Categoría: Germán Castro

  • La 4T también es cultura

    La 4T también es cultura

    ¿Cómo no sentir dicha, tranquilidad, satisfacción, esperanza? Hoy 10 millones 500 mil mujeres y hombres de 65 años y más reciben una pensión directa del gobierno federal. ¿Y a poco no causa alegría la apertura de la primera fase de la Refinería Olmeca en Dos Bocas, Tabasco? ¿Cómo no sentir orgullo por la construcción, en apenas dos años, del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles? ¡Caray, y sin endeudarnos! ¿Y qué tal el negociazo que significó la compra de la refinería en Deer Park? ¡Y qué me dicen del caudal de recursos que, como nunca, está llegando como inversión extranjera directa! ¡Qué maravilla que por fin los grandes contribuyentes estén pagando impuestos! ¡Loable la contención del precio de las gasolinas! ¡Y el empleo formal en cifras récord! 

    ¡Demencial no valorar los programas sociales que han apuntalado nuestro mercado interno durante la peor crisis económica que el orbe ha sufrido desde la II Guerra Mundial! Y todo ello y más en apego a un puñado de principios por los cuales la mayoría votamos —v.g.: por el bien de todos, primero los pobres—. En uno de los episodios más inciertos de la historia contemporánea, en México el bienestar social, esa robusta abstracción, hoy se siente. Arrasadora contundencia. Con todo, mi amigo Leon Faure tiene razón: hay un canto de la 4T que no vemos. O mejor, que vemos, disfrutamos, pero aplaudimos poco.

    Indiscutiblemente no es prioritario, digo, no son asuntos de vida o muerte, porque con o sin dinero público la producción artística y la difusión cultural son una especie de latido de los pueblos vivos, nada los detiene… Pero, ojo, la 4T no los ha descuidado, al contrario.

    Por ejemplo, ¿qué sabe usted de La monja alférez? Es una pieza que quizá escribió Juan Ruiz de Alarcón, y que la Compañía Nacional de Teatro estrenó en el Festival Iberoamericano del Siglo de Oro, en Alcalá de Henares, España, hace unos días. Y apenas unos días después de la toma de posesión de AMLO, recordemos, horas antes de que pudiera verse en Netflix, unas 3,500 personas asistieron al estreno de Roma, la cinta de Cuarón, nada menos que en Los Pinos, desde entonces un pujante centro cultural público. Ahí se han presentado expo ventas de artesanías y comida vernácula, y muestras de ropa y textiles indígenas. Simbólico a rabiar: hoy usted puede visitar la muestra Travesuras de Helguera: Un Crítico de Los Pinos en Los Pinos.

    No pasa una semana sin que el presidente recomiende un libro. Así que es consecuente que su gobierno haya echado a andar una Estrategia Nacional de Lectura ambiciosa; su objetivo es nada menos que “construir una gran república de lectores”. La política editorial que se han emprendido es fabulosa. El FCE ha puesto en circulación la serie Vientos del Pueblo, cientos de miles de ejemplares de más de medio centenar de títulos, desde clásicos hasta plumas jóvenes, en ediciones atractivas y a un bajísimo costo. Está además la serie, también del FCE, 21 para el 21: 21 libros imprescindibles de autores nacionales, con sendos tirajes de 100 mil ejemplares que se reparten gratuitamente entre círculos de lectura, escuelas, bibliotecas y lectores.

    El año pasado se publicaron dos libros conmemorativos: Historia del pueblo mexicano y México, grandeza y diversidad. No fue sólo para no dejar pasar la fecha en blanco y cumplir con la ocasión: son obras que proponen un necesario replanteamiento historiográfico del devenir nacional; ambas hacen historia. Pueden descargarse sin costo.

    Y hablando del pasado: ninguna otra administración se había empeñado tanto en lograr la recuperación de piezas arqueológicas que circulan ilegalmente por el mundo. Rescatar y encontrar: por ejemplo, el equipo de arqueología subacuática halló una canoa maya de más de mil años de antigüedad. Por cierto, son impresionantes los trabajos que el INAH realiza aparejados a la construcción del Tren Maya, tanto de exploración y conservación como de infraestructura museística. ¿Vieron la cabeza estucada del dios maya del maíz que encontraron en Palenque?

    Inolvidable la exposición La grandeza de México, en un Museo Nacional de Antropología impecable, con su biblioteca 100% remodelada. Destacable también Arte de los pueblos de México, montada en Bellas Artes: el arte de los pueblos originarios en el lugar que siempre ha merecido. Y aprovechen, aún pueden admirar también en Bellas Artes la expo Sólo lo maravilloso es bello. Surrealismo en diálogo.

    No ha faltado ópera —Ascanio in Alba, Fidelio, Juana sin Cielo y ahora Zorros Chinos, basado en un libreto de Carballido— ni teatro ni danza… Por cierto, el Teatro de la Danza en el Centro Cultural del Bosque fue remodelado y se montó una gran velaría en la plaza Ángel Salas.

    Por supuesto, lo enunciado hasta aquí no pretende ser ni de cerca un listado exhaustivo de lo que se ha hecho en el ámbito de la cultura y las artes durante los primeros tres años y medio de la gestión de Andrés Manuel. Apenas es lo que alcanzo a ver y agradezco desde mi trinchera de ciudadano.

  • Insensatez perversa

    Insensatez perversa

    Apenas la semana pasada, aquí mismo traje a cuento que el sapientísimo Noam Chomsky, atinadísimamente sostiene que, además de calamidades como las guerras y la amenaza real de una hecatombe atómica, la crisis climática y la desigualdad económica, la tranquilidad de la humanidad también está siendo socavada por la insensatez y el cinismo: corroída toda posibilidad de discurso y diálogo serios, campea la inquietud, la zozobra. Los dislates cunden por todo el mundo. Al parecer cualquiera puede salir impunemente al ágora a espetar estupideces a mansalva. El problema es que la realidad es una construcción social, de tal suerte que en la medida en la que los disparates se propagan entre el imaginario colectivo, aquella se fisura, se agrieta.

    Como si estuvieran disputando una competencia para ver quién ocupa el puesto del atolondrado ejemplar, el modelo a seguir entre los creadores de desatinos, en franca rivalidad para ver quién es el chambón que suelta la declaración más mema, en días recientes dos descollantes prianistas levantaron la voz. Primero un señor que quiere hacer valer sus apellidos para alcanzar la grande, el vástago del expresidente Miguel de la Madrid, el priísta Enrique de la Madrid Cordero, declaró que, en 2024, tan pronto gane la Presidencia de la República, cerrará el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles. ¡Caramba! Enseguida salió el otro, ahora un panista —aunque, como se recordará, en 2012 fue candidato a la Presidencia por el extinto partido de la señora Gordillo, Nueva Alianza—, el señor Gabriel Quadri. El hoy diputado por Coyoacán, con mucha más experiencia en las técnicas de farfullar tonterías —imposible olvidar su llamado a tomar “acciones inmediatas” para castigar a las “ardillas [que] siguen robando impunemente el alimento (alpiste) de los pájaros en Coyoacán”— espetó que él, si gana la Presidencia de México en 2024, cancelará el Tren Maya para luego convertirlo en una ciclovía.

    Quizá, entre la mayoría, lances verbales como los anteriores susciten risas, y no faltará quien opine que esa sea la reacción más sana. Hay gente que incluso no puede contener la carcajada tan pronto suelta un despropósito —como hace poco, cuando a la señora Xóchitl Gálvez le ganó la risa después de escucharse a sí misma afirmar que va a ser jefa de gobierno de la CDMX—. Otras piensan que lo mejor es ni siquiera hacer caso: no dar importancia a las boberías. Sin embargo, creo que hay estupideces que no podemos tomar a broma y más bien deberíamos tomar muy en serio.

    El martes 28, el señor que se hace llamar Alito y tiene secuestrada la dirigencia nacional de lo que queda del PRI, justo unas horas de que, desde Campeche, Campeche, la gobernadora Layda Sansores diera a conocer otro audio en el que se evidencia los indefendibles usos y costumbres del dirigente, tomó la palestra, se hizo rodear de un grupito de incondicionales y entre sus típicos aspavientos amenazó: “Vamos a proponer modificar la Ley de Armas de Fuego, para que con mayor facilidad las familias mexicanas puedan acceder al acceso de armas de mayor calibre a efecto de que puedan proteger su casa, su negocio, sus vidas. La gente está indefensa. Llegan a las casas, llegan a los negocios y asesinan a mujeres, a hombres, a mexicanos que no pueden defenderse porque no hay un debido control y registro para que puedan tener esa disposición. Se trata de que a falta del Estado y de que no hay Estado que cuide a los mexicanos, los delincuentes sepan que la gente se va a poder defender”.

    Si Alejandro Moreno soltó su desquiciada propuesta sólo con la intención de desviar la atención, le salió bien el tiro. Excélsior y ContraRéplica difundieron la necedad en su primera plana, Publimetro también y como noticia principal, e incluso La Jornada colocó la noticia alusiva en su contraportada. Destaca la pertinencia editorial del Diario Basta!, que también en su primera plana publicó: “’Alito’ pierde la cabeza y pide que la gente se arme”.

    Al día siguiente, el presidente López Obrador fue cuestionado en la mañanera sobre el asunto.

    — ¿Qué opinión tiene?

    Y no, no cayó en la añagaza:

    — Ninguna, ninguna opinión. Ahí se lo dejo de tarea a la gente.

    Opino que nosotros, la gente, tenemos la tarea de, en este caso, no quedarnos en lo absurdo y ridículo de la insensatez proferida por el príista. Es muy grave. Juzgo imposible que el señor no sepa del infierno que están viviendo en Estados Unidos a causa de la proliferación de armas entre la población civil; abunda evidencia de que más armas no son fundamento de más seguridad, sino causa directa de más muertes. Así que no caigamos en la trampa, esa no es la discusión; eso es indiscutible. En cambio, hay que insistir una y otra vez: tanta irresponsabilidad tiene que tener consecuencias, consecuencias electorales. Y ojo, vienen dos procesos importantes, Estado de México y Coahuila. ¿Quién en su sano juicio votaría por un partido que propone llevar al país a la atrocidad que están viviendo del otro lado del Río Bravo?

  • Tranquilos, que estamos cambiando

    Tranquilos, que estamos cambiando

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    Lo que voy a contarles ocurrió hace unos días, al término de una reunión de trabajo. El asunto que abordamos: La evaluación de lo efectuado en la Ciudad de México en el contexto de un operativo nacional, para mayores pistas, el operativo más grande que se lleva a cabo periódicamente en este país. Participamos unas veinte personas, gente convencida de la importancia de nuestra chamba, todos con mucha experiencia. Después de las conclusiones, echamos la vista al porvenir, particularmente a los retos que se nos vienen encima en el segundo semestre y al siguiente gran operativo, a realizarse en el 2025. Fue entonces que mi amigo XY dijo que en realidad no podemos saber qué va a suceder, que el futuro es incierto, que hay que estar preparados ante cualquier escenario…

    — Ojalá dispongamos de recursos y las circunstancias nos permitan trabajar…

    Aquí intervine, primero para manifestar mi acuerdo: lo único seguro es que quién sabe, el mañana es cada vez más equívoco y la aceleración del cambio ha vuelto prácticamente todo eventual. Por ahora, por lo pronto… Comenté que quizá uno de los saldos positivos de la pandemia sea que cada vez hay más gente consciente de que el porvenir es incierto, que no hay nada escrito y que de hecho estamos escribiéndolo. La historia no sólo no se ha acabado, sino que transita por momentos coyunturales, decisivos. Muchas de las que considerábamos tendencias indefectibles están quebrándose a golpes de timón. Caminos que parecían francos, de pronto, a la vuelta de una esquina, resultan ser callejones sin salida. Las sorpresas aparecen en el menú de todos los días.

    — En suma, es cierto, no podemos saber qué va a pasar. Pero, estarán de acuerdo en que, como no había sucedido en un montón de tiempo, al menos en México podemos permitirnos el optimismo.

    — Bueno, no hay que olvidar que en 2024 hay elecciones…

    — ¿No vieron los resultados de las de junio pasado?

    — Pero no todo es miel sobre hojuelas… A ver, aquí mismo, entre nosotros, rápido, una encuesta a mano alzada: ¿quiénes consideran que el país está tranquilo?

    Antes de que nadie levantara la mano, interrumpí: — La pregunta así está mal planteada. Optimismo y tranquilidad no son antónimos. Es más, la respuesta es evidente: ¡habría que ser un inconsciente redomado para estar tranquilo!

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    No se requiere ser un experto en relaciones internacionales y geopolítica para saber que estamos, y me refiero al mundo entero, en una situación endiabladamente peligrosa. En una entrevista publicada hace poco (La Jornada), Noam Chomsky explica la trascendencia de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. De entrada, la califica, como “un crimen comparable a la invasión estadunidense de Irak o a la invasión de Polonia por Hitler y Stalin”. Más allá, el académico señala que el trance puede traer “consecuencias colosales”; en concreto enuncia tres:

    1. Hambre: “… decenas de millones de personas en Asia, África y Medio Oriente enfrentan la hambruna conforme el conflicto avanza y corta suministros agrícolas muy necesarios, procedentes de la región del Mar Negro…” Y la FAO ha alertado que el impacto se propagará.
    2. Hecatombe atómica. “Es muy fácil construir escenarios plausibles que conducen a una rápida intensificación del conflicto. Por nombrar uno, ahora mismo Estados Unidos envía avanzados misiles antinaves a Ucrania. Ya han hundido el buque insignia de la armada rusa. Supongamos que haya más ataques. ¿Cómo reaccionará Rusia? Por mencionar otro escenario, hasta ahora Rusia se ha abstenido de atacar las líneas de suministro usadas para enviar armamento pesado a Ucrania. Supongamos que lo hace y entra en confrontación directa con la OTAN…” Chomsky advierte que, por si le faltara leña al fuego, en su país circula la propuesta de “instalar una zona de exclusión aérea, lo que significa atacar instalaciones antiaéreas dentro de Rusia.” ¿Cómo respondería Putin?
    3. Crisis climática. “La invasión de Ucrania ha revertido los esfuerzos muy limitados de enfrentar el calentamiento global, que muy pronto se convertirá en achicharramiento global”.

    Y además de las pavorosas desgracias que puede desatar la que de por sí ya es una, la guerra, Chomsky atinadísimamente dice que la tranquilidad del mundo también está siendo socavada por la insensatez y el cinismo: corroída toda posibilidad de discurso y diálogo serios, campea la inquietud, la zozobra. Esto, en nuestro país, es más que evidente; si no, nada más recuerde cualquier diatriba de un diputado o diputada prianista.

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    Y si a nivel internacional las cosas están color de hormiga, qué podemos decir de lo que ocurre aquí. Bueno, desde julio de 2018 —porque López Obrador comenzó a ejercer el poder al día siguiente de las elecciones— estamos viviendo tiempos de cambios impulsados desde el poder público. Nadie engañó a nadie: desde la campaña (de 2006) AMLO lo advirtió con todas sus letras, como hace poco recordó en una mañanera: “Yo siempre he dicho que nuestro movimiento, la transformación, iba a ser pacífica, sin violencia, pero radical, porque íbamos a arrancar de raíz —la palabra ‘radical’ viene de ‘raíz’— el régimen de corrupción, de injusticias y de privilegios y es lo que estamos haciendo”.

    Así que tranquilos, que estamos cambiando.

  • El Titanic y la señora Dresser

    El Titanic y la señora Dresser

    No es noticia que, desde hace ya mucho tiempo, la capacidad de análisis objetivo de la doctora Denise Dresser naufragó en las aguas casi a punto de ebullir del inmenso océano que la oposición —es sólo un decir— se ha inventado en la bien cebada ciénega de sus prejuicios, fobias bobas, porfiados odios e intereses inconfesables.

    La profesora (del ITAM) Denise Dresser, un día sí y a la media hora va de nuevo, no duda en oprobiar su sólida y bilingüe formación académica en el Colegio de México y la Universidad de Princeton. Una pena. Carente de argumentos y razones para vituperar sin medida ni clemencia a quien, para ella y para otras tantas ofuscadas personas, es el factótum de absolutamente todos los males pretéritos, presentes y por venir de México, el presidente López Obrador —but of course!—, tiene años que ha optado por prescindir del juicio racional de las cosas, para mejor tirarse incólume a la chacota, el improperio y el pastelazo.

    La también columnista (del Reforma) usa cuanto foro, micrófono, página o pantalla puede para denostar al gobierno de la 4T, pero sobre todo a quienes lo apoyan. La argucia más socorrida es simple: los pobres mortales que están de acuerdo y respaldan a AMLO son ignorantes, o mensos, o fanáticos, o vendidos, o todas las combinaciones posibles, ignorantes y fanáticos, mensos y vendidos, fanáticos e ignorantes, en fin… No importa que todos esos hombres y todas esas mujeres conformen la enorme mayoría… O sí importa, justo porque son eso: la mayoría y no la gente distinguida; son la masa, la raza, la bola…, la mayoría ingenua y sonsa, desinformada, maleducada y susceptible de ser engañada por populistas como el malvado aludido y causante de todas las calamidades nacionales. Nada cool.

    Hace un par de días, la también panelista (de Televisa) lanzó a la tuitósfera un mensaje que ejemplifica impecablemente lo dicho hasta aquí. No espere usted una reflexión demasiada elaborada y aburrida. No. La doctora tuiteó un meme. Ella nada más presentó el dichoso meme con una solitaria palabrita de tres letras: “Así”, el adverbio de modo que también el señorito Claudio Equis suele teclear para, en forma ladina, tirar la piedra e ipso facto esconder la mano.

    El meme muestra una escena clavada en lo más recóndito del imaginario occidental desde hace varias décadas, y más incluso desde que se estrenó la película de James Cameron que narra el evento (1997): el hundimiento del Titanic. En medio del frío, la noche y el mar, la proa del buque ya está rendida bajo el agua, la popa ridículamente en el aire, con las hélices de fuera; la embarcación en picada a unos 45 grados respecto a la superficie helada del mar. La estampa anuncia la inminencia de la catástrofe que todos sabemos que está a unos instantes de suceder: a las 2:18 am el barco se partirá por la mitad. El pavor, muerte, la tragedia… El texto, dos líneas. Arriba, en el cielo: “MÉXICO ES COMO EL TITANIC”. Abajo, en la espantosa masa de agua, “PERO CON LOS PASAJEROS APLAUDIENDO”.

    Pues sí, para la señora Dresser la mayoría de los ciudadanos y de las ciudadanas de este país somos unos idiotas, y ella una lumbrera.… ¡Extrañas formas que tiene la politóloga de granjearse simpatías!

    Y ya metidos en esto, me voy a permitir usufructuar la alegoría del malogrado Titanic. La estratificación por clases de los pasajeros en efecto recuerda la terrible polarización socioeconómica y el clasismo que hay en México, hoy y desde siempre.

    En cuanto a la travesía y el infortunio, me parece que sí, ciertamente, así navegaba nuestro país hasta hace muy poco: mientras que los más acaudalados vivían en desenfrenada bacanal, el capitán del barco dormía, la tripulación nada más andaba pajareando, y todos nos dirigíamos directamente a un descomunal iceberg, al fatal siniestro.

    Hace apenas unos días, en una mañanera, el presidente dijo que en 2018 afortunadamente cambiamos de rumbo a tiempo. Concuerdo: las elecciones de julio de aquel año no fueron otra cosa que un golpe de timón. Se evitó la catástrofe, una hecatombe del todo previsible, y eso incluso sin considerar la pandemia, ese inconmensurable iceberg que surgió de la nada en 2019.

    El conjunto de políticas públicas echadas a andar por el gobierno electo democráticamente hace casi cuatro años, cuyo eje incuestionable es el axioma “por el bien de todos, primero los pobres”, evitó el colapso del país. Así que sí, yo aplaudo, aplaudo al movimiento de regeneración nacional, aplaudo porque la nave va.

  • Mentirosos inverosímiles

    Mentirosos inverosímiles

    … es tan buen político que hasta se miente a sí mismo.
    Max Aub, Censura.

    Muy sonriente y sonrosado, el señor diputado Santiago Creel tuiteó el martes —supongo que el lunes no había amanecido tan jovial—:

    “¿Te preguntas quién ganó las elecciones de este domingo 5 de junio?”

    ¿Preguntaba acaso el revivido panista si su hipotético lector se pregunta a su vez quién ganó el domingo? No, lo afirma —se le fueron los signos de interrogación—: sostiene que quien sea su lector debe de ser lo suficientemente ignorante o menso como para no saber o entender quién ganó en las elecciones del 5 de junio pasado. Sé que eso afirma porque, en el video que anexa, quien despachó como secretario de Gobernación de Fox —un puesto oxímoron— comienza su perorata diciendo a cuadro: “Seguramente te estás preguntando ¿quién ganó las elecciones de este domingo?”

    ¡Sí, hombre!, le respondí, el asunto es extremadamente complejo, almost rocket science…, porque, vea usted, nomás tenemos los siguientes datos:

    · Morena ganó 4 estados

    · El muégano prianista ganó 2 estados

    Esto es, 4-2. Ahora, si mal no recuerdo, 4 es más que 2 —de hecho, el doble—. Entonces, ¿quién habrá ganado?

    Más todavía, si consideramos los antecedentes, tenemos:

    · El aludido muégano tenía 6, ahora tiene 2

    · Morena de esos 6 tenía 0, ahora tiene 4

    ¿Quién habrá ganado?

    Bailando la misma guaracha lastimera, el perspicaz panelista de Televisa que poco antes de las elecciones de julio de 2018 había advertido en cadena nacional que si ganaba AMLO en menos de dos años el dólar iba a dispararse a 30 pesos, el señor Leo Zuckermann, tuiteó también el martes:

    “Los números son contundentes. Las alianzas sí suman y generan más participación. La posibilidad de la oposición de ganar en 2024 depende de la cantidad de partidos que se alíen para enfrentar a la impresionante maquinaria electoral que está armando Morena”.

    ¿Cómo no estar de acuerdo con el académico del CIDE? Los números son contundentes: 4-2. Y el acumulado a nivel nacional: 22-10.

    La patética pamema “ganamos perdiendo” es sólo el más reciente pasito bobo del nado sincronizado con el que la oposición ha ido minando vertiginosamente su propia credibilidad.

    El domingo en la noche tuve una epifanía. Los amigos de la 4TV me invitaron a comentar los avatares de la jornada electoral y sus primeros resultados. Tuve la suerte de que me tocara conversar al respecto con Filipo Ocadiz, quien en un momento dado señaló que “en donde realmente está sucediendo la cuarta transformación es donde no la vemos desde las grandes ciudades”: “Tendemos mucho a pensar como si todo fuera la Ciudad de México…” O como si México fuera Twitter, intervine… Aunque Twitter, por quién sabe qué malas mañas de los algoritmos y los bots, es muy azul, fue ilustrativo observar los trending topics del viernes previo a las elecciones. Con todo y el nado sincronizado que montaron apenas unos días antes de los comicios del domingo, me refiero la campañita “la 4T es un narcogobierno”, “Morena es el brazo político del crimen organizado”, “AMLO pactó con el narco” y demás infundios…, con todo y todas voces que se sumaron como loros a la cantaleta, con todo y que incluso Muñoz Ledo —el señor que le puso la banda presidencial a AMLO— tuvo el desparpajo de espetar la bajeza, estando a un lado del autonombrado Alito, de que el presidente de la República gobierna en “contubernio” con el narco, resulta que incluso en Twitter el primer lugar de los TT en México se lo llevaba el crucial asunto de que una cantante colombiana y un futbolista español que viven Barcelona tuvieron líos sentimentales y al parecer se van a separar. En otras palabras, el muégano opositor alza la voz para acusar al gobierno en funciones de estar al servicio del narcotráfico, e incluso entre sus simpatizantes la gente responde: Sí, sí, pues…, pero no interrumpa que está mejor el chisme de Shakira y Pique…

    ¿Por qué? Porque perdieron la verosimilitud. Deje usted a un lado la veracidad, que esa probablemente nunca la han podido presumir. La verosimilitud, la cualidad de verosímil, se refiere a la apariencia de verdadero, de creíble por no ofrecer carácter de falsedad. En un proceso de comunicación, la verosimilitud es el polo complementario de la credibilidad, el que permite cerrar el circuito. Si lo que alguien me dice me resulta sistemáticamente inverosímil, inevitablemente recibiré su mensaje con incredulidad. El PRIAN está ya copado por sus propios embustes. El lago que no era lago y en donde hoy se construye un parque ecológico lacustre, el cerro que nunca existió en Santa Lucía, la devaluación a 30 pesos, la inversión extranjera que no sólo nunca dejó de llegar sino que sigue en aumento, la gallina de los huevos de oro que no estaba muerta y hoy cacarea fuerte, el Apocalipsis anunciado cada tercer día, la conjura rusa, en fin, la estrategia de mentir incansablemente los tiene en donde se merecen, en el peor rol para alguien que quiere convencer: el del mentiroso inverosímil.

  • Nuestra riqueza somos nosotros

    Nuestra riqueza somos nosotros

    Si usted aún no ha cumplido 50 años, si usted nació entre el Bravo y el Usumacinta, entre California y el Caribe, entre el Atlántico y el Pacífico, es decir, si usted es una lectora o un lector oriundo de México, aquí ha radicado y tiene menos de diez lustros de edad, entonces seguramente es usted alguien a quien prácticamente durante toda su vida le han dicho que la gente es un problema.

    ¿Qué gente? Toda, toda la gente… Usted ha vivido en un mundo en el que el sentido común hegemónico dicta que entre menos burros más olotes, que “la familia pequeña vive mejor”, que ya somos demasiados, que si hay más población habrá menos recursos y más pobreza, que “ya no cabemos”, en fin…  Ahora, si usted es aún más joven y anda por debajo de los cuarenta años, además de tener la certeza de que la gente es una carga para el país, es muy probable que a usted lo hayan convencido de que el principal recurso de una persona, de una familia o de un país es el dinero. Así que para la mayoría de los connacionales —considere que la edad mediana en México es de 29 años— lo mejor que podría pasarnos es que fuéramos menos y tuviéramos más dinero.

    No siempre se ha entendido así el asunto. En 1921, Obregón realizó el IV Censo de Población. Al término de la Revolución, el país comenzaba a recuperarse. La reconstrucción debía atender todos los flancos de la economía, de entrada, el de la fuerza de trabajo. La bola había costado un millón de vidas: el censo de 1910 contó a 15 millones de habitantes y el de 1921 a 14 millones. Frente a esta realidad, los gobiernos postrevolucionarios continuaron impulsando, como se había hecho durante el porfiriato, una política pronatalista: había que “hacer patria”, tal era el precepto impulsado tanto por la iglesia católica como por el Estado. Cuarenta años después, se levantaría el último censo optimista. El 8 de junio de 1960 se realizó el VIII Censo de Población.

    A la mañana siguiente, El Universal publicaba a ocho columnas: “Creciente Potencialidad de México va Revelando el Censo”. La “potencialidad” aludida era el montonal de gente. La población no era un problema, todavía era una promesa. El fantasma de la explosión demográfica —una expresión aún ausente— no espantaba a nadie. En 1960 la consigna seguía siendo, como lo fue en la época prehispánica, a lo largo de la Colonia y, a lo largo de la etapa independiente hasta entonces, ¡entre más seamos, mejor! Poblar era hacer patria. El censo reportó que en 1960 el país contaba con 35 millones de habitantes, más del doble de lo que tenía en 1921. 

    El acelerado aumento poblacional se evidenció cada vez más: de los 20 millones de personas que en 1940 vivían en México, pasamos a más de 50 millones en 1970. ¿Resultado de la política poblacionista? Seguramente no; Benítez Zenteno sostiene que “el aumento de las tasas de crecimiento de población hasta 1974 se debió en su totalidad a la disminución de las tasas de mortalidad”. Cierto: la esperanza de vida se incrementó espectacularmente, de 41 años en 1940 a 62 en 1970. Claro, el auge demográfico fue incorporado al discurso oficial como un portento más del llamado “milagro mexicano”.

    Pasaríamos luego del optimismo exultante a un pesimismo que no pocas veces ha rayado en lo apocalíptico. El giro fue draconiano: en diciembre de 1973, el mismo año que se estrenó la película Cuando el destino nos alcance (Soylent Green), se promulgó la nueva Ley de Población, y pasamos de una política poblacionista a una de decidido control de la natalidad. ¿Qué pasó? El movimiento de 1968 había sido la manifestación de las contradicciones generadas por un desarrollo económico —cuyo modelo además se hallaba en un callejón sin salida— “simplemente cuantitativo sin verdadero progreso político o social” —Carlos Fuentes dixit—.

    El vertiginoso proceso de urbanización, la terciarización de la economía y sobre todo la desigualdad en la distribución de la riqueza comenzaron a pasar abultadas facturas. La ideología liberal capitalista había permeado ya en las nuevas generaciones: el individualismo, el consumismo y el aspiracionismo empataron bien con el control de la natalidad. El viraje de la política poblacional mexicana, ocurrido durante el gobierno de Echeverría, atendía además las presiones de Estados Unidos y los organismos internacionales: por un lado, se urgió a los países pobres a incorporar el control de la natalidad como un derecho humano, y por el otro se condicionaron los préstamos a la instrumentación de tales políticas. Tristemente célebre es la declaración de Robert MacNamara, presidente del BID, de que más valía invertir cinco dólares en anticonceptivos que uno en desarrollo.

    Los gobiernos neoliberales mantuvieron la política de control del crecimiento demográfico, sin impulsar mayores acciones, e incluso descuidando la salud reproductiva.

    Hoy la Ley de Población del 74 sigue vigente, aunque buena parte de ella está abrogada. Sin embargo, discursivamente AMLO ha dado un golpe de timón: la población dejó de entenderse como un problema para asumirse como lo que siempre ha sido, nuestro principal recurso. Nuestra riqueza somos nosotros.

  • Millardonarios, lucro y muerte

    Millardonarios, lucro y muerte

    Lo que sigue ni lo dijo el presidente López Obrador durante una mañanera ni es parte de la intervención del doctor López-Gatell en la 75° Asamblea Mundial de la Salud convocada por la OMS. Tampoco es una proclama del Foro de São Paulo. Lo que va a usted a leer no lo tomo de un volante subversivo de agentes cubanos infiltrados en la sierra de Guerrero ni es parte de un discurso de Maduro ni de ninguna secta populista.

    Décadas de políticas económicas neoliberales han privatizado los servicios públicos y han alentado el movimiento hacia la concentración masiva del poder corporativo y la evasión fiscal a gran escala. Estas políticas han funcionado para erosionar deliberadamente los derechos de los trabajadores y para reducir las tasas impositivas a las corporaciones y a los ricos. También han dejado al medio ambiente vulnerable a niveles de explotación mucho más allá de lo que nuestro planeta puede soportar.

    Traduzco lo anterior de un documento dado a conocer el lunes pasado en el Foro Económico Mundial de Davos por Oxfam Internacional: Profiting from pain. The urgency of taxing the rich amid a surge in billionaire wealth and a global cost-of-living crisis. Esto es: “Beneficiándose del dolor. La urgencia de cobrar impuestos a los ricos, en medio de un aumento en la riqueza multimillonaria y una crisis global del costo de vida”.

    El reporte expone cómo durante los dos últimos años se ha acelerado la ya de por sí monstruosa desigualdad económica que el neoliberalismo ha causado en el orbe. Van algunos datos… Pero antes, un breve apunte léxico.

    Oxfam expone el festín de lucro que ha sido la pandemia para los más ricos del planeta, en concreto se refiere a los ‘billionaires’. Sería erróneo traducir el término como billonarios, porque en inglés un billion son mil millones, mientras que en nuestro idioma un billón es un millón de millones. Tampoco sería adecuado traducir como millonarios, porque con que alguien tuviera un millón de dólares se colaría en el selecto grupo. Suele traducirse billionaires como multimillonarios, pero no preciso. En español ya tenemos un vocablo específico para mil millones, millardo, así que podríamos acuñar aquí el término millardonarios.

    Oxfam reporta que en 2020 en el mundo había 2,095 millardonarios, esto es, mortales que poseen una riqueza de al menos mil millones de dólares. Resulta que después del paso de la covid-19, se sumaron 573 más, para alcanzar la cifra de 2,668 pujantes billionaires. En otras palabras, entre 2020 y 2022 ha surgido en el mundo un nuevo millardonario cada 30 horas. Esto por sí mismo no es malo, hasta podríamos celebrarlo…, el problema es que durante el mismo período 250 millones de seres humanos cayeron en niveles de extrema pobreza. Peor: los mega ricos son cada vez más ricos: los millardonarios han embarnecido sus fortunas tanto en 24 meses como durante los últimos 23 años.

    ¿Qué produce y aumenta la fortuna de los multimillonarios? ¿Qué son seres humanos súper dotados, súper inteligentes? ¿La suerte, Dios, la mano invisible mercado…? Oxfam responde: “La riqueza extrema es consecuencia directa de políticas públicas y del dinero público”.

    La desigualdad es atroz. Los 2,668 millardonarios que hay en el mundo son el 0.00003% de la población total de la Tierra. Otro dato: los diez hombres —ninguna mujer— más ricos del mundo poseen más riqueza que lo que acumula el 40% más pobre de la humanidad…. Diez fulanos tienen más riqueza que lo que en conjunto acumulan 3,176 millones de hombres y mujeres. Y frente a ese 40% más pobre de la población —equivalente a toda la gente que vivimos en en América, Europa, Oceanía y África—, Elon Musk, el hombre más rico del mundo, es tan rico que podría perder mañana el 99 % de su riqueza… ¡y seguir estando entre el 0,0001 % de las personas más ricas del orbe!

    No quisiera deprimir a nadie, pero Oxfam estima que a una persona promedio del 50% menos acaudalado de la población mundial le tomaría 112 años, es decir, a partir de hoy hasta el año 2134, acumular la fortuna que cualquiera de los que se hallan en el 1% más rico obtiene en un año.

    Oxfam también proporciona un dato que le concede toda la razón a una de las decisiones que AMLO tomó para dar la cara a la pandemia: no endeudarnos. El 87% de los préstamos solicitados para enfrentar la Covid-19 otorgados por el FMI establece condiciones que exigen que los países de bajos y medianos ingresos que los recibieron adopten medidas de austeridad que exacerbarán aún más la pobreza y la desigualdad. Y por favor, estimados lectores, no piensen que el asunto se reduce a poder adquisitivo, a poder o no comprar determinados bienes: la pobreza mata. La esperanza de vida en los países de altos ingresos es hoy 16 años mayor que la de los países pobres.

    En algo no estoy de acuerdo con Oxfam. Afirma: “Las crisis combinadas de la Covid-19, el aumento de la desigualdad y el aumento de los precios de los alimentos podrían empujar a 263 millones de personas a la pobreza extrema en 2022”. No, no es una crisis combinada, es el modelo económico.

  • Cubetazo: Faltan 155 mil

    Cubetazo: Faltan 155 mil

    Políticos, doctores, periodistas, especialistas en cualquier cosa…: todos los que afirman que en México no necesitamos más médicos mienten. Ahora, ¿qué tantos nos hacen falta? Si hablamos de especialistas, la respuesta es un montón. Claro, es una respuesta imprecisa. Van algunos datos para afinarla… Pero antes, cual debe ser, los antecedentes.

    Acto I

    Luego de su gira centella por Centroamérica y el Caribe, de vuelta en suelo patrio, el lunes 9 de mayo el presidente López Obrador anunció, entre otras cosas, que había alcanzado un acuerdo con Cuba para contratar a 500 médicos especialistas de la isla, a efecto de que vengan a trabajar a nuestro país. Además, informó: “Firmamos un convenio de cooperación para que puedan irse a formar médicos generales como especialistas a Cuba. Vamos a otorgar becas con ese propósito”.

    Acto II

    Desde las entrañas del cada vez más amalgamado muégano que conforman el prianismo, la amlofobia, la fachiza conserva, la rancia reacción y la pequeñitita progresía aspiracionista, en fin, se dejó venir la avalancha de alaridos, argucias y patrañas. En un video que circuló en redes, una diputada panista de apellido Rangel se interpretó a sí misma en el papel de consternada alma buena y denunció que los cubanos que piensa traer AMLO ni siquiera son médicos, sino “operadores políticos que manda la dictadura para adoctrinar y esparcir la ideología comunista”. ¡El neomacartismo revivido en la del Valle! No faltaron los facultativos que se declararon agraviados, y para pronto se publicó el infaltable desplegado abajofirmantista. Muchos medios se sumaron al escándalo: el chauvinismo ramplón, la ceguera ideológica, el irresponsable desconocimiento se echaron a andar para aceitar la insidia: ¡Lopez desprecia a los doctores mexicanos para favorecer al comunismo internacional!

    Acto III

    Ante la furibunda y doblemente previsible reacción de la oposición —doblemente previsible porque todas sus reacciones son así, furibundas y previsibles—, el lunes 16 de mayo AMLO respondió: “¿Por qué vamos a traer médicos cubanos? ¡Contestamos: Porque no tenemos médicos! Porque el sistema de corrupción que defendieron esos médicos que firman en esos documentos dejó de invertir en la educación pública, y quería privatizar la educación, y por eso inventaron lo de los exámenes de admisión. No para que sólo entraran los que pasaran el examen, sino para… llenar el cupo disponible, que cada vez era más reducido… Hacían 125 preguntas en Medicina, y aceptaba a los que contestaban bien 123. A los que contestaban bien 122, que fallaban en tres, ya no entraban… Eso fue lo que prevaleció durante todo el período neoliberal. ¿Y cuál es el resultado? ¿A qué nos llevaron con esa política inhumana, antisocial, absurda? A que no tenemos médicos generales, y mucho menos especialistas”.

    Acto IV

    Ante la contundente respuesta del presidente, el muégano opositor oposicionista —el oposicionismo es la única unidad ideología que tienen—, ni tomó aire para seguir con su tarabilla: ¡Ah, el diktador insiste en ofender a “la comunidad médica”! —como si todos y cada uno de los doctores y doctoras de este país estuvieran en contra de la medida— ¡Lopes insiste en que faltan médicos!, como si mantenerse en lo dicho no fuera congruencia sino terquedad.

    Cubetazo

    Así que el martes en la mañanera el gobierno federal, en voz del secretario de Salud, el doctor Jorge Alcocer, aventó el cubetazo informativo para apagar el infiernito que se ha querido prender.

    Hoy México tiene 107 médicos especialistas por cada 100 mil habitantes. La recomendación internacional es tener 230 médicos especialistas por cada 100 mil habitantes. Dicho en pocas palabras, necesitamos más del doble. Y si somos estrictos tenemos menos: el dato se obtuvo dividiendo el total de médicos especialistas (135,046) entre la población total del país (126’014,024 habitantes), por 100 mil, esto es, usando el dato que arrojó el Censo de Población que se levantó hace dos años, y sin duda hoy somos más habitantes —por ejemplo, si ya somos 129 millones, baja a 104.7 la cantidad de médicos especialistas por cada 100 mil habitantes.

    Vista la situación por entidad federativa la desigualdad es tremenda: mientras que en la Ciudad de México —en donde el 99% de la población es urbana— hay 385 médicos especialistas por cada 100 mil habitantes, en Guerrero y Chiapas —en donde apenas 40% y 51% de los habitantes viven en localidades rurales— hay menos de 40 médicos especialistas por cada 100 mil habitantes. Y ojo, en el resto de los estados, la cantidad de galenos no llega a lo que la recomendación internacional establece; Nuevo León, que se ubica en segundo sitio atrás de la CDMX, reporta apenas 165 especialistas por cada 100 mil habitantes.

    Cubetazo de realidad: si quisiéramos alcanzar los 230 médicos especialistas por cada 100 mil habitantes, deberíamos tener 289,832, así que nos faltan nada más 154,786 médicos especialistas… Y la oposición está rabiando porque van a venir 500 doctores cubanos a echarnos la mano.

  • Sembrando futuro, construyendo vida

    Sembrando futuro, construyendo vida

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    A estas alturas del sexenio del presidente López Obrador es ya incuestionable para todos que lo que viene sucediendo en México desde julio de 2018 es un parteaguas histórico.

    Digo para todos y no exagero: incluyo a felices y endiablados, tanto a los adeptos complacidos como a los detractores hasta la disonancia cognitiva, tanto a la mayoría que lo apoyamos como a la minoría que lo detesta… Considero el espectro entero: desde quienes pensamos que, efectivamente, el gobierno está impulsando medidas inéditas en favor de los más pobres, hasta la minoría que brama, vehemente y con el bullicioso eco de los medios y de sus huestes de bots en redes, que México nunca había estado peor. Simpatizantes y opositores acusan cotidianamente que en este país las cosas ya no son como eran antes. Y hay más: me animo a incluir a escépticos, pesimistas y a los ensimismados que tratan de mantenerse al margen.

    Digo desde julio de 2018 porque al día siguiente de que AMLO arrasó en las elecciones comenzaron a orquestarse los cambios. De ahí una de las muchas paradojas que vivimos: como llevamos casi cuatro años de ajustes drásticos, ya nos resultan habituales: la noción del cambio perdió su carácter de novedoso.

    Si bien es evidente que México transita por una etapa de transformación, sentenciar ahora qué trascendencia reportará y cuál será el saldo en el porvenir es materia de magos, adivinos, economistas y especuladores varios. Por lo pronto, puede afirmarse que sólo teniendo tapiada la percepción es factible negar el calado de los cambios que la 4T ha impulsado. Incluso los más radicales deben aceptar que, aunque son deseables más cambios y más profundos, lo que se ha hecho en tan poco tiempo es mucho, rotundo y sustancial.

    En suma, en el marco de la historia de este país, hoy hay sobrada evidencia para afirmar que sí, que es perfectamente posible que estemos viviendo lo que se pretende que sea que estamos haciendo: historia, la cuarta trasformación nacional.

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    ¿Y a nivel global? ¿Es relevante para el mundo lo que está pasando aquí? Sí, por varias razones. Por ahora, menciono dos programas: Sembrando vida y Jóvenes construyendo el futuro. No son planes ni sueños, son acciones de gobierno en ejecución. Ambos programas inciden en el canto socioeconómico de la poliédrica realidad nacional. Además, el primero, enfrenta directamente una de las amenazas que enfrenta no México sino el orbe, la deforestación y la degradación de los suelos. El segundo, además, atiende una de las megatendencias que estamos presenciando: la falta de trabajo debida a la cada vez menor necesidad de trabajadores. Van algunos datos…

    La ONU alertó hace unas semanas que los humanos hemos degradado más del 40% de la superficie emergida del planeta. Esto perjudica a la biósfera, nosotros incluidos; de hecho, pone en riesgo a la mitad de la humanidad. Si no cambiamos el sistema económico —If business as usual continued…— para el 2050: 16 millones de km2 más presentarán degradación de la tierra (un área del tamaño de América del Sur); caerá la productividad vegetativa al menos 12% en los campos agropecuarios y en las áreas naturales, lo cual se traducirá en hambre; además, se emitirán 69 gigatoneladas de carbono extras (17% de las emisiones anuales actuales de gases de efecto invernadero). ¿Qué hacer? En corto: sembrar árboles.

    En cuanto a la falta de empleo, desde 1958 Hannah Arendt advertía sobre “el advenimiento de la automatización que en pocas décadas vaciará fábricas y librará a la humanidad de su más antigua y natural carga, la del trabajo…” Cierto, es previsible que la mayor parte del trabajo se irá encomendado cada vez más a entes automatizados. No es ciencia ficción ni futurología, está ocurriendo. ¿Y eso es malo? Ya que para el sentido común hegemónico el trabajo es una virtud, liberarse de él no va a experimentarse como algo bueno: “… la realización del deseo, al igual que sucede en los cuentos de hadas, llega en un momento en que sólo puede ser contraproducente”. Sin trabajo, la mayoría de la gente perderá relevancia: “se trata

    de una sociedad de trabajadores que está a punto de ser liberada del trabajo, y dicha sociedad desconoce otras actividades más elevadas y significativas por cuyas causas merecería ganarse esa libertad… Nos enfrentamos con la perspectiva de una sociedad de trabajadores sin trabajo… Está claro que nada podría ser peor”.

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    Hoy tenemos el conocimiento y las tecnologías que nos permitirían detener nuestra suicida estampida al abismo, y optar por un renacimiento, no sólo cultural, también natural, civilizatorio. Considerando el tamaño y trascendencia del reto, las dificultades logísticas y costos para poner en marcha un Sembrando vida mundial resultarían irrisorios. Sumemos que cada vez va a haber más jóvenes con tiempo libre disponible y en búsqueda de actividades relevantes. Salvar a nuestra propia especie puede ser una buena alternativa, ¿no? Sembrar futuro, construir vida.

    Aquí ya empezamos. El optimismo, desde aquí, ahora, cabe.

  • PANelero populista

    PANelero populista

    Días atrás, el señor que encabeza al PAN espetó una propuesta tan ruidosa como disparatada. Bueno, eso de que encabeza es un decir. En cualquier caso, lo hizo en vivo, en un canal de TV. Quizá las cámaras animaron a Marko Cortés a comportarse como lo hace cada vez más gente de la oposición: airadamente, impostando, casi a gritos, con aspavientos y manotazos; sobreactuando, pues. Acompañado de su fautor del PRI, Alejandro Moreno —a saber quién es el patiño y quién lleva la voz cantante—, el panista acudió a Televisa a confrontarse con el dirigente de Morena, Mario Delgado. La suerte que corrió en la Cámara baja la reforma eléctrica del presidente fue el tema del debate. A pregunta expresa de la conductora —lastimera y en tono de ofendido reclamo—, Delgado reiteró que, dado que votaron en contra de la soberanía energética, no es inexacto ni excesivo llamar traidores a la patria a los diputados del McPRIANrd. Entonces el contador público Cortés soltó su gansada: “Asignemos el presupuesto que sea necesario para que en todas las casas, en los techos de la casa habitación de la gente, iniciando por los más pobres, por el consumo básico, se pongan paneles solares de generación de energía limpia, y así la gente no pague nada o la gente pague mucho menos en su recibo de luz…”

    El de Morena contestó con una pregunta que de golpe mandó muy muy lejos la sugerencia panista: “¿Por qué no la hiciste [la propuesta] en la Cámara?” Sí, sería bueno explicarle al despistado Zamorano que ni se legisla en los medios ni los dirigentes de los partidos tienen atribuciones para ello. Pero, en fin, el señor se aventó a proponer que se coloquen sendos paneles solares en todas las casas de México. Para quienes esto no resulte a todas luces una vacilada, van algunos datos…

    ¿De cuántos sistemas fotovoltaicos hablamos? El panista quiere instalarlos “en todas las casas”. Según el Censo de Población y Vivienda 2020, en el país había hace dos años 35 millones 156 mil 897 viviendas particulares habitadas. Supongamos que no hay más. Sin entrar en detalles técnicos demos por cierto que

    “El precio promedio por panel solar para una casa” es de $14,500 pesos —así se informaban en octubre de 2021 en una investigación de sinembargo—. Entonces, para colocar un panel en cada casa se requieren $509,775,006,500 pesos, esto es, casi 510 mil millones de pesos. ¿Qué tanto es eso? Bueno: es un poquito más que la suma de los presupuestos 2022 de las secretarías de Educación Pública (364 mil millones de pesos), Turismo (65 mil mdp, que incluyen los recursos para la construcción del Tren Maya), Medio Ambiente y Recursos Naturales (40 mil mdp), Cultura (15 mil mdp), Relaciones Exteriores (8,508 mdp), Economía (3,586 mdp) y Función Pública (mil mdp)…, y aún hay que sumar el presupuesto 2022 del INEGI (11 mil mdp). Insisto, con esos 510 mil mdp alcanzaría para instalar apenas un panel por vivienda, lo cual, por supuesto, sería insuficiente para la gran mayoría de ellas —para que funcione sólo el refrigerador se requiere de uno a dos paneles—. Si multiplicamos por tres el promedio de paneles por vivienda haríamos un cálculo muy conservador y el monto se eleva a 1.53 millones de millones de pesos.

    ¿Y la suficiencia? Imaginemos que en algún lugar del mundo existe la disponibilidad para adquirir 105 millones de paneles solares. ¿Qué tan complicado sería colocarlos? Cualquiera que se moleste en consultar los resultados del Censo de Población 2020 podrá enterarse de que, de las 35 millones de viviendas habitadas, poco más de siete millones se encuentran dispersas en localidades rurales —de menos de 2,500 habitantes—: una de cada cinco. Y tenga usted por seguro que ahí es en donde vive la población más pobre del país. Si ya desde la perspectiva nacional la propuesta del PAN muestra inviabilidad logística, al observar la situación a nivel estatal el propósito luce prácticamente imposible en Oaxaca, Chiapas, Hidalgo y Tabasco, en donde 50, 47, 42 y 40%, respectivamente, de las viviendas particulares habitadas se ubica en localidades rurales. El operativo también sería demasiado complejo en entidades en las que más de un tercio de las casas está en localidades rurales: Guerrero, 39%; Veracruz, 37%, y Zacatecas, 36%.

    ¿Y qué decir de los techos sobre los cuales habría que instalar los paneles? La última vez que el censo captó información sobre el material de techos fue en 2000; entonces, 36% de las viviendas no tenía techos de losa de concreto, tabique, ladrillo o terrado con viguería, sino de láminas (cartón, asbesto o metálica), palma,tejamanil o madera y teja. No sé qué tanto ha variado el porcentaje, pero cualquiera que sea la proporción, corresponde a las familias más pobres.

    La CFE ha realizado un trabajo titánico. En todo México el censo halló sólo 280 mil viviendas sin energía eléctrica, ¡menos de 1%! En cambio, y me temo que Marko Cortés no tiene idea de esto, hay 4.3 millones de viviendas que no tienen refrigerador, más del 12% del total. Y qué, ¿a esas casas quiere llevar el panelero la energía solar? ¡Puro populismo!