives… ¿Cómo se llama? —expresa una jovencita que olvida el español, quizá pupila de la doctora Dresser.

    Después, otra vez en la marcha LGTB: más antiobradoristas en favor de Marcelo. Mucha papa en la boca, mucho lente oscuro… De regreso a Iztapalapa: más obradoristas que quieren a Claudia. Mucha gente que se dice o incluso se ve de bajos recursos. Luego entrevista a Facundo, el personaje televisivo, que se inclina por Claudia —ojo: no se sabe si se declaró o no obradorista o antiobradorista—; tres entrevistas en las que se critica a Marcelo —críticas informadas, por cierto—; una chava que le concede a Gómez ser anarquista y se inclina por Claudia… El video termina con una chispa de color: un muchacho afirma que le gusta más Claudia…

    — ¿Por qué?

    — Porque me gusta más ese nombre.

    No es necesario mucho análisis para darse cuenta de que el video de Hernán impulsa decididamente a una corcholata y afecta a otras —más que a Marcelo, a Adán Augusto, a quien sólo menciona una vez—. Y si bien no sabemos qué tan representativa es la edición final respecto a todo lo que halló en la calle y mucho menos qué tan representativos serían los grupos elegidos de la ciudadanía en su conjunto, las entrevistas que se presentan sí que tienen una fuerte carga de verosimilitud. En concreto, los personajes antiobradoristas despliegan sin ambages un perfil de tartufismo e ignorancia que suele aparejarse a cierto conjunto social. 

    A lo largo de su conversación más reciente con R. J. Eskow —The Zero Hour—Richard Wolff disertó en torno al consumismo, el fetichismo y en general acerca de lo que Marx llamaba el opio de las masas. La sencilla explicación con que Wolff pertrecha a quienes atiendan su alocución resulta invaluable, tanto en lo que respecta a los mecanismos perversos del consumismo como acerca de la manera fetichista en la que tratamos a las mercancías y en general a esa pantagruélica abstracción que denominamos el mercado. En un momento dado, cuando hablaban sobre lo difícil que resulta espabilar a la gente del embrujo en el que la mayoría vive debido a las triquiñuelas de la publicidad y, en general, de la maquinaria superestructural, el profesor Wolff trajo a cuento una anécdota que, estarán de acuerdo, es un garbanzo de a libra, una perla de conocimiento:

    Recuerdo que una vez fui a una iglesia afroamericana en New Haven, Connecticut, y una mujer, una pastora, ofreció el sermón. Y comenzó diciendo: “Muchos de ustedes dividen el mundo entre los que tienen y los que no tienen, pero quiero que sepan, dijo, que el mayor problema no es con los que tienen ni con los que no tienen, sino con la gente a la que deberíamos llamar los que creen que tienen.”

    Los que creen que tienen, los que se desviven por aparentarlo, en principio ante sí mismos… También los conocemos como los wanabi, las turbas que, sin ni el menor rescoldo de conciencia de clase, suelen repetir acríticamente las consignas de la ideología dominante y así bregan en contra de los suyos y de sí mismas. Los pobres son pobres porque no le echan ganas, los pobres pueden salir de pobres si generamos más riqueza para los ricos, no hay que de darles pescados a los pobres sino enseñarlos a pescar, etcétera, etcétera, etcétera…

    El wanabinismo clasemediero chilango fue bien retratado.

  • Tepocatas, chachalacas y el presidente EVP

    Tepocatas, chachalacas y el presidente EVP

    Hace 20 años, comenzó a circular en librerías La silla del águila. Nos encontrábamos a mitad del sexenio de Vicente Fox. Para entonces, a paso veloz y calzado en botas de charol, el optimismo democrático menguaba. El 1° de febrero de 2003, el mes en el que la editorial Alfaguara publicó la aludida novela de Carlos Fuentes, los obispos de la región occidental del país, cuna del movimiento cristero, habían declarado que tras las elecciones de 2000 “se han venido acumulando preocupantes desencantos que parecieran haber transformado el triunfo de la democracia en fracaso”.

    Un par de días atrás, el Barzón y el Congreso Agrario Permanente, durante una megamarcha en la que habían participado más de cien mil campesinos, habían lanzado un ultimátum: “El presidente Fox está ante la última oportunidad para demostrar que realmente tiene interés por resolver los problemas del campo mexicano…”. Para acabarla, la iniciativa privada tampoco aplaudía al exgerente de la Coca-Cola, al contrario: la Canacintra reclamaba que Fox había ya perdido tres años “sin haber diseñado políticas de Estado para impulsar el desarrollo nacional y abatir la miseria”. Ni lo hizo ni lo haría.

    Muy pronto el primer gobierno emanado del PAN, que había llegado al poder camuflajeado como opositor al PRI, mostraba escandalosas evidencias de que la alternancia de partidos no había significado alternancia democrática alguna. Y muy pronto también fue claro que el poder público seguía en manos de los mismos poderes fácticos. El día 3 de febrero, La Jornada colocaba en su portada un par de fotos de dos señoras besuqueándose muy contentas: Marta Sahagún, entonces presidenta de la Fundación Vamos México y esposa del presidente, y Elba Esther Gordillo, secretaria general del PRI y “líder moral” del sindicato magisterial. La continuación la sufrimos todos: las chachalacas no resultaron menos perniciosas que las tepocatas y las víboras prietas.

    En La silla del águila, Fuentes imagina un porvenir atroz. Los hechos ocurren en el año 2020, un punto en el tiempo que para nosotros ya es pasado, pero que entonces distaba 17 años en el futuro. El escenario que pinta el novelista es horroroso: el PRI había regresado al poder. Hoy sabemos que Fuentes se equivocó un sexenio, porque el tricolor efectivamente volvió a Los Pinos, con apoyo del PAN, en 2012. Sin embargo, el desbarajuste en que dejó a al país el prianismo neoliberal no le pide nada a la caótica situación que el escritor proyecta. En la novela, el presidente de la República, Lorenzo Terán, nomás no da pie con bola. Las cosas están color de hormiga, y según el secretario de Gobernación, Bernal Herrera, los tres problemas más urgentes de “atender con celeridad y buen juicio” son tres huelgas:

    … la de los estudiantes que se niegan a pagar matrícula o a pasar exámenes de admisión en las universidades públicas y que en protesta están ocupando las instalaciones de la Ciudad Universitaria. Segundo, la de los trabajadores en la fábrica de inversión japonesa mayoritaria en San Luis Potosí. Y tercero, la marcha de los campesinos de La Laguna pidiendo restitución de las tierras que les dio la reforma agraria del presidente Cárdenas, y que, poco a poco, les han sido arrebatadas por caciques corruptos del norte de México.

    Al leer esto, a cualquier persona honesta y medianamente enterada le resultará evidente lo lejanos que, afortunadamente, nos encontramos hoy de aquello. Hace apenas unos días, mi buen amigo Manuel Campos, después comentar algunos extractos de La silla del águila decía: “¡Qué lejos se me hizo ese 2003!” Por supuesto, concuerdo con él: es impresionante, en apenas cinco años de la 4T hemos sido catapultados en el tiempo. Hacer historia es dejar el pasado realmente en el pasado.

    Por lo demás, Lorenzo Terán, el presidente de México en 2020 en la ficción de Carlos Fuentes, es en muchos sentidos la antípoda de Andrés Manuel. El señor que en la realidad ocupa la Presidencia de nuestro país desde 2018 no sólo no es priísta —y significativamente, uno de los más injustos y groseros improperios que los prianistas espetan a AMLO es ese, priísta—, además es justo el actor político opuesto al personaje de la novela. En una misiva, Xavier Zaragoza Séneca le cuenta al presidente Terán: “usted es percibido como un hombre un poco abúlico. No se le ve hacer. Se le ve dejando hacer”. Difícil hallar una descripción tan opuesta a AMLO, un hombre de la tercera edad, con una condición de salud con varios focos rojos encendidos, y sin embargo el presidente de más enjundioso, voluntarioso y pertinaz que el México moderno ha tendido.

    Y más vale:

    • Enjundioso: que tiene mucha enjundia, esto es, fuerza, vigor, arrestos.
    • Voluntarioso: deseoso, que hace con voluntad y gusto algo.
    • Pertinaz: obstinado, terco o muy tenaz en su dictamen o resolución.
    • @gcastroibarra
  • Las palabras y el Peje: política

    Las palabras y el Peje: política

    Hasta hace unos cuantos años, en este país la política, que era lo mismo que la polaca, era una ocupación que se hallaba en las antípodas de cualquier actividad virtuosa. El axioma ideológico de cualquier político mínimamente experimentado cabía en seis palabras: el que no transa no avanza. Hacer política no era en lo absoluto impulsar acuerdos en favor del bien común, era grillar en beneficio personal. Hasta hace muy poco, en México, para la enorme mayoría de la gente referirse a alguien como “un político” era prácticamente una expresión peyorativa.

    Político y ratero eran casi casi sinónimos. Un político era un señor —las mujeres dedicadas a la política escaseaban y muchas de las pocas de las que le entraban presumían fama de machas— especialmente habilidoso para los enjuagues y el agandalle, lambiscón con los de arriba y aprovechado con los de abajo, inescrupuloso e improductivo, deshonesto, rollero y mentiroso. Así como confiar en un político era cosa de locos, el gobierno no pasaba de ser un mal necesario. A lo largo de toda la segunda mitad del siglo pasado, el XX, político y priísta eran vocablos equivalentes. Con todo el olmo podrido, apareció supuestamente una perita en dulce: con la promesa de “sacar al PRI de Los Pinos”, echando pestes de los políticos, llegó un político panista a la Presidencia de la República.

    En 2009, a medio sexenio del espuriato, el segundo gobierno dizque panista, yo narraba:  Así como la más perversa de las mentiras del diablo es hacernos creer que no existe, la más trampera de las chapuzas del priísmo histórico ha sido promover la ilusión colectiva de que su forma de hacer política, la grilla, fue democráticamente sepultada el siglo pasado. Quesque desde el 2000 entramos francotes a la “normalidad democrática”, según el eufemismo acuñado por Zedillo. Quesque el país de los polacos mexicas quedó atrás. Si en enero de 1994 los neozapatistas boicotearon desde algún lugar de los Altos de Chiapas la flamante entrada de México al Primer Mundo, llegamos al siglo XXI con la creencia voceada por una lengua viperina y trepada en botas de charol de que, nomás sacando al PRI de Los Pinos, todos los males nacionales, empezando por los políticos, serían superados. Claro, no fue así, al contrario, a la corrupción sistemática se sumó la banalización y la crueldad, y el priísmo encapullado en una urna electoral salió disfrazado de la mariposa de la alternancia, un bicho exótico y prometedor al que en un santiamén se le cayeron las alitas de utilería para resultar una tepocata más fea y perniciosa: el prianismo neoliberal. 

    Para el priísmo histórico y para el prianismo contemporáneo, “la política es la actuación pública de pasiones privadas”, como atinadísima y cínicamente define María del Rosario Galván, personaje de La silla del águila, la novela que Carlos Fuentes publicó en 2003. Por cierto, ese era el título del libro que, siendo candidato del PRI, en la FIL de 2011 Peña Nieto jamás pudo recordar —bueno, ni de ese ni de ningún otro—. Al año siguiente, sorpresivamente, murió el vital novelista (15/V) y el mortecino PRI regresó a Los Pinos (1/XII), solamente para retomar con más enjundia que nunca sus antañonas mañas, muy especialmente la práctica sistemática de la corrupción. Peña — “un hombre de muy escasos recursos intelectuales y políticos”, Fuentes dixit— resultó tan proclive a regarla como a ser cachado en la maroma, así que desde mediados de su sexenio se convirtió en “el payaso de las cachetadas” —AMLO dixit—, incluso para los poderes fácticos que lo llevaron al poder.

    Sin margen de movimiento, sin recursos políticos ni intelectuales, sin vergüenza, no encontró mejor defensa que declarar (IX/2016) que nadie podía acusar a nadie de corrupto porque todos éramos iguales: “Porque este tema…, la corrupción, lo está en todos los órdenes de la sociedad y en todos los ámbitos. No hay alguien que pueda atreverse a arrojar la primera piedra, todos están, han sido parte…” Es decir, que todos, usted, y también toda su familia, sus vecinos, sus compañeros de trabajo, el poli de la esquina y de ahí para arriba, los altos mandos castrenses y de ahí para abajo, las maestras de sus hijos, todos sus clientes y proveedores, su médico, el tendero, los asalariados y los acaudalados, su pareja, el más sabio de sus mentores, la señora más viejita de su casa y los niños…, todos, todas somos una bola de corruptos. El primer mandatario igualó priístas a mexicanos, y dijo que todos éramos como esos políticos.

    Afortunadamente un lenguaje no es una cosa, un lenguaje es un proceso. Un lenguaje es vulnerable a los actos comunicativos de todas y cada una de las personas que lo hablan: unos más, otros menos, todos incidimos en la constante remodelación del sentido de las palabras. Andrés Manuel López Obrador, incluso desde mucho antes de diciembre de 2018, ha incidido contundentemente en la redefinición de nuestro lenguaje, particularmente del lenguaje que usamos para tratar los asuntos públicos. Su esfuerzo por reestablecer el contenido semántico de la palabra política ha sido notorio.

    La política, ha insistido, no es un algo malo, sino algo bueno, un “noble oficio”. Por ejemplo, a finales de 2021 sostuvo: “Ya no es el tiempo de antes, de que para hacer política se tenía que quedar bien con los de arriba, andar ahí con los mayores y aprendiendo, y ni siquiera cosas buenas, sino mañas. Hay que tener los pies en la tierra siempre y hablar con la gente, y ser muy respetuosos con la gente y tenerle amor al pueblo. El que no le tiene amor al pueblo que no se dedique a la política…”

    Nuestro lenguaje es el instrumento principal con el que contamos para ponernos de acuerdo. Al mismo tiempo, el lenguaje es la expresión más fiel de lo que somos: redefinir lo que entendemos por política, lo que entendemos por político, es en última instancia redefinir nuestra sociedad, redefinir el acuerdo por el cual nos agrupamos. El legado del Peje es ya invaluable: simple y llanamente revitalizó nuestra viabilidad simbólica como organización socio-política.

    @gcastroibarra

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    En menos de tres meses sabremos quién será la persona que aparecerá en la boleta electoral como la aspirante de Morena a la Presidencia de la República para el sexenio 2024-2030.

    Mientras tanto, la verdadera disputa que se está dando entre los conservas tiene por objetivo determinar quién es su peor candidato o candidata…, ¡y no está fácil, la lucha está mucho muy pareja! Su abanico de opciones incluye sinvergüenzas e impresentables desvergonzados, groguis, cuetes quemados que jamás han tronado, avejentados juniors de la rancia aristocracia priísta, profesionales del argüende, malos comediantes e histrionisas. Y si bien no es noticia que desde hace mucho el conservadurismo mexicano le perdió totalmente el miedo al ridículo, hace unos días lograron lo que ya parecía imposible: ser más grotescos. Y lo hicieron como nos tienen acostumbrados: en nado sincronizado.

    Pensando —es un decir— en la candidatura presidencial del muégano PRIANrd, ahora los jilguerillos de la derecha andan cantando en donde pueden que, una señora que jura que fue trotskista es su mejor opción. Aluden como gran virtud política de la señalada que de joven vendió gelatinas. No sé si Enrique Krauze ya también sacó su matraca o no tarda en decir que, si Gran Bretaña tuvo en Margaret Thatcher a su Dama de Hierro, México tendrá en la señora Xóchitl Gálvez a su Doña del Yerro, pero el que sí ya declaró —en Latinus, but of course— fue Héctor Aguilar Camín. Loret de Mola preguntó: “¿Hay tiro para el 24?” A botepronto, el jefe del grupo Nexos respondió: “¡Sin duda!”, aunque también luego luego tuvo que condicionarse solito: que dependerá de que la oposición postule a “un candidato o una candidata que jale”. Ya encaminado, Loret pidió nombres y, cosa admirable, sin que le ganara la risa, el novelista campechano, muy ídem, dijo: “Xóchitl Gálvez es la que está activa y viva. Tiene unas enormes ventajas: es una candidata a la que no le pueden decir fifí…” Seguramente el también historiador-empresario no se dio cuenta, pero de paso les dijo fifís a todos los demás aspirantes de la derecha, fifís e inactivos y no vivos, es decir, muertos. Enseguida se fueron sumando otros, como si la comanda hubiera sido girada por el mismísimo señorito X. Por ejemplo, en Milenio, Agustín Basave en su columna sucintamente titulada Xóchitl afirma que la hidalguense afecta a las botargas es “la mejor carta en la baraja visible de la alianza opositora”. Con todo, quien mejor muestra la situación de la señora Gálvez, una panista que jura que no es panista, fue un tal Marietto Ponce, quien tuiteó un afiche que da para un montón de tesis en varios campos —ciencia política, diseño, psiquiatría, sociopatía, sociología, en fin…—.  ¿Les gustaría una presidenta así o prefieren una pinche corcholata?, escribió el fino señor y colgó una imagen de Xóchitl Gálvez con banda presidencial, con una banda y como con 30 kilos de menos y con el rostro fotochopeado al punto que parece un personaje de la famosa película de James Cameron. Más allá de lo inverosímil de la imagen, el manejo tipográfico dice mucho: la mitad de la “X” está formada por una banda presidencial y es la letra que se destaca, claro, como la de “Va X México”, como la de Claudio “X” González. Pura impostura: de botarga a avatar X.

    La fachiza se está esforzando para que hacer creer que la señora X, una de las tres senadoras panistas escandalosas, ganaría fácilmente la Ciudad de México y por eso mismo no se deja convencer de asumir la candidatura presidencial. Si a mí me preguntaran yo apoyaría la jugada: Xóchitl Gálvez sería tan mala candidata que representaría muy bien a la oposición.

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    Hace unos días, un amigo me envió una tablita en la que se muestran los resultados de las más recientes elecciones presidenciales: de Salinas de Gortari a López Obrador.

    En 1988, luego de los primeros comicios realmente disputados de la historia contemporánea del país, según los resultados oficiales, Salinas obtuvo 9.6 millones de sufragios, casi el 51% del total de los votos efectivos; y según la Comisión Federal Electoral, cerca de cuatro millones de votos más que su más cercano contrincante, Cuauhtémoc Cárdenas. Seis años después, en 1994 Zedillo ganó desahogadamente la Presidencia, con el 50% de los votos efectivos, ocho millones más que el panista Fernández de Cevallos, su rival más próximo. El prianista Vicente Fox, en el año 2000, consiguió el voto de cerca de 16 millones de electores, pero ese monto representó apenas el 44% de los sufragios válidos, es decir, mucho menos de la mitad. El fraude de 2006 se consumó con 15 millones votos para el abanderado del PAN, menos del 37% del total. Según el IFE, Calderón ganó la contienda con una ventaja de menos de un punto porcentual en el número de votos respecto a los que reconocieron para AMLO. En 2012, Peña, con todo y la Gaviota y el apoyo de Televisa, con todo y las tarjetas Monex, no logró alcanzar el 40% del total de sufragios: 19 millones de votos, apenas tres millones más que López Obrador. Finalmente, en 2018, más de 30 millones de mexicanas y mexicanos votamos por el candidato de Morena y sus aliados. AMLO obtuvo así prácticamente el 55% de los votos y rebasó con más de 17.5 millones de sufragios al candidato que quedó en segundo sitio, un panista hoy prófugo.

    Aunque mi amigo no incluyó ningún comentario, de cualquier forma, yo le respondí: Y con un poco de orden el/la próximo que gane la Presidencia va a superar ese porcentaje. De hecho, días después, Morena declaró que en 2024 al menos va por 33 millones de votos. Ahora sí, mi amigo contestó de inmediato: Difícil. AMLO es un fenómeno. Sí, claro —respondí—. Lo que sucede es que la próxima elección, sin competir, la ganará AMLO. Ahora sumen la seriedad de la oposición. Difícil no andar optimista.

    • @gcastroibarra
  • ¿Quién debe relevar al insustituible?

    ¿Quién debe relevar al insustituible?

    Cualquier análisis mínimamente serio sobre el proceso de selección de quien sucederá a Andrés Manuel López Obrador —esto es, en principio quien obtenga la candidatura de Morena en septiembre próximo— debe partir del hecho de que el señor que ejerce la Presidencia de la República desde diciembre de 2018 es insustituible. La condición humana nos hace a todos y a todas iguales: únicos e irrepetibles. Entre las dos personas más parecidas entre sí que puedan existir, pensemos en los llamados gemelos idénticos o monocigóticos, existen siempre diferencias sustanciales. Así que el carácter de irremplazable al que me refiero en relación a AMLO es otro y es específico: su capacidad de liderazgo.

    Claro, al respecto podríamos abundar y comenzar ya a verter mucha tinta a los caudalosos ríos que la historia del siglo XXI mexicano, con toda seguridad, dedicará a Andrés Manuel: visión, carisma, contacto con la gente, conocimiento directo y abstracto de la dimensión espacial de México, sapiencia y conciencia históricas, historia personal, persistencia, habilidad discursiva, encanto, fuerza persuasiva, valentía y prudencia, suerte, tino, congruencia, formación humanista, tablas…, en fin, podríamos seguir y seguir. Por lo demás, si bien una de las características indiscutibles del liderazgo de AMLO es su enorme facultad de innovación, es indispensable tener en mente que el formidable reto que enfrentará la persona que encabece a partir de 2024 el Poder Ejecutivo se puede sintetizar muy fácilmente: consolidación y continuidad de la Cuarta Transformación de la vida pública de México. Así que, aunque pudiera surgir un perfil semejante al del hombre que llegó desde el sur profundo, resulta que lo que ahora precisa la 4T no es innovación en el sentido de golpes de timón. La dirección está ya determinada.

    Así las cosas, a ninguna corcholata se le puede pedir que llene los zapatos de AMLO, sin embargo a todas se les debe exigir que se apeguen a los principios de la 4T. Considerando esto queda escandalosamente evidenciado que quien más conviene que suceda a López Obrador no es quien más desee hacerlo, ni siquiera quien más lo merezca, sino quien represente mejor al obradorismo. El apego al proyecto debe ser la característica definitoria.

    Si del proceso que lleva ya meses ocurriendo y sin embargo inició formalmente apenas el viernes 16 resulta candidato o candidata quien, desde la perspectiva mayoritaria de la base social que apoya al obradorismo, asegure el mayor apego a los principios de la regeneración nacional que impulsa la 4T, en septiembre estará definida la Presidencia de México para el próximo sexenio. Si no es así, si las encuestas que está organizando Morena no logran decantar patentemente a la persona adecuada, no la más parecida a AMLO sino la más obradorista, la sucesión presidencial se complicaría de manera innecesaria, imprevisible y muy peligrosa. Porque por ahora no hay misterio alguno: la oposición conservadora es un fantasma, un espectro despixelado, un espantapájaros que no espanta a nadie, un atajo de personajes insustanciales. Lo anterior es tan evidente que, hasta ahora, sin ninguna propuesta concreta, sin críticas de fondo a la gestión del presidente López Obrador, sin nadie que pueda encabezarlos de forma siquiera verosímil, la marabunta de querientes desesperados de la derecha y toda su opinocracia se han volcado a hablar (mal) del proceso de selección de Morena. La irrelevancia a gritos.

    Si lo dicho hasta aquí es certero, ¿quién debe pues relevar al insustituible? Para dar respuesta a la interrogante, de entrada, me parece que por puro procedimiento lógico conviene que descontemos a quienes no pueden, es decir, a quienes no cuentan con el respaldo suficiente de acuerdo a todas las encuestas: de los seis quedan entonces ya nada más tres. Ahora, de los tres que quedan, los tres punteros de acuerdo a todas las encuestas realizadas hasta ahora, ¿quién representa mejor al movimiento? Ciertamente, es difícil pero no imposible que alguien que se declare radicalmente obradorista luego cambie de postura y traicione los principios de la 4T, pero es mucho más probable que lo haga quien, de entrada, pretende desmarcarse en alguna medida del proyecto para ganarse las simpatías de quienes detestan al obradorismo. López Obrador ha dicho varias veces que la transformación de este país debe ser radical y que no es tiempo de zigzaguear. ¿Dicho lo anterior es necesario poner nombres para decir que de los tres punteros en realidad cada día que pasa se evidencia que sólo quedan dos?

    • @gcastroibarra
  • Atisbos de la atroz intervención que sueñan los fachos

    Atisbos de la atroz intervención que sueñan los fachos

    Por lo menos 4.5 millones de personas han muerto en Afganistán, Irak, Pakistán, Siria, Yemen, Libia y Somalia a causa de la llamada “guerra contra el terrorismo” declarada por Estados Unidos después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Por favor, aquilata el número. Cuatro y medio millones de seres humanos son más que la población total de países como Panamá, Croacia, Uruguay, Mongolia o Jamaica.

    La muerte de cuatro y medio millones personas equivale al exterminio de todos los hombres y todas las mujeres que habitan Michoacán, o la suma de la gente que reside en los estados de Aguascalientes, Campeche, Tlaxcala y Nayarit. Hablamos de una monstruosidad, de una tragedia humana enorme, y esto es precisamente lo que alienta la derecha golpista en México cuando impulsa y festeja las irresponsables ocurrencias injerencistas de algunos congresistas republicanos de Estados Unidos.

    El pasado 15 de mayo, el proyecto Costs of War del Instituto Watson de asuntos públicos e internacionales de la Universidad de Brown publicó el reporte Cómo la muerte sobrevive a la guerra. El impacto reverberante de la guerra Post-9/11 en la salud humana. En el documento se detalla:

    Posterior a los atentados del 11 de septiembre de 2001 [ocurridos en Nueva York y en el condado de Arlington, Virginia, cerca de Washington D. C.], el número total de muertos en las zonas de guerra de Afganistán, Irak, Pakistán, Siria, Yemen, Libia y Somalia podría ser de al menos 4.5 millones, aunque la cifra sigue aumentando. Algunas de estas personas murieron en los combates, pero muchas más, especialmente niños, han fallecido por los efectos colaterales de la guerra, como la propagación de enfermedades. Las muertes indirectas, estimadas entre 3.6 y 3.7 millones, se deben a problemas de salud resultado de la destrucción de las economías, los servicios públicos y el medio ambiente después de las acciones bélicas impulsadas por los norteamericanos. Las muertes indirectas siguen aumentando conforme avanza el tiempo. Aunque en 2021 Estados Unidos retiró sus efectivos militares de Afganistán, poniendo fin oficialmente a una guerra que comenzó con su invasión hace 20 años, hoy los afganos sufren y mueren por causas relacionadas con la guerra a un ritmo mucho más acelerado que nunca.

    El informe no atribuye responsabilidades directas a alguna de las partes beligerantes ni desentraña los factores intensificadores —como las acciones de gobiernos autoritarios, trastornos políticos relacionados, sanciones económicas globales, cambio climático, desastres ambientales o la acumulación de devastaciones de anteriores guerras—. Tampoco señala explícitamente culpables. En cambio, el informe muestra que las guerras posteriores al 11 de septiembre desataron muchos tipos de muertes. En última instancia, los impactos de la violencia son tan vastos y complejos que resulta imposible cuantificarlos.

    Entre el conservadurismo mexicano, no faltan quienes aplauden los amagos que algunos políticos republicanos han intensificado últimamente para presionar al gobierno del presidente Joe Biden de tal manera que se declare terroristas a los llamados carteles del narco que supuestamente operan en nuestro país, a fin de que se autorice la intervención directa en nuestro territorio del ejército norteamericano. ¿Se darán cuenta los costos humanos que eso tendría?

    El reporte de la Universidad de Brown explica que existen muchas consecuencias reverberantes de las guerras posteriores a septiembre de 2001, y que todas ellas han causado millones de muertes indirectas. En efecto, las acciones bélicas tienen como efecto directo destrucción y muerte, pero la cosa no queda ahí; enseguida, se producen al menos cuatro consecuencias que suelen subestimarse:

    • Colapso económico, pérdida de medios de subsistencia e inseguridad alimentaria;
    • destrucción de servicios públicos e infraestructura de salud;
    • contaminación ambiental, y
    • trauma y violencia colateral.

    Es bien sabido que las guerras suelen matar a mucha más gente indirectamente que en los combates directos. Desgraciadamente, en muchos casos las víctimas son niños pequeños. En el caso concreto de las guerras acometidas por Estados Unidos supuestamente para combatir al terrorismo, se estima que han provocado que más de 7.6 millones de niños menores de cinco años sufran cuadros de desnutrición aguda — emaciación—, en Afganistán, Irak, Siria, Yemen y Somalia.

    Y como siempre, los impactos de la guerra no le pegan parejo a toda la gente, sino que afectan más intensamente a unos que a otros:

    • Si bien los hombres tienen más probabilidades de morir en combate, las mujeres y los niños mueren más a menudo por los efectos colaterales.
    • Las mujeres en particular sufren la violencia de género, la cual siempre se agrava en tiempos de guerra.
    • Las personas que viven en zonas rurales son especialmente vulnerables cuando los servicios públicos, especialmente de atención médica, y las vías de comunicación se interrumpen o destruyen.

    Y, por descontado, la gente pobre es especialmente vulnerable. Los estudiosos de la Universidad de Brown descubren el hilo negro: “… con o sin guerra, las personas que sufren injusticias sociales debido a su pobreza, género, raza, etnia y/o legados coloniales tienen un mayor riesgo de muerte”.

    El reporte completo puede consultarse aquí.

    Y de nuevo, por favor trate de mesurar el dato: 4.5 millones de muertes… Por cierto, según Wikipedia, el total de fallecidos a causa de los atentados del 9/11, incluyendo a 19 terroristas, fue de 2,996 personas.

    • @gcastroibarra

  • El sueño mexicano

    El sueño mexicano

    Zara y George

    Ella era historiadora, experta en el siglo XX europeo; él, quizá la máxima autoridad mundial en el vasto campo de la literatura comparada. Jóvenes, se conocieron en Londres, gracias a una ensoñación compartida…, y, raro, no por ellos dos.

    En 1952, Zara, neoyorkina, y George, parisino, concluían sus respectivos doctorados en Oxford. Aunque ambos habían estudiado la licenciatura en Harvard, no se conocían… Algunos profesores que tenían en común compartían un ensueño: nacieron el uno para el otro, y el día que los presentemos se van a enamorar y van a casarse… Algunos apostaron, luego los presentaron… La boda de George Steiner (1929-2020) y Zara Shakow (1928-2020) habría de celebrarse menos de tres años después: el sueño en vigilia de aquel grupo de académicos se concretó.

    No sólo los sueños propios influyen en la vida de las personas, también, y quizá más, los ajenos. Zara murió un 13 de febrero, diez días después que su esposo.

    Sueño y lenguaje

    En uno de sus libros, Pasión intacta, Steiner incluye un texto en el que encara la siguiente pregunta: “¿Los sueños forman parte de la historia?” Especula que los humanos debimos de haber soñado desde los albores de la especie, antes incluso de haber desarrollado el lenguaje. Soporta su suposición en un hecho incuestionable, sobre todo para quienes hemos convivido con mascotas: los animales sueñan. Cree que el lenguaje apareció como una herramienta para contar e interpretar nuestros sueños. Si fue así, el sueño es el manantial de los mitos primigenios y del lenguaje mismo, ya que su evolución “se cumplió a través de una interacción dialéctica…” Por lo demás, los sueños nunca escapan del lenguaje: todos los informes de los sueños nos llegan al consciente a través de palabras.

    Sueño e historia

    La historicidad de los sueños es doble: por un lado, se convierten en materia de la historia, y por el otro existe una especie de historia de los sueños.

    Los sueños del rey o del profeta, por ejemplo, han sido temas consignados como parte de la historia de los pueblos. Históricos son también los horrores que la gente puede sufrir en sueños ante la inminencia del cambio de un siglo, o frente a determinadas amenazas, reales o imaginarias. Más incluso, apunta Steiner: “las revoluciones, antes de realizarse, son soñadas, primero por individuos, y luego por un grupo social. Y quizá el carisma de un líder se define precisamente como esa facultad de concebir un sueño anticipador, una fuerza capaz de suscitar sueños semejantes en los demás”.

    Los sueños, para usar la expresión de Bloch, “imprimen a la historia un movimiento hacia la esperanza”.

    En cuanto a la otra cara de la historicidad de los sueños, Steiner explica que en la cultura occidental la función que le reconocemos a los sueños ha mutado. Desde la Antigüedad vinculábamos los sueños a la prefiguración, es decir, se asumían como una visita al futuro, y se recuperaban al despertar por medio del lenguaje. Soñar se entendía como una forma de atisbar el porvenir e interpretar los sueños era un acto de adivinación. Pero a partir del Siglo de las Luces y decididamente después de Freud, los sueños dejaron de ser surtidores de predicciones, para entenderse ahora como pozos de recuerdos. Claro, algunas personas siguen queriendo hallar en los sueños pistas para prever lo que pasará, pero es innegable que desplazamos los sueños de la categoría de profecías a la de reminiscencias.

    Sueños y pesadillas

    Con todo, como desde hace miles de años, hoy una colectividad, para serlo, necesita compartir sueños.

    En octubre de 2014, semanas después del artero ataque a los normalistas de Ayotzinapa, escribía yo:

    Hoy el futuro nos queda cada vez más lejos, y casi nadie se anima a soñarlo. La situación de atrocidad que develó lo ocurrido hace unos días en Iguala, Guerrero, ha hecho que muchos prefieran no ver, no enterarse y hacer como si no pasara nada, o bien asumir el futuro como una pesadilla. Por eso urge que cada vez sean más quienes critiquen y manifiesten inconformidad. Porque George Steiner tiene razón, “toda crítica del apocalipsis es una utopía”.

    Hace poco más de diez años decía yo que nos urgía soñar para despertar de la pesadilla en la que estábamos.

    El sueño mexicano

    Durante la mañanera del 5 de mayo, el presidente López Obrador habló sobre la complicada cuestión migratoria. Resaltó que por primera vez en mucho tiempo el gobierno de Estados Unidos ha abierto la posibilidad para que, quien quiera ir a trabajar allá, pueda optar por hacerlo legalmente, en vez de arriesgar su patrimonio y la vida para llegar como indocumentado y aspirar al llamado ‘sueño americano’. Entonces relató:

    Hace unos días me contaron que en San Francisco un paisano que tiene su taquería estaba platicando con otro paisano y le dice: ‘Oye, vámonos ya de regreso a México. Qué sueño americano ni que nada, ahora es el sueño mexicano, ahora es el sueño mexicano…

    ¡Qué diferencia! No sólo despertamos de la pesadilla, además recuperamos la capacidad de soñar e instalamos el sueño mexicano como una referencia válida de la actualidad de nuestro país.

    Víctor Hugo, en su extraordinaria novela Los miserables, escribe: … nada mejor que el sueño para engendrar el porvenir.

    Larga vida al sueño mexicano.

    • @gcastroibarra
  • Oligarcas y coludidos totalmente rosas

    Oligarcas y coludidos totalmente rosas

    Oligarca rosa

    ¡Y sí!, aunque usted no lo crea, hace un par de días el señor que apenas unas cuantas semanas atrás seguía cobrando —y, en franca violación constitucional, mucho más que el presidente de la República— como consejero presidente del Instituto Nacional Electoral, digamos que quien encarnaba o debía encarnar al árbitro electoral de este país, el abogado Lorenzo Córdova Vianello, se animó a tuitear el siguiente esperpento:

    En las democracias al poder se le limita y controla, incluso al poder de decisión de las mayorías. Por eso son fundamentales los órganos de control y garantía, en primer lugar, la @SCJN a los que debemos cuidar y proteger. Va mi comentario en @latinus_us.

    Las instancias que arrobó Lorenzo Córdova son, claro, la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Latinus, el Poder Judicial y uno de los representantes más parciales y mentirosos de la mediósfera basura, aquella presidida por la ministra Piña y este encabezado por un fulano conocido popularmente como #LordMontajes. ¡Pura piña!

    ¡Ándale, pues!, que hay que controlar la decisión de las mayorías… ¿Así o más antidemocrático el exárbitro? ¿Y quién, oiga, quién debe controlar la decisión de las mayorías? La pregunta —que se la espeté vía Twitter y obviamente no se dignó a contestarme— no es gratuita. No está demás porque el licenciado redactó su proclama ocultando al sujeto del enunciado —el que ejerce la acción de los verbos— en el pronombre impersonal “se”. No importa, podemos conocer la identidad del pretendido limitador y controlador por exclusión… ¿Quién queda para limitar la decisión de las mayorías? Obvio, las minorías. Porque eso de “órganos de control y garantía” es una mafufada.

    Córdova debería haber firmado como Un vocero de la oligarquía. Porque no es necesario ponerse curro y citar a Bobbio o a Sartori para saber que una oligarquía, en cuanto a sistema de organización política, es precisamente eso, la “forma de gobierno en la cual el poder político es ejercido por un grupo minoritario”, y en cuanto a conjunto de personas, pues un “grupo reducido de personas que tiene poder e influencia en un determinado sector social, económico y político”. RAE dixit.

    Así que Lorenzo Córdova se quitó la careta de demócrata y se puso solito en su lugar: se pasó del rosa INE al rosa Latinus.

    Coludidos rosas

    La oposición está más hundida que nunca. En caída libre, el prianismo se desbarranca, se apresura a su acabose. Este año van a perder el bastión priísta, el centro neurálgico y económico del Atlacomulco Power, el Estado de México. Y si me apuran, todo apunta a que en 2024 los panistas también van a perder su joyita chilanga, el nidito del aspiracionismo clasemediero y segunda plaza del buenaondismo progre, la demarcación territorial Benito Juárez.

    Antier, el miércoles, luego de que se supo que, en el contexto del chiquero enmarcado en el HT #CartelInmobiliarioBJ, hay también imputaciones directas en contra del alcalde en funciones de la BJ, Santiago Taboada, los dirigentes —es un decir— del PRI, el PAN y lo que queda del PRD salieron dizque a defenderlo. Dizque muy unidos todas y todos. ¡Cual! La alianza opositora no está unida, está coludida.

    Bravucón y pendenciero, todo enrojecido de su facha, el abogado Santiago Creel gritoneó una diatriba supuestamente dirigida a AMLO:

    — ¡Si tocas a uno tocas a todos!

    Bueno, pues dadas las circunstancias, el aserto pasa prácticamente como una confesión de culpa colectiva…, y no está para dudarse: el señor tenía al lado no nada más al propio Taboada, también al tal Alito, a Quadri y al diputado panista Jorge Romero, el ex jefe delegacional de la misma BJ, quien según la señora Margarita Zavala —quien se presentó también en esa misma bola, muy risueña ella—, es “representante de la política de los moches” y dueño de la demarcación territorial —así se lo dijo, en cadena nacional, a Carlos Loret—.

    Impericia estratégica no les falta. Los pobres resultaron tan reaccionarios que, cuando se refieren a la contienda electoral de 2024, ¡siguen peleándose con el presidente López Obrador! Tan reaccionarios como bobos: escogen de contrincante a quien ya se va, pero quien por ahora trae por ahí del 70% de aprobación.

    Por lo demás, el panismo pendenciero cada día le pierde más y más el miedo al ridículo, y como si les faltaran cuadros, en el mismo evento llevaron a la señora alcaldesa de la Cuauhtémoc… ¿Se imaginan la escena?

    — Necesitamos más oradores que nos den seriedad, formalidad y altura…

    — ¡Invitamos a Sandra Cuevas!

    Y cero propuestas, pura alharaca en contra de la 4T. Hace unos días decía yo en esta columna que a estas alturas queda claro que la única esperanza más o menos racional que le puede quedar a la oposición no está en sí misma, sino en los errores que se puedan cometer Morena. Dudo que Creel me haya leído, pero bien que afirmó con esos modos de expresionismo carpero que tanto les gusta:

    — Estamos sobre todo unidos, a diferencia de Morena. Mientras que aquí estamos unidos allá están divididos…

    ¿Y qué los une? Cuando Creel gritonea “Aquí vamos mucho más allá de los partidos” significa lo que todos sabemos: que hasta a los prianistas les da pena pertenecer al PRIAN. De ahí que desde hace meses el combo X ande totalmente de rosita.

    En fin, tengan por seguro que la decisión de las mayorías los va a seguir tocando.

    • @gcastroibarra
  • El aparecido y las falencias de los chombos adictos 

    El aparecido y las falencias de los chombos adictos 

    Querían un muerto y el miércoles por la tarde se les apareció un vivo…, qué digo vivo, ¡vivísimo!

    El vivo se apareció en Plaza de la Constitución s/n, centro histórico, Cuauhtémoc, 06066, Ciudad de México: ¡nada menos que en los pasillos de Palacio Nacional! Se apersonó el que andaba ausente, y a la oposición y a su extensa vocería, claro, les dio tremendo patatús. 

    ¡A los zopilotes se les puso la piel de gallina! ¿Zopilotes? Sí, gallinazos, buitres o zonchos, porque a lo largo de los tres días durante los cuales el presidente de la República se mantuvo en confinamiento y más o menos descansando, los rabiosos conservas se volvieron a azopilotar de fea manera: sacaron a relucir sus deseos perversos y las oceánicas cantidades de odio que les obnubilan el alma y las entendederas. La derecha decretó que el tweet y el mensaje que posteó en Face el primer mandatario no expresaban la realidad: parvadas de indecentes chombos negrearon la mediósfera, y negaron la versión oficial de los hechos, volcándose a gruñir su malagüerismo sistemático: que cuál COVID, que más bien lo que le pegó a López no fue un “presunto infarto” —como aseguró en su primera plana el Diario de Yucatán—, sino un infarto de a de veras y de los, si no fatales, por lo menos sí fatídicos… No faltaron los taimados que dijeron que no, que con toda certeza lo que le había pasado al macuspano —porque para la derecha al parecer ese gentilicio es un insulto— había sido una embolia o un infarto cerebral o un accidente cardiovascular o un soponcio neurológico generalizado…, en fin, hasta creativos se pusieron algunos carroñeros.

    — No, mira, lo que le pasó al viejo, para que me entiendas, es algo así como una desbielada de las sinapsis porque los axones se le atrofiaron por falta de lubricante.

    Vocablos como infarto, embolia, paro cerebral, trombosis, isquemia, necrosis… inundaron las redes. Por Whats circularon dizque pantallazos de chats con algunos doctores o con la hermana de algún galeno o con una enfermera que le tocó atender al Peje en el Hospital Militar…, en las que garantizaban que ahora sí YSQ ya no se paraba para contarla.

    Y así andaban, felices y obscenos, volando en círculos, tirando mala vibra sin empacho, haciendo memes para invocar a la Pelona, exigiendo pruebas de vida y rogándole al Sars-Cov-2 que ejecutara el magnicidio, convocando a la muerte, cuando el video de Andrés Manuel López Obrador comenzó a circular por Twitter y el Face… Y el colmo, el casi ya septuagenario no apareció en la cama ni de bata blanca o demacrado, sino entero, bien vestido, de pie y caminando, mientras se aventó una amena plática de casi veinte minutos… ¡Sáquense a volar, pajarracos!

    La misma noche del miércoles, algunos de los más notorios opinócratas del conservadurismo tuvieron la oportunidad de mostrar su bajeza en cadena nacional y en horario estelar. Sergio Sarmiento tuvo el descaro de esgrimir:

    — Y cuando no tienes información, también como medio de comunicación, pues especulas…

    O sea: tenemos derecho de prescindir totalmente de cualquier ética profesional, tenemos derecho a ser perversos, tenemos derecho a decir cualquier estupidez que se nos ocurra… Pues no, ¿verdad? Porque, mire, señor ZarMiento, usted puede especular todo lo que le venga en gana, pero si está transmitiendo en un medio informativo tiene la obligación de de advertir al público que sus dichos no son veraces ni producto de investigación alguna, sino de eso, de especulaciones, es decir, que está usted presentando conjeturas sobre algo sin conocimiento. Y si quiere le doy un ejemplo:

    No tengo la certeza, de hecho, nada más especulo lo siguiente: el señor Sergio Sarmiento suele aparecer a cuadro con esa cara de compungido porque sus malas prácticas mentales afectan ya también el desempeño de su sistema digestivo. 

    ¿Vio? Especulé, pero lo explicité. 

    Por lo demás, ¿cuál vacío de información? AMLO dio a conocer su estado de salud horas después de que fue diagnosticado, de tal suerte que quienes decidieron no creerle lo hicieron bajo su responsabilidad.

    En el mismo espacio televisivo, otro de los odiadores metódicos de la 4T, Raymundo Rivapalacio, quien defendió las barbaridades que publicó sobre la condición del presidente:

    — Esa no fue una especulación. Fue una información de dos fuentes de muchos años, de calidad, que, pues, de lo que hemos visto, pues estaban equivocadas, y al estar equivocadas, yo estoy equivocado.

    Pues tampoco, oiga, no fue una equivocación, fue una mentira. Si a usted le preguntan cuál es la raíz cuadrada de 2 y contesta que 222, estará usted en un error, un error grande, por cierto. Es decir, estaría usted equivocado. En cambio, si usted supiera que la raíz cuadrada de 2 es un número irracional y tiene una representación decimal infinita no periódica, que comienza aproximadamente como 1.41421356, y sabiéndolo responde cualquier otra cosa, entonces estaría mintiendo. Ahora, si usted contesta:

    — Pues no sé, pero creo que es como 2 por 4.

    En este caso podríamos decir que usted especula. En cambio, si por ejemplo afirma:

    — Según un grupo de expertos matemáticos de Alemania, la raíz cuadrada de 2 es –1.414.

    Entonces usted estaría profiriendo una falencia malintencionada, esto es, usted estaría tratando de engañarnos. Y eso es precisamente lo que uste hace consuetudinariamente.

    En fin, otra vez la oposición moralmente derrotada mostró su inmoralidad. Tan mal están saliendo del episodio, que no tardaron en comenzar a circular el cuento de que quizá el presidente jamás estuvo enfermo y que todo fue un montaje para dejarlos en ridículo. Patéticos.

    Coda

    Antes del 1º de diciembre de 2018, podían pasar días y días sin que tuviéramos noticia alguna del presidente, y nadie los extrañaba. Eso ha cambiado drásticamente. No sólo, durante estos últimos días se ha demostrado que en México vivimos una curiosa paradoja: la oposición es adicta a AMLO. 

    • @gcastroibarra
  • Irrelevante

    Irrelevante

    A dos tamaulipecos.

    Lo que sigue tiene dos antecedentes: el primero, una comida ocurrida el sábado; el segundo, una columna de opinión publicada tres días después, el miércoles 19. La comida tuvo lugar en un municipio conurbado a Toluca; el texto apareció en El Financiero. El convite tuvo como propósito celebrar el cumpleaños de un sociólogo inteligente y generoso. La columna se titula “Trópicos”, y la entrega de esta semana, “Tiempo de híbridos”, en alusión directa a la rola de Rockdirgo González. El sábado fuimos agasajados con una variedad de platillos marroquís —cuscús, pastilla, carne con ciruelas…—, buenos vinos, te, pastel, café… Omar Cepeda escribió el texto publicado el martes. Ambos, él y yo, junto con otra docena de personas, fuimos invitados a la celebración del sábado. Sin mencionarlo explícitamente, el texto que Omar publica el martes alude evidentemente tanto a los desacuerdos como a los acuerdos que tuvimos oportunidad de ventilar el fin de semana.

    El acuerdo fundamental se escribe fácil: a los dos nos parece que la referida canción del tamaulipeco Rodrigo Eduardo González Guzmán (1950-1985) es una obra maestra. El desacuerdo también puedo frasearlo fácil —aunque quizá él dirá que no es así—: Omar Cepeda es opositor a Andrés Manuel López Obrador y la 4T, mientras que yo me ubico en la antípoda: apoyo abiertamente al Movimiento de Regeneración Nacional que encabeza AMLO, e incluso me considero obradorista. La situación anterior, los vinos y la capacidad de discutir vehementemente, pero de manera civilizada, permitió que el sábado, en momentos provocando cierta alarma entre el resto de los comensales, enfrentáramos nuestros respectivos puntos de vista. Omar Cepeda cierra su columna del martes diciendo:

    “Tiempo de híbridos”, cuando para muchos ya es irrelevante preguntarse o responderse si nuestro presidente es de izquierda o de derecha… y es que “era un gran sabio rupéstrico, de un universo doméstico, Pithecanthropus atómico, era líder universal”.

    El parrafito exige una exégesis mínima, acerca de al menos tres puntos. Primero: las últimas palabras, que aparecen entrecomilladas, son parte de la letra de “Tiempo de híbridos”. Segundo: esos “muchos” para quien “es irrelevante preguntarse si nuestro presidente es de izquierda o de derecha” en realidad no son muchos, sino uno, uno solo, en concreto, yo. Lo digo porque sucedió que el sábado, en algún momento de la polémica, Omar me preguntó:

    — Bueno, pero dime, ¿es el presidente un hombre de izquierda?

    A lo que, en efecto, respondí:

    — Tu pregunta es irrelevante.

    Y tercero: dada la estructura en la que está redactado el texto omariano, no queda claro a quién endilga la descripción tomada de la rockdrigiana rola, ¿a quien piensa que resulta irrelevante preguntarse si el presidente es de izquierda o de derecha, o al presidente mismo? Si se dirige al primero, puedo decir que no me parecería ofensivo ser llamado “un gran sabio rupéstrico, de un universo doméstico”, al contrario, hasta a halago me suena, y ni siquiera “Pithecanthropus atómico, aunque lo de “líder universal” sí que ya resultaría de una ironía casi agresiva. Si en cambio, la descripción va dirigida al señor presidente de la República Mexicana, dado el contexto y considerando al emisor del mensaje —no el cantautor urbano, sino el periodista de El Financiero—, tendremos que convenir en que llamar “un gran sabio rupéstrico” a Andrés Manuel está peligrosamente próximo al agravio “Mesías tropical” ideado por Enrique Krauze.

    Estos son los antecedentes y lo que viene no es una respuesta punto a punto a todo lo que Cepeda escribe en su columna —una serie de desaprobaciones al presidente—, sino solamente a lo que considero como una alusión personal.

    La rola del buen Rockdrigo es una crítica atinada y feroz a la indefinición, a la pérdida de identidad cultural que la entonces aplaudidísima globalización comenzaba a provocar. Lo que digo no es producto de una sesuda labor de hermenéutica, sino de un simple esfuerzo de comprensión lectura; ya al final, canta: “era un gran tiempo de híbridos… en la vil penetración cultural, en el agandalle transnacional, en la vulgar falta de identidad”. Así que retrotraer esta situación aparejada a mi respuesta de que es irrelevante la pregunta de si AMLO es de izquierda o no, podría leerse también como un asunto de indefinición. Si tal es la lectura, es errónea. Me explico y termino…

    La pregunta es irrelevante porque su respuesta carece de importancia, de significancia. La irrelevancia de la pregunta no estriba en que la definición de la identidad política de AMLO no sea importante, sino en que la discusión en torno a lo preciso o no de la etiqueta de izquierda es baladí. El 2 de diciembre de 2018, la BBC publicó una nota titulada: “Mexico’s López Obrador sworn in as first leftist president in decades” —y sí, leftist president se traduce como “presidente de izquierda”. Hace justo un año, el analista Nathaniel Parish Flannery publicó un artículo en Forbes en el que cuestiona si AMLO es el “nuevo autócrata latinoamericano”, en la que espeta: “Los observadores extranjeros luchan por caracterizar a López Obrador. Algunos comentaristas de televisión en Estados Unidos se refieren erróneamente a él como socialista.

    Otros analistas extranjeros ingenuos lo ven manifestarse contra los ‘conservadores’ y los ‘neoliberales’ y lo abrazan como un político moderno de izquierda. Pero, incluso si López Obrador se esfuerza por ser la antítesis de un ‘neoliberal’, eso no significa que sea un progresista. Se le entiende mejor como un conservador de la vieja escuela”. Es decir, de izquierda o no, al señor el Peje le cae muy mal y dice que es conservador. Claro, eso no piensan hoy en los gobiernos de Cuba, Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia, tampoco eso ha dicho el líder de la izquierda francesa Jean-Luc Mélenchon, quien en cambio ha declarado que viene a México a aprenderle a AMLO. Sirva esto no para insistir tercamente en que sí, AMLO es de izquierda… No importa, es irrelevante, tanto como que lo que queda del PRD, partido que hoy apoya a la candidata del PRI al gobierno del Edomex, sostenga que es “la verdadera izquierda” de este país. 

    La postura política de López Obrador puede ser definida por negación: de izquierda o de derecha, rojo o morado, autoritario o liberal…, cualquiera que sea la etiqueta que le guste, la postura política de AMLO se define fácil: las fuerzas del status quo previo al 1 de diciembre de 2018 lo asumen como su adversario.

    • @gcastroibarra