Categoría: Carlos Bortoni

  • Por una sociedad más desigual

    Por una sociedad más desigual

    Si bien no es el fantasma del comunismo, el cual claramente ha explicado la oposición que se encuentra atrapado entre las páginas de los libros de texto gratuitos de la SEP, en los cuales —como sesudamente señala Sergio Sarmiento— se promueve “una sociedad regida por la colectividad”. Abro un paréntesis, porque probablemente no entiendan el peligro que esto implica y que con su infinita sabiduría alumbra Sarmiento, lo que la CuatroTe está haciendo con los libros de texto comunistas es fomentar que la mexicana sea una sociedad —una agrupación de personas, organizada para cooperar en la consecución de determinados fines— regida por la colectividad —por un conjunto de personas reunidas o concertadas para un fin— ¿Se dan cuenta del horror que ello acarrea? El gobierno quiere formar sujetos que vivan en sociedad y se comporten como si vivieran en sociedad. En fin. Ese no es el tema de esta columna.

    El tema es que, si bien el fantasma del comunismo no recorre México, porque recorre solo los libros de texto, hay un fantasma que sí recorre México, el fantasma de la disminución de la desigualdad, y debería preocuparnos tanto, o más que el fantasma comunista ¿Por qué? Porque el fantasma de la disminución de la desigualdad se está materializando, sentando sus reales sobre nuestro país e impactando directamente el principal activo de las clases privilegiada y aspiracionista, el de poder mirar con desprecio a todos aquellos que no pueden mantener —ni pagando a meses sin intereses— un tren de gastos excesivos e innecesarios. Me explico.

    Mientras desde el gobierno y sus huestes afines de comentaristas, partidarios y simpatizantes que no se dan cuenta que cuando sus condiciones de vida mejoran no mejoran sus condiciones de vida porque así lo dice la sabia sabiduría del McPRIANRD, Claudio X y los defensores del sacrosanto derecho de la clase privilegiada a vivir en una realidad con la cual el grueso de los mexicanos no podrá siquiera soñar, festejan cínicamente la disminución de la desigualdad en nuestro país, festejan descaradamente que se pase de que los más ricos ganaran 21 veces más que los pobres en 2016, a que ahora ganen 15 veces más ¡Sólo 15 veces más! ¡Por vida de Dios, eso no es humano!, mientras celebran, como si hubiera algo que celebrar, que a pesar de la pandemia y la inflación —ese mecanismo a través del cual se mantiene el orden de las cosas para que nada se salga de su lugar— 5 millones de personas lograran salir de la pobreza, que en los hogares más pobres el ingreso aumentara en 19.3%, que en el ámbito rural creciera por encima del 30% y entre la población indígena —la misma a la que Xóchitl Gálvez pertenece sin pertenecer— fuera superior al 43%, sin afectar el incremento del ingreso en todos los hogares mexicanos que subió 11% y sin establecer impuestos sobre herencias y riqueza. En las casas y empresas donde la clase privilegiada explota a la clase explotada y donde trabaja la totalidad de la clase aspiracionista, lejos del pernicioso espacio público y ajenos al bien común, se sufre porque se siente que el otro, ese otro pobre y que difícilmente tenía lo suficiente para sobrevivir, se acerca a ellos, una cercanía que aún resulta bastante distante, pero cercanía a final de cuentas ¿De qué sirve pertenecer a la clase privilegiada si la clase obrera deja de formar esa reserva casi infinita para ser explotada al gusto de la clase privilegiada? ¿Para qué vivir pagando tarjetas de crédito, prestamos e intereses si la desigualdad se va a seguir reduciendo y será complicado distinguir entre clase obrera aspiracionista y no aspiracionista? ¿Para qué soportar las llamadas del banco queriendo cobrar si el nivel de vida de los mexicanos empieza a emparejarse?

    Urge que nuestros comentócratas, mercenarios al servicio del capital, desquiten su sueldo. No es suficiente con que menosprecien los resultados de los que la ENIGH da cuenta, como lo hace Woldenberg —heroica llamarada de petate de la marea rosa— quien a regañadientes tiene que concluir que hay avances por parte de la CuatroTe. Tampoco es suficiente que proceres como Jorge Castañeda tengan el descaro de atacar la lucha en contra de la desigualdad centrándose solamente en la existencia del trabajo informal. No. No. No. No. No basta con ello, se necesita más, necesitamos que defiendan el noble derecho a la desigualdad, a distinguirse del otro por lo que uno gana y gasta, a humillar indirectamente al grueso de la población viviendo rodeado de lujos fatuos, mientras la gente muere de hambre, el derecho al derroche y el desperdicio patentado por los excesos de un sistema injusto e inhumano. Necesitamos que la oposición abierta y francamente salga a las calles, tome las cámaras, amenace con la salida de capitales del país si este gobierno sigue anteponiendo a los que menos tienen e insiste en aumentar el salario mínimo —el cual ha crecido un 90% desde que inició esta administración ¡Un horror! A la desigualdad hay que dejarla crecer, y si no lo hace, hay que incentivarla para que crezca, no contrarrestarla con el gasto social más alto de la historia mexicana, no aumentando los programas sociales. Necesitamos un PANismo que se comporte como PANismo, un PRIismo que sea PRIismo y un McPRDismo que siga asumiendo que mucho ayuda el que no estorba. Necesitamos que se detengan las reformas como la del outsourcing que permitió un aumento del 27.4% en el salario base de quienes antes vivían en condiciones cercanas a la esclavitud del subempleo. No es posible que la desigualdad sea atacada como nunca durante este gobierno. Mucho menos que se lo permita sin hacer nada al respecto.

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    La clase privilegiada tiene que tomar el poder para salvar al resto de la población del resto de la población ¿Qué futuro les estamos dejando a nuestros hijos? ¿Qué incentivos tendrán quienes creen ciegamente en el echaleganismo y el granito de arena, para pensar solo en ellos mismos y no darse cuenta de que forman parte de un todo? ¿Para qué agachar la cabeza y pisar al otro? ¿Para que buscar el beneficio individual si desde lo colectivo se pueden generar cambios que mejoren las condiciones de todos? ¿Se dan cuenta de lo que se pone en entredicho al combatir la desigualdad? No es solo el nivel de vida de las personas, no es solo la imposibilidad de despreciar al otro porque” es menos que uno”. No. Se pone en entredicho el fundamento mismo de la sociedad capitalista, el incentivo inalcanzable que representa la imposibilidad de mejorar las condiciones de vida y la eterna promesa de poder vivir mejor, como aquellos que —por derecho de nacimiento— viven mejor que la mayoría, cobijados por la seguridad de nunca ver amenazados sus privilegios.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • Educar sujetos que sepan agachar la mirada

    Educar sujetos que sepan agachar la mirada

    La cruzada ideologizante que ha lanzado la CuatroTe en contra del Sistema Educativo Nacional tiene en los libros de texto y las pobres mentes de les niñes sus principales víctimas. Como no ha dejado de señalar el bloque opositor –que es bloque porque los une la misma perdida de privilegios, y es opositor porque carente de propuestas lo único que consigue articular, medianamente, es un discurso que se oponga a aquello que desde el gobierno se proponga, oponiéndose, si es necesario, a lo que otrora defendieron– los libros de texto están cargados de la ideología con la que se está de acuerdo en el gobierno. Por un lado, resulta lamentable que las mentes ilustradas de la oposición descubran que el sistema educativo es un aparato ideológico, décadas después de que Foucault muriera. Sin duda alguna, revelaciones como esta habrían transformado su obra y le habrían permitido alcanzar profundidades a las que solo es posible llegar con el patrocinio de Claudio X. Por el otro, resulta terriblemente mezquino que un gobierno como el que encabeza Andrés Manuel López Obrador, que se dice democrático y de izquierda, promueva valores con los que está de acuerdo ¡Qué gran ejemplo sería, cuanta estatura demostraría, si el contenido de los libros de texto tuviera ese maquillaje presuntamente desideologizado de la desideologización que encumbró las competencias educativas y que tan desideológicamente representa el programa PISA de la OCDE para la estandarización de los saberes y los educandos!

    El pretexto, detrás de esta labor de propaganda educativa (y no es que el resto de la educación no sea propaganda, sino que hay de propaganda a propaganda), es el de formar sujetos con criterio propio, sujetos consientes de ser una construcción histórica y capaces de cuestionarse a sí mismos y a su contexto, sujetos que –como eruditamente señala Julio Patán, con esa saludable dosis de ironía que lo caracteriza, jamás alineada con los intereses de los intereses de la clase privilegiada– desde un enfoque multicultural, aprendan la importancia del pensamiento descolonizado ¿Para qué? ¿Para qué? ¿Para qué? ¿Qué necesidad hay de plantear una educación que permita a los individuos construir su propia identidad, si la identidad de los pueblos latinoamericanos (como la de los africanos y gran parte de los asiáticos) fue definida hace siglos por el noble salvajismo europeo? ¿Para que buscarle tres pies al gato si desde el descubrimiento de América recibimos la bendición como acto de barbarie?

    De entrada, lo primero que señalan los críticos del pensamiento crítico, como fin y herramienta educativa, es que no hay necesidad de hacer de las matemáticas nada más que no sea un recurso al servicio de la acumulación de riquezas ¿Qué es eso de pensar en la economía popular o contribuir a una mejor planificación de los recursos familiares? Se preguntan los Julios Patán de la oposición. Lo único que el obrero necesita –y es obrero todo aquel que no cuenta con medios de producción y solo dispone de su fuerza de trabajo– es un nivel básico de matemáticas para entender que las horas trabajadas y su nivel de producción no tienen relación con el sueldo que reciba. Nada más. Las matemáticas deben estar al servicio de la explotación neoliberal, del mismo modo que lo debe estar la poesía y la literatura en general ¿De verdad vamos a insistir en el punto de que la literatura es una herramienta de transformación? No. No. No. Si se va a enseñar literatura en las escuelas, si se va a leer poesía, es solo para que los alumnos entiendan que, si no se tiene el privilegio de tener una vida privilegiada, no es posible acceder a los placeres del lenguaje ni entregarse al acto ocioso de intentar resumir el mundo en unas cuantas lineas. La poesía –sostiene con sabiduría mercenaria Patán, con la convicción de quien sabe que sostiene algo digno de sostenerse– será burguesa y defensora del establishment, o no será.

    Y va más allá, van más allá (sería absurdo pensar que una mente brillante como la de Patán atraviesa sola las tinieblas del reformismo social), el modelo educativo que surja de ese movimiento que va por México, tendrá la virtud de regresarnos a un estado del cual no hemos terminado de salir, un estado donde sea posible que el hombre explote al hombre sin sentirse incomodo por hacerlo. No solo habrá de tirar a la basura la versión ideológica de la educación de la CuatroTe, habrá de retomar “una versión euro centrista de la historia, anclada en valores occidentales” e ignorar, como debe ser ignorado todo aquello que no contribuye al aumento de la plusvalía, la riqueza cultural de los pueblos originarios. No hay necesidad de construir nuevas narrativas históricas, que den cabida a sujetos que no tuvieron la fuerza suficiente para no ser conquistados, colonizados y sometidos. No. La historia que se debe contar es la de los ganadores, en especial si los ganadores aplastaron y humillaron a los perdedores. Lo que se necesita es un discurso histórico que le recuerde a cada sujeto cuál es su lugar en la sociedad, que enaltezca a la clase privilegiada / explotadora, y recuerde a la clase explotada que no tiene posibilidad de modificar su condición, que no hay forma de lograr un cambio profundo de su realidad y que debe estar agradecido por ello.

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    El Sistema Educativo Nacional en general, y los libros de texto gratuitos en particular, deben ser dispositivos, herramientas, medios que contengan y, de ser posible, socaven, el potencial popular. Educar para que los sujetos sean capaces de discutir, generar asambleas, tomar decisiones e incidir en su entorno y contexto, es educar sujetos que se nieguen a ser sometidos por discursos clasistas que no buscan otra cosa que no sea el preservar un sistema social definido por la injusticia y la desigualdad. Para eso tenemos un sistema electoral que permite al ciudadano jugar a que toma decisiones y lo excluye de las discusiones donde se toman las decisiones que los afectan, para eso tenemos un sistema educativo punitivo y castrante, para eso tenemos intelectuales alineados con los intereses de la clase privilegiada, para garantizar que todo se mantenga en su sitio, que cada uno tenga claro qué tiene que hacer cuando despierta y –sobre todo– ante quien tiene que agachar la mirada.

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  • ¡A trabajar cabrones!

    ¡A trabajar cabrones!

    No debería sorprender que las palabras de Don Vicente Fox, a quien por decoro nadie llama presidente Fox, como a él le gustaría, ese prohombre que está más allá del bien y el mal, que desde las alturas refresqueras entiende que el ejercicio de gobierno no es diferente a la distribución de Coca Colas, y quien no sabe que no sabe nada, indignaran a propios y extraños y fueran rechazadas por ambos e interpretadas como una ofensa que en nada ayuda a nadie. Y digo que no debería causar sorpresa, no porque no se deba esperar nada inteligente de Don Vicente, sino porque pocos tienen el entendimiento necesario, para profundizar en las profundidades del pensamiento foxiano, y el valor de abrazar las iniciativas de la derecha moderna, oxímoron de tan hermoso alcance que solo tiene comparación con el humanismo reaccionario. 

    “Ojalá y Xóchitl nos cumpla de que los huevones no caben en el Gobierno y tampoco en el país. Ya se acabó de que estén recibiendo programas sociales: ‘¡A trabajar cabrones!’, como dice Xóchitl […]”, afirmó Fox en una entrevista, y remató diciendo que la pensión de los expresidentes “sin duda” debe ser restituida. El punto de partida de la propuesta foxista puede resumirse en esa hermosa frase que demuestra un complejo entendimiento del hablar mexicano: “¡A trabajar cabrones!”. Su contenido no hace falta resumirlo, porque es de una sencillez que podría confundirse con reduccionismo: quien no trabaja y no pertenece a la clase privilegiada no come.

    Una aclaración, trabajar no significa lo que el chairo de Marx explicó que significaba en El Capital, un proceso a través del cual el hombre “pone en acción las fuerzas naturales que forman su corporeidad, los brazos y las piernas, la cabeza y la mano, para de ese modo asimilarse, bajo una forma útil para su propia vida, las materias que la naturaleza le brinda. Y a la par que de ese modo actúa sobre la naturaleza exterior a él y la transforma, transforma su propia naturaleza, desarrollando las potencias que dormitan en él y sometiendo el juego de sus fuerzas a su propia disciplina.” No. Nada de eso, trabajo es simplemente la forma en la que los sujetos ganan dinero, y quien gana poco es porque trabaja poco. “El pobre es pobre porque quiere”, debe leerse detrás de la propuesta de Fox.

    En este sentido, deben distinguirse dos tipos de cabrones en la iniciativa foxiana. Los primeros, a los que se dirige la orden de ¡A trabajar! Son cabrones porque ni siquiera deben ser reconocidos como humanos. Son cabrones porque son animales de carga, destinados a mantener eternamente la maquinaria en movimiento. En pocas palabras, son cabrones porque resultan molestos, un mal necesario. Son cabrones porque no merecen descanso. Porque no pueden ser “huevones” que estén recibiendo programas sociales. Los segundos, los cabrones que dirigen a los cabrones que son dirigidos, son cabrones porque son personas experimentadas y astutas. Son cabrones porque saben ponerse del lado correcto, ese lado donde pueden ganar dinero trabajando menos que quienes son pobres sin parar de trabajar.

    Ese es el primero de los dos ejes del pensamiento foxista, pensamiento complejo y lleno de sabiduría reaccionaria; existen quienes deben trabajar toda su vida, sin tregua ni descanso, y a pesar de ello —o justo por ello— son huevones, y quienes, siendo huevones, vividores y abusivos, no son huevones, ni vividores, ni abusivos, sino trabajadores que son tan trabajadores que no necesitan trabajar. Lo que Don Vicente sostiene con esa honestidad brutal, propia de niños, borrachos y oligofrénicos, es que no todos pueden ser huevones, y merecer programas sociales, ya sea una beca para estudiantes, una pensión universal para personas adultas mayores, o una pensión presidencial. Sólo unos cuantos son los elegidos. Y, en consecuencia, los no elegidos deben trabajar –están obligados a trabajar– arduamente para garantizar la satisfacción del mínimo necesario de sus necesidades, seguir trabajando y –sobre todo– preservar el sistema de injustas injusticias que permite a los segundos, a los cabrones que los pusieron a trabajar sin descanso, vivir con excesos y privilegios que los ciudadanos de a pie difícilmente podemos imaginar y no merecemos disfrutar.

    El otro, el segundo eje foxista, consiste en el entendimiento de que no es posible obligar a todos a vivir marginalmente. Entender que –como ya se dijo– hay quienes nacen para maceta y del corredor no pasan, hay quienes nacen para plantar, regar y cuidar las macetas durante cada minuto de su vida, y hay quienes nacen para ignorar que hay macetas y trabajadores en el corredor que los conduce a sus aposentos lujosos. A estos últimos, no es posible obligarlos a padecer penuria alguna, así sea la menor de las penurias, así sea la de menor duración. No. Para ellos todo, para los demás nada. La clase privilegiada no solo es privilegiada por decreto y nominación. Es privilegiada porque no sabe lo que significa vivir sin privilegios y nunca debe saberlo. La clase privilegiada tiene seguros de gastos médicos mayores que “andan en los 100 mil pesos mensuales”, y no tienen por qué ser tratados como beneficiarios del IMSS o el ISSSTE. La clase privilegiada debe recibir cuanto apoyo sea necesario para seguir siendo privilegiada, desde pensiones presidenciales, hasta condonación de impuestos. La clase privilegiada trabaja, haciendo que la clase explotada trabaje, para que la clase privilegiada pueda vivir sin trabajar, gracias al trabajo de la clase explotada.

    Desde luego que no faltarán quienes encuentren repulsivo el planteamiento honesto, reaccionario y falto de ética de Don Vicente Fox, marqués de San Cristóbal. A quienes les indigna lo indignante, les recuerdo que no todos somos iguales, y que, si bien el trabajo de las clases explotadas mantiene vivos los privilegios de la clase privilegiada, su impacto macroeconómico resulta ínfimo, porque son intercambiables, porque existen reservas de desempleados para sustituirlos, porque no tienen voz, ni nombre, ni rostro. Porque son anónimos. Por otro lado, el impacto de lo que hagan y dejen de hacer los selectos miembros de la elite elitista que goza de lujos, excesos y privilegios, resulta inmediato en la vida de todos, y Fox lo resumió brillantemente en una frase que recuerda a la consigna de quienes suben a los camiones a pedir dinero a cambio de no asaltar a los pasajeros: “Los presidentes deben tener tranquilidad, los expresidentes igual, sucede en todo el mundo. No hay que mandarlos a la hoguera porque se portan mal”. Dimensionemos, si un miembro de la clase explotada se porta mal, su alcance será mínimo y afectará principalmente a los miembros de la clase explotada. Sin embargo, si un miembro del club de los privilegiados se porta mal, puede poner en jaque la estabilidad nacional, convocar a la sedición, revelar secretos con alto valor geopolítico o cabildear en pro de los intereses trasnacionales sobre los intereses nacionales (no sean burdos, no piensen que estoy hablando de Zedillo o Calderón).

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    Hace un par de días, mi amigo y analista desconocido de la condición humana, obrero docente al servició de la burocracia dorada, Karl García (quien no debe ser juzgado por haber sido bautizado con el mismo nombre que el filósofo, economista, sociólogo, historiador, periodista, intelectual y político comunista) me ayudó a entender por qué el echaleganismo que arrastra el grito ¡A trabajar cabrones!, cuando cae en los oídos de alguien que no siendo privilegiado tiene el privilegio de codearse con los privilegiados, es un grito fundamental para sacar adelante a nuestra sociedad. Me dijo que, si “Xóchitl llegó a vender hasta 600 gelatinas en un día, y suponiendo que cada gelatina pesara entre 100 y 150 gramo, Xóchitl tenía que desplazar –para vender en la plaza– entre 60 y 90 kilos de gelatinas.

    Esto, sin contar el peso de las típicas vitrinas para gelatinas.” Y planteó varías preguntas –que evidentemente ocultaban su admiración y cierto nivel de envidia– “¿Cómo podía mover, una niña de 10 u 11 años, 90 kilos de gelatinas al día? ¿Cuántos viajes hacía? ¿Con qué tipo de transporte contaba? ¿Dónde las refrigeraba? ¿Dónde las preparaba?” Todo ello, concluía Karl, “no puede más que impresionarme por su precoz empuje empresarial, impresionarme por cómo desde temprana edad resolvió un problema tan complejo de movilidad, impresionarme por su temprana vocación de ingeniera, impresionarme porque –considerando que, hasta el año pasado, Tepatepec, Hidalgo, tenía 11,355 habitantes– Xóchitl vendía a diario a poco más del 5% de la población de su pueblo.” Y, mi reaccionario amigo, remataba su sorpresa con el mismo anhelo que todos tenemos: “Ya nada más falta esperar la serie de esta proeza como una producción original de Netflix, lástima que no vaya a estar a cargo de Epigmenio Ibarra.”

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • Legalidad mata legitimidad

    Legalidad mata legitimidad

    Sacudió –como debe sacudir aquello que indigna por su falta de recato, apego a las buenas costumbres y negativa a agachar la cabeza– a los espíritus nobles y gente de bien de la clase política y social mexicana, el que hace unos días el presidente Andrés Manuel López Obrador exhibiera los montos de los contratos celebrados por las empresas de uno de los precandidatos del Frente Amplio por México. Sacudió no sólo porque al hacerlo se violentó el sacrosanto secreto fiscal que obliga a los funcionarios hacendarios a no revelar ninguna información tributaria de los contribuyentes, sino por el mal gusto de oponerse a acatar el orden legal que sabiamente fue constituido, por seres más sabios que nosotros, para protegernos de afectar los intereses de la clase privilegiada.

    Sacudió porque pone en duda el entendimiento del entramado legal como un orden pre social, constituido en un tiempo inmemorial para contenernos como contienen las cercas al ganado, un entramado que no sólo no debe ser cuestionado, sino al cual debemos apegarnos sin importar lo injusto o absurdo que resulte. Por eso fue que los próceres de la democracia como herramienta de la oligarquía, de la libertad de expresión como medio infodemico y las buenas costumbres, no dudaron un segundo para poner el grito en el cielo, denunciar, condenar y pedir la excomunión de aquellos que cometieron el pecado de colocar por encima de lo legal, lo legitimo, de no entender la importancia de mantener en la ignorancia a las masas que deben ignorar aquello que no tienen capacidad de entender; en espacial, cuando aquello que deben ignorar tiene que ver con los privilegios que jamás habrán de disfrutar.

    No entender que el poder debe ejercerse en las sombras, lejos del escrutinio público, que la transparencia no es más que un discurso para garantizar la opacidad de aquello que debe ser opaco, de aquello que debe estar detrás de un velo, inaccesible para las conciencias que no pueden entender que hay quienes merecen más que otros, es no entender absolutamente nada. La luz no debe alumbrar a las clases privilegiadas y aquellos que se benefician del poder. No. La luz debe alumbrar a la ciudadanía para controlarla y mantenerla cegada. Por el bien de todos, primero los privilegiados, los que siendo menos tienen más —mucho más— de lo que pueden imaginar las masas. Por el bien de todos, la información no debe estar al alcance de todos. Quienes aspiran a dirigir el futuro del país no deberían ser expuestos, de cuerpo entero, a la mirada de la masa electoral. Lo único que ese mal necesario que conocemos como ciudadanía debe saber de los candidatos —en especial de los candidatos que representan los intereses de la oligarquía— es aquello que los candidatos quieren que la ciudadanía sepa de ellos ¿A quién le sirve saber que X o Y candidato a sacado provecho de su posición como alcalde, diputado, gobernador o senador, para firmar contratos millonarios con entidades públicas y privadas si podemos conformarnos con saber que empezó boleando zapatos o vendiendo gelatinas? El mito autoproclamado nos da más tranquilidad que la realidad expuesta sin la menor delicadeza. Y esa tranquilidad es todo a lo que debemos aspirar.

    Por ello es que los padres de la patria legislaron y sus herederos lo siguen haciendo, para garantizar que el orden social no sea mancillado por un puñado de revoltosos que piensan que es posible pensar en el bienestar de la mayoría. Por eso se creó un entramado legal tan complicado como detallado, para no permitir que la ciudadanía cuestione a quienes, por derecho divino y capacidad económica, están por encima de la ciudadanía. La legalidad es el marco que no debe rebasarse. La legitimidad es una aspiración peligrosa que pone en entredicho ese marco y amenaza con aportar elementos a los ciudadanos con los que los ciudadanos no van a saber que hacer. Anteponer lo legitimo a lo legal amenaza con sembrar en la cabeza del electorado la insana idea de que puede tomar decisiones que lo beneficien, la insana idea de que puede ser agente de su propia historia, la insana idea de que son sujetos y no objetos al servicio de otros. Desde luego que no faltaran quienes argumenten que esto no debe ser así, que lo legal se trata de una construcción histórico cultural que puede ser modificada, no faltarán aquellos que anteponiendo una subjetividad, capaz de cuestionarlo todo, pongan en entredicho sabiduría infinita de quienes crearon las normas e instituciones que nos rigen, no faltarán personas tan soberbias que creen que pueden tomar las riendas de su propio destino, voces que deben ser ignoradas y acalladas con el peso de la ley que fue creada para ignorar y acallar las voces que cuestionan el peso de la ley.

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    Si se permite y —peor aún— promueve desde el poder que la gente cuente con la información necesaria para tomar una decisión que está por encima de las decisiones que debe tomar, se fomentará el desarrollo de una ciudadanía que el día de mañana buscará arrebatar a la clase política el control del país, una ciudadanía que asumirá que los políticos son un medio y no un fin en sí mismo. La participación ciudadana debe ser un refrendo del discurso mítico que la clase privilegiada quiere que repitamos irreflexibamente y no un ejercicio en el que se cuestione ese discurso. Un referendo que rinda tributo al poder económico —el único que debe prevalecer— y no un ejercicio que busque transformarlo. No hay necesidad de que el ganado sepa que va al matadero para conducir al ganado al matadero. Por el contrario, mientras menos sepan los ciudadanos de quienes aspiran a dirigirlos, mucho más sencillo será realizar la función de gobierno, garantizar los privilegios de la clase privilegiada y preservar ese orden social que fue creado y dispuesto para el beneficio de unos cuantos. Cualquier otra cosa, como bien decía ese ejemplo de hombre de estado, benefactor de quienes deben ser beneficiados, promotor de la oligarquía y modelo de la heroica oposición que hoy defiende el derecho a oprimir a los oprimidos, Porfirio Díaz, es soltar al tigre.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • La derecha es la nueva izquierda y la izquierda es la derecha de siempre

    La derecha es la nueva izquierda y la izquierda es la derecha de siempre

    El discurso político de los precandidatos a las precandidaturas para dirigir los destinos de los dos principales bloques políticos que habrán de disputarse la dirección del destino de la nación está dominado por un lado, por un barniz de izquierda, progresismo, buena ondismo y preocupación por el otro. Escuchándolo, no es difícil pensar que la ventana política mexicana se ha deslizado significativamente a la izquierda. Y, sin embargo, a pesar de las aparentes apariencias, las preocupaciones de la gente de bien por un futuro trotskista, cuasi comunista, de una izquierda que verdaderamente amenace con socializar los medios de producción, o cuando menos con redistribuir la riqueza, son –Dios bendito– absolutamente infundadas.

    La virtud de un discurso que casi de manera homogénea se inclina a la izquierda, radica en que se trata de un discurso cuyo trasfondo garantiza que nada cambie, que todo se mantenga en su sitio y –si es posible– se desplace un poco, un poquito más de lo que se encontraba antes de la salvaje irrupción de las salvajes huestes que salvajemente votaron por Andrés Manuel López Obrador, a la derecha. Un discurso que sostiene que la derecha, sin dejar de ser la derecha, es la nueva izquierda para que surja una izquierda sea la derecha de siempre.

    Por un lado, quienes encabezan las preferencias de quienes nadie prefiere –los precandidatos del Frente Amplio por México– y ese pequeño gran ser humano que es Claudio X, defensor de la defensa de los privilegios de los privilegiados y baluarte del progresismo conservador incluyente de la exclusión como derecho fundamental de quienes asignan valor tanto a las cosas como a las personas, se han declarado como la izquierda más izquierdista de la derecha más recalcitrante –signifique ello lo que signifique. Una izquierda que pugna por que la gente que vive por debajo de la línea de pobreza haga lo que tenga que hacer para ganar su comida, porque nada es más izquierdista que brindar al otro la libertad de morir de hambre; una izquierda que reconozca la dignidad del sujeto si, y solo si, el sujeto es un sujeto asalariado; una izquierda echaleganista y meritocrática; tan de izquierda que no le preocupe la división entre derecha e izquierda ¿Qué cosa tan fea es esa de dividir cuando en un caldo homogéneo podemos diluir mejor a la ciudadanía?; una izquierda que deje la responsabilidad del aumento del salario mínimo a la mano invisible del mercado. Una izquierda ideal y al servicio de las clases privilegiadas.

    La derecha de izquierda de los Creel, Gálvez, PRIistas, PANistas, PRDistas, y todo aquel que entre bajo la noble sombrilla de Va por México, es tan de izquierda que finca sus reales políticos en la inmutable naturaleza humana que necesariamente necesita un orden y una jerarquía social; tan de izquierda que propone la competencia entre los individuos y la propiedad privada como camino a la fraternidad universal donde todos seamos uno mismo a partir de las diferencias que permiten a unos oprimir a otros; tan de izquierda que sostiene que la resistencia al cambio político y social es la principal forma de garantizar la renovación del orden político y social a través de la preservación de orden político y social; tan de izquierda que permita que lo que pasa en el mercado trascienda a la sociedad sin que nadie regule al mercado. En pocas palabras, la derecha de izquierda sabe que sólo a través de la concentración de la riqueza los sujetos serán capaces de emanciparse del yugo de pensar que pueden pensar por si mismos. Estamos hablando de la izquierda de la COPARMEX, el CCE, CANACINTRA, los Legionarios de Cristo, provida y –por supuesto– los marxistas del Yunque.

    Por otro lado, en pos de un sano equilibrio político camaleónico chabacano y maniqueísta, desde la izquierda se proyectan tintes de derecha que aniquilan la esperanza de que sigua en pie el proceso transformador, una izquierda inclinada tanto a la derecha que resulta completamente de derecha y pugna por una serie de avanzadas normas de geolocalización y seguridad que aprovechando la escasa inteligencia de la inteligencia artificial, imponga una vigilancia masiva de la cual nadie escape, que sea capaz de vigilar a propios y extraños, a víctimas y victimarios, a quienes cometen un crimen y quienes podrían estar pensando en la posibilidad de pensar en que quisa podrían cometer un crimen. Un mundo izquierdistamente feliz en el Plan ANGEL de Marcelo Ebrard, un mundo en el que los cuerpos de seguridad tengan la capacidad de declarar un crimen y juzgar a un delincuente por su forma de caminar –el debate decimonónico desempolvado por la habilidad de la inteligencia artificial para condenar a los sujetos a partir de sesgos raciales. Una izquierda de derecha que permita al gobierno identificar a todos en la vía publica, tener un seguimiento de los movimientos de la ciudadanía y revictimizar a los grupos sociales menos favorecidos con prejuicios “tecnológicamente” justificados. Una izquierda tecnocrática que cuide a los sujetos de los sujetos mismos, y sepa –anques que nosotros– cuando nos hemos convertido en criminales.

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    Superadas las diferencias entre derecha e izquierda, permitiendo que como se dice una cosa se diga otra en los discursos políticos, el futuro mexicano se antoja abierto a un abanico de posibilidades tan amplias como reducidas, donde potenciando la posibilidad de todo, se reduzca la realidad a su mínima expresión. De tal suerte que nadie pierda, al menos nadie de entre quienes tienen algo que perder. Los demás, los demás no importan, nunca han importado y sólo son necesarios en la medida en el que salir a votar sea un acto legitimador y no uno fundacional. Afortunadamente, las clases privilegiadas cuentan con representantes en ambos polos del espectro político mexicano que jugando a la polarización se acerca al círculo hermenéutico, representantes en la derecha de izquierda y en la izquierda de derecha y en cualquier otra contradicción estructural de las estructuras liquidas de ideologías que deliberadamente se venden como laxas para ocultamente preservar la posibilidad de cimentar una ideología tan profunda como invisible que permita a los ciudadanos conservar la fantasía de no ser súbditos.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • Populismo whitexican

    Populismo whitexican

    La sabiduría popular, que solo es sabia cuando sirve a los intereses de la clase alta, reza que, si no se puede con el enemigo, hay que unirse a él. En ese sentido, la siempre clarividente oposición opositora al populismo, que no se ha cansado –desde mucho antes de que Andrés Manuel López Obrador llegara a la presidencia– de advertirnos sobre lo peligroso que es anteponer el interés de la mayoría al interés de unos cuantos que saben mejor que la mayoría lo que a la mayoría le interesa, ha decidido abrazar el populismo para combatir el populismo, combatir fuego con fuego. No se confundan. No.

    Los patriarcas neoliberales, defensores de privatizar el derecho a privatizar, adalides de preservar el sacrosanto interés de quienes se interesan en explotar, para beneficio propio, lo ajeno, no están pensando en un populismo populista que busque transformar o cuando menos legislar a favor de los intereses de quienes viven pagando intereses. No. No. No. Nuestros próceres del dejar hacer, dejar pasar, tienen en mente un populismo al servicio de las clases privilegiadas como camino para la reconciliación nacional, es decir: como penitencia que se impondrá a la mayoría para pagar por el terror emocional en el que desde 2018 se ha hecho vivir a la minoría. Un populismo porfiriano donde se entrega el poder a alguien de origen humilde, indígena, a cambio de que se ponga talco en la cara para verse un poco blanco y obedezca ciegamente los mandatos del mercado y de quienes se benefician de su mano invisible. Un populismo whitexicanizado, validado por esa izquierda buena onda y certificado por la derecha de siempre. Un populismo que vista Pineda Covalin.

    Desde luego que dicho populismo whitexican –el mercado electoral tendrá que entenderlo– deberá ser populista en la forma, aspiracionista en sus aspiraciones, y clasista en el fondo. Por eso es Xóchitl Gálvez la abanderada, porque nadie como ella, por lo menos no entre los opositores que se distinguen por tener pura gente de bien en sus filas, guarda las formas populistas; procedencia humilde, ascendencia otomí, nombre indígena, lenguaje florido, y un anecdotario que evidencía su código postal, vendió gelatinas de niña para contribuir a la economía familiar, le hizo la parada al Metro de la Ciudad de México la primera vez que lo vio, etc. Incluso nominalmente es sencillo contrastar su origen humilde con el de Sheinbaum o Ebrard, cuyos apellidos los alejan del México mágico ¿Qué mejor para seducir a las masas acríticas que una mujer con rasgos indígenas de nombre Xóchitl? ¿Qué más necesita el elector en un candidato para votar a su favor? ¿A quién le importan las propuestas, programas, agendas, cuando la candidata vendió gelatinas?

    Pero las virtudes de Xóchitl no terminan ahí, Xóchitl no solo cumple con las formas populistas, también representa el echaleganismo más intenso, y su biografía es la muestra –así se trate de un garbanzo de a libra– de que querer es poder. Si Xóchitl tuviera un origen humilde y nada más, no sería suficiente, por eso es importante esa historia, que se acerca tanto al mito, de la mujer que habiendo nacido en una comunidad donde las mujeres no estudian, logró recibirse en la UNAM como ingeniera en computación, ser experta en robótica e inteligencia artificial y fundar su propia empresa. En pocas palabras, el imaginario populista hace un crossover con el echaleganismo y arroja a una mujer que siendo capaz de salir de la pobreza –con todo en contra– será capaz de sacar a los mexicanos de la pobreza –no dudo que esto les suene a algunos como mesianismo tropical, a esas personas les pido que respeten los derechos de autor de Enrique Krauze y compañía y no recurran a terminología patentada.

    Por si esto fuera poco, en el caso de Xóchitl dos más dos no suman cuatro. No. Suman mucho más. Carcasa populista, más echaleganismo aspiracionista puro no son las únicas herramientas de la abanderada del populismo whitexican. A ello hay que añadir el clasismo de fondo, ese clasismo propio de quienes enriqueciéndose gracias a las condiciones marginales que reinan entre la clase obrera, utilizan parte de la plusvalía para impulsar proyectos filantrópicos –si la filantropía es deducible de impuestos o no, importa poco– entre la población. Lo importante no es el que se repartan migajas entre la gente, sino que hacerlo permite mantener el orden social intacto, recordándole a los de abajo que su lugar es abajo, recibiendo migajas de los de arriba, migajas que no transformarán su realidad social. Ese mismo clasismo filantrópico, que es la piedra angular del populismo whitexican, es el que permitió a Xóchitl, noblemente, rociar a las policías con desinfectante durante la pandemia.

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    Los Xochilovers, ese grupo de ciudadanos buena onda responsables de hacer que las puertas de Palacio Nacional dejen de estar cerradas, de tal forma que al abrirlas permitan la entrada de la ciudadanía al recinto y al mismo tiempo la salida de la ciudadanía del proceso de construcción de su propio destino, habrán de ser los reconstructores de la nación que, enarbolando un proyecto demagógicamente incluyente, abierto y donde todos quepan, garanticen el regreso de un orden que perdió el paso en 2018, cuando la gente –equivocada– salió a las calles a votar y generar una narrativa distinta en el quehacer político nacional, los Xochilovers son los responsables de asegurar que ni en sus peores pesadillas, la clase privilegiada deje de ser privilegiada, ni la aspiracionista de pagar a meses sin intereses los excesos que les permiten convencerse de que son clase media.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • Desplacemos el obradorismo a la derecha

    Desplacemos el obradorismo a la derecha

    A estas alturas del sexenio nadie puede dudar que en México el discurso hegemónico es el discurso de Andrés Manuel López Obrador, ese discurso que de forma ramplona la comentocracia iluminada y no tan iluminada llama obradorismo y que se resume –palabras más, palabras menos– en la idea de que el gobierno es el responsable de proporcionar una vida digna para todos los ciudadanos, lo que atraviesa por la redistribución de la riqueza y el poder económico; y se enfoca en el respeto a los derechos humanos, la inclusión social, y la implementación de una democracia directa mediante el uso de encuestas y consultas.

    Al mismo tiempo, el obradorismo tiene como ejes centrales el nacionalismo, la justicia social, la democracia participativa, el reformismo, la descentralización, el militarismo y el anti-neoliberalismo. Hasta aquí –insisto– nadie debería tener dudas, el obradorismo es la nueva ventana de la política nacional, es decir, el nuevo marco de referencia de las políticas que son aceptables de cara a la opinión pública, la ventana dentro de la que un político –de izquierda o derecha– se puede mover para no ser considerado extremista, peligroso. Este es el hilo negro con el que juega el pensamiento conservador, siempre luminoso en su profunda oscuridad, y es al que recurre para hilvanar su estrategia de cara a las elecciones de 2024. La clase privilegiada, representada por el siempre noble Claudio X y los esbirros del PRIANRD, en su infinita sabiduría, busca sacar a Morena de Palacio Nacional, a Morena, no al obradorismo, el obradorismo es algo con lo que tendrán que lidiar –pragmáticamente– durante algún tiempo, lidiar y desplazarlo, poco a poco, a la derecha, hasta que se encuentre tan a la derecha que deje de ser obradorismo.

    Es por ello que los próceres del conservadurismo, las buenas costumbres, los valores familiares y todo aquello que aumente la plusvalía de los dueños de los medios de producción y evite la redistribución de la riqueza, lejos de seguir criticando las “mañaneras” de AMLO y querer cancelarlas, han cambiado de estrategia y buscan participar en ellas. Llenos de humildad y sin circo alguno de por medio, amparándose en la justicia justiciera del Poder Judicial, se presentan en las puertas de Palacio Nacional esperando ser recibidos con alfombra roja, bombo y platillo, esperando ser anunciados con trompetas y ovacionados mientras se recita su nombre y título nobiliario –que es nobiliario por su nobleza inmanente y por su sangre azul que los distingue de la plebe. Es por ello que en un acto de creatividad democrática, disrupción política y emprendedurismo social, decidieron no imitar, imitando, el proceso a través del cual Morena elegirá al Coordinador Nacional de la Defensa de la Cuarta Transformación, esa insolencia ilegal y antidemocrática, para elegir al Responsable de la Construcción del Frente Amplio por México, esa genialidad legal y democrática. Elección que se realizará en prácticamente los mismos tiempos y a través de las mismas formas en las que Morena resolverá quien va a ser su candidato. Y que, sin embargo, será completamente diferente a la elección de Morena. Algo así como el Quijote de Pierre Menard.

    En ese mismo sentido, se impulsa en espontáneo nado sincronizado que tanto gusta a la derecha PRIANRDista, el más reciente ensayo para candidato de la oposición, del ahora bautizado Frente Amplio por el México de los Privilegiados y Aspiracionistas que se sienten Privilegiados, la candidatura de Xóchitl Gálvez, esa mujer tan obradorista que no puede ser obradorista, tan de izquierda que es de derecha, tan preocupada por la justicia social que defiende la reforma energética de Peña Nieto. Xóchitl es un fenómeno político donde el conservadurismo aplica todo su conocimiento, sabiduría y reduccionismo para llevar el obradorismo a su mínima expresión, hacer una caricatura de él y buscar ganar la simpatía del electorado. Xóchitl es el entendimiento que tiene la clase privilegiada, que siempre es mejor que el entendimiento que podemos tener quienes vivimos al día, de lo que necesita el electorado para votar por alguien, un producto mercadológico que puede conectar con la base social, que está dispuesta a defender el apoyo a adultos mayores, jóvenes construyendo el futuro, becas Benito Juárez para niños, y que sostiene que los programas sociales son indispensables aunque represente a quienes sostienen que los programas sociales producen parásitos sociales. Xóchitl es la reducción de México al lugar común del “mexican curios”, aparentemente franca y malhablada. Una mujer indígena que es capaz de hacer que conviva la lógica obradorista de “primero los pobres” con el échaleganismo más aspiracionista. Xóchitl es un mensaje sencillo que puede imbuir de esperanza a quienes no teniendo nada más que esperanza están dispuestos a votar por quien les dé un poco de esperanza.

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    Si hacemos caso de lo que dice ese gigante que es Vicente Fox, gigante del oportunismo, la corrupción y la habilidad para entregar recursos nacionales a empresas internacionales, “Xóchitl es todo lo que Morena hubiera soñado: una mujer indígena, que viene desde abajo, que ha vencido todos los obstáculos, sin engañar ni traicionar a nadie. Es todo lo que el PAN hubiera soñado: una mujer capaz, generosa, con aspiraciones y exitosa. Es todo lo que hubiera soñado el PRI: una mujer heroica, valiente y revolucionaria. Es todo lo que el PRD hubiera soñado: una mujer de izquierda, inteligente, liberal, progresista. Es todo lo que MC hubiera soñado: una mujer atrevida, diferente, genuina”, deberíamos fusionar el Frente Amplio por México y la Defensa de la Cuarta Transformación y tener en Xóchitl una candidata única de un Frente de Amplia Defensa por la Cuarta Transformación de México, una candidata con la que se identifiquen todos los mexicanos, con esa habilidad que ha mostrado, en la imagen que se difunde en redes sociales promoviendo su candidatura, de maquillarse para verse más blanca y aplicar una buena dosis de fotochop, de tal forma que sin dejar de ser indígena –muy a la Porfirio Díaz– y conectar con la base, resulte más atractiva para nuestra euro mexicana clase privilegiada.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • Detengamos la reelección que no busca reelegirse

    Detengamos la reelección que no busca reelegirse

    Para todo aquel que esté mínimamente en contacto con el quehacer político nacional y el devenir de los derroteros del Estado Mexicano, es claro que el proceso de sucesión presidencial –que culminará con el relevo de Andrés Manuel López Obrador– comenzó hace varios meses. Lo que puede no ser tan claro, en especial para aquellos sujetos ideologizados que no ven que no ven, es que dicho proceso es la evidencia clara de que Andrés Manuel piensa perpetuarse en el poder, entronarse en la silla presidencial y jamás abandonarla. ¿Qué otra interpretación puede darse al hecho de definir las reglas del proceso de selección de candidato de Morena para la presidencia? ¿Para qué más orquestar a los candidatos –bautizados como corcholatas– en aras de garantizar que la sucesión, que no habrá de ser sucesión, no genere rupturas al interior de su movimiento? ¿Si verdaderamente pensara retirarse de la vida política se preocuparía por el proceso electoral de 2024?

    Ninguna, para perpetuarse, y desde luego que no… no hay otra posible respuesta a las preguntas anteriores. Si Morena está buscando candidato para 2024 es porque López Obrador y Morena han decidido que el único candidato posible es el actual presidente de la República, nadie más.

    Por favor, no vengan con argumentos que intenten convencernos de que AMLO es un demócrata y que por ello está buscando un proceso bien llevado y controlado de definición de candidaturas y estrategia al interior de Morena, no insistan en que está jugando el papel que debe jugar quien antepone el movimiento a las individualidades (él incluido) ¿Qué evidencia tienen para sostener eso? ¿Les parece que alguien que define que la gente será quien decida al futuro candidato es alguien que va a dejar la decisión en la gente? ¿En verdad creen que establecer que el segundo lugar en la encuesta, para definir quién será el coordinador de defensa de la 4T, debe ser el líder de la bancada de Morena en el Senado, que el tercer lugar el líder de la bancada de Morena en la Cámara de Diputados y que el tercer lugar formar parte del gabinete del próximo gobierno, es un acto que busca garantizar la continuidad del movimiento? ¿Qué tiene de democrático hacer eso? Democrático es hacer lo que está haciendo la oposición: perder procesos electorales y no tener un solo candidato que valga la pena.

    ¡Abran los ojos! ¡Escuchen a los iluminados que causalmente se han refugiado en las madrigueras más oscuras de los más oscuros intereses de la oposición! ¡Entreguen sus voluntades a quienes saben que ustedes no saben lo que es mejor para ustedes! En el mejor de los casos, si López Obrador se va, es para seguir mandando desde donde quiera que esté, “cuando se instaura un sistema de izquierda radical en una nación no hay vuelta atrás”, a diferencia de los sistemas de derecha –siempre reaccionarios– que juegan con la ilusión democrática de la alternancia y los golpes de timón que garantizan que todo se mantenga en su sitio, la izquierda busca transformar las condiciones existentes y definir proyectos transexenales.

    Todo lo que el actual gobierno hace y deja de hacer, obedece a esa lógica perversa de mantenerse en el gobierno. Si no se han dado cuenta, basta con que se fijen como desde su origen Morena buscó darse de alta ante el INE, participar en todas las elecciones en las que les fue posible, presentar candidatos, hacer propuestas, convencer a la ciudadanía y conseguir sus votos ¡Cuanta perversión! Morena no es otra cosa que un partido político en búsqueda de conquistar el poder, y ahora que lo ha conquistado, no pieza relajar su estrategia y abandonarlo, seguirá participando en las elecciones y luchando para ganarlas. Ojalá todos nuestros gobiernos fueran como el de Peña Nieto, ese prócer de la libertad, la democracia y la mediocridad absoluta, y se retiraran después de su mandato a disfrutar los frutos de sus robos en lugar de insistir en transformar al país. Lamentablemente no es así, Andrés Manuel ayuda a la gente para garantizar que la gente apoye su proyecto de transformación ¿De verdad es tan fácil engañar a los mexicanos? ¿De verdad es suficiente con buscar la mejora de sus condiciones de vida para que ellos defiendan un proyecto político? 

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    Si el electorado está dispuesto a sacrificar el derecho a la libre acumulación de riqueza, explotación y plusvalía que la noble clase privilegiada mexicana ha ejercido desde tiempos inmemoriales con tanta sabiduría y en beneficio exclusivo de ellos mismos, en nombre de una transformación que no busca otra cosa que combatir la desigualdad en nuestro país, no debería sorprendernos que el avasallamiento que están sufriendo los Poderes Legislativo y Judicial, culminen en su transformación para que contribuyan a la consolidación del proyecto de transformación que empuja la CuatroTe. Entonces sí, olvídense de que nuestra clase privilegiada pueda conservar sus privilegios. Pero no vengan en 2024 a decir que no se les advirtió, nuestros comentócratas llevan advirtiéndolo desde hace mucho tiempo, llevan advirtiéndolo desde antes de que Andrés Manuel fuera presidente, no importa cuantos compromisos firme ante notario para no reelegirse, lo único que esos compromisos demuestran es que busca relegirse, la evidencia resulta evidente para el que quiere verla.

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  • ¡Sí hay tiro!

    ¡Sí hay tiro!

    Desde una perspectiva corta de miras, sin fondo, incluso humilde, podría afirmarse que la sacrosanta alianza, que se sacrifica en pos de salvar México de las manos de la tiranía no tiránica de una dictadura que se niega a reprimir a propios y extraños, sufrió una terrible derrota a manos de la CuatroTe en las pasadas elecciones en el Estado de México. Insisto, desde una perspectiva que se antoja humilde, podría pensarse que fue así, que llegar a este punto perdiendo –en cinco años– 23 estados, y coronarlo con la pérdida del estado que más electores tiene en el país, es una derrota de la cual no podrán recuperarse y que pone la estocada final a su noble misión de luchar por los privilegios de la clase privilegiada.

    Sin embargo, cuando se ve la imagen completa, cuando se entiende que basta dar rienda suelta a la imaginación para habitar el mundo que uno desea habitar, nos damos cuenta de que aplicando una simple regla de tres y jugando con más de una variante, inversamente proporcional a lo que mejor nos venga en gana, a Morena le costó tanto trabajo ganar en el Estado de México –para llegar a esta conclusión es necesario sumar los votos del proceso electoral de Coahuila que si bien no tienen nada que ver con los del Estado de México, permiten construir esa narrativa donde la oposición puede dormir como un lirón– que prácticamente perdió. Y si Morena perdió, significa (pésele a quien le pese) que la alianza opositora ganó, incluso si en esa victoria el PRD perdió su registro y si a pesar de la derrota la próxima gobernadora del Estado de México será Delfina y no Valiente.

    Morena perdió porque el total de votos que obtuvo en las dos entidades apenas fue superior a los de la alianza de Don Claudio X, marqués del papel de baño, sólo 1.5 puntos porcentuales superior. Realidad de un universo paralelo en el que si consideramos que si el 17% de los votos que Delfina recibió en el Estado de México corresponde al Verde y al Partido del Trabajo, Morena simplemente no tuvo suficientes votos para ganar la elección. En otras palabras, Morena perdió y está derrota resulta directamente proporcional a la derrota que sufrirá –si no es que ya sufrió– en 2024. La oposición se queda corta y demuestra su infinita bondad cuando afirma que ¡Sí hay tiro en 2024! Falso. No hay tiro, la oposición ya ganó la presidencia, que digo la presidencia, la oposición ya está gobernando México y lo hará de forma interrumpida por el resto de nuestra historia.

    No dudo que habrá quienes intenten demostrar que no encuentran lógica en la falla del argumento opositor. No me sorprende, el entendimiento de elementos complejos es propio de mentes complejas, no de sujetos que anteponen sus necesidades a la agenda política nacional. Sin embargo, a todos ellos los invito a considerar que si consideramos que votante no es aquel que vota, sino aquel que vota de forma inteligente, como bien dice la siempre elegante y nunca monstruosa Kenia López de quienes salieron a votar por PRI, PAN y PRD, ese “electorado inteligente” que es el único electorado que existe y que en su calidad exclusiva se distingue de esa “base de apoyo clientelar”, como denomina la siempre calmada y nada histérica Lilly Téllez a quienes votaron por Morena, esos “malviviente corruptos que venden su voto por tortillas”, como se refiere al electorado que apoya a la CuatroTe buena parte de la realeza tuitera, entenderemos que no hay forma que los rescatadores de los privilegiados y el libre derecho a pagar a meses sin intereses, puedan perder las elecciones futuras: solo sus votos son votos, lo demás es clientelismos ideologizado.

    Por si lo anterior les sigue pareciendo poco, no se debe olvidar, como no permiten que lo olvidemos esos grandes lideres, esos espíritus elevados materializados en forma humana en Marko Cortés, Alejandro Moreno y Jesús Zambrano, que poco más de la mitad de la población se quedó sin ir a votar. Que, sin duda alguna, todos aquellos que no votaron hubieran votado por la candidata Valiente ¿Por quién más? El abstencionista es gente de bien, gente decente que, no estando dispuesta a entregar su voto a la maquinaria clientelar comunista, decide quedarse en casa y resguardar su libertad desde la seguridad de su sofá. Siendo así, habría que contabilizar los no votos de quienes no votaron como votos a favor de los esbirros de Claudio X, y hacerlo no solo en el Estado de México sino de una vez darle esos votos a la alianza opositora para 2024 ¿Ya se dieron cuenta? La fuerza de la oposición es tal que ya ganaron la presidencia y todavía no son las elecciones. México será salvado de las manos salvajes de los mexicanos. Y por favor, no me salgan con que el Estado de México siempre ha tenido un porcentaje alto de abstencionismo ¿Eso qué? Ese no es el tema, el tema es que un voto no emitido en las urnas es un voto a favor de la sacrosanta, trigarante, unión en defensa de los derechos de la clase privilegiada.

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    Cuando Zambrano, líder de ese heroico remedo de remedo de partido otrora conocido como PRD, declaró triunfante que no perdieron por “un numero de dos dígitos”, que simplemente perdieron por ocho puntos y que eso es igual a haber ganado, lo que estaba diciendo es que si piensan un número, le suman 5, multiplican el resultado por 2, a lo que quedó le restan 4, el resultado lo dividen entre 2, y a lo que quedó le réstan el número que pensaron, el resultado será el triunfo de la alianza en 2024 y la tranquilidad de la clase privilegiada y de todos aquellos que disfrutan defendiendo a quienes se dedican a oprimirlos.

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  • Embajadores de la democracia

    Embajadores de la democracia

    A Doña Denise Dresser, ejemplo inaudito de la hipocresía liberal reinante.

    Molestó, como sólo molesta aquello de lo que no entendemos nada más allá de que debe molestarnos y por añadidura lo envidiamos, el estoico viaje que Madame Fifí hizo a Ucrania, esa nación devastada por el espíritu post imperialista y neo comunista de Vladimir Putin y ese enorme gulag postmoderno que llamamos Rusia.

    Molestó, insisto, porque no entendemos los riesgos que la Doctora Dresser padeció en reuniones de alto nivel, entrevistandose con el presidente de los comediantes y comediante de la OTAN, Zelenski y su mujer, encuentros casuales con líderes de esa resistencia ucraniana que no se avergüenza de portar esvásticas en sus uniformes, y cenando en restaurantes diseñados para manipular a los comensales y hacerles creer que Ucrania y Rusia no están en guerra. Molestó porque no entendemos el potencial de la visita, porque nuestros celos nos ciegan hoy como nos han cegado desde siempre, porque sumergidos como estamos en ese discurso polarizante que nos ha hecho creer que la desigualdad es un problema, que los recursos deben redistribuirse entre toda la población, que los privilegios de los privilegiados son injustos e insostenibles, no podemos apreciar la trascendencia transformadora y revolucionaria que los viajes de Denise, Chertorivski y Loret, si se demuestra que efectivamente estuvo en Ucrania y no fue un simple montaje el que lo puso en medio de los bombardeos, tienen para los mexicanos y para la humanidad entera.

    Si lo entendiéramos, si tuviéramos la humildad suficiente para apreciarlo, no sólo celebraríamos que viajen con credenciales del Gobierno de la República, creariamos un fideicomiso para garantizar sus viajes y que no les falte nada cuando los realicen. Es más, estaríamos hablando con el gobierno de Tayikistán para comparar el otrora avión presidencial con todo y sobrecosto, con tal de que los próceres de la libertad de prensa, democracia y los derechos humanos pudieran viajar como merecen hacerlo.

    Desde luego que, a estás alturas, no faltará quien se esté retorciendo en su lugar, como no faltan quienes llevan días retorciéndose, de solo contemplar la posibilidad de pensar en la idea de becar a estos embajadores plenipotenciarios de la hipocresía liberal. Es más, hubo quienes –en un intento de caricaturizar los nobles esfuerzos de Madame Fifi para retratar la guerra al estilo Vogue– contrastaron a la doctora Dresser con Gerda Taro o alguna otra periodista que cubrió distintos frentes de guerra ¿De verdad? ¿No pueden diferenciar a esos propagandistas de izquierda de una verdadera intelectual que no busca otra cosa que defender el derecho a preservar el orden mundial que si bien no es el mejor que pudiera ser, es menos peor que lo peor? Insistir en retratar la miseria humana cuando hay tanta abundancia de la cual rendir cuenta y está tan concentrada en tan pocas manos que no es difícil de encontrar, es insistir en lo incurable, en el martirio y la victimización ¿Queremos enseñarle a nuestros hijos que el mundo es un lugar inhabitable? ¿No es mejor rendir culto al derroche y los excesos de consumo para que las generaciones que vienen detrás de nosotros vivan perpetuamente aspirando a gastar lo que no tienen?

    Hacer de las y los comentócratas, acostumbrados al chayote y la vida a expensas del erario a cambio de aplaudir como focas lo que el gobierno en turno les indicaba que debían aplaudir, embajadores de buena y desinteresada voluntad por preservar una vida llena de privilegios y golpes de pecho, que lleven a los rincones más recónditos del planeta el discurso liberal buena onda, de los derechos humanos capitalistas donde cada quien puede elegir como morir de hambre, y la libertad de prensa que libremente colabora a levantar polvo y fragmentar la percepción de la población, contribuirá –cuando menos– a la internacionalización de la lucha por los derechos de las clases privilegiadas, al entendimiento de que democracia no es lo mismo que el gobierno del pueblo, a la difusión de los valores neoliberales donde la unica libertad que vale es la libertad de consumo; y –al mismo tiempo– dará un respiro a la sociedad mexicana que descansará del yugo de la sabiduria y podrá cometer el error de creer que sabe lo que es mejor para si misma sin que le estén recordando que solo los Dresser, los Loret, los Majluf, los Crespo, los Curzio y los Casar, por mencional a algunos, saben lo que la sociedad necesita, que no es otra cosa que garantizar que ellos –y sus patrones– preserven esos privilegios que si bien no son un derecho de nacimiento, deberían ser considerados como si lo fueran ¿No es una inversión que vale la pena en aras de poder respirar libres del peso iluminado de sus comentarios y –al mismo tiempo– compartir con el resto de la humanidad el conocimiento enciclopedico de estás grandes mentes para construir un verdadero liberalismo internacional que anteponga los privilegios de unos cuantos al de las mayorias egoistas que solo piensan en si mismas?

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    Hace poco, Sergio Sarmiento, quien también debería formar parte de esa valiente avanzada de avanzados, escribió en su columna que asombraba “que el presidente López Obrador haya escogido a una mujer pequeña y mesurada, de 62 años, gafas gruesas, discreta en el hablar, como su nueva villana favorita”, refiriéndose a la ministra Piña, defensora de la libertad de los recovecos del debido proceso legal para garantizar que al status quo se mantenga intocable. La descripción que Sarmiento, en su infinita sabiduría, hace la Presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, sorprende por esa honestidad accidental que no caracteriza a nuestros liberales ilustrados y que recuerda a la descripción de Adolf Eichmann, y el concepto de la banalidad del mal.

    Pareciera –y si no conociera como conozco que a los Sarmientos del mundo los mueve el hambre pensaría que es cierto– que Don Sergio insinúa que en Norma Piña existe una incapacidad para pensar por sí misma, la cual se ejemplifica por el uso constante de frases hechas y clichés autoinventados, demostrando una visión irreal del mundo y una falta agobiante de habilidades de comunicación, que resuelve recurriendo al “lenguaje burocrático”, a través del cual hace que la aplicación de lo legal antepuesto a lo legítimo parezca “de alguna manera aceptable”.

    Insisto, sin lugar a dudas, se trata de una honestidad accidental que en ningún momento debe empeñar el intachablemente despreciable historial de Sergio Sarmiento y sus compañeros de causa.