Categoría: Germán Castro

  • ¿Somos muchos?

    ¿Somos muchos?

    Supongamos que a usted le brincó una interrogante. Supongamos que quiere saber cuántas personas viven hoy en México. Sería bastante lógico que usted acudiera al sitio web del INEGI para hallar el dato, pero me temo que un montón de gente acudirá primero a Wikipedia. Si es el caso, es probable que muchos lleguen a la entrada “Países y territorios dependientes por población”. Ahí, hallarán en las alturas de la tabla, en el sitio diez, a México, con 130 millones 536 mil habitantes. ¿A qué fecha se refiere el dato? En el cabezal de la tabla, la columna se titula “Proyección exponencial de la población al 1/1/2025”. Ahora que si usted llega a la misma entrada, pero en idioma inglés, encontrará a nuestro querido país en la misma posición, décima, pero con un poquito menos de gente: 130,294,079 habitantes.

    En el sitio especializado Statista encontré la página Twenty countries with the largest population in 2025. Aquí México, aunque con más habitantes, 131.4 millones, ya no aparece entre los diez países más poblados del orbe, sino debajo de Etiopía en la posición 11. El mismo lugar en la tabla ocupamos según los números del robusto sitio worldometer, entre Etiopía y Japón, y acá con 131.6 millones.

    A quienes los algoritmos de Google los hayan llevado a la página U.S. and World Population Clock, alojada en el sitio en internet del U.S. Census Bureau, verán que, según la oficina encargada de las estadísticas oficiales del gobierno norteamericano, en México radicamos 131.7 millones de personas, mientras que a Etiopía la ponen atrás de nosotros, con 121.3 millones. Curiosamente, la CIA, la agencia de inteligencia del mismo gobierno de Estados Unidos, informa que somos un millón menos —¿la CIA no tendrá bajo vigilancia al Census Bureau?—.

    Pero ¡bueno!, supongamos que por fin alguien se dirige a donde puede encontrar información oficial y confiable para despejar la aludida duda. Quien así lo haga, en el homepage del sitio del INEGI, justo debajo de la barra del menú, arriba a la izquierda, verá un recuadro blanco en el cual, en tres renglones, podrá leer: Población / 126,014,024 / personas. ¿Asunto solucionado? No, porque en un cuarto renglón en el mismo recuadro, con letra más chiquita, dice: 2020. En efecto, habitábamos este país poquito más de 126 millones de hombres y mujeres justo hace cinco años, cuando se llevó a cabo el más reciente Censo de Población y Vivienda —el operativo de levantamiento de la información ocurrió del 2 al 27 de marzo, justo al inicio de la pandemia—. Para darse uno una idea, quizá podría servir saber que cinco años antes, es decir, en 2015, según la Encuesta Intercensal realizada también por el INEGI, éramos 119.5 millones. Redondeando, de 2015 a 2020 aumentó la población total de México en 6.5 millones de personas. Si a lo largo de los últimos cinco años nuestra población hubiera aumentado exactamente la misma cantidad de habitantes, ahora seríamos 132.5 millones. ¿Será? Mejor, ¿seremos? 

    Por más tosca que sea la estimación anterior, mantiene cierta lógica con la cifra a la que llegó el INEGI para 2023: según los resultados de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica levantada hace un par de años, entonces éramos 129.5 millones. También en el sitio web del INEGI quien dedique un poco de tiempo para encontrarlas podrá conocer las estimaciones de población total para el país que aporta la ENOE: al cuarto trimestre de 2023, 129.6 millones, y 130.3 un año después. Ahora, según las estimaciones de la ONU a mediados de 2025 seremos un poco menos, 131.9 millones. Con todo, conviene recordar que en México, así como el INEGI es el organismo oficialmente encargado de aportar los datos censales, las estimaciones de población son responsabilidad del Consejo Nacional de Población. Bien, pues el CONAPO calcula que somos más. Según su Conciliación Demográfica de 1950 a 2019 y Proyecciones de la población de México y de las entidades federativas 2020 a 2070, a mediados de 2025 la República Mexicana estará poblada por 133.4 millones de seres humanos. 

    Tomando por buena la proyección de CONAPO, para tratar de dimensionar ¿qué tantos somos, digamos que esos 133.4 millones de personas son solamente una persona? Dada esa proporción —población total de México = 1— ¿cuántos seres humanos pueblan el planeta Tierra? Bueno, además del mexicano… o mexicana mejor, que es hoy tiempo de mujeres, el mundo tendría 60 habitantes más, la gran mayoría de ellos, 36, pululando en un continente, Asia —en la conflictiva Europa, y considerando toda Rusia como parte de ese subcontinente, en la proporción población de México igual a un habitante, viven poco menos de seis personas—. De las 61 personas que hay en el mundo, 21, más de un tercio (35%), viven en India y China. ¿Y cuántas personas habitan hoy en Estados Unidos? 2.56 

    Actualmente la alianza económica y política conocida por las siglas de los primeros países que la formaron, los BRICS, se integra por diez miembros: Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán. Si igualamos el total de habitantes de México a una persona, en los BRICS viven casi 27, mientras que en los tres países que integran el tratado de libre comercio que Trump está dinamitando cuatro solamente.

    Siempre conviene tomar cierta perspectiva para calarle el agua a los frijoles, más cuando las cosas se ponen color de hormiga.

    • @gcastroibarra
  • Lesiones autoinfligidas intencionalmente I

    Lesiones autoinfligidas intencionalmente I

    We do not suffer by accident.

    Jane Austen, Pride and Prejudice

    Hace unos días con un grupo de estudiosos del alma humana comentaba un texto de la psicoanalista británica Jane Temperley alusivo al concepto de posición depresiva construido por Melanie Klein (1882-1960). El tema llevó fatalmente al asunto del suicidio. Algunos mencionaron determinadas tendencias; por ejemplo, que es más común que los hombres atenten contra su propia vida que las mujeres, y algo se dijo también dijo acerca de la manera diferenciada en la que se presenta el fenómeno en los diferentes tramos de la vida: ciertamente, ahora es más raro que se suicide la gente mayor y más común que lo hagan los jóvenes. Causalidades de la vida, ese mismo día, pero muy temprano por la mañana, el INEGI dio a conocer las cifras preliminares de las Estadísticas de Defunciones Registradas correspondientes al período que va de enero a septiembre de 2024. ¿Qué dicen los datos duros más recientes?

    En principio hay que decir que afortunadamente el suicidio —“lesiones autoinfligidas intencionalmente” se denomina oficialmente— no aparece como una de las principales diez causas de muerte en este país. Las tres primeras causas de muerte son las mismas tanto para hombres como para mujeres: en un primerísimo lugar están las enfermedades del corazón: de enero a septiembre de 2024 se registraron casi 145 mil fallecimientos debido a ellas. En segundo sitio está la temible diabetes mellitus, con poco más de 84 mil registros, y enseguida, con 71.3 mil muertes, los tumores malignos, el pérfido cáncer. En el cuarto peldaño encontramos a las enfermedades del hígado (30,263 muertes registradas). Hasta aquí, pues, las principales procedencias de la mortalidad en nuestro país son enfermedades no transmisibles.

    Sin embargo, la quinta causa de muerte en México se clasifica como “externa” y corresponde a eventos que, por definición, no debieron haber ocurrido: accidentes. De enero a septiembre del año pasado se registró que 29,585 hombres y mujeres dejaron este mundo en México accidentalmente. No estoy afirmando, claro, que dichos óbitos ocurrieron sin que existieran las condiciones respectivas —quien murió porque se rompió la cabeza porque se cayó de un caballo, andaba a caballo en un sitio en el cual la ley de la gravedad manda—, retrotraigo sólo lo obvio: un accidente es precisamente un suceso eventual que altera el orden regular de las cosas, y andar a caballo no tiene por esencia romperse la crisma. Aplica aquí una frase que tristemente uno escucha muchas veces en los velorios: No debió ocurrir. Por lo demás cualquiera puede intuir que en la enorme mayoría de dichos accidentes no estuvo involucrado un equino ni cualquier otro cuadrúpedo, sino, seguramente, un automóvil de combustión interna. No sólo, me temo que quien esté leyendo esto tendrá el prejuicio de que, tratándose de accidentes, los varones somos mucho más propensos a cometerlos que las damas. Si es su caso, permítame decirle que su prejuicio es certero: 78 de cada 100 muertes por accidente tuvieron como víctima a un masculino. 

    Las dos siguientes causas de muerte, sexta y séptima, son también enfermedades: influenza y neumonía —estas sí transmisibles— y padecimientos cerebrovasculares. En octavo lugar —no debería estar en ninguno— se ubican los asesinatos: 23,334, 88% de los cuales fueron perpetrados en contra de un hombre. Finalmente, en los dos últimos sitios de las diez principales causas de muerte se hallan las enfermedades pulmonares obstructivas crónicas y la insuficiencia renal.

    Únicamente hasta que segmentamos el total de las defunciones registradas por grupos de edad aparece, lamentabilísimamente, el suicidio. Si bien no encontramos este flagelo entre las diez primeras causas de muerte en los grupos etarios hasta los nueve años, en el grupo de niños y niñas de 10 a 14 años las lesiones autoinfligidas intencionalmente se posicionan como la cuarta causa de muerte. En el siguiente grupo de edad, 15 a 24 suben un escalón, para quedar sólo por debajo de los accidentes y los homicidios: estamos hablando de 1,443 jovencitas y jovencitas que se quitaron la vida. En adelante, el suicidio va desplazándose: entre la gente de 25 a 34 años fue la quinta causa de muerte; de 35 a 44 años, la séptima; de 45 a 54, la décima, y después de los 55 ya no aparece entre las diez primeras. Y vale la pena subrayarlo: en cambio, no hay un solo momento de la vida en la cual los accidentes no estén ubicados entre las diez principales causas de muerte en México —de hecho, de 0 a 54 años, siempre entre las cinco primeras—.

    En fin, hay que cuidarse; de por sí, estar vivo siempre es mortal.

    • @gcastroibarra
  • La increíble y exorbitante hacienda del oligarca pretoriano y su jefe descocado

    La increíble y exorbitante hacienda del oligarca pretoriano y su jefe descocado

    Un africano inmigrante en un país de América, Estados Unidos, seguramente él sí con papeles, posee una fortuna estimada en casi 385 mil millones de dólares. Hablamos de cinco veces más dinero que lo que ha amasado el mexicano Carlos Slim. Se escribe fácil, pero 385 millardos de dólares es una cifra estratosférica, fuera de nuestra perspectiva. Intentemos aterrizarla… o “interiorizarla”, como dijo el oligofrénico sudamericano.

    Yo me muevo cotidianamente en bicicleta. Ocasionalmente, para algunos trayectos largos o cuando está lloviendo, uso el metrobús o el metro, pero prefiero andar sobre dos ruedas o incluso caminando. No tengo bici propia, uso las ecobici, el sistema de bicicletas públicas compartidas del gobierno de la Ciudad de México. Por eso, la mayor parte de mi gasto de transporte lo pago en una anualidad. Hoy sigue costando lo mismo que pagué la última vez: 545 pesos. Considerando que, en promedio, realizo 14 viajes a la semana en bici, esto es, 728 al año, cada viaje me cuesta 75 centavos de peso. Si usara siempre el metro, que cuesta 5 pesos por viaje, e hiciera el mismo número de trayectos, gastaría 3,640 pesos al año, y si usara el metrobús, que cuesta un peso más que el metro, gastaría anualmente 4,368 pesos.

    Bueno, ¿y si me comprara un auto? El Renault Kwid es uno de los autos nuevos más baratos en México, quizá el más barato. Es un auto compacto que se promociona como una opción “eficiente en el consumo de combustible, ideal para la ciudad”. Su precio inicial en agencia ronda los 230,000 pesos. Si el auto me durara cinco años, sin contar gasolina, servicios, reparaciones, estacionamientos, mantenimientos, seguros, tenencia, en fin, cada trayecto me costaría 63 pesos…, contra los 75 centavos de la ecobici. Nada más 8,300% de diferencia.

    Pero, bueno, quedémonos con el “eficiente” Renault Kwid. Su costo, 230 mil pesos, con los cuales me alcanzaría para pagar 422 años de ecobici, es ridículo respecto al costo de un Tesla es el Model S Plaid, que alcanza un precio base de 2,630,000 pesos. Usted podría comprarse once Renault Kwid con ese dinero, y le sobrarían más de cien mil pesos para sus chuchulucos. Ahora, tampoco se vaya usted de espaldas con el costo de un Tesla S Plaid, porque si de viajar en la CDMX se trata y uno quiere evitarse el tráfico y el contacto con el resto de los mortales, pues nada mejor que un helicóptero. Un helicóptero Bell 206 Jet Ranger III cuesta sólo 850 mil dólares, así que usted nada más necesitaría la cantidad de dinero que le costaría el Tesla S Plaid 6.6 veces. No es tanto, échele ganas. Ahora, si pensamos que usted puede pagarse un helicóptero muy probablemente sus trayectos no tengan nada que ver con los míos. Seguramente usted se mueva alegremente por el mundo, mínimo CDMX-NY, NY-Miami, Miami-Monterrey…, en fin. Entonces usted requiere no un helicóptero, sino un avioncito. Mire, un avión ejecutivo ligero Embraer Phenom 100 le costaría apenas unos 4.5 millones dólares, es decir, unos 400 carritos Renault Kwid.

    Bueno, dese usted una idea: el señor africano aludido, dueño por cierto de Tesla, podría gastarse su fortuna comprando 42 mil avioncitos Embraer Phenom 100, 125 mil helicópteros Bell 206 Jet Ranger III, 200 mil Tesla S Plaid, un millón de Renault Kwid, pagarnos cinco años de anualidades de ecobici a cada uno los 9.2 millones de habitantes de la CDMX, y le quedarían poquito más de 51 mil millones de dólares para ir pasándola. El magnate, quien, por cierto, se llama Elon Reeve Musk, tiene 53 años cumplidos, Si suponemos que además de dinero, el pretoriano —nació en Pretoria— tiene buena genética y suerte, y alcance los cien años con vida, pues le quedan 47, así que en promedio podría gastar, sin necesidad de hacerse un céntimo más, 1,094 millones de dólares por año, casi 3 millones de dólares… al día.

    En suma, míster Musk tiene un océano de dinero. El tipo es tan rico que, al parecer, ya se compró una casa blanca con todo y la voluntad de su inquilino actual. En fin… El hombre más rico del planeta, quien ahora se divierte troleando al gobierno de Estados Unidos desde el gobierno de Estados Unidos, anda muy apurado corriendo gente de la burocracia gringa, y además ya le quitó todo el dinero a los programas de ayuda e intervención disfrazada y descarada, todo para ahorrar. Dijo hace un par de días que lo hace para combatir a la burocracia y reinstalar la democracia. Mientras tanto, míster Trump, ¿su jefe?, en su red social —en la de él, no en la de Musk— posteó un mensaje el día 19 de febrero que terminó con la leyenda LONG LIVE THE KING!, así, en gritonas mayúsculas. Por cierto, el actual presidente de Estados Unidos en junio cumplirá 79 años. Ojalá todavía pueda andar en bicicleta, es muy disfrutable.

    • @gcastroibarra
  • Sumar ceros

    Sumar ceros

    Si bien el dinero no puede comprar la felicidad,
    ciertamente te permite elegir tu forma de miseria.

    Groucho Marx

    No sé si fueron ellos quienes acuñaron la palabrita, pero en su más reciente reporte anual, publicado hace apenas unos días, los investigadores de Oxfam echan mano del término milmillonario. Cualquiera puede deducir su significado: un milmillonario es un sujeto que posee al menos mil millones. ¿Mil millones de qué? De lo que sea: piedras, burros, piñatas, yuanes… En el caso concreto del informe de Oxfam —El saqueo continúa. Pobreza y desigualdad extrema, la herencia del colonialismo—los milmillonarios aludidos son los dueños de al menos mil millones de dólares estadounidenses.

    Milmillonario no es un vocablo que aparezca en el diccionario de la RAE, pero no estaría mal que lo incluyeran. Abonaría en favor de la claridad y en contra de la confusión que suele provocar la falsa cognación que existe entre el inglés billion y el español billón. Recuerden: para los angloparlantes one billion, es igual a mil millones, mientras que para nosotros un billón es igual a un millón de millones. No hace mucho la propia RAE incorporó una palabra para traducir al español el inglés billion: millardo, es decir, mil millones. Así, por ejemplo, la población total del mundo asciende a 8.2 millardos de seres humanos, eight point two billion inhabitants.

    Un milmillonario, pues, es el feliz dueño de al menos mil millones de algo, de un millardo de algo, de libros, de pesos, de dólares… Milmillonario —y no billonario— corresponde a la palabra billionaire en inglés.

    Mil millones es una cifra que usted y yo entendemos, digo, sabemos qué un millón de millares es igual a diez millones de cientos… o a diez cientos de millones… o a cien millones de decenas, y que un millón son diez mil cientos o cien mil decenas, por ejemplo. De acuerdo, podremos saber todo eso, podemos escribir los guarismos correspondientes con el número correcto de ceros a la derecha, incluso podemos realizar operaciones aritméticas con magnitudes enormes, pero difícilmente dimensionamos los montos. Tratándose de cifras abultadas, el brinco del dígito —del concepto matemático— a lo analógico no lo pega cualquiera. Comprender grandes números no es un problema de algunos sino una condición de todos: los humanos en general batallamos para asimilar cantidades ingentes, sencillamente porque son abstracciones que se refieren a realidades que están muy por encima de nuestra propia escala. Usted y yo tenemos dos manos, cada una con cinco dedos, así que podemos vislumbrar muy bien qué son dos gatos jugando en un departamento o seis manzanas sobre una mesa o siete cubetas llenas de agua que hay que subir tres pisos por las escaleras, incluso no nos cuesta mucho trabajo visualizar que si uno compra un kilo de huevo usualmente se llevará unas 18 piezas. Pero, a ver, qué tanto podemos dimensionar esto: más de 3,500 millones de personas hoy por hoy viven por debajo del umbral de pobreza establecido por el Banco Mundial. Trate de visualizarlo: 3.57 millardos de hombres y mujeres tienen que sobrevivir con 6.85 dólares al día. ¿O qué tal así? En la actualidad, el número de pobres que se las tiene que arreglar con 140 pesos diarios es igual a la población total de nuestro país… multiplicada 27.5 veces. ¿O así? Mientras usted lee, hay en el mundo más gente por debajo del umbral de la pobreza que la población total de África, Europa, América y Oceanía, en conjunto.

    Hace unos cuantos días, el martes 28 de enero pasado, un afamado compatriota nuestro cumplió 85 años. El aniversario fue motivo de una nota de la revista Forbes, una nota por la cual pude enterarme de lo siguiente: “el multimillonario Carlos Slim suma una fortuna de 77,400 millones de dólares”. Es decir, 77.4 mil millones de dólares, 77.4 millardos de dólares.

    — Ah, bien por él.

    — Uy, ¡cuánta lana!

    Ahora, más allá de la reacción de rebote, ¿realmente dimensionamos que un solo mortal, un semejante, tenga una hacienda de 77 mil millones de dólares? Nada más para que las cuentas resulten muy sencillas, imaginemos que el afortunado ingeniero Slim haya comenzado a embarnecer su riqueza desde muy chavito, a los ocho años. Si hubiera sido así, de 1948 para acá, en promedio amasó un millardo de dólares cada año. Un millardo, mil millones de dólares por año. Lo anterior se traduce en que el individuo amaneció cada día, todos y cada uno de los días, durante 77 largos años, con 2.74 millones de dólares más en la bolsa. En fin, seguramente no comenzó a los ocho años y no creo que haya juntado su capital en forma constante, sin altibajos. Como haya sido, si existieran billetes de a millardo de dólares, Carlos Slim tendría 77 de esos.

    ¿Y qué tanto es un solo millardo? Confronte usted: las estimaciones de los científicos sugieren que la Tierra seguirá siendo habitable para la especie humana durante un millardo de años, un millardito nada más. ¿Poco tiempo? ¿Tiene entonces razón míster Musk en andar tan apurado por llegar a Marte y colonizarlo? Me parece que no, no si consideramos que la esperanza de vida de una especie de mamífero típico en este planeta ha sido de apenas un millón de años —y si acaso usted se quedó con la duda, le recuerdo que los sapiens llevamos por acá si acaso 300 mil años—.

    Cierro con una recomendación: bien podríamos llamar al paisano más rico que tenemos en México no sólo multimillonario o milmillonario, sino también billonario. ¿Por qué? Porque resulta que a un tipo de cambio de 20.45 pesos por dólar, el guardadito del ingeniero Slim llega a un número de trece dígitos, asciende a 1,582,830,000,000 de pesos: 1.58 millones de millones de pesos, es decir, 1.58 billones de pesos. Con todo, sospecho que por más dinero que cualquier persona pueda atesorar, con dos manos se queda, y que, naturalmente, incluso en los billonarios perdura la limitación humana de descifrar grandes cifras. Quizá, a final de cuentas, da igual cuántos ceros hayan quedado en la cuenta, todos tenemos diez dedos para hacer la suma… y, con suerte, llegar a los tres dígitos.

    • @gcastroibarra
  • México, su músculo, su corazón y su cerebro

    México, su músculo, su corazón y su cerebro

    El 2024 cerró con excelentes noticias para el mercado laboral de México. Lo anterior se desprende del panorama dado a conocer por el INEGI el 29 de enero de 2025. En concreto, me refiero a los resultados más recientes de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE). Los datos muestran un panorama positivo: 

    • Aumento en la Población Económicamente Activa (PEA)
    • El porcentaje de la PEA que está empleada tuvo un incremento
    • Una disminución importante en la tasa de desocupación, sin aumento de la tasa de informalidad
    • La tasa de condiciones críticas de ocupación presentó una disminución significativa

    En pocas palabras, en nuestro país cada vez hay más gente trabajando, menos en situación de desempleo y mejores oportunidades para aquellos que buscan chamba. Todo esto se ha traducido en mayor bienestar para las familias mexicanas y un impulso para la economía del país. En concreto, un aumento en la PEA indica que más personas están participando en el mercado laboral, ya sea porque han encontrado un empleo o porque están buscando activamente uno con esperanza de hallarlo. Esto suele ser un indicador de una economía en crecimiento. Además, una mayor participación laboral puede generar un mayor dinamismo económico y un aumento en la producción de bienes y servicios.

    La dichosa PEA

    Metafóricamente, la PEA —integrada por la gente de 15 años y más que, durante la semana de referencia, realizó o tuvo un vínculo con una actividad económica (población ocupada) o buscó activamente hacerlo (población desocupada en las últimas cuatro semanas)— es el músculo laboral de una economía. Ciertamente, además de ese músculo, se precisan otros factores, como la tecnología, la infraestructura, las instituciones y las políticas públicas, pero sin trabajadores, ninguno de esos ingredientes genera riqueza, en tanto que los seres humanos, los hombres y mujeres que conforman la PEA, son quienes desarrollan esos otros factores. Mientras que todos los demás componentes son herramientas y marcos de acción, son los hombres y mujeres de la PEA quienes les dan vida y propósito. Decir que la mayor riqueza de México es su gente no queda en frase retórica: la PEA no solo es el “músculo laboral” de la economía, sino también su corazón y su cerebro, ya que, sin ella, ningún otro factor puede funcionar ni generar riqueza. Incluso —y voy a proferir una herejía para la fe neoliberal—, sin los hombres y mujeres que conforman la dichosa PEA, no hay dinero que alcance para generar más riqueza. Suele olvidarse una tremenda obviedad: la riqueza no surge de manera espontánea, es el resultado del esfuerzo humano y su capacidad transformadora. Sin trabajadores, no hay producción, no hay servicios y, por lo tanto, no hay riqueza.

    Durante el año pasado, la PEA de México aumentó en 66 mil personas, en comparación con el mes de diciembre de 2023, para alcanzar así un gran total de 60.8 millones de personas.

    Sólo para comparar: mientras que México tiene una PEA de casi 61 millones de personas, la PEA de Alemania difícilmente asciende a 46 millones. En el caso de Francia, la PEA apenas suma 32 millones de personas, mientras en España se sitúa por debajo de los 26 millones. 

    Un ejemplo interesante es Japón. Nuestro país se ubica hoy en la posición 11 entre los más poblados del orbe, con poco más de 130 millones de habitantes, enseguida de Etiopía, que nos superó hace poco y tiene ahora una población total de 132 millones, y justo por arriba de Japón, cuya población ha disminuido últimamente. A pesar de que el país asiático tiene una población total un poco menor que México —unos seis millones de habitantes menos, en números redondos—, su PEA es mayor: 61 contra 67 millones. La diferencia de tamaño refleja contrastes estructurales significativos, derivados de sus diferencias demográficas, económicas y sociales.

    • Estimación de la PEA japonesa a diciembre de 2024: 67 millones de personas, aproximadamente el 55% de su población total. 
    • PEA mexicana en el mismo periodo: 60.8 millones, 46% de su población total.

    El margen de crecimiento de ambas PEA es radicalmente diferente, considerando que más del 30% de la población japonesa tiene 65 años o más, mientras que en México este mismo grupo etario representa el 10% de la población total. Aunque no tienen el mismo nivel de envejecimiento que Japón, Estados Unidos y la Unión Europea también experimentan un drástico aumento en su población mayor:

    • Estados Unidos: 17% de su población total tiene 65 años y más.
    • Unión Europea: 21% de su población total tiene 65 años y más.

    La estructura demográfica de la PEA mexicana, además de en su composición por edad, presenta en su composición por sexo un importante margen de crecimiento. Mientras que en economías como la de Estados Unidos, la Unión Europea y la japonesa la participación laboral de las mujeres ha aumentado en los últimos años para hacerse mayoritaria, 57.5, 68 y 53%, respectivamente, la tasa de participación femenina en México es de 46.0%, esto es, muestra un margen importante para crecer. Claro, más ahora que en México es tiempo de mujeres.

    • @gcastroibarra
  • ¿De qué nos morimos?

    ¿De qué nos morimos?

    Desde esta playa inútil, y desierto,
    a donde me han traído mis antojos,
    mirando estoy el mar de mis enojos,
    la cierta muerte y el camino incierto.

    Lope de Vega

    1

    Se acaban de dar a conocer las cifras preliminares de las estadísticas de defunciones registradas en nuestro país. La información más reciente corresponde al primer semestre de 2024. Los datos los integra el INEGI y provienen de casi 4.4 mil fuentes informantes repartidas en todo México —registros administrativos de los certificados de defunción del Registro Civil y los Servicios Médicos Forenses, además de las actas de defunción del Registro Civil y los cuadernos estadísticos de las Agencias del Ministerio Público—.

    2

    En total, de enero a junio del año pasado se registraron 417,408 defunciones: un promedio de 2,293.45 muertes registradas por día, casi 96 por hora, 1.6 por minuto. Dese usted una idea de la cantidad que son esas 417.4 mil defunciones: en la demarcación territorial Miguel Hidalgo de la Ciudad de México —en la que se encuentran colonias emblemáticas como la Escandón, Polanco, Lomas de Chapultepec y la Pensil e Irrigación— tiene una población total de 414.4 mil habitantes. Ahora, en términos de crecimiento natural de la población, ¿son muchas o pocas defunciones? Bueno, a todo lo largo de 2023 se registraron 1.820.9 millones de nacimientos, un promedio semestral de 910.4 mil…, es decir, más del doble que las defunciones registradas durante los primeros seis meses de 2024.

    Poco más de la mitad de las muertes registradas, 55.6%, fueron de varones. Claro, la sabiduría popular no falla porque el mes durante el cual se registraron más defunciones fue enero (18.9%)…, o falla poco, porque el segundo mes con más casos no fue febrero, sino mayo (17.6%).

    Verdad de Perogrullo: quienes más fallecen son las personas mayores. Si uno observa las tasas específicas por cada 100 mil habitantes, entre la gente menor de 35 años la muerte se presenta poco: tasas inferiores a 94 por millar. Entre las personas de 35 a 54 las tasas se ubican entre 135.9 y 260.6, de 55 a 64 aumenta significativamente a 568.4 al millar, pero que la vida tiene un límite fatal se hace evidente a partir de los 65 años: a partir de esa edad, la tasa específica por cada 100 mil habitantes se dispara a 2,313.

    3

    Descontando el tiempo —porque en estricto sentido la principal causa de muerte es su imbatible paso—, como en todo el mundo, actualmente la principal causa de muerte en México son las enfermedades del corazón: 100.7 mil muertes se registraron atribuyéndose a ellas. En el siguiente peldaño sí que hay diferencia: mientras que la diabetes mellitus ocupa actualmente el quinto lugar entre las principales causas de muerte en todo el mundo —datos de la Organización Mundial de la Salud—, en nuestro país se encuentra en segundo lugar, con 57.9 mil muertes registradas en el primer semestre de 2024. Con 47.4 mil muertes registradas de enero a junio de 2024, como tercera causa de muerte en México se ubicó el cáncer, tumores malignos —en todo el orbe es la segunda causa de muerte—. Enlisto enseguida, en orden, las siguientes causas de la cuarta a la décima: enfermedades del hígado (20 mil), accidentes (19.8 mil), influenza y neumonía (19.7 mil), enfermedades cerebrovasculares (18 mil), homicidios (15.2 mil), enfermedades pulmonares obstructivas crónicas (10.5 mil) e insuficiencia renal (8.7 mil).

    Las cosas se presentaron distintas, muy distintas, para hombres y mujeres. Las diferencias se aprecian después de las tres primeras causas de muerte: mientras que para ellas como cuarta causa de muerte se colocaron la influenza y la neumonía, para ellos fueron los accidentes —seguramente la mayoría accidentes en los que tuvo que ver uno o varios vehículos automotores y el alcohol—. En cuanto a los asesinatos, en el caso de las mujeres no se aparece como una de las diez principales causas de muerte en México durante el primer semestre del año pasado, en tanto que con 13.4 mil registros —88% del total—, los homicidios se localizaron como la sexta causa de muerte de hombres.

    De igual modo, las principales causas de muerte varían drásticamente dependiendo de la edad de la persona fallecida. No sorprende que la principal causa de defunción antes del primer año de vida sean ciertas afecciones originadas en el período perinatal. De 1 a 4 años, las malformaciones congénitas, deformidades y anomalías cromosómicas son la principal causa de muerte, y muy lamentablemente entre los niños y jóvenes, hombres y mujeres, de 5 a 24 años de edad, los accidentes se ubicaron como principal causa de óbito. Peor todavía: la principal causa de muerte entre la gente de 25 a 44 años fueron los homicidios. A partir de los 45 años, las enfermedades del corazón y la diabetes se disputan los dos primeros sitios en la tabla. Tristemente, tampoco debemos dejar de ver que la desnutrición y otras deficiencias nutricionales siguen matando mexicanos y mexicanas, sobre todo entre los más pequeños: como causa de muerte, la desnutrición se ubicó en décimo, noveno y octavo lugar como principal causa de muerte entre los infantes de 5 a 9, de 1 a 4 y de menos de un año, respectivamente.

    Las lesiones autoinfligidas intencionalmente, es decir, el suicidio, no se halla entre las principales diez causas de muerte de los más pequeños, pero aparece muy pronto: de enero a junio del año pasado, el suicidio es la quinta causa de las muertes registradas de niños y niñas de 10 a 14 años, y asciende al tercer lugar entre el siguiente grupo de edad (15 a 24 años). Entre los muchachos y muchachas de 25 a 34 años, las lesiones autoinfligidas intencionalmente fueron la quinta causa de muerte, la séptima entre los adultos de 35 a 44 años y la décima para la gente de 45 a 54 años. A partir de los 55 años, el suicidio deja de ser una de las principales causas de muerte.

    4

    El homicidio aparece entre las cinco principales causas de muerte registradas durante el primer semestre de 2024 en diez estados: Baja California (4ª), Colima (3ª), Chihuahua (4ª), Guanajuato (4ª), Guerrero (4ª), Michoacán (4ª) y Morelos (4ª), Quintana Roo (5ª), Sonora (5ª) y Tabasco (5ª). Las enfermedades del corazón se presentan como principal causa de muerte en todas las entidades federativas del país, tanto en general como para el caso particular de las mujeres y en casi todo México en el caso de los hombres, sin embargo, en Colima, la principal causa de muerte es otra, los asesinatos.

    Curioso, los accidentes se cuelan como una de las cinco principales causas de muerte registradas en varios estados de la República: Aguascalientes (4ª), BCS (4ª), Campeche (4ª), Colima (5ª), Durango (4ª), Guanajuato (5ª), Hidalgo (5ª), Estado de México (5ª), Michoacán (5ª), Nayarit (4ª), SLP (4ª), Sinaloa (4ª), Tabasco (4ª), Tlaxcala (4ª) y Zacatecas (4ª).

    Coda

    Haciendo a un lado la megalómana locura de perseguir la cancelación del envejecimiento y en última instancia de la muerte misma, me animo a decir que a la luz de los números alguien debería estar estudiando las llamadas causas externas de defunción —no sólo los homicidios, también los suicidios y accidentes, por ejemplo— para tratar de abatir tanta muerte prematura.

    • @gcastroibarra
  • Los asombrados

    Los asombrados

    Injusto para el sol es tu reproche,
    que esa sombra que pasa y que te ciega,
    es una sombra, pero aún no es la noche.

    Manuel Acuña, A una flor.

    Como a muchos de ustedes seguramente les sucedió, a resultas del período vacacional decembrino, me fue posible convivir con muchas personas queridas con las que a lo largo del año nos habíamos mantenido alejados. En mi caso, tuve la fortuna de pasar algunos días con dos jóvenes mexicanas, a quienes admiro y considero particularmente sensibles, informadas e inteligentes. Ambas, desde hace unos cinco años, radican en Europa. Una de ellas vive en París y la otra en Berlín; para no balconear a nadie, digamos que Mademoiselle Lapin estudia un posgrado en una universidad pública parisina y trabaja dando clases de inglés, mientras que Frau Hartnäckigkeit, luego de terminar una maestría se quedó a trabajar en una ONG global que tiene como objetivo combatir la corrupción. Durante su estancia en México, convivieron con amistades, la mayoría sus coetáneos, y familiares. Mientras nos agasajábamos con unos tacos de antología, antes de su regreso pudimos conversar sobre cómo veían las cosas en el país. Para decirlo pronto, las dos opinan que en general ven todo mejor y que la perspectiva es que en el futuro próximo sigamos en esa dirección. También pudimos hablar de algo que nos desconcierta profundamente a los tres: la gente cercana que se mantiene ya no digamos escéptica, sino ferozmente crítica frente a los logros de la 4T. Sin problema, podemos sintetizar esa postura en estos términos: todo lo que ha hecho, hace y seguirá haciendo AMLO-Morena-Claudia-la4T está muy mal y es, obvio, un peligro para México. Como suele suceder desde hace mucho en un montón de sobremesas y pláticas con otros amigos, fue obligado que llegáramos a la expresión de un asombro, un asombro que, apuesto, buena parte de quienes me están leyendo han experimentado también: ¿pues que no ven la misma realidad? ¿En qué mundo viven? ¿De verdad perciben que las cosas están tan mal como dicen o de plano mienten? En algún momento, se agregó otro ingrediente: además, ¿no están viendo que México es hoy un oasis de esperanza y optimismo en medio de un panorama mundial indiscutiblemente adverso, desbarajustado y, sin exagerar, que más que angustia causa miedo, un miedo racional y perfectamente fundamentado?

    Hace unos días se publicó el más reciente informe anual de Latinbarómetro, una organización privada sin fines de lucro, con sede en Santiago de Chile, especializada en realizar estudios de opinión pública en América Latina para analizar actitudes, valores y percepciones sobre temas políticos, económicos y sociales. Latinobarómetro comenzó a funcionar en 1995, cuando realizó su primera encuesta regional. Levanta encuestas anuales en hasta 18 países latinoamericanos, en los cuales habita el 99% de la población de la región. No es exagerado decir que sus reportes se han convertido en una referencia indispensable para académicos, gobiernos, organizaciones internacionales y medios de comunicación. Bueno, pues resulta que el último reporte de Latinbarómetro aporta un combo de datos para que nuestro asombro frente a la pejefobia ampliada se magnifique… Van algunos botones de muestra:

    • El nivel de satisfacción de la democracia mexicana alcanza 50% en el estudio Latinobarómetro 2024, y ese es el nivel más alto jamás reportado. Nunca antes tanta gente en nuestro país había estado tan conforme con el sistema democrático. Repito, la mitad de los encuestados dijo estar muy o algo satisfecho con el funcionamiento de la democracia en el país. Y del lado de la 4Tfobia radical, el expresidente Zedillo salió con la babada de perico de que México había perdido su calidad de país democrático… Su error de enero.
    • Por el mismo estudio podemos saber que la percepción de progreso se triplicó en seis años: la gente que opina que el país está progresando subió de 14% en 2018 ¡a 45% en 2024! Y claro, se trata del porcentaje más alto de percepción de progreso en México que Latinbarómetro ha registrado desde su inicio en 1995. Comparen: en Argentina, Chile y Perú, apenas el 21, el 19 y el 11% de los encuestados, respectivamente, opinaron que sus países progresan.
    • El 59% de los mexicanos espera una mejoría en su economía en el año. Dicho con otras palabras: al arranque del segundo piso de la 4T, el optimismo económico campea. Y, de nuevo, es el nivel más alto en 30 años: nunca antes habíamos sido tantos los que, considerando la situación de nuestros gastos e ingresos, pensamos que es justificado creer que las cosas nos irán mejor.

    Comentando esta información, mi buen amigo Manuel Campos me cuestionó en X: ¿cuál es tu teoría u opinión de por qué hay tanta gente (dejando fuera a los voceros y escribidores de la derecha) creyendo que México va mal? La pregunta, por demás pertinente, expresa el asombro del que yo hablaba antes. Y el paréntesis que incluye @macampos52 es importante, porque ciertamente en el origen del asombro no están los que repelan, gritonean, insultan y desinforman a partir de mentiras sabiendo que están mintiendo. Asombran quienes dicen que todo está mal y creen realmente eso.

    En principio hay que decir lo obvio: la respuesta no puede ser una sola, esto es, sería prácticamente imposible que una única explicación nos permita entender a toda la gente que se encuentra en tan lamentable situación —lamentable, porque quien percibe que le está yendo del diablo necesariamente siente eso y por tanto efectivamente le está yendo del diablo—. Con todo, hay una posible respuesta que permita comprender el martirio de buena parte de los furibundos aludidos. Trato de esbozarla…

    Nociones como los pobres son pobres por flojos, a los pobres hay que enseñarles a pescar y no regalarles pescados, si bien son parte de una ideología específica, también funcionan como elementos fundamentales de la cosmovisión de la persona que cree eso. La cosmovisión de un humano le permite organizar el mundo y entenderse así mismo en el mundo. Así que, cuando la realidad contradice palmariamente tu cosmovisión, consecuentemente el mundo se vuelve un sitio confuso y peligroso en el cual te sientes del todo inseguro. ¿Qué haces entonces? Optas por negar la realidad antes que permitir que se fracture tu cosmovisión. O expresado en términos más simples: si las cosas no son como yo creo, pues las cosas están mal. Si esto es así, en realidad quienes están más asombrados no somos los que estamos contentos.

    • @gcastroibarra
  • 2025: la esperanza y la cloaca

    2025: la esperanza y la cloaca

    We are all in the gutter,
    but some of us are looking at the stars.

    Lord Darlington (Oscar Wilde, Lady Windermere’s Fan)

    Arranca el segundo cuarto del siglo XXI y ya desde el primer día del 2025 se confirma a las claras que el orbe sigue por el mismo rumbo que ha tomado desde hace poco menos de diez años: el mundo se está yendo al carajo. A contracorriente, México, nuestro país, va en otra dirección, la opuesta. O mejor dicho: en México, nos movemos viendo hacia otros derroteros. Mientras el pesimismo se ha vuelto ecuménico en Occidente, entre el Bravo y el Usumacinta, entre el Golfo y el Pacífico, la esperanza tiene lugar.

    El 2 de enero volvieron a circular los periódicos, y la enorme mayoría de los matutinos impresos de buena parte del planeta presentaron en sus respectivas primeras planas las mismas imágenes, las mismas notas: sendos atentados terroristas en dos ciudades del imperio yanqui. En Nueva Orleans, un orate embistió a bordo de una camioneta a una multitud que celebraba en Bourbon Street el Año Nuevo y mató al menos a catorce personas, mientras que en Las Vegas, un automóvil estalló a las puertas del Trump Hotel. El vehículo era una icónica cybertruck de Tesla, así que simbólicamente el hecho ligó al mega-anómalo presidente electo de Estados Unidos con su megamagnate aliado —¿o jefe?—, Elon Musk. Como era de esperarse, la derecha gringa, sus medios y su anaranjado paladín se apresuraron a culpar a los migrantes, a los musulmanes, a los otros… Y, claro, como era de esperarse, resultó que los dos fulanos implicados en los atentados eran ciudadanos norteamericanos y, más todavía, ex militares.

    En Europa, el panorama no sólo no mejora, empeora y feo. Junto al titular sobre los atentados en Estados Unidos, El país informa que Ucrania corta el suministro del gas de Rusia a Europa —la BBC da cuenta del mismo hecho con un encabezado más dramático: “Termina la era del gas ruso barato para la Unión Europea al detenerse su tránsito por Ucrania”—, y al calce pone una nota sobre la lenta reconstrucción de Paiporta, después de la dana —¿de cuántas que ahí vienen?— que azotó a Valencia hace unas semanas… En el cartón que publica The Guardian también el día 2 de enero se muestra a un bebé año nuevo 2025 leyendo la lista de lo que le espera: genocidio, crisis climática, recesión global, inteligencia artificial…, y a su lado, el año viejo, decrépito, que se va, dice: On the bright side, President Trump has promised to make America great again… again. Porque, but of course, el mitómano desbocado, el señor que oficialmente es ya un delincuente sexual, el míster oligarca que ocupará la Casa Blanca, regresa con una panoplia de desesperanza para los países europeos, comenzando por la Gran Bretaña, Francia y Alemania, los tres a los que Biden se llevó al baile ucraniano.

    De Medio Oriente sólo digamos siete palabras: genocidio palestino y riesgo de guerra nuclear.

    Lo más global hoy día es el pesimismo.

    ¿Y acá en nuestro terruño? Bueno, pues resulta que el jueves 2 de enero El Financiero publicó los resultados de una encuesta que, entre otras cosas, muestran sin el menor resquicio para la duda que su machacona campaña espantabobos no ha funcionado: resulta, y cito textual, que “el 66 por ciento de los entrevistados considera que la economía en el país va a mejorar [en 2025], frente a 9 por ciento que cree que va a empeorar y 20 por ciento que opina que la situación económica va a permanecer igual”. El optimismo campea en México, y en general, no solamente en cuestión de dineros:

    De acuerdo con la más reciente encuesta realizada por El Financiero a 800 adultos a nivel nacional vía telefónica, 87 por ciento de los entrevistados espera que 2025 sea un año muy bueno o bueno. Las expectativas favorables sobre el nuevo año registraron un aumento de 12 puntos porcentuales respecto del año previo, cuando éstas alcanzaron 75 por ciento.

    O sea que estamos bien y la mayoría apostamos porque nos va a ir mejor, y eso en un contexto internacional no desbarajustado como casi siempre, sino ahora francamente aterrador. Las amenazas trumpeteras no hacen mella y los vientos de guerra se perciben distantes. Cierto, con todo, por más optimistas que estemos en México, es una verdad de Perogrullo que vamos a bordo del mismo mundo, y más allá de la economía y sus bandazos —porque resulta que crecer más y más no sólo no es una meta sino ha sido un problema—, una guerra nuclear nos llevaría a una hecatombe civilizatoria de la que nadie se salvaría y, aunque se evitara ella, la crisis climática nos va a seguir pegando a todos. Pensando en ello fue que puse como epígrafe de este texto el parlamento que Lord Darlington dice en Lady Windermere’s Fan, la pieza dramática de Oscar Wilde: We are all in the gutter, but some of us are looking at the stars…, que bien podríamos traducir como “Estamos todos en la cloaca, pero algunos de nosotros estamos viendo las estrellas”.

    ¡Nos va a ir chido!

    • @gcastroibarra
  • La palabra del año

    La palabra del año

    Quedan unos cuantos días para que se acabe el veinte…, el veinte 24. Termina el año civil. Tiempo de recuentos, de cortes de caja, de evaluaciones… Con el 2024 se terminó también el primer gobierno de la Cuarta Transformación de la vida pública de México. Este 2024 vimos caer el telón de despedida de Andrés Manuel y el sucesivo inicio del sexenio de la primera presidenta de México, quien desde el 1 de octubre encabeza el segundo piso de la 4T. No dudaría un momento en que, para nuestro país, este cambio de estafeta marcará la historiografía del año que concluye: el timonel ya no es AMLO, ahora es Claudia, pero la nave continúa con el mismo rumbo, y ciertamente con más empuje y a mayor velocidad. El obradorismo cumplió cabalmente y de ese movimiento surgió el humanismo mexicano. ¿Cuál sería la palabra que mejor exprese lo que sucedió en 2024 en México?

    A nivel mundial ya hay varias propuestas. No sabremos qué tan atinadas resultarán siendo porque para ello es necesario que transcurra el tiempo, que lo gestado durante 2024 germine. Ha pasado que determinados acontecimientos son lo suficientemente elocuentes como para que incluso antes de diciembre no quedara duda. Por ejemplo, según el Merriam-Webster la palabra del año 2020 fue pandemia. Indiscutible, ¿cierto? Sin embargo, hay también ocasiones en que la elección resulta más bien oscura, por no decir francamente desatinada: por caso, en 2016 el mismo diccionario determinó que la palabra del año era surrealista, y hoy difícilmente sabríamos sin investigarlo por qué diablos lo hizo —con la elección de surreal se pretendió capturar el espíritu del momento, cuando para mucha gente la realidad parecía tan inesperada y extraña debido a acontecimientos tan estrambóticos como la primera victoria del mega-anómalo Trump y el resultado del referéndum del Brexit en el Reino Unido—. Para 2024, el Merriam-Webster ya seleccionó la que para ellos es la palabra que define mejor el año: polarización —“división en dos opuestos marcadamente distintos; especialmente, un estado en el que las opiniones, creencias o intereses de un grupo o sociedad dejan de situarse en un continuo y se concentran en extremos opuestos”—. Y, por supuesto, no optaron por esa palabreja que, por cierto, tanto le gusta a la derecha y la opinocracia mexicanas, teniendo en mente a nuestro país, sino, but of course, a Estados Unidos, concretamente atendiendo el proceso electoral que dio por resultado el regreso de Trump a la Casa Blanca. 

    Por su parte, la revista británica The Economist eligió como la palabra del año 2024 kakistocracy, kakistocracia en español. El vocablo proviene del griego antiguo y se forma combinando dos elementos. κάκιστος (kákistos): superlativo de kakós, que significa “malo” o “el peor”. Kákistos se traduce entonces como “el peor de los peores”. El otro componente es más conocido: κρατία (-kratía): sufijo que significa “gobierno” o “poder”, derivado de kratos, que significa “fuerza” o “dominio”. Por lo tanto, kakistocracia literalmente significa “gobierno de los peores”. Ojo, para la RAE la grafía correcta es caquistocracia; en un tuit explicó: “Esta voz designa el gobierno ejercido por los peores o menos capaces. Se encuentra en estudio para su posible inclusión en el diccionario.” Y uno difícilmente no recuerda a Ucrania y Argentina, pero, de nuevo, The Economist optó por esta palabra pensando en un país, Estados Unidos, en un señor, Donald Trump, y en sus compinches: un antivacunas para el encargado de la salud pública, una señora que era gerente de la asociación de lucha libre para el departamento de Educación, un ex agente de la CIA y boina verde para embajador en México…

    La palabra del año 2024 para el Oxford English Dictionary es brain rot, la cual podríamos traducir a nuestro idioma como putrefacción o deterioro cerebral. Sin embargo, para los filólogos del Oxford, el vocablo tiene un sentido mucho más preciso: “deterioro del estado mental o intelectual de una persona como resultado del consumo excesivo de contenido trivial, especialmente el que se halla en Internet”. O sea: si usted se pasa minutos y minutos que se convierten en horas y horas viendo memes y videos bobos en redes sociales muy probablemente sufra de brain rot. Brain rot hace referencia a uno de los peligros más evidentes de la vida virtual y a cómo estamos utilizando nuestro tiempo libre”, explicó Casper Grathwohl, presidente de Oxford Languages, en un comunicado de prensa. Ahora, el fenómeno no es del todo nuevo: ha estado con nosotros desde hace mucho. “Antes de Internet, la televisión era la gran causa de la descomposición cerebral de su tiempo. Y Oxford ha rastreado la expresión hasta su primer uso registrado en Walden, el libro de 1854 del protohippie Henry David Thoreau”, explica Ben Guarino en un artículo para Scientific American.

    Como su palabra del año 2024, el Macquarie Dictionary también eligió un vocablo proveniente de la dimensión digital: enshittification. El término no tiene una traducción exacta en español, ya que es una palabra coloquial y relativamente reciente en inglés. Se utiliza de manera humorística y crítica para describir el proceso por el cual un servicio, producto o plataforma especialmente en línea comienza bien, pero con el tiempo cambia para volverse peor o de mala calidad, afectando negativamente la experiencia del usuario. Una traducción aproximada podría ser “proceso de estropeo” o “deterioro deliberado”. Aquí, en México, con enshittification uno que tenga ojos y oídos necesariamente voltea para la derecha.

    En fin, regresando a la pregunta ¿cuál sería la palabra que mejor exprese lo que sucedió en 2024 en México?, pienso que la elección es obligada y no hay de otra: la palabra del año 2024 es presidenta, con a.

    • @gcastroibarra
  • El segundo hervor

    El segundo hervor

    If you’re not getting happier as you get older,

    then you’re fuckin’ up.Ani DiFranco,

    If Yr Not.

    La edad mediana es como el “punto medio” de una población, obviamente, en términos del tiempo de vida de cada uno de sus integrantes. Así, si alineáramos a todas las personas de un grupo de gente desde el más joven hasta el más viejo, la edad mediana sería la de la persona que queda justo a la mitad. Es decir, la mitad de la población es más joven que esa edad, y la otra mitad es más vieja.

    Los grupos poblacionales pueden ser más o menos homogéneos, por ejemplo, si en una escuela de nivel preescolar la edad mediana es de cuatro años y en una escuela primaria de ocho, en la primera los extremos se hallan muy cercanos entre sí, tres y cinco años, mientras que en el caso de la primaria no tanto: seis y doce años. De igual manera, hay poblaciones más avejentadas que otras, y la edad mediana de ellas da una buena idea de ello. Por ejemplo, la Ciudad del Vaticano ostenta una de las edades promedio más altas del mundo: su población presenta un promedio de 58 años, lo cual la ubica como el país con la edad mediana más elevada a nivel global. Claro, la Ciudad del Vaticano es un caso único en cuanto a su estructura demográfica; su avejentada estructura demográfica se debe a una combinación de factores, incluyendo la composición de su población —una gran parte integrada por clérigos de distintas jerarquías y guardias suizos—, la baja tasa de natalidad y la alta esperanza de vida. En contraste, en la República de Níger, país africano con una alta tasa de natalidad y una esperanza de vida dramáticamente baja, la edad mediana es de apenas 15 años.

    La edad mediana es un indicador fundamental para analizar la composición demográfica de cualquier agrupación humana, un indicador que ofrece una poderosa abstracción que da cuenta de su estructura, dinámicas y necesidades. Por supuesto, la edad mediana de un país puede ser tan dinámica como lo sea su desarrollo. Así, es muy posible que la edad mediana de la población mundial se haya mantenido en torno a los 22 años durante muchísimo tiempo, quizá desde la propagación de la agricultura y hasta el estallido de la Revolución Industrial.

    La estructura demográfica de nuestro país ha mostrado una acelerada dinámica, más y más en nuestros días. La edad mediana da muestra clara de ello. El primer censo moderno levantado en México ocurrió en 1895, en pleno auge del porfiriato. En aquel entonces, hace apenas 129 años, cuando el país tenía 12.6 millones de habitantes —muchos menos que los 17.5 millones que actualmente viven sólo en el Estado de México—, ¿qué edad mediana presentaba la población nacional? 16 años, apenas 16 años, la misma que hoy encontramos en naciones como Uganda, Angola, Mali y el Congo. Y con 16 años se mantuvo sin variaciones durante un buen tiempo, al menos hasta el censo de 1930. Con ya casi 20 millones de habitantes, en 1940 la edad mediana sumó un añito más y llegó a los 17. Cuarenta años después, el fenómeno que entonces se denominaba, con miedo, explosión demográfica era palmario en México: el X Censo de Población y Vivienda dio cuenta de que en 1980 habitábamos en este país 66.8 millones de seres humanos. En menos de medio siglo no nos habíamos duplicado, no, ¡nos multiplicamos 3.4 veces! Con todo, la edad mediana seguía muy cercana a los 16 años que se registraba a finales del siglo XIX: 18. Pero si se dio un incremento de sólo dos años en la edad mediana a lo largo de casi cien años (1895-1980), en los siguientes veinte ocurrió un aumento del doble de años: los datos censales arrojaron que, en 2000, con una población total de 97.5 millones, la edad mediana ya era de 22 años. Para el siguiente levantamiento censal, diez años más tarde, la edad mediana presentó también un aumento, pero ya no de uno o dos años, ¡sino de cuatro! (26 años). La información disponible más reciente la ofrece la Encuesta de la Dinámica Demográfica, realizada también, como los censos, por el INEGI, en 2023. Según este instrumento estadístico, a mediados del año pasado, el país alcanzaba ya una población total de 129.5 millones de habitantes —por cierto, todavía entonces México aparecía en la posición diez entre los países más poblados del mundo, en tanto que actualmente se ubica un sitio atrás, dado que ha sido superado por Etiopía—…, ¿y la edad mediana? Bueno, resulta que envejecimos diez años en menos de un cuarto de siglo: entre el 2000 y 2023 la edad mediana de México pasó de 22 a 32 años.

    En efecto, ya no nos cocemos al primer hervor.

    • @gcastroibarra