Categoría: Carlos Bortoni

  • Aprovechar la desgracia y a los desgraciados

    Aprovechar la desgracia y a los desgraciados

    Para Alejandro Bortoni, con un inevitable cariño.

    A estas alturas nadie debería mostrarse sorprendido del uso político que la humanista oposición —que sólo califica como seres humanos a quienes se parecen a ellos y se alinean bajo del credo del padre González Guajardo— hace de las desgracias, se trate de la acontecida en el elevador de un hospital del IMSS, de las caravanas migrantes o de la destrucción que a su paso dejó Otis en el estado de Guerrero. Lo que sorprende es que no lo hagan más seguido y no lucren más con ello. Ellos, que son expertos en melodramas y cursilería, ellos que saben cómo nadie administrar la miseria, ellos que dominan el arte de hacer de la catástrofe ajena una oportunidad de la cual pueden salir con mayores privilegios, expandiendo las diferencias en México y llenado sus bolsillos, los que —sorprendentemente— parecieran no tener fondo.

    La desgracia no es otra cosa que un área de oportunidad, un espacio para ensanchar lo que pareciera no puede ensancharse más, una bendición que, sacrificando a algunos, los más, recompensa a otros, los mismos menos de siempre, los que nunca se ven afectados, los que, por derecho divino, de ese dios que se oculta detrás de los billetes, merecen lo que el resto no puede ni soñar. Dejar pasar la oportunidad de lucrar con la desgracia ajena es —para que lo entiendan aquellos que mueren por ser guanabis y viven pagando las tarjetas de crédito para mantener el estilo de vida que les han dicho que deben mantener— como dejar pasar una ganga a meses sin intereses.

    Difundir notas falsas es sólo el principio y la continuidad de una estrategia que debe ir más allá, que debe explotar la creatividad más hermosamente ruin y mezquina de los ruines y mezquinos esbirros al servicio de los intereses de la clase privilegiada. No es suficiente con difundir elementos detallados de la catástrofe cuando no había forma de establecer contacto con nadie en Acapulco. No, es urgente que esas notas falsas hagan parecer los trabajos previos de Lord Montajes como producciones amateurs realizadas por un estudiante de preparatoria y grabadas con un teléfono inteligente de gama baja. No es suficiente con retratar la devastación de la bahía, hoteles, centros comerciales y zonas populares. No. Queremos ver la Bahía de Acapulco partida por la mitad, que los siempre honestos medios de comunicación hegemónicos muestren que donde antes había una sola bahía ahora —tras el paso de Otis— hay dos o tres. Queremos ver buques de la Marina Nacional encallados en el CiCi. Queremos una nota de gente que habiéndose resguardado en su casa cuando inició el huracán, salió de ella —en cuanto reinó la calma— para darse cuenta que el huracán los había trasladado, con todo y casa, al puerto de Veracruz. Urge una nueva generación de periodistas infodemicos, formados por las películas de Marvel y DC, que no tengan miedo de replicar lo que vieron en la pantalla grande como nota de noticiero en horario estelar.

    Pero la nota falsa no es suficiente, hay que criticar todo aquello que el gobierno, municipal, estatal o federal haga, y todo lo que deje de hacer. Es más, si se presenta la oportunidad criticar si hace algo mal y criticar si lo corrige. La guía deben ser esos maravillosos comentarios que condenaban el saqueo de las tiendas y tres doritos después lamentaban la presencia del ejército en las calles. Hay que criticar que no se hubiera previsto lo que no se podía prever, que no se actuara antes de tiempo evacuando a la población entera del estado por una tormenta tropical ¡Que digo evacuar! Se le debe exigir al gobierno que hubiera reubicado a la población entera de Guerrero en otro estado. Urge que tengamos un presidente y un gobierno con capacidades psíquicas y sobrehumanas que les permitan anticipar lo que sucederá incluso cuando la información, los datos y las proyecciones que se tengan no permitan concluir que aquello que proféticamente se anticipa.

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    Explotar las pasiones de las víctimas y los damnificados por el huracán no es lo correcto. Y desde luego que no hablo en términos morales. No. No es lo correcto porque se queda corto, porque si bien puede conmover, no sorprende que los afectados estén enojados y demanden respuestas inmediatas del gobierno. No importa si se trata de testimonios reales o de testimonios inducidos. Hay que inventar que un poblado entero desapareció luego del paso de Otis, que no dejó huella alguna de él, ni de sus pobladores, ni de su historia, ni de nada de nada de nada. Que Otis barrio incluso con los registros documentales que demostraban la existencia de ese pueblo que jamás existió. Hay que sacudir al perro para que parezca que mueve la cola, contar la historia de los habitantes de ese lugar, dedicar una sería escrita por los guionistas de la Rosa de Guadalupe para mostrar que Otis y la incapacidad del gobierno de la CuatroTe, por prever lo que era imposible prever, nos arrancó un pedazo de nuestra historia y de nuestra identidad.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Soltar balazos para que haya abrazos y no balazos

    Soltar balazos para que haya abrazos y no balazos

    El panorama se antojaba desalentador. La opositora oposición que no se opone a sí misma porque no se ha dado cuenta que está en contra de todo aquello contra lo que se opone, no parece tener un candidato que tenga lo que hace falta para ganar la gubernatura de la Ciudad de México, bastión del progresismo buena onda y el pensamiento de izquierda conservadora y defensora del sistema de privilegios.

    Sin embargo, la candidatura de Omar Hamid García Harfuch se ha convertido en la esperanza de todas las esperanzas para que desde un gobierno de izquierda se empodere la derecha en la capital nacional, al constituirse como esa alternativa que puede aglutinar todas las alternativas y acabar con ellas. Harfuch tiene la virtud de representar lo peor de la derecha con un discurso que, aunque se esfuerza por ser de izquierda no consigue mantener oculto el franco conservadurismo que destila y garantiza que todo se mantenga como debe mantenerse, intocado. Y que incluso, pareciera prometer que remediara aquello que el gobierno anterior consiguió modificar.

    Al grito de “sin seguridad difícilmente hay un desarrollo económico y hay un bienestar social en general”, Harfuch da una vuelta de tuerca tal, que desarticula el discurso sexenal de Andrés Manuel López Obrador que se resumió en la frase de “abrazos no balazos”. Al poner la seguridad como condición sine qua non del desarrollo económico y el bienestar social, el otrora Secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, manda al traste esa espantosa insistencia obradorista de hacer que el Estado asuma como su responsabilidad la transformación de las condiciones materiales de la ciudadanía, para que a partir del bienestar social se incentive el desarrollo económico y se sienten las condiciones para vivir de manera segura. Nada de eso, sostiene con sabiduría policiaca Harfuch, lo primero es garantizar la seguridad, no importa el salario de la gente, lo prioritario es que vivíamos seguros, no reparar en si la gente tiene trabajo o no, lo fundamental es la seguridad, no esas tonterías de comer tres veces al día o tener donde vivir dignamente. Lo verdaderamente importante es el respeto a la ley, no que la ley respete y proteja al pueblo.

    Sin darse cuenta, lo que Harfuch resuelve al sostener —en el mejor estilo de Felipe Calderón— que la ley es un fin en sí mismo y no un medio, no es sólo el problema del discurso en torno a la seguridad, como podría pensarlo en su policiaco cerebro, Harfuch zanja, con su candidatura y su priorizar la seguridad, esa polarización, sobre la cual el obradorismo no ha hecho más que arrojar luz, que nace del miedo que las clases privilegiadas tienen de perder sus privilegios a manos de las clases bajas que tienden a empoderarse con el bienestar social, miedo a perder el privilegio de ser privilegiado en un país en el que reina la carencia y la desigualdad, miedo más imaginario que real, frente a ese otro que puede convertirse en una amenaza que nos despoje de todo, y miedo más real que imaginario frente a ese otro que amenaza con dejar de admirar el privilegiado estilo de vida de los privilegiados, porque ha visto mejorado su propio estilo de vida, miedo a perder —en pocas palabras— el statu quo que da una línea de crédito que se paga a meses sin intereses. Y de paso, García Harfuch propone enterrar el obradorismo hasta que la población —temerosa de la ley— se olvide de él.

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    Por si todo ello fuera poco, por si fuera poco que desde el obradorismo se conjure el peligro que el obradorismo representa para los privilegios de quienes privilegiadamente viven con privilegios, el peligro de perderlos por un lado, y el peligro de vivir sin poder admirar a los privilegiados por el otro, Omar Hamid García Harfuch abandera la esperanza de tener un Nayib Bukele mexicano, un hombre con nervios de acero y una inseguridad tal que no dude en establecer un régimen de excepción y suspender las libertades y los derechos civiles para garantizar el complimiento de la ley que orilla a la violación de la ley. Harfuch tiene todo lo que este país necesita para seguir lso pasos de El Salvador y eliminar los derechos humanos y tratar a los criminales —y a todo aquel que viole o piense en violar la ley— como, con esa lerda sabiduría, sugería Arturo Montiel, padrino de Peña Nieto: como ratas. Ratas a las que se envenena, se aniquila y se tira a la basura.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • El país no estaba tan mal

    El país no estaba tan mal

    Con el valor que hace falta para para manifestarse vulgarmente cínico, la todavía no candidata indígena, impulsada por la ciudadanía y frenteamplista Xóchitl Gálvez, que ni es indígena, ni es impulsada por la ciudadanía y forma parte de un frente bastante estrecho, reducido y corto de miras, afirmó que con los gobiernos de los partidos Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN) “el país no estaba tan mal”. Así, simple y sencillamente.

    Es decir, el país estaba mal, pero no estaba tan mal. En otras palabras, lo que la mujer X, cuya candidatura ilusiona a todos aquellos que sabiamente no hacen más que mirarse el ombligo, sostiene, es que el sistema de privilegios que privilegiadamente privilegiaba a quienes ya eran privilegiados y dejaba en el abandono a quienes no quedaba más que abandonarlos, no estaba tan mal, y que el problema radica en haber permitido a un puñado de mexicanos —30 millones, el 53% de quienes votaron en 2018— imponer una narrativa que considera al saqueo como algo negativo y ve en el apoyo a los que menos tienen algo positivo. Esa esa narrativa y no la realidad la que nos ha llevado a pensar que con los gobiernos PRIANISTAS el país estaba mal.

    Se necesita tener los pies en la tierra y no estar tonto para pensar que la destrucción del sistema de salud, de PEMEX, la aniquilación de la autonomía energética y alimentaria, es igual a estar mal. Para nada, nada más lejos de ello. Los 30 años del experimento neoliberal no trajeron más que bienestar y libertad a la ciudadanía mexicana, el bienestar de no poder estar peor y la libertad de elegir la forma que cada quien prefiriera de morir de hambre, por eso se concesionó un porcentaje importante del territorio a las mineras, para que los mexicanos no tuvieran que cargar con el peso y dolor de explotar su propia tierra, por eso desaparecieron Conasupo y Barural, para que los campesinos tuvieran la libertad de elegir con quien malbaratar el fruto de su trabajo, o si lo malbaratan o lo tiran a la basura. Eso es el neoliberalismo, eso es el no “estar tan mal” de Xóchitl, el dar libertad absoluta a la gente, tanta que la gente no solo no sepa qué hacer con ella, sino que no pueda hacer nada con ella, liberarla maniatándola al darle un sinfín de opciones que les resulten inaccesibles. Por eso se realizó el FOBAPROA, para liberar a la ciudadanía de sus responsabilidades crediticias, al volverlas impagables, y de paso liberarlos de todo bien material. Pero no sólo eso, el FOBAPROA creó un sentido de identificación y pertenencia para todos los mexicanos, los unió con una deuda que cada uno tiene, incluso los no nacidos, para que se pueda pagar el noble rescate bancario que rescató a los bancos de la difícil tarea de prestarse dinero ellos mismos y mantener los privilegios de la clase privilegiada. En fin, el listado podría alargarse mucho más, pero el objetivo no es hacer un repaso histórico del encogimiento salarial, la desaparición de empleos, el aumento de la pobreza, la privatización de recursos naturales, los desplazamientos y matanzas que acompañaron a la guerra contra el narcotráfico en manos de un narcotraficante como García Luna, etc. No. Lo importante es que se entienda que todo eso era un bien estar para extender las libertades de la ciudadanía y que se logró gracias al neoliberalismo que ahora se condena desde una narrativa que tramposamente busca poner el acento en las necesidades de las personas y la dignidad de las mismas.

    Una narrativa que desde Palacio Nacional condena la condonación de impuestos a las empresas más ricas del país, que ve mal que entre Calderón y Peña perdonaran el pago de 366 mil millones de pesos a estas empresas, y que le parece corrupto que, a cambio de esos pesos condonados, las empresas invirtieran, perdón, financiaran, las campañas político-electorales de los PRIANISTAS. Una narrativa que prefiere crear programas sociales, peor aún, que ha elevado los programas sociales a rango constitucional, para apoyar a quienes más lo necesitan de forma directa, evitando intermediarios. Narrativa que ha sacado a nueve millones de mexicanos de la pobreza, que ha reducido la desigualdad entre los más ricos y los más pobres, que entrega becas a estudiantes (sin importar su promedio académico) para que puedan estudiar y puedan hacerlo garantizando el mínimo de sus necesidades, una narrativa que utiliza obras del Estado para contribuir significativamente al desarrollo de regiones históricamente abandonadas porque no son rentables para hacer negocios en ellas. Una narrativa, en resumidas cuentas, que hace a las personas dependientes de que el Estado desempeñe sus funciones y responsabilidades.

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    Si permitimos que esa narrativa destructora de privilegios se expanda, consolide y siga sentando sus reales en el imaginario colectivo, engañándo con la falsa idea de que es preferible vivir mejor que vivir peor, con el maniqueo concepto de que todos tienen derecho a la vida digna, esa narrativa que apoyándose en la realidad ha modificado la forma en la que la gente ve las cosas, si no defendemos la defensa de los privilegios de los privilegiados, tendremos un país donde las clases explotadas querrán trabajar menos horas. Afortunadamente, esa gran prócer de la desigualdad y defensora de los privilegios y el derecho a vivir mal, Xóchitl Gálvez, se ha manifestado en contra de la reducción de la jornada laboral, “aún no es tiempo”, ha dicho con la sabiduría de quien sabe que hay cosas para las que jamás será tiempo. Aún no es tiempo, y nunca lo será, de eliminar los privilegios de las clases que tienen clase. Aún no es tiempo y nunca lo será de acabar con un sistema inhumano que permite que algunos vivan con excesos excesivos mientras el grueso de la población muere de hambre. Las clases explotadas deben entender que no están tan mal y aún no es tiempo de que estén bien.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Democratizar la violencia

    Democratizar la violencia

    El principal problema que aqueja a nuestras sociedades es la desigualdad, pareciera que nadie lo duda. Sin embargo, cuando alguien intenta contrarrestar la desigualdad —tarde o temprano, normalmente más temprano que tarde— surgen voces que se oponen a ello. La más reciente muestra de lo que digo, ha surgido a raíz del reciente re-estallido del perpetuo conflicto entre Israel y Palestina, que es conflicto porque los palestinos insisten en la libre autodeterminación de los pueblos y su derecho inalienable a no vivir bajo la eterna invasión de su territorio, quizá piensen que son Ucrania como para que la comunidad internacional los apoye en algo tan descabellado.

    En fin, regresando al tema, a raíz del ataque y las incursiones de Hamás a territorio israelí, y la respuesta siempre controladamente desbordada, siempre mesuradamente exagerada, siempre comedidamente desmedida, por parte del Estado de Israel, que no está dispuesto a dejar pasar ninguna oportunidad para afianzar su afianzada presencia en el territorio palestino y justificar la invasión del mismo, no han faltado quienes insisten en que la población civil no debe ser castigada por los actos de Hamás, no han faltado quienes insisten en que una reacción sin miramientos, que no establezca diferencias entre palestinos militantes de Hamás y palestinos no militantes de Hamás, es un acto de barbarie injustificado ¿Quién los entiende?

    Dejemos de lado el hecho innegable de que Hamás es una organización palestina y la población palestina es palestina. No nos detengamos en ello, vayamos al punto nodal, al tema de acabar con la inequidad en el mundo ¿De verdad van a salir ahora, los defensores de la igualdad social, con que un palestino de Hamás debe ser tratado diferente a cualquier otro palestino? No hay forma de justificarlo, La población civil es responsable y debe vivir las consecuencias de los actos cometidos por sus gobiernos, fuerzas armadas, o grupos terroristas, sin importar si están de acuerdo con ellos o no, sin importar si fueron electos democráticamente o si se han impuesto por la fuerza al resto de la sociedad, sin importar si los representa o representan a sus propios intereses. Al final del día, del mismo modo que el ideario echaleganista reza e indica indicativamente que el pobre es pobre porque quiere, el bombardeado es bombardeado porque quiere. No hay más ¿Quién parió a los miembros de Hamás? ¿Mujeres de Hamás o mujeres que forman parte de la sociedad civil? ¿Quién cultiva / produce los alimentos que consume Hamás? ¿Hombres y mujeres de Hamás u hombres y mujeres de la sociedad civil? ¿Quiénes serán los futuros miembros de Hamás? ¿Niños de Hamás o niños de la sociedad civil? Estas preguntas resultan fundamentales para entender la necesaria necesidad de democratizar la represión, la violencia, las políticas inhumanas en pos de luchar por un mundo más injustamente justo, más miserablemente humano.

    Lo mismo sucede del otro lado, lo mismo, pero en menor escala, los dioses siempre apoyan al lado erróneamente adecuado con un mayor poder armamentico y capacidad de creadora destrucción. Quien debe pagar por las políticas de Israel en contra de la población palestina es la sociedad civil israelí ¿Cuál sería la razón de sólo atacar objetivos militares de uno u otro lado? ¿Qué beneficio obtendría el extremismo islámico o la ultraderecha israelí si no se afecta a la sociedad civil? Es justo y necesario para mantener el execrable orden de las cosas que Netanyahu haga gala de la musculatura irracional de los ultras, que uno de los 20 ejércitos más poderosos del mundo despliegue todo su poder en contra no solo de Hamás sino de una población civil desarmada y terriblemente vulnerable, para que al mismo tiempo que se fortalece a la ultraderecha entre la opinión pública israelí y mundial, Hamás gane adeptos al interior de la Franja de Gaza y Cisjordania. Es la única manera en la que el orden seguirá ordenado y nada se moverá de su lugar. Si el combate se reduce al enfrentamiento de grupos armados, sería más insignificante que el devenir de un enfrentamiento entre dos equipos de hockey en monociclo.

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    Como suele decirse no sin infundada razón, a veces uno sabe de qué lado estar, simplemente viendo quienes están del otro lado. Basta ver quienes aplauden el recrudecimiento de los continuos actos de barbarie que comete el Estado de Israel en contra de la población palestina, para darse cuenta de que sin lugar a duda uno debe vergonzosamente sumarse a esos aplausos y pedir que se recrudezca el recrudecimiento. Si potencias imperialistas como Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña, España, que a lo largo de su historia han mostrado una ética intachable y un respeto ejemplar por el otro, están del lado de Israel, queda claro que todos debemos estar del lado de Israel y celebrar el sitio que dejará a la Franja de Gaza —y sus habitantes— sin luz, comida, ni agua y que la someterá a un intenso bombardeo. Finalmente, cuando se ve al otro como un animal en contra del cual se lucha, se debe actuar en consecuencia, como ha dicho el ministro de Defensa israelí. No hay lugar para tratar a los seres humanos como seres humanos, de lo contrario, el día de mañana, las clases oprimidas del mundo, los pueblos oprimidos del mundo, exigirán un trato igualitario que arriesgaría el delicado equilibrio de privilegios e intereses que sostiene al orden mundial en ese punto de eterna putrefacción. Lo único que debe democratizarse es la violencia y la represión en contra de quienes, no formando parte de la clase privilegiada, tienen el privilegio de vivir continuamente asediados por ella.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • Esperando el derrame

    Esperando el derrame

    A Miguelángel Díaz Monges

    El debate parece ser el único debate posible sin importar el lugar del mundo en el que uno se encuentre. La discusión se centra entre la defensa del siempre noble y humanamente deshumano neoliberalismo y el ataque a dicho sistema económico, político y social, por parte de las hordas de salvajes que —incapaces de entender que no entienden que no pueden entender— se lanzan en su contra por la sola razón de no tener forma de comprar una casa, pagar los servicios básicos de salud, o comer adecuadamente.

    Pareciera que la culpa de su desgracia económica radica en la fortuna de quienes si pueden pagar para vivir bajo de un techo, que digo bajo de un techo, pagar por más de una propiedad en distintos lugares del mundo; que la culpa es de quienes teniendo seguro médico privado han cabildeado y legislado para desaparecer o llevar a la ruina a las instituciones públicas de salud; que la culpa es de quienes tienen la capacidad de pagar precios excesivos por alimentos que terminarán desperdiciando porque cuando se paga excesivamente por algo es necesario comprarlo en exceso. Todo indica que para buena parte de la población —los que menos tienen— es más sencillo culpar a quienes más tienen que esforzarse arduamente (así dejen la vida en el camino) por emular a aquellos e intentar tener algo, lo que sea.

    Está tan arraigado el resentimiento social en quienes difícilmente pueden darse el lujo de estar resentidos mientras intentan mantenerse a flote, que hay quienes desean acabar con esa bonita tradición, que prácticamente lleva 40 años, neoliberal de aumentar la concentración de la riqueza en unas cuantas manos y sacrificar a todos aquellos que son incapaces de, generar riqueza a través de la explotación del otro. El egoísmo de las clases bajas es tal que han llegado al punto de exigir una redistribución de la riqueza que acabe con la desigualdad ¿En qué se ha convertido la humanidad? Resulta increíble que la gente esté más preocupada en su bienestar que en el bien vivir de las clases privilegiadas que son las únicas que tienen clase. Los desclasados no entienden que es más importante la generación de riqueza que la disminución de la desigualdad, piensan que si todos tenemos las mismas oportunidades e igualdad de condiciones todos podremos vivir mejor. Resulta irrisorio, imaginen a quienes no son Carlos Slim, ni Ricardo Salinas, ni mucho menos Elon Musk, intentando ser Carlos Slim, Ricardo Salinas o Elon Musk, el mundo se convertiría en una fiesta de disfraces mal hechos donde la gente no sabría qué hacer con la igualdad de oportunidades y condiciones y derrocharía recursos en nombre de la redistribución de la riqueza, lo que sólo terminaría con la riqueza.

    Estamos hablando de personas que no entiende por qué es necesario que anualmente se desperdicie más de 931 millones de toneladas de alimento, o la importancia del fast fashion para la economía mundial y la urgencia de que esta ropa se deseche a pesar de encontrarse en buenas condiciones y sin ser reciclada. Estamos hablando de gente tan egoísta que piensa que la sostenibilidad es un asunto importante. Gente tan mezquina que solo se preocupa por el aumento del salario mínimo para poder vivir mejor. Gente que no está dispuesta a seguirse sacrificando para que otros —muy pocos— tengan viviendas donde el despilfarro es la constante. Gente que no piensa en los demás y antepone sus necesidades por encima de los privilegios de la clase privilegiada que no sabe vivir sin dilapidar —a diferencia de la mayoría de la población. Gente terriblemente ruin que encuentra molesto que se desechen alrededor de 5,000 millones de dispositivos móviles al año. Gente que por pensar en que todos vivamos mejor, vivamos dignamente, están dispuestos a poner en riesgo la existencia de quienes deben —por derecho divino, racial, científico, de clase, o como quieran llamarlo— vivir por encima de toda dignidad humana.

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    Quienes se oponen al neoliberalismo y su esfuerzo por liberar al ser humano del lastre de la pobreza, incluso si ello significa que algunos —miles de millones— mueran en el camino, no son capaces de apreciar la bonhomía de las clases privilegiadas que al concentrar la riqueza en unas cuantas manos, cada vez menores y cada vez más ricas, realizan un esfuerzo sobrehumano por retener, preservar y acaparar esa riqueza dentro de inmensos contenedores, un esfuerzo sobrehumano para que esos contenedores sean cada vez más grandes de tal suerte que cuando dichos valdes de opulencia no puedan seguir conteniendo la desmedida riqueza, de quienes sabiendo explotar al otro, saben enriquecerse, acontezca un derrame de migajas de tal naturaleza que permita alimentar a las huestes de salvajes para que sobrevivan y puedan seguir siendo explotadas para mantener vivo el ciclo de concentración de la riqueza y derrame de migajas.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • Con el pragmatismo hueco ganamos todos

    Con el pragmatismo hueco ganamos todos

    Se confirmó —bendita la hora en la que se escucharon nuestras plegarias— que Omar García Harfuch, extitular de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) de la Ciudad de México, hombre de buena y represora familia, participará en el proceso interno del Movimiento Regeneración Nacional (MORENA) para seleccionar al candidato a la Jefatura de Gobierno de la CDMX en las elecciones de 2024. Lo anterior no sólo es una excelente noticia en un mar de noticias devastadoras, donde el país no deja de desmoronarse bajo las políticas de una camarilla de egoístas que busca mejorar la calidad de vida de la mayoría, por el innegable buen desempeño de Harfuch al frente de la SSC, donde se redujeron los delitos de alto impacto en más de 50%, el delito de homicidio doloso en más de 46% y disminuyeron los indicadores de robo de vehículos a sus mínimos históricos, desde 1997. No. Y no creo que ello sea poca cosa, desde luego que no.

    El destape de García Harfuch es una gran noticia porque —además de lo ya mencionado, Omar cuenta con cualidades que ayudarán a combatir la terrible polarización social que existe en nuestro país desde antes de que México se llamara México, y que este gobierno a tenido el mal gusto de sacar a la luz, al tiempo que mantiene las apariencias y protege al status quo.

    No ignoro que desde la izquierda hay quienes se resisten a que el nieto de quien fuera Secretario de la Defensa Nacional, durante el gobierno de Díaz Ordaz, y uno de los responsables de la represión estudiantil del 68, y el hijo de un titular de la desaparecida Dirección Federal de Seguridad (DFS), dependencia de la Secretaría de Gobernación configurada como la policía política del Estado y encargada de la guerra sucia en los años setenta, sea el candidato de MORENA para la gubernatura de la ciudad “más progresista” del país. Eso, sin ignorar que Harfuch es un personaje cercano a García Luna y Cárdenas Palomino. Lo que estas personas no entienden, es que el extitular de la SSC es el candidato mejor posicionado dentro de MORENA —aunque acabe de afiliarse a MORENA— para asegurar que MORENA no pierda la capital de la República, las encuestas indican que ganaría a Taboada por 5puntos más de lo que lo haría Brugada, y para como están las cosas en el bastión “progresista” del país, se debe asegurar que contamos con el mejor candidato en términos de resultados. Si es o no es de izquierda ¿a quién le importa? Lo único importante es que diga que es de izquierda, como lo han dicho Santiago Creel, Claudio X o Chumel Torres. Sólo la autopercepción importa. Si a ello le sumamos que Harfuch es el candidato “más guapo” de derechas e izquierdas, el único con un club de fans que lo sigue para vitorearlo, el triunfo de la izquierda está asegurado.

    Tampoco ignoro que desde la derecha hay quienes no estarían dispuestos a votar por Omar por el sólo hecho de ser el candidato de MORENA. Me parece que estás personas empeñadas en salvar a México de las garras del comunismo no entienden que en ocasiones el mejor aliado se encuentra entre las filas del enemigo. Harfuch es el elemento más fuerte para conjurar el peligro que representa Brugada, una mujer que no sólo ha trabajado en favor de las clases populares, sino que ha demostrado que es posible hacerlo de forma eficiente, dando resultados y transformando la realidad de los ciudadanos, sus “Utopías” son el mejor ejemplo de ello, espacios para que cualquiera pueda disfrutar del arte, el deporte, la cultura y la naturaleza ¡Cualquiera! ¡Que horror! Lejos de pensar en la transformación de las condiciones materiales de vida de la gente, Omar García Harfuch —por formación y oficio— está completamente enfocado en el tema de la seguridad, principal preocupación de las clases medias aspiracionistas en nuestro país, y de las privilegiadas clases privilegiadas cuya peor pesadilla es perder todo a manos de alguien que ni siquiera sabe cuánto cuestan las cosas. Al poner el foco en la seguridad, y no puede ponerlo en otro lugar, Harfuch responderá a esa preocupación de las clases que tienen clase y podrá darles la tranquilidad que da la ley y el orden cuando se está del lado correcto de la ley y el orden, que es el lado de los privilegios y la abundancia.

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    La posible candidatura de Harfuch representa el punto de encuentro que este país necesita y construye una plataforma para que en 2030 tengamos un presidente que trabaje para que todo vuelva a estar en orden en el país. Por un lado, puede dejar tranquila a la izquierda y permitirle festejar otra victoria sobre la derecha, como quien festeja una goliza de su equipo en contra del adversario. Harfuch abanderará los colores de MORENA y permitirá que los habitantes de la Ciudad de México podamos seguir diciéndonos progresistas. Por el otro, Omar representa lo mejor de la derecha, en su genética política descansa dormido el potencial represor con cuyo ejemplo creció en casa, y su principal preocupación es el orden y la aplicación de la ley, aunque esta resulte injusta, la lógica policiaca de la formación de Harfuch, cuya profesión no es más que el síntoma de su acontecer, permitirá que todos, cómodamente progresistas, nos sintamos tranquilos sabiendo que en la calle el “otro” no puede hacernos daños porque desde el gobierno de la Ciudad de México, el brazo de la ley nos vigila. Bajo esta lógica, y siguiendo el ejemplo del Frente Amplio, bien podrían cancelarse las elecciones para gobernador en la CDMX, contamos con un precandidato que tiene lo peor de cada lado del espectro político, y eso es suficiente para que todos votemos por él.

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  • Larga vida a los privilegios de los privilegiados

    Larga vida a los privilegios de los privilegiados

    Como si no fuera suficiente con la embestida que desde el Poder Ejecutivo se lleva a cabo en contra de los humildes, incuestionables y sacrosantos derechos de la clase privilegiada y sus vasallos, que tienen la dicha de pagar su existencia a meses sin intereses, desde el INE se ha establecido que los partidos políticos —esas asociaciones humanitarias encargadas de velar por los derechos del gran capital—tengan que postular, por lo menos menos, a un diputado(a) en situación de pobreza como parte de las cuotas de acción afirmativa

    ¡Por vida de Dios! ¡En qué cabeza cabe una idea de tan perversa naturaleza! ¿No están satisfechos con que existan cuotas de género? ¿No les parece suficiente que las minorías identitarias estén representadas? Los pobres tienen derecho al voto, nadie les exige que sean propietarios o que tengan una cantidad respetable de dinero en su cuenta bancaria para marcar la boleta electoral y y que esta sea considerada en el recuento de los votos ¿No es eso suficiente? ¿De verdad creen que desde su pobreza podrán afrontar el entramado sociopoliticocultural, cuyo entendimiento demanda todo puesto de representación popular en el cual se garantice que popularmente se representen los intereses privados? ¿Qué sigue? ¿Qué se otorgue a los pobres los mismos derechos que a los privilegiados? ¿Qué mundo le vamos a heredar a nuestros hijos?

    A nadie sorprende que no faltaran quienes aplaudieron la medida de este INE que traiciona los principios de aquel otro INE, el INE por el que la noble marea rosa inundo las calles dispuesta a sacrificar un par de horas para defenderlo, ese INE que era bienintencionado y trabajaba en pos de conservar el status quo, las buenas costumbres y el enriquecimiento de los consejeros que sabiamente ponían a trabajar el dinero publico —que cuando se utiliza para lo público es pero que tirarlo a la basura— en fideicomisos de usufructo privado. A nadie sorprende que no faltaran quienes ven en la inclusión de cuotas de pobreza en las candidaturas de los partidos políticos una importante medida para disminuir la desigualdad de nuestro país. A todos ello, los invito a reflexionar, los invito a que se pregunten ¿Qué incentivo le queda al pobre —que como, bien reza el catecismo echaleganista de la clase media aspiracionista, es pobre porque quiere— para dejar de ser pobre, si siendo pobre puede participar por un puesto de representación popular en el que ganará mensualmente lo que no ganaba toda su familia con un año de trabajo ¿Para que va a quererse esforzar, sacrificar, entregar su vida, tiempo y voluntad a la explotación del hombre por el hombre, si bien puede afiliarse a un partido político y esperar a que le toque una candidatura? La representación popular no debe ser un camino para la superación personal. No. La representación popular debe ser una camino para que las clases privilegiadas, que sin lugar a dudas son superiores al resto de nosotros, de lo contrario no serían privilegiadas, expandan su superioridad y sean recompensadas por ello con recursos públicos casi ilimitados.

    La cantaleta de que el pobre legislará a favor del pobre y verá por los intereses de las clases oprimidas no solo es un absurdo, es un peligro. A todas luces carece de fundamento, que así suceda en otros países no quieres decir que sucederá igual en el nuestro. Si no me creen vean todas esas películas de Luis Estrada que rayando en la caricaturización de mal gusto y proyectando un burdo desprecio clasista, nos han enseñado que el pobre, cuando se le presenta la oportunidad, se alinea con la clase explotadora y busca mantener al pobre en la pobreza. Sin embargo, si fuera cierto que el pobre legisla a favor del pobre ¿Para que los queremos legislando? Imaginen legisladores que sigan aumentando el salario mínimo, que garanticen mejores condiciones laborales para la clase obrera, que busquen transformar la cotidianidad de los más que son los que menos tienen, que no antepongan los derecho de la clase privilegiada ni las empresas a las que sirven, que busquen acabar genuinamente con la desigualdad ¡Acabar genuinamente con la desigualdad! ¿Se dan cuenta de lo que eso significa? ¡Quieren que todas seamos iguales! ¡Homogeneizarnos y que el poder de consumo no nos haga diferente, que nada nos distinga del otro! ¡Que todos tengan la posibilidad de vivir dignamente! ¡El horror comunista!

    Entrados en gastos

    Lo que se necesita es robustecer los candados que mantienen el orden en orden. Establecer mecanismos que garanticen que solo pueden ser electos quienes tengan más de tres propiedades, si una de ellas es en el extranjero mejor aún, ahorros superiores a los quinientos mil pesos, lo cual es nada para la clase alta del decil más alto de la ciudadania, que cambien de coche cada año, sean católicos, blancos o de tes clara (rubios de preferencia), hombres, heterosexuales, por lo menos en publico, devotos del heteropatriarcado, formados en universidades extranjeras, por favor, cuando digo universidades extranjeras, hablo de universidades en Estados Unidos, Inglaterra o Alemania, con ganas de se plurales podemos permitir que quienes se formaron en universidades en Canada, España o Francia, participen, pero no alguien que estudió en algún país extranjero que no sea parte del primer mundo.

    Debemos garantizar que solo quienes entienden que las políticas públicas deben realizarse para el beneficio privado de unos cuantos, accedan a los puestos de representación popular. No abrir las puertas de par en par para que cualquiera pueda determinar el destino de las clases privilegiadas, a quienes tanto trabajo les ha costado despertar todas las mañanas, no hacer nada y preservar sus privilegios. En el peor de los casos, si el INE insiste en que tengamos diputados en situación de pobreza, como parte de las cuotas de acción afirmativa, debemos demandar que esos diputados cobren un sueldo que no les permita salir de la pobreza, de lo contrario, estaremos poniendo en riego las entrañas mismas de nuestro sistema de desigualdad social.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • Gravar la pobreza

    Gravar la pobreza

    La siempre humilde, humanista y preocupada por el otro, clase privilegiada en México, representada políticamente por los partidos que se oponen opositoramente a la CuatroTe y por una serie de esbirros estoicos dedicados a la comunicación y propagación de noticias infodémicas que heroicamente cumplen con el noble propósito de proteger a la ciudadanía del golpe de realidad que implica ser enfrentados a los real, ha recibido con beneplácito y celebrado con un ánimo que no se veía desde los tiempos de Gómez Morín, ese ideólogo y primer dirigente panista, figura ética que debe ser recordada como un sabio, un humanista, un defensor de libertades, el heredero espiritual de José Vasconcelos, un creador de instituciones que luchó incansablemente por los valores de la democracia, el Estado de Derecho y la justicia social, y un simpatizante del nacional socialismo alemán, el fascismo italiano y el falangismo español, la decisión del gobierno de derecha —heroica y benefactora derecha— de Giorgia Meloni de poner fin a las prestaciones que miles de familias y personas recibían y que son consideradas “aptas para trabajar”.

    Lo que la privilegiada clase privilegiada mexicana celebra es que alrededor de 169,000 familias italianas recibieran un SMS —elegantemente redactado en 24 palabras— en el que se les notificaba que las prestaciones serían suprimidas ¿La razón? Se trata de familias que, si bien tienen bajos ingresos o miembros desempleados, no tienen una persona discapacitada, un menor o una persona mayor de 65 años ¿El objetivo? Endurecer el sistema de asistencia social, el cual será completamente abolido el 1 de enero de 2024 para aquellas personas desempleadas que tengan entre 18 y 59 años y sean consideradas aptas para trabajar.

    Imposible no aplaudir una medida como esta que, lejos de condenar a la pobreza a gran parte de la población italiana, tiene la virtud de incentivarlos para que sobrevivan como única estrategia de supervivencia, para que se esfuercen más allá de todo esfuerzo posible y garanticen su sustento y el de sus familias, para que —incluso si ya fueron masticados, engullidos, digeridos y vomitados por el mercado laboral— encuentren el modo de ser masticados, engullidos, digeridos y vomitados por el mercado laboral hasta el día en el que cumplan 65 años, queden discapacitados en el proceso o sean incapaces de seguir respirando; asunto que —sin duda alguna— será culpa de ellos y no del mercado que en su infinita sabiduría solo permite la supervivencia de los mejores, los más fuertes, los echaleganistas y aquellos Sísifos que no entienden que nada bueno conseguirán por seguir empujando la piedra cuesta arriba de la montaña.

    Imposible también, no buscar entre las filas del amplio Frente Amplio por México —donde cabe todo aquello que se oponga a la posibilidad de que el grueso de los mexicano viva dignamente— un político que se muestre a la altura de las circunstancia y emule a la política italiana en un esfuerzo por condenar a la pobreza a no salir de la pobreza, de tal suerte que la única posibilidad de quienes viven en la pobreza sea ahogarse en la pobreza o ser ese garbanzo de a libra que demuestre que el sistema funciona siempre y cuando uno esté dispuesto a sacrificarlo todo en nombre del sistema y tenga suerte o un buen padrino. En este sentido, existe más de una posibilidad —ni una sóla de ellas excluye a las otras— de aplicar medidas que, lejos de gravar la riqueza y castigar a esos hombres probos que son los salvadores de la nación al generar empleos y explotar a la masa mal pagada, grave la pobreza y haga terriblemente incomodo vivir en ese paraíso paupérrimo del que disfrutan quienes disponen de un ingreso tan bajo que, aun si lo dedicase por completo a la adquisición de alimentos, no podría adquirir los nutrientes necesarios para tener una vida sana; ese paraíso de comodidad, lujos y excesos en el que vive más del 36% de la población mexicana y del que antes de la perversa administración e López Obrador disfrutaba poco más de 52 millones de personas. Lejos de aumentar los salarios mínimos y entregar becas y apoyos a la ciudadanía para reducir la pobreza y contribuir a que casi 9 millones de mexicanos salieran de ella en dos años, como lo ha hecho esté gobierno que piensa primero en los pobres y se olvida de las necesidades de los privilegiados, urge que se tomen medidas para que ser pobre resulte tan caro que la población entera salga de la pobreza o muera en el intento. Para que sólo puedan ser pobres quienes puedan darse ese lujo.

    En este sentido, debe permitirse —que digo permitirse— debe estimularse que los precios de los productos que componen la canasta básica se disparen con una libertad libertina y liberadora por encima de la inflación y alcancen números estratosféricos, tan inaccesibles que comer tortillas o frijol sea tan caro que sólo lo puedan hacer las mejores familias de la nación (aclaro, en caso de que algún extraviado esté leyendo esto, que las mejores familias son aquellas que pueden rodearse de todo aquello que no es necesario para vivir y hacerlo sin afectar su nivel de vida). Los servicios de salud, esos mismos que ahora el presidente amenaza con convertir en un derecho que garantice el acceso a todos los mexicanos, deberían ser privatizados y tasados de forma que para atenderse un catarro uno deba empeñar un riñón, que para contar con el cuadro básico de vacunas uno deba adquirir un crédito que resulte imposible pagar en tres generaciones.

    Siguiendo esa línea, de liberar a México de la pobreza llevando a quienes viven en situación de pobreza a limites muy por debajo de la pobreza extrema, todo aquel que habite una vivienda con techo de lámina o construida con cualquier otro material que no sea ladrillo o concreto, es más, todo aquel que viva en desarrollos de interés social, con menos de un baño y medio, o donde no se cuente con suficientes recamaras, deberá pagar un impuesto especial que garantice que efectivamente les resulte imposible acceder a uno de esos créditos inmobiliarios a los que es imposible acceder. El costo del transporte público deberá aumentar significativamente, si alguien es tan flojo que prefiere no manejar para trasladarse, entonces es obligación del estado orillarlo a trasladarse a píe o a través de un vehículo no motorizado, lo que contribuirá no solo a fomentar ese espíritu liberador de salir de la pobreza, sino a su salud o a que sea víctima de un accidente. Por último, la educación pública y gratuita deberá costar tanto o más que la educación privada, basta de mantener sujetos que quieren salir adelante y prepararse sin pagar nada, es necesario que la gente sepa lo que cuestan las cosas y paguen por ello.

    De más está aclarar, que nada de esto busca mejorar las condiciones salariales de médicos, conductores del sistema público de transporte o maestros. No. Nada más lejos de ello, lo único que estas propuestas buscan —y no es poca cosa— es acabar radicalmente con la pobreza en México, desaparecerla, exterminarla cueste lo que cueste y se sacrifique a quien se sacrifique. Borrar la pobreza del territorio nacional y al mismo tiempo concientizar a la población de las dificultades que enfrenta nuestra clase privilegiada que tiene que pagar cuentas terriblemente onerosas por objetos o servicios que no son necesarios y deberían cobrarse en lo que se cobran. Es muy fácil condenar los privilegios de quienes privilegiadamente viven rodeados de privilegios sin entender que los ricos también lloran y que en ocasiones —contadas— no pueden derrochar en todo lo que les gustaría derrochar. Gravar la pobreza contribuirá no solo a eliminar la pobreza, sino a sensibilizarnos a todos y ayudarnos a entender por qué es necesario que se emitan facturas falsas y que el gobierno le condone los impuestos a las empresas millonarias, los grandes bancos y medios de comunicación monopólicos.

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    No es suficiente con gravar la pobreza, es necesario que siguiendo el ejemplo del santo patrón de los represores humanitarios y los defensores de los derechos humanos que están dispuestos a sacrificar los derechos humanos en nombre de sus propios derechos, Nayib Bukele, la pobreza sea criminalizada, perseguida y encarcelada en centros de confinamiento lejos del sensible ojo de la clase privilegiada que sufre cuando ve manifestaciones de mal gusto o gente vestida con ropa que no es de diseñador. Si de verdad queremos acabar con la pobreza necesitamos perseguir la pobreza en cualquier lugar en donde la pobreza se atreva a exhibirse. Por el bien de todos, primero los pobres, primero en el pago de impuestos altos, primero en la imposibilidad de acceder a los servicios que necesitan, primero en la persecución estatal que garantice un México libre de pobreza en el que la clase privilegiada pueda disfrutar de una vida que esté al nivel de su cartera y capacidad de consumo. No es poco el esfuerzo que la clase privilegiada ha realizado para mantener a la clase trabajadora sometida y explotada, no es poca la inversión que le han dedicado, como para que no les permitamos disfrutar de ello libremente y excesivamente.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.
  • ¡Prohíban las micheladas!

    ¡Prohíban las micheladas!

    Pareciera que existe una perversa conspiración para ignorar lo que resulta verdaderamente importante para el futuro del país y distraernos con noticias superfluas como los resultados del sondeo callejero que el Partido del Trabajo realizó, y donde Gerardo Fernández Noroña se coloca por encima de Claudia Sheinbaum Pardo y cualquier otro candidato que represente —o diga representar— a la CuatroTe, en las preferencias del electorado para definir al candidato a la presidencia; la disminución de más de 90% del huachicoleo, la muy previsible declinación de Creel en el proceso de simulación democrática del Frente Amplio por México para establecer al candidato de la oligarquía; o el drama de Ebrard ante la evidente evidencia de no verse favorecido por la preferencia ciudadana para ser el candidato que garantice la continuidad de la transformación que con representantes como él parece transformarse —a sí misma— continuamente para que todo permanezca igual.

    Una perversa conspiración para que ignoremos las medidas profundas y sencillas que se proponen para que México sea un país más seguro. Medidas que pueden parecer demasiados simples pero que resultan tan impactantes que garantizan el orden nacional y la reducción de los homicidios. Medidas de las que se habla poco y de las que se hicieron más memes que análisis serios, medidas como la eliminación de las micheladas para acabar con la violencia.

    Lamentablemente, la cuestión no se ha tomado con la seriedad que debería tomarse y ha pasado como pasa una cerveza bien fría y escarchada a través de la garganta en un día de calor: sin sentirse. Sin embargo, la iniciativa de quien fuera jefa delegacional en la alcaldía Miguel Hidalgo y ahora aspira a ser candidata a la presidencia por el Frente Amplio por México, que es tan amplio que parece estrecho, de llevar a nivel nacional la nada ridícula prohibición de la perniciosa michelada para contribuir a la reducción del número de homicidios, iniciativa que ya fue llevada a la practica en Miguel Hidalgo, promete abatir en menos tiempo de lo que le tomó a Fox resolver el conflicto en Chiapas, los indices de violencia en toda la República Nacional. No dudo que a algunos les parezca exagerado, son gente que no entiende el daño que esas bebidas —preparadas a base de cerveza, jugo de limón, picante, sal, y salsas sazonadoras— pueden tener en la población. Empiezan pervirtiendo a la juventud y alejándola de sus familias, luego los orilla a delinquir para conseguir el dinero que necesitan para seguir bebiendo micheladas, y el seguir bebiendo micheladas los aleja más de sus familias, los hace delinquir más y así en un ciclo sin fin que los lleva a matar gente y realizar crímenes atroces. Todo, por esa reacción química que se produce en el organismo al mezclar una bebida alcohólica, no destilada, de sabor amargo, que se fabrica con granos de cebada germinados u otros cereales cuyo almidón se fermenta en agua con levadura y se aromatiza a menudo con lúpulo, con jugo de una fruta cítrica fragante y de sabor ácido, picante, sal, y salsas sazonadoras.

    La evidencia de la pertinencia de la estrategia de la candidata X está ahí, si quieren burlarse de ella y pensar que es una tontería que como estrategia de seguridad se proponga eliminar las micheladas, hay poco que discutir con ustedes. Simplemente piensen en esto: la versión más popular del origen de las micheladas dice que fueron creadas en la década de los setenta. Ahora bien, entre 1940 y finales de los sesenta la tasa de homicidios descendió significativamente en México. Sin embargo, al terminar el sexenio de Díaz Ordaz, ese prócer de la tolerancia, la tasa de homicidios volvió a subir hasta llegar a ese nivel que —más por necesidad que por gusto— nos heredó Felipe de Jesús Calderón Hinojosa. Hay que ser muy necio para no ver lo obvio y aplaudir las medidas de la otrora delegada, los datos están sobre la mesa: si las micheladas no hubieran nacido en 1970, es sumamente probable que Calderón no hubiera empezado a beber en su juventud y que los mexicanos no hubiéramos tenido un presidente alcohólico que se enfrascó en una guerra contra el narco, seguramente ocasionada por los episodios de delirium tremens que padece el heroico Comandante Borolas, y —en consecuente consecuencia, no hubiera aumentado la tasa de homicidios.

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    Que nadie se equivoque, en ningún momento se dijo que a Xóchitl no le guste la cerveza, es más aclaró que es fan de las caguamas, y —caguama en mano— sostuvo que lo que busca su iniciativa es terminar con los puestos de micheladas ilegales, porque los jóvenes y las clases bajas, esas que son tan bajas que cuesta trabajo verlas desde las alturas, sólo tienen recursos para beber en puestos ilegales. Nunca habló de prohibir el alcohol ni otros placeres pecaminosos. No. Lo que se busca es controlar quienes tiene derecho a consumirlo, quien tiene derecho a intoxicarse, y ese derecho —claramente— debe ser exclusivo de las clases que tienen el privilegio de vivir con privilegios. El resto de las clases sociales, que bien pueden englobarse en la clase no privilegiada, debe dedicarse a trabajar hasta morir para garantizar el sustento de sus verdugos y patrones. La michelada es un peligro que debe ser eliminado no solo por las razones antes expuestas, sino porque democratizan el consumo de bebidas y la intoxicación. Es más, la iniciativa debería extenderse para que la RAE prohíba el uso de la palabra michelada y la elimine del diccionario. A partir del próximo gobierno, que habrá de salvarnos de nosotros mismos, las bebidas alcohólicas en México solo podrán tener nombres en lenguas extranjeras, para evitar que las clases bajas lo puedan pronunciar y en consecuencia ordenar en algún establecimiento.

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  • ¡Larga vida al espectáculo!

    ¡Larga vida al espectáculo!

    Presto a la celebración, un sector importante del PANismo progre, buena onda y echaleganista, aplaudió el triunfo de Wendy Guevara en La casa de los famosos México, reality show no ideologizado que no deviene en propaganda barata de un estilo de vida donde lo excesivo y superficial se eleva a la categoría de estandarte único al que se debe aspirar cueste lo que cueste. Sobresalieron las felicitaciones de la siempre natural Xóchitl Gálvez y la nunca acartonada Kenia López Rabadán (sorprende que no la hayan expulsado del PAN por apellidarse López, en fin), quienes sostuvieron que el triunfo de Guevara rompe tabúes y demuestra que la comunidad LGBTTTI es prioritaria para los mexicanos.

    Es más, hubo quienes afirmaron —desde la derecha más derecha posible, tan a la derecha que llegan a pensar que están a la izquierda— que el Triunfo de Guevara demuestra que México no es un país transfóbico y homofóbico. No dudo que esto pueda confundir a quienes, enarbolando la bandera anticomunista y oponiéndose a los libros de texto que hipersexualizan a nuestros hijos por enseñarles que el pene se llama pene, y la vagina se llama vagina, se han lanzado de forma masiva a tramitar amparos que los protejan del virus comunista. A ellos, hay que recordarles que la derecha no está celebrando el triunfo de Wendy Guevara como una agenda del empoderamiento del movimiento LGBTTTI. No. La derecha no está preocupada ni considera una prioridad los temas de diversidad sexual, es más, la sexualidad no está entre sus prioridades si no es como dios manda, entre sacerdotes y niños o entre hombres y mujeres sometidas. Lo que la derecha progre, buena onda y echaleganista, que representa el ala más perdida del PANismo más rancio, celebra, es el confinamiento de la comunidad LGBTTTI al espacio ficticio de la televisión, el streaming y las plataformas digitales, el confinamiento de la diversidad al mundo virtual.

    Reducir cualquier movimiento, en especial si lo que dicho movimiento busca es la ampliación de los horizontes culturales, al entorno virtual, es conjurarlo y limitar su potencial. Es convertirlo en un producto de consumo, de entretenimiento, en un chiste inocuo, vacío de todo elemento que pudiera perturbar el orden establecido, las buenas costumbres, la fe y la sacrosante inocencia de los niños. Por eso es importante que Wendy Guevara ganara en La casa de los famosos, porque su triunfo permite establecer un discurso fuerte y claro en la cabeza de los ciudadanos, un discurso donde se establece que está bien ser homosexual o trans en entornos virtuales, detrás de la pantalla, si eres un personaje —si alguien piensa que un reality show es real o que Wendy Guevara no es un personaje, no se preocupe, la idea es justo que piensen eso. Pero fuera de la pantalla, en el mundo real, tangible, concreto, lo que debe preservar son los machos falocentristas y el heteropatriarcado. Wendy Guevara gana porque fue confinada a permanecer en la casa de los famosos, a diferencia de quienes pierden y son condenados a vivir en el mundo que todos habitamos. Los medios de comunicación, más sabios que nuestra opositora oposición que ya no sabe a qué oponerse, son conscientes del potencial liberador que tienen —igual de liberador y libertario que Milei en Argentina— para erradicar las pestes de la sociedad que amenazan con romper el equilibrio y trastocar el orden. Televisar la revolución significa desarticular la revolución.

    De ahí la importancia de que la comunidad LGBTTTI y cualquier movimiento transformador conquiste espacios en los medios de comunicación masiva, se vuelvan tendencia, trending topic, sean parte del main stream, etc. Abriéndoles estos espacios, permitiéndoles entrar a ellos, el sistema, en su infinita sabiduría, garantiza que salgan de las calles, que desaparezcan de la realidad, que pierdan esa incandescencia que amenaza con hacer arder la casa y a todos los que la habitamos. La pantalla, sea la de la televisión, tablet, dispositivo móvil, o lo que venga, se convierte de ese modo en una carpa moderna donde se exhiben los fenómenos que no se quieren ver en la calle, donde se celebra esa diversidad que afuera se condena, donde se puede ser como se quiere ser o como se es, porque no forma parte de la realidad, porque es un entorno seguro, controlado, en el que todo sigue un guion, incluso —o principalmente— cuando se cree estar improvisando.

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    La lógica de La casa de los famosos debería extenderse más allá de la comunidad LGBTTTI, deberían crearse espacios de lucha en lodo entre comunistas, programas de cocina con recetas anarcoecologistas, carreras de madres afiliadas a la Liga de la leche, programas de supervivencia de animalistas. Imaginen el éxito de ver una pelea a dos de tres caídas entre Marx Arriaga y Paco Ignacio Taibo II, o el espectáculo que representaría un mascara contra cabellera entre Claudia Sheinbaum y Layda Sansores. No sólo tendrían ratings históricos, cumplirían con la noble función de erradicar todo potencial transformador de sus propuestas, desarticular lo que representan y aquello por lo que luchan, conjurando la amenaza de que las cosas dejen de estar como están, y dejen de beneficiar a quienes benefician.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Dar las gracias no es suficiente.