Categoría: Carlos Bortoni

  • El diablo está en las generalidades

    El diablo está en las generalidades

    Dadas las circunstancias actuales, la semana pasada me fue imposible cumplir con mi entrega en este espacio ¿Cuáles fueron esas circunstancias? No importa, importa sólo que son actuales y que no me permitieron hacer lo que normalmente hago. Si eso tuvo que ver con un catarro que se apoderó de mi y no me dejaba hilar una sola línea con el mínimo de coherencia necesaria para publicarla, o si se trató de una amenaza que puso en riesgo mi libertad de expresión, ese “bien público que el Estado debe promover y los mexicanos debemos defender” como con sabiduría hipócrita afirma Margarita Zavala y me obligó a autocensurarme, da lo mismo. Como nos lo enseñó Doña Azucena Uresti, santa patrona de la libertad de prensa, las notas no confirmadas y el quehacer infodemico, cuando de forma temeraria y con una valentía propia de cantinflas dijo nada y dejó las puertas abiertas a la especulación mercenaria con su celebre “dadas las circunstancias actuales”, lo importante no es comunicar, sino jugar con la imaginación de la audiencia, dejar que su pensamiento se vaya por las ramas intentando dilucidar cuales son esas circunstancias actuales que llevaron a la lectora de noticias a tomar la decisión de salir de Milenio.

    Las circunstancias actuales tienen un potencial infinito, ilimitado y que puede aplicarse a cualquier circunstancia. No importa lo que se diga o el contexto en el que se esté hablando o la postura política que se pretenda defender o se simule defender. El medio es el mensaje, así que basta con decir las palabras mágicas: “dadas las circunstancias actuales” y añadir un dato, para que la formula urestiana surta efecto. Reparemos en algunos ejemplos: Dadas las circunstancias actuales, el Tren Maya ha transportado a más de 37 mil personas. Dadas las circunstancias actuales, en Oaxaca protestan contra la gentrificación en el estado. Dadas las circunstancias actuales, Xóchitl Gálvez inicia con su propia mañanera. Dadas las circunstancias actuales, reviven el caso Colosio. Dadas las circunstancias actuales, tenemos que hacer frente a las circunstancias actuales. No importa ni el contexto, ni el trasfondo.

    Ni siquiera es necesario dedicarle dos centímetros de frente a la invención de notas falsas. El principal recurso de la nueva y heroica prensa conserva es el uso y abuso del prejuicio de sus audiencias, apelar al prejuicio sin enunciar el prejuicio. Si algo han demostrado los estoicos opositores a la CuatroTe, es que no necesitan razones, ni argumentos para oponerse a la CuatroTe, así que no hay por que perder el tiempo en ello. Hay que dejar que su imaginación vuele y sus prejuicios se desborden, que su lógica ꟷsi hay algo de lógica en la defensa que el oprimido hace del opresorꟷ se vaya por las ramas y alcance conclusiones inesperadas, no hay mejor noticia falsa, ni mayor creatividad infodemica, que la que se alimenta de las voces aspiracionistas que resuenan en las cabezas siempre biempensantes de los derechairos ¿Cuáles son las circunstancias actuales? El derroche de dinero del gobierno en sus megaproyectos, el ecocidio en la selva maya, el gusto de los oaxaqueños por vivir en la pobreza, la necesidad de un foro que no polarice y diga la verdad, la voluntad electorera de distraer a la gente, las circunstancias actuales son las circunstancias actuales, eso ni se duda, ni se pregunta.

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    La formula urestiana tiene tal valor que, permaneciendo en la generalidad de quien no dice nada, permite reconciliar siempre y cuando no se pretenda profundizar las más irreconciliables posturas. Haciendo acopio del más refinado arte de la cantinfleada y del más profundo chilindrinismo, “las circunstancias actuales” no solo tienen la virtud de no decir nada, sino que; como dicen una cosa dicen otra, de tal suerte que con un poco de esfuerzo por parte de los chairos se podría aceptar que la renuncia de Uresti fue claramente, así lo dijo ella al referirse a las circunstancias actuales, porque hay tal pluralidad en los medios mexicanos que consiguió un mejor trabajo. Toda interpretación es válida ante la frase que inicia con “dadas las circunstancias actuales”, la que sea. Uresti inaugura el posmodernismo infodemico en la prensa mexicana, los medios nacionales, de la mano con Azucena se ponen a la vanguardia mundial y dan ejemplo de como se puede dar una nota que signifique lo que cada quien quiera que signifique, los algoritmos de Facebook para entregar noticias acordes con los prejuicios de la audiencia son cosa del pasado, lo de hoy es permitir al lector construir su propia nota, reportando nada más que generalidades, es que es como todo, hay cosas que ni qué, ¿tengo o no tengo razón?

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Tengan más hijos y tendremos mejores pensiones

    Tengan más hijos y tendremos mejores pensiones

    Resulta cansado que inevitablemente se acuse al neoliberalismo de ser responsable de todos los males que promovió el neoliberalismo. Es decir, hay que ser muy mala leche para pensar que cuando los gobiernos neoliberales promueven que la seguridad social deje de ser un derecho social, para convertirse en un sistema de seguridad privado, están buscando que la seguridad social deje de ser un derecho social, para convertirse en un sistema de seguridad privado.

    Nada más lejano a la realidad, lo único que quieren es que la seguridad social deje de ser un derecho social, para convertirse en un sistema de seguridad privado. El que las pensiones se convirtieran en afores y que las afores se beneficien más a sí mismas de lo que benefician a los ahorradores, obreros, nada tiene que ver con el que neoliberalismo anteponga en interés y el enriquecimiento privado al interés y la seguridad social pública. La razón —cómo claman los honestos y nunca privilegiados defensores del neoliberalismo— es otra y tiene mucho más que ver con la dinámicas sociales de esa sociedad por la que los gobiernos neoliberales están profundamente preocupados y en constante búsqueda para explotar de forma que puedan sacar mayores ganancias y reducir lo que se tiene que invertir en ella.

    Que, en 1997, Ernesto Zedillo propusiera reformar la Ley del Seguro Social y que las cámaras aprobaran esa reforma para transferir las funciones de administración e inversión de los fondos de pensión, de las que se encargaba el gobierno, a las afores que invierten el ahorro de los trabajadores a través de sociedades de inversión especializadas, no tuvo nada que ver con un afán privatizador. No. Lo que Don Ernesto Zedillo —santo patrono de rescate bancario— buscaba con su reforma, era salvar a las familias que, tras alejarse de los valores cristianos propios de las primeras tres cuartas partes del siglo XX, empezaron a tener cada vez menos hijos. Familias con más hijos garantizaban que hubiera más obreros activos que obreros retirados. Tener muchos hijos permitía que —cuando menos— uno de ellos pudiera mantener a sus padres después de su retiro. Se trataba de un esquema familiar, como indica Enrique Quintana con esa sabiduría rancia y reaccionaria que lo distingue. Más que las políticas de un estado de bienestar, las pensiones eran soportadas por un perfil demográfico que hoy demuestra lo falaz de esa falacia progresista que convenció a todos de que la familia pequeña vive mejor.

    No fue un cambio político—económico, no fue la visión de gobierno lo que se modificó con la llegada de esos benefactores de la explotación neoliberal. Nada de eso. Si la gente no tiene pensiones hoy, y si su retiro no es con el 100% de lo que tenían de sueldo, es porque la gente no quiso tener más hijos. Fueron las familias y no el neoliberalismo quienes antepusieron lo económico a lo social. Fueron las familias quienes construyeron este destino en el que ahora se ven desamparadas, si hubieran tenido más hijos seguramente hubieran vivido más apretados, pero no enfrentarían este problema al llegar a su retiro. Lamentablemente el dinero que se ahorraron teniendo dos hijos en lugar de cinco, no los va a poder cobijar en la vejez.

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    Resulta imposible que luego de trabajar toda la vida, pagar impuestos, e intentar sobrevivir, le demandemos al Estado que garantice un retiro digno para todos y cada uno de nosotros. Quienes no tenemos el privilegio de explotar a los demás para vivir con excesos y retirarse sin sacrificar esos excesos y privilegios, debemos vivir eternamente agradecidos por el que las afores no se queden con el 100% de nuestros ahorros y nos entreguen una parte de ellos para que —medianamente— tengamos forma de sobrevivir el tiempo que tardamos en morir. Exigir al gobierno y a la iniciativa privada, que jinetea nuestros ahorros a lo largo de nuestra vida laboralmente activa, una pensión como debe se,r es tan vil y mezquino como pedir que se establezcan impuestos a la riqueza.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Que se retiren quienes puedan retirarse

    Que se retiren quienes puedan retirarse

    Como si lo que hiciera falta son nuevas calamidades, el presidente López Obrador anunció que presentará ante el Congreso de la Unión una iniciativa de reforma constitucional sobre pensiones. En otras palabras, y como lo señalan los comentócratas con mayor inteligencia emocional, expertos en el arte de decir nada, lo que Andrés Manuel busca es —más allá de la expropiación de las Afores o la desprivatización del ahorro para el retiro de los trabajadores— acabar con esa suerte de ruleta rusa en la que se ha convertido el retiro en México, a raíz de la reforma hecha en 1997 por el gobierno de Ernesto Zedillo, que quitó las pensiones entregadas por el gobierno e inauguró formato del ahorro individual mediante Afores, donde el obrero siempre sale perdiendo y las Afores siempre salen ganando al jinetear justa, estoica, heroica y mañosamente el dinero del ahorro de los trabajadores. Acabar con la diversión, los nervios, la adrenalina que viven quienes se jubilan y no saben si podrán sobrevivir con el dinero de su Afore, y al mismo tiempo matar el negocio de esas ejemplares jineteras financieras que son las Afores.

    Poco importa si las Afores desaparecen o no. Poco importa si se regresa a un esquema donde el dinero de los contribuyentes sea administrado por instituciones públicas o se deja en manos de mercaderes privados. Lo importante es que, si se pone el acento en permitir que la gente reciba el 100% de lo que debe recibir para poder vivir dignamente, se merman las ganancias de esos mercaderes que lo sacrifican todo y ponen en riesgo sus privilegios para poder explotar a los obreros incluso más allá de su vida laboral.

    El justo derecho a explotar al otro siempre y cuando el otro pueda ser explotado y el explotador se encuentre en una posición privilegiada se verá amenazado por la iniciativa de reforma constitucional sobre pensiones que pretende presentar, ante el Congreso de la Unión, López Obrador. El ahorro para el retiro no es algo que deba entregarse a la gente que ahorró para su retiro ¡Por vida de dios! ¿Qué ideas son esas? La gente no sabe qué hacer con el dinero, si no lo malgastan en baratijas, lo malgastan para poder sobrevivir. El ahorro de los trabajadores para su retiro será mejor aprovechado si se invierte en paraísos fiscales —lástima que la isla de Epstein no siga activa, sería un lugar ideal para jinetear ese ahorro.

    A los obreros —y por favor, aquellos que mueren por ser fifí no se confundan, si no son dueños del capital son obreros— solo hay que darles lo mínimo necesario para que puedan sobrevivir o morir sin afear el escenario ni dar lastima por la calle. Si un trabajador no puede vivir con el 50% de lo que ganaba antes de retirarse, entonces no debió de retirarse. Como bien dijo Diana Mondino, ministra de relaciones exteriores, comercio internacional y culto de la nación argentina (y héroe de esos nobles canallas que defienden lo indefendible), “si no tiene plata en el bolsillo, no va a comprar cosas muy caras.” Así de sencillo, si antes medianamente sobrevivían con su salario, tras el retiro sobrevivirán de alguna forma menor que medianamente. La posibilidad de retirarse, de vivir sin trabajar es un derecho exclusivo de la nobleza privilegiada, la oligarquía, que sí puede vivir sin trabajar (muchos de ellos jamás han tenido que trabajar para vivir). El resto, los que siempre estamos de más, tenemos que asumir que o trabajamos hasta morir o morimos por no trabajar.

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    Mantener personas que se niegan a trabajar por el sólo hecho de que trabajaron toda su vida, pagaron impuestos y fueron ciudadanos honrados en una premisa hiper, ultra, requete ideologizada que lo único que generará es una aspiración en nuestros jóvenes por envejecer lo antes posible y poder retirarse ¿Queremos eso? ¿Queremos jóvenes que inicien su vida laboral aspirando a ser viejos? ¿Queremos convertirnos en una sociedad sin empuje, de gente que vejeta en las calles y los centros comerciales disfrutando de una pensión que no merecen? ¿No sería mejor ser un país próspero para quienes son dignos de ser prósperos? ¿No sería preferible que —privatizando los ahorros de los trabajadores— se invirtiera el dinero de esas pensiones en mercados de valores que hagan más ricos a los muy ricos? Lejos de anunciar que presentará ante el Congreso de la Unión una iniciativa de reforma constitucional sobre pensiones, Andrés Manuel debería anunciar ante el Congreso de la Unión una iniciativa de reforma constitucional sobre salarios en la que se permita —como en la Argentina libertariamente libertaria y libre de mínimo sentido común— pagar a los obreros en especie, con carne, lecho o, ¿por qué no? con sal.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • El oráculo de Polanco

    El oráculo de Polanco

    Con la madre de todas las elecciones en puerta, bautizada así más por temas de marketing electoral en beneficio de los noticiarios y medios de información que por lo que verdaderamente sucederá a lo largo y ancho de la contienda, una elección en la que la oposición, sus esbirros y sus patrones se juegan seis años más de no poder saquear el presupuesto, ni de hacer negocio con los recursos de la nación, la infinitamente heroica Doctora Dresser, que cuando no es perseguida por las cámaras del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, está llorando en marchas que conmemoran las luchas sociales, o escribiendo la misma columna una y otra vez, lo que sólo demuestra perseverancia, ha puesto el acento en el peligro en el que nos encontramos los mexicanos de volver a defraudar a los dueños del capital y a la pequeña burguesía facturera, limitando con nuestro voto su poder, margen de acción e injerencia para que sean ellos quienes conduzcan los predestinados destinos de nuestro país y se ven beneficiados por ello, mientras que el resto de la población no hace más que mirar al cielo en espera de que caigan unas cuantas migajas con las que puedan distraer su hambre.

    Como las mejores pitonisas trasnochadas de Delfos, Amón o Upsala, la Doctora Dresser nos dice que la primera señal de alarma del esfuerzo totalizadoramente totalizador de la totalitaria CuatroTe, es la profundización de la polarización.

    Si algo evidencia la evidente vocación autoritaria de Andrés Manuel y compañía es que en los cinco años de su gobierno, lejos de promover un espíritu de resignación que abrace al opresor y —más que perdonarlo— se compadezca de él por no tener más posibilidad que la de oprimir, incluso en contra de su deseo, ha denunciado el doble discurso de la ideología conservadora democrática liberal reaccionaria que se ha establecido como pensamiento hegemónico de la clase dominante y sus lacayos y ha intentado sacar a flote sus contradicciones, hipocresías e intereses. Si López Obrador fuera un verdadero demócrata, desde que era candidato habría agachado la cabeza y nunca jamás de los jamases se hubiera atrevido a cuestionas la bonhomía de los gobiernos anteriores —desde la Colonia— que, si bien han humillado y sojuzgado a la población, lo han hecho por su bien, el bien de mantenerse completamente sometidos a una autoridad que sabe que lo mejor para todos es lo que solo beneficia a ella.

    Siguiendo con sus predicciones, Denise anticipa que, otra muestra del autoritarismo que viene serán la promesa y el esfuerzo para acabar con las instituciones que fueron concebidas para contener los impulsos de la autoridad. La lucha en contra de los organismos que representan a los poderes fácticos, también conocidos como organismos autónomos, esos organismos que no representan más que el interés por garantizar que nada pueda cambiar o transformarse sin la venia de los poderes constituidos sin constitución alguna. Arrebatar el poder de las manos de unos cuantos para diluirlo en la participación ciudadana no puede ser otra cosa que el esfuerzo por concentrar el poder. Resulta evidente, mientras más capacidad de decisión tenga la ciudadanía sobre esa horrible cosa pública que es lo público, más poder concentrar el gobernante en turno ¿No? Para conjurar eso, para conjurar los peligros de la democracia, para conjurar el peligro de hacerle creer a la gente que puede decidir, pensar y actuar por sí misma, fueron creados los organismos autónomos, para dar un fuerte golpe sobre la mesa y recordarle a cada quien, cuál es su lugar en el mundo.

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    Los augurios de la pitonisa fifí terminan como solo pueden terminar, de forma apocalíptica y con la certeza de que “la poca democracia que México logró construir estará en riesgo de extinción” si Claudia llega a la presidencia. Es importante, para entender las declaraciones de la doctora, que se tenga claro que cuando ella dice democracia, no se refiere a ese espantoso sistema político que pretende que la soberanía resida en el pueblo. No. Nada de eso. El ‘demos’ de Dresser, se reduce a unos cuantos que siendo ‘demos’ no son pueblo, sino todo lo contrario, una suerte de ‘demos’ ultra pasteurizado, purificado y bañado en oro, un ‘demos’ que es leal a las mejores prácticas del colonialismo contemporáneo y que es consciente y no pretende cambiar el lugar que México ocupa dentro de la división internacional del trabajo, un ‘demos’ blanco y de clase alta, en el peor de los casos un ‘demos’ aspiracionista, que, a lo largo de la historia de nuestro país ha sabido construir, preservar y consolidar un sistema que hoy se pone en entredicho por la ambiciosa ambición de ese otro ‘demos’, el ‘demos’ moreno y obrero, que piensa que puede tomar el control de las cosas.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Sin contrapesos la democracia podría ser democrática

    Sin contrapesos la democracia podría ser democrática

    Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles. Y hay hombres que suben videos semanales, como Ricardo Anaya —también conocido como Ricky Riquín Canallín— y los héroes rancios de la opositora oposición, ellos son más que muy buenos, más que más mejores, más que muy muy buenos, más que imprescindibles, son mucho muy muy muy imprescindibles, algo así como súper impresindibilisimos.

    No se cansan de permanecer en su cómoda zona de cómodo confort desde la cual ponen el dedo en los renglones más torcidos de la torcida defensa de los privilegios de unos cuantos y la preservación del poder y la toma de decisiones en manos de la minoría, que es quien deben ser y la única que debe controlar los privilegios, el poder y la toma de decisiones ¿Qué es eso de querer democráticamente democratizar la toma de decisiones y entregar esa democrática responsabilidad a la masiva masa que por definición debe permanecer sojuzgada, oprimida y hambrienta?

    La defensa que quienes no compran la falacia de que la democracia debe depositar el poder y la toma de decisiones en el pueblo, lanzan en contra de la eliminación de los organismos autónomos como el INAI, el IFT, la Cofece y la CRE, no sólo es heroica por su propia heroicidad, sino que se vuelve urgentemente necesaria ante el avance de procesos y reformas que no han hecho más que empoderar a quienes nunca jamás deberían ser empoderados. Desaparecer los organismos autónomos y ponerlos en manos de gobiernos y representantes democrática, mayoritaria y legítimamente electos, es un peligro que elimina los contrapesos justamente establecidos para evitar que la masificada masa —a la que eufemísticamente este gobierno, hiper mega archirequeterecontra autoritario, se refiere románticamente como pueblo— ignore las necesidades de una minoría acostumbrada, por derecho divino, a controlar el derrotero de la nación y beneficiarse de los recursos, políticas y negocios que se pueden hacer con eso que algunos llaman Estado y que no es otra cosa que una mina de oro para que la clase privilegiada preserve sus privilegios y un estilo de vida ajeno al resto de la población.

    ¿Por qué no desaparecer la CNDH? Como iluminadamente de pregunta Anaya ¿Por qué preservar una comisión que se dedica a la defensa de los derechos humanos cuando los únicos humanos que tiene derecho son esa minoría privilegiada que jamás se verá afectada por los excesos de la autoridad porque la autoridad debe estar siempre a sus pies, a su servicio y bajo sus órdenes? No hay necesidad de ahorro en organismos que se dedican a garantizar que todo se mantenga como está y nada se modifique en beneficio de las mayorías. En todo caso se podría ahorrar eliminando becas y programas sociales que solo sirven para que la gente sobreviva dignamente ¿Eso qué? Se podría ahorrar en la inversión en obra pública que solo busca contribuir al desarrollo de regiones históricamente marginadas, ¡si ya están acostumbradas a la marginación, ¿para qué malcriarlos con un desarrollo que no merecen?! Cada uno de estos organismos cumple —como señala con una mediocridad brillante Ricky Riquín, desde el rincón del mundo en el que se encuentre escondido— una función primordial para el funcionamiento y adecuado equilibrio de las atribuciones del Estado mexicano, su eliminación afectaría gravemente los derechos de la población que se beneficia de su existencia —unos cuantos— y malacostumbraría a la mayoría de la población que lejos de obtener beneficio alguno, ve condenado al ostracismo el derecho a transformar su realidad influyendo en esa extraña cosa pública que se llama Estado.

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    El próximo año tenemos la histórica oportunidad y obligación de darle un giro a esta política destructiva de privilegios, recuperar el camino de la administración de la mayoría para beneficio de la minoría y ponerle un alto a esta política que busca evidenciar la mentira con la que unos cuantos han mantenido bajo control al resto de la población. Necesitamos volver a unirnos, como súbditos, bajo las órdenes de quienes tiene el mandato divino de conducir nuestros destinos y volver a creer en el país donde la libertad es para unos cuantos, fuerte para reprimir a la mayoría y en el que los menos prosperan, que podemos y debemos ser. Nada es mejor para México que el infinito crecimiento de la riqueza de quienes saben lo que es vivir con lujos y el —también— infinito crecimiento de la miseria de quienes saben sobrevivir con nada en los bolsillos y el estómago.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Explotémonos los unos a los otros

    Explotémonos los unos a los otros

    Resulta envidiable el liderazgo con el que Milei arranca en Argentina. Envidiable tener un líder capaz de hacer enardecer a las masas, de hacerlas celebrar un ajuste que profundizará sus malestares y los potenciará a máximos históricos que rebasarán por mucho los máximos históricos que la Argentina ha conocido. Un líder de un liderazgo tal que voltea a ver al pasado, para meter en una misma bolsa todo lo que ha sucedido en Argentina durante los últimos 100 años, y afirma que se trata de una herencia maldita con la cual no se puede romper, una herencia maldita que no habrá de transformarse, una herencia maldita cuyos efectos perdurarán y seguirán afectando a los argentinos.

    Un líder que se ha encumbrado bajo el discurso de terminar con una era con la cual no puede terminar y cuyo principal talento es el de conseguir que se le aplauda por ello. Escucharlos, a quienes escuchaban en vivo el discurso de Milei, corear “¡No hay plata! ¡No hay plata! ¡No hay plata!”, enchina la piel de quienes no entienden que no entienden y arranca sonrisas de los discípulos de Pavlov, amantes del condicionamiento social y la enajenación que consigue enajenar al sujeto del sujeto mismo y sus necesidades inmediatas.

    Escuchar a esa cabellera con patas hacer un recuento de la herencia que han dejado los últimos 100 años en Argentina supera las emociones más emocionadas que puedan emocionar a cualquiera. Todo empezó cuando Argentina decidió dar la espalda al hiperindividualismo libertario y empezó a ser aquejada por ese terrible malestar que son las “ideas empobrecedoras del colectivismo”, por ayudar al otro, por intentar que todos vivieran dignamente y negar la libertad fundamental del capitalismo, la de dejar a cada uno morir de hambre como mejor le convenga. Ese malestar es tal que “ningún gobierno ha recibido una herencia peor” que la que está recibiendo el gobierno de Milei, una herencia de 100 años de fracaso y “100 años de fracaso no se deshacen en un día”, ni en dos, ni en tres, ni quien sabe cuándo.

    Milei no solo comete la genialidad de hacer un recuento reduccionista de la historia argentina, también tiene la osada osadía de sostener osadamente que no hay remedio más que el de seguir “pagando el desmadre del gobierno saliente”, pagar la inflación, que podría ser del 15,000% anual, pagar el cepo cambiario —que es una pesadilla. Con un estoicismo heroico y propio de quienes no se verán afectados por la consecuencia de sus actos, afirmó que evitar la catástrofe llevaría la pobreza por encima del 90% y la indigencia por encima del 50%, sostiene que los planes contra la pobreza generan más pobreza, y que la única forma de salir de la pobreza es con más libertad ¡Genial! ¿Cómo nadie se había dado cuenta antes? Basta con abrazar el viejo y rancio adagio echaleganista: querer es poder, y Milei le dará la libertad a cualquiera que quiera de poder salir de la pobreza, si no sale es porque no quiere, si no sale es porque le gusta se pobre, si no sale que no culpe al entorno social, es culpa suya, culpa suya, culpa suya y de nadie más. Basta de responsabilizar a los demás por nuestra situación, miren el ejemplo del presidente argentino, ¿acaso él responsabiliza a los gobiernos anteriores de las dificultades que el suyo enfrentará? ¡Desde luego que sí!

    Pero no termina ahí, el prócer de la libertad libertadora le pide a los argentinos que tengan el temple de dar un último mal trago, que se preparen para el ajuste —que ajustará a todos (caerá sobre el Estado) menos al sacrosanto sector privado que solo vela por aumentar su plusvalía para poder dejar caer más migas de su mesa al suelo donde pacientemente esperan las huestes hambrientas— que naturalmente “impactará de modo negativo sobre el nivel de actividad, el empleo, los salarios reales, la cantidad de pobres e indigentes”, el shock que generará “estanflación, es cierto, pero no es algo muy distinto de lo que ha pasado en los últimos 12 años”, en otras palabras, en su infinita sabiduría, el amo y señor de la extrema derecha extremadamente capitalista apela a la acostumbrada costumbre argentina de saber pasarla mal y les pide que no se quejen por ello. La situación empeorará, pronostica con un cinismo vulgar que avergonzaría a Salinas de Gortari y haría ver como un alma caritativa a Felipe Calderón, pero, “la verdadera fortaleza de un pueblo se mide en como enfrenta los desafíos cuando se presentan. Y cada vez que creemos que nuestra capacidad ha sido alcanzada, miramos al cielo y recordamos que esa capacidad bien podría ser ilimitada”, concluye Milei en una apelación sin parangón a que el pueblo argentino siga tragando mierda sin hacer gestos y sin afectar la libertaria libertad del enriquecimiento personal de quienes pueden enriquecerse ilimitadamente.

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    Para concluir con esta celebración de la fiesta argentina que ha elevado la libertad de morir de hambre a única posibilidad para las mayorías, vale la pena recordar las palabras de Gabriel Quadri, ese ideólogo del vaciamiento ideológico, quien, embriagado por la alegría de ver a Milei en su toma de protesta, deseo en un tuit “suerte a Milei” y declaró que lo que sigue es una “tarea tiránica [la de] reconstruir un gran país”. Que diferencia poder festejar el triunfo de un líder que recurre a la memoria histórica no para justificar su esfuerzo transformador y amenazar con ello el status quo de quienes disfrutan del status quo, sino que lo hace para explicar porque todo habrá de mantenerse exactamente igual, salvo la injusta injusticia de esperar que los que más tienen y mayor provecho sacan de la inversión del Estado y la mano de obra del pueblo, retribuyan de alguna manera al Estado y al pueblo. ¡Viva la libertad de seguir explotando a los seres humanos, carajo!

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Por una periferia que nunca deje de ser periférica

    Por una periferia que nunca deje de ser periférica

    Hace no muchos días, apareció en los medios un joven, que se presenta como oaxaqueño y activista de la comunidad LGBTIQA+, anunciando su registro como aspirante a precandidato por Movimiento Ciudadano, por la diputación federal del Distrito 12, en la Ciudad de México. Su sola presencia fue suficiente para que las mejores consciencias del espectro político y social nacional más estoicamente rancio y anquilosado, manifestaran su indignación por la irrupción de la periferia en el centro del quehacer político nacional.

    Más allá de las credenciales que el sujeto en cuestión, Enrique Vives, tenga para aspirar a un cargo de representación popular, y sin exagerar sus posibles méritos o demeritar sus aparentes deméritos, lo que en el fondo indigna, a quienes suelen indignarse a la menor provocación y ante la más insignificante posibilidad de que exista una posibilidad de que el frágil orden que han construido a su alrededor se vea amenazado, es que cualquiera pueda aspirar a un cargo de representación popular ¿De qué se trata? ¿Acaso vivimos en una democracia donde todo ciudadano puede votar y ser votado? ¿Qué sigue? ¿Una dictadura progresista comunista? ¿Candidatos que busquen representar los intereses de la población y no los de los grupos privilegiados? ¡El horror!

    La principal molestia que la crema y nata de la crema y nata del conservadurismo rancio y obsoleto manifestó y no sin injustificada razón, fue que Enrique Vives es demasiado joven, falto de experiencia y méritos para aspirar a ser precandidato de lo que sea. Sin embargo, eso solo toca la superficie de los problemas que el registro a la precandidatura de Vives saca a la luz, Enrique no solo es joven, también es oaxaqueño y pertenece a la comunidad LGBTIQA+ (asunto que en sí mismo pone en entredicho la delicada honorabilidad falo centrista de los representantes populares en México) es decir, no es parte del heteropatriarcado centralista. Y todos sabemos que, a nuestra heroica clase conservadora, que es heroica más por su resistencia al devenir histórico que por cualquier otra cosa, no le interesa que nadie que se encuentre en la periferia, los márgenes, las orillas de la sociedad, forme parte de la privilegiada clase dirigente de los destinos del país y de la elite responsable de la preservación de los privilegiados derechos de sus patrones. El fondo de la indignación radica en que la posible candidatura de Enrique, como la de cualquier representante genuino de los pueblos indígenas, las mujeres, y todos los desclasados en general, conlleva la posible elección en Enrique. Es decir, permite que sea la ciudadanía —con todos los asegunes que ello conlleva— quien decida quien habrá de representarla y eso, como bien advertía Don Porfirio Díaz, prócer de la regulación de la democracia en beneficio del pueblo que no sabe qué hacer con la democracia, y santo patrono de buena parte de la derecha nacional vendepatrias, termina por soltar al tigre y perder el control sobre él.

    Parece que hay quienes, alentados por el terrible efecto López Obrador, quien desde la periférica periferia de las periferias, Tepetitán, en el municipio de Macuspana, en Tabasco, conquistó el centro de nuestra nación, no se han enterado que el centro —a pesar de estar rodeado por la periferia y a pesar de poder ser asfixiado por la periferia sin problema alguno— debe ser quien mande y domine sobre la periferia. El centro, ajeno a los problemas de las periferias que son más bastas y complejas que lo que desde el centro se alcanza a ver, debe imponerse a las periferias por el bien de las periferias mismas ¿Qué sería de ellas si dejaran de gravitar alrededor del centro? Sufrirían como sufren las clases bajas cuando mentes perversas y maquiavélicas las convencen de que podrían vivir mejor decidiendo por sí mismas que siguiendo los designios de la clase privilegiada. Sufrían el mismo destino sufrido que sufre México desde que a un grupo de revoltosos insurrectos se les ocurrió independizar este territorio de la Madre Patria. Sufrirían como sufre cualquiera que tiene que hacerse responsable de su propio destino. Aprenderían —eso sí— lo difícil que es ser centro, ser privilegiado, ser invasor, decidir sobre la vida de otros. Sin embargo, su aprendizaje sería doloroso y el centro no puede permitir que sus vasallos padezcan ningún dolor que el centro no decida que deben padecer.

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    Al final del día, el problema de Enrique Vives —más allá de sus méritos o deméritos— no es el de ser joven, oaxaqueño y miembro de la comunidad LGBTIQA+. No. Su problema es ser joven, oaxaqueño, miembro de la comunidad LGBTIQA+ sin la bendición del centro, ser un sujeto periférico no aprobado por el hombre blanco heterosexual de mediana edad. Su problema es buscar el voto de la ciudadanía, pensando que la ciudadanía debe votar libremente por cualquier candidato que le parezca puede representarla. Su problema es creer que vivimos en una democracia donde es el pueblo el que decide sin consideración alguna de los interesados intereses de la clase privilegiadamente privilegiada. Su problema es, en pocas palabras, no entender que para tener el derecho a posiblemente ser candidato para ocupar un puesto de representación popular se necesita garantizar que en el posible ejercicio de ese puesto de representación popular no habrá de cuestionarse —ni por accidente— el sensible entramado social que garantiza la preservación de los injustificados privilegios de la clase privilegiada.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Libertarismo, fase superior del neoliberalismo

    Libertarismo, fase superior del neoliberalismo

    Durante los últimos años, sobre todo después del innegable fracaso del neoliberalismo, los comentócratas económicos, así como los políticos de países desarrollados y países en vías de desarrollo, han consagrado una atención creciente al concepto del “libertarismo” para defender la permanencia de un sistema político social que ha demostrado su enorme capacidad para empobrecer y mantener empobrecida a la mayoría de la población. El incremento de la desigualdad social y el proceso voraz de concentración de la riqueza en cada vez menos manos, constituyen una de las particularidades más características del capitalismo.

    Para garantizar su necesaria supervivencia y la continuidad del continuo saqueo del grueso de la población para beneficio de unos cuantos, se vuelve necesario pasar de un capitalismo neoliberal, a un capitalismo libertario que acreciente la distancia entre los más ricos y el resto de la población e incremente los privilegios de las clases privilegiadas. Un capitalismo libertario que —haciendo frente a todos sus complejos— renuncie a cargar con todo aquello que sea ajeno a la explotación privada de todo aquello que pueda explotarse privadamente.

    Argentina es sólo la punta de lanza, el triunfo de Milei es un primer paso para hacer de todo territorio devastado por la triunfante estrategia de devastación neoliberal, un territorio postapocalíptico donde el libertarismo pueda liberar a quienes merecen y tienen el derecho de vivir en libertad del lastre social que representa el resto de la población. Población que, si sobrevive, habrá de hacerlo exclusivamente en calidad de mano obrera y masa consumista. Nada más. El súbdito del régimen libertario tendrá la libertad de rascarse con sus propias uñas para garantizar su supervivencia, salud, educación y protección en contra del libre mercado, al mismo tiempo que será libre de consumir solamente aquello por lo que pueda pagar. Por su parte, quienes tengan los recursos necesarios para explotar todo aquello que sea explotable —que, por divino designio del capital, cada vez son menos— tendrán absoluta libertado para explotar lo explotable y cobrar por ello a quienes lo necesiten, sea salud, educación, servicios básicos o cualquier otro tema que permita acrecentar las diferencias sociales que hoy por hoy son inmensas. El Estado libertario, en su magnificencia, se limitará a garantizar —mediante el uso de la fuerza si es necesario— que la sacrosanta libertad de privatizar los privatizable a través del libre mercado, no se vea amenazada.

    El libertarismo, como fase superior del neoliberalismo permite el fin de la decadencia, recrudeciendo aquellas políticas que nos han llevado a la decadencia. El “ajuste de shock”, del que hoy habla Milei, es un ajuste que ajustará al mundo entero para aniquilar ese modelo que limita el crecimiento infinito de la economía de unos cuantos al obligarlos a pagar impuestos ridículos para aplicar políticas paliativas en contra de la desigualdad social y a favor del bien común. Un ajuste que, eliminando las trabas que enfrenta el gran capital para ser más grande, acabe con la obra pública para ponerla en manos de inversionistas privados, quienes vivan en lugares que resulten con poco o nulo atractivo para los inversionistas pueden ir pensando en mudarse, el capital no se equivoca, ni hace negocio donde no hay negocio. Un shock que elimine la salud pública y donde todo aquel que, en ejercicio de su libertad, decida enfermarse, padecer un mal crónico, nacer con algún padecimiento congénito y/o necesitar cualquier servicio de salud, tenga que pagar por ello, y si no puede pagar por ello, podrá endeudarse para pagarlo a crédito si es que alguien le da crédito, o morir en el intento. Un ajuste de shock que transforme en el mismo sentido el sistema educativo y los derechos laborales, haciéndolos accesibles solo a quienes puedan pagarlos. El libertarismo es tan claro como el agua, la ciudadanía va de la mano con el poder adquisitivo, sólo serán ciudadanos en pleno derecho quienes puedan pagar por una ciudadanía plena, los demás, ni siquiera serán declarados parias, simplemente vivirán sin alternativa alguna que la de juntar algo de dinero que les permita morir.

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    La libertaria defensa de la libertad de privatizar todo aquello que alguien no haya privatizado antes, en nombre de la libertad libertaria, que es libertad para algunos y lo contrario para la mayoría que —por designio divino— no merecen ser libres, habrá de negar el cambio climático porque asumir el cambio climático es poner trabas a la libertad de quienes, privatizando el aire, la tierra y las aguas, llenan sus arcas contaminando las aguas, la tierra y el aire. Habrá de oponerse al aborto porque el aborto niega la libertad de la Iglesia y cualquier otro grupo heteropatriarcal de privatizar el cuerpo de la mujer y decidir por ellas. Y buscará desregular la venta y posesión de armas porque regular la venta y posesión de armas limita la libertad de la clase privilegiada de decidir, en el momento que le venga en gana, quien puede seguir viviendo y quien necesita —libremente— morir.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Por una democrática abolición de la democracia

    Por una democrática abolición de la democracia

    Resulta evidentemente obvio para todo aquel que tenga capacidad de notar lo evidentemente obvio, que la democracia se ve constantemente amenazada por todos aquellos que indignadamente se indignan por ser tratados indignamente, aquellos que —como bien señaló ese amasijo de sensibilidad social que es Andrés Calamaro— están encaminando al mundo a una “dictadura progresista comunista”, signifique ello lo que signifique resulta, resolviendo el oxímoron que permite la coexistencia del extremo individualismo identitario con el anteponer el bien común a todo individuo, amenazadoramente amenazante.

    Los tolerantes y cultos, los privilegiados y educados, la gente de bien —en pocas palabras— vive asechada por los vagos, resentidos, equivocados e hipócritas, que creen en Internet y la televisión, que son un meme y no son hombres (nuevamente, tan virtuosas palabras, son de Calamaro). Los tolerantes y cultos atestiguan como, día con día, la democracia desaparece secuestrada por el demos, por la mayoría que antidemocráticamente pretende imponer su voluntad de forma democrática, esa mayoría que inconsciente de su vulgaridad, lucha por arrebatar el control a una minoría que no por ser minoría es menos mayoría que la mayoría, y no por ser minoría está dispuesta a perder el democrático derecho de oligárquicamente imponer su razón, su forma de entender el mundo y sus intereses.

    Ante tal afrenta, no queda más que abolir la democracia para defender la democracia del ejercicio democrático. A todas luces la democracia ha traído un descontrol al permitirle a las huestes —medianamente— decidir su futuro. El cantautor argentino no es el único que se ha dado cuenta del engaño tiránico que se esconde detrás de la democracia y sus herramientas, son muchos los intelectuales y demás esbirros que siguiendo el credo vargasllosiano están convencidos de que no hay peor enemigo para la democracia que la democracia misma, están convencidos de que la única manera de preservar la democracia es meterla dentro de una caja de cristal —no se olvide que son partidarios de la transparencia— donde a vista de todos podamos ver a unos cuantos elegido (elegidos por ellos mismos), ejercer el sacrosanto derecho a votar y ser votado, unos cuantos que, estableciendo una tiranía culta y tolerante, protejan a los resentidos, a los equivocados, a los hipócritas, a quienes somos un meme, a los vulgares, de los resentidos, los equivocados, los hipócritas, los que somos un meme, los vulgares. En pocas palabras, es necesario consolidar una oligarquía que proteja al pueblo del pueblo, que sea la poseedora exclusiva de los derechos democráticos para democráticamente poder decidir por los demás, los de más.

    Son pocos los rebeldes de sofá, los libertarios libres de sodio, los defensores deslactosados que se dan cuenta del afán totalitario de las mayorías. Son pocos los que no se dejan engañar por la decisión popular y pueden ver que la decisión popular es opuesta al verdadero interés popular que no consigue manifestarse no por que el pueblo sea manipulado —¿eso que tiene de malo— sino porque el pueblo no tiene capacidad para pensar, decidir y actuar por si mismo. El pueblo, por definición clasista, es limitado y sus límites son más limitados aún. Otorgarle al pueblo la capacidad de determinar el derrotero político deviene en la afectación de los intereses de las clases privilegiadas, así sea que único interés que se ve afectado sea el interés de diferenciarse del pueblo para poder despreciarlo. Y resulta claro que nada afecta más al pueblo, a esa horda defensora de la dictadura progresista comunista, que anteponer sus intereses a los interesas de la minoría privilegiada.

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    Si no empezamos desde ya a trabajar para democráticamente abolir la democracia, el día de mañana no habrá democracia alguna que defender, se habrá consolidado una dictadora totalitaria, antidemocrática y tiránica, elegida democráticamente en las urnas y respaldada por una abrumadora mayoría. El engaño en el que la democracia ha caído nos hace creer que con más democracia se defiende la democracia, no hay nada más lejano de ello, más democracia sólo dará más poder a la gente y reducirá —en algún nivel— el control que las minorías tienen sobre la vida del grueso de la población. Más democracia generará un cáncer democrático, del cual ya empezamos a ver los primeros síntomas, que acabará por condenar la democracia a una muerte larga y dolorosa. El ejercicio democrático es la distancia más corta a la tiranía de la mayoría. La única manera en la que podemos salvar la democracia es limitando la democracia y estableciendo un sistema que simulando ser democrático, plagado de organismo autónomos controlados por gente no electa democráticamente, decida por la mayoría lo que la mayoría necesita.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  •  ¡Aspiracionistas de todo México, uníos!

     ¡Aspiracionistas de todo México, uníos!

    Para Daniel Casados.

    No es un fantasma el que recorre México, bendito sea el Señor, se trata de un muerto viviente, tan vivo como muerto, el muerto viviente del aspiracionismo. Todas las potencias potenciales del chairismo se han confabulado en populista jauría contra este muerto viviente. Es hora ya de que los aspiracionistas den a conocer al mundo, abiertamente, su modo de pensar enajenado, sus fines consumistas enfocados en abrazar un estilo de vida que no pueden pagar, y sus tendencias a seguir instrucciones que se disfrazan de libertad de elección; que se oponga a la fábula del muerto viviente del aspiracionismo, un manifiesto del libre consumo.

    La historia de toda sociedad hasta nuestros días, es la historia del consumo. Dónde no hay consumo, no hay sociedad ¿Cómo podría haberla? Si consumimos y luego somos, si lo que consumimos nos define, no existen seres humanos libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos, en una palabra, opresores y oprimidos; existen quienes pueden consumir y quienes no pueden, quienes tienen el poder económico de no preocuparse por el precio de la existencia, quienes pueden pagarlo a meses sin intereses y viven toda su vida pagando, y quienes ni siquiera tienen una línea de crédito.

    Convertirse en un simple apéndice de la máquina, en su aparato digestivo que trabaja para poder consumir y consume para seguir trabajando, lejos de entenderse como una condena que aliena y degrada al sujeto, debe asumirse como el privilegio de poder participar del proceso digestivo mientras se es digerido. En otras palabras, el privilegio de no ser solo digerido y desechado, sino de poder digerir y desechar mientras se es digerido y desechado, aspirar a ser la maquinaria cuando se es un mero apéndice que será desechado como cualquier otro.

    En un mundo donde todo el aire se condensa en lo sólido, donde la verdadera libertad no existe, los sujetos deben conformarse con que la libertad signifique libertad de comercio, libertad de comprar y vender, nada más. Aspirar a una verdadera libertad es caer en el totalitarismo de la libertad, en la condena y angustia de la libertad existencialista donde el sujeto no encuentra el consuelo que le brinda consumir un McTrío mediano de McPollo con helado por $99.99. El sujeto aspiracionista, debe ser un sujeto que aspire a consumir cada vez más, pero no a contar con una personalidad —que no sea aquella que dictan los escaparates y anuncios— ni a tener iniciativa que no sea la iniciativa de obedecer, alinearse y mantenerse formado en esa fila sin principio ni fin que promete una vida llena de lujos y placeres para quienes recorran toda la fila, la cual —como se ha dicho— más que infinita, resulta eterna.

    En el neoliberalismo, como fase superior de la fase superior del capitalismo, lo que el obrero aspiracionista adquiere y/o consume no es sólo lo que estrictamente necesita para seguir viviendo y trabajando, sino todo aquello que estrictamente le resulta innecesario para seguir viviendo y trabajando, pero que lo mantiene encerrado en una rueda de hámster que no le permite más que seguir consumiendo mientras vive y trabaja. Arrastrando —libremente— su existencia a una esclavitud que creen voluntaria que los haga sentir culpables de sentirse frustrados y frustrados por sentirse culpables.

    El trabajo acumulado de la masa obrera aspiracionista no debe ser más que un medio para ampliar, enriquecer y privilegiar más a las clases privilegiadas, para que sus vidas resulten más fáciles y cómodas, no debe ser más que un medio para profundizar las diferencias en nuestra ya profundamente desigual sociedad. Lo que caracteriza al aspiracionismo no es la defensa de la propiedad y el consumo en general, sino la defensa del régimen de propiedad y consumo del capitalismo neoliberal. Frente a la perspectiva de una revolución aspiracionista, las clases privilegiadas no tienen nada que perder, por el contrario, reafirman sus privilegios y conjuran la amenaza de la igualdad social, se consolidan en su consolidada posición de dueños del mundo.

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    Los aspiracionistas son pues, prácticamente, la parte más decidida, el acicate siempre endeudado de todos los partidos liberales del mundo. El capital es un producto colectivo y no puede ponerse en marcha más que por la cooperación de muchos individuos, y aún cabría decir que, en rigor, esta cooperación abarca la actividad común de todos los individuos de la sociedad. El aspiracionismo es ese catalizador que permite que el capital se mantenga perpetua e incuestionadamente funcionando, que la maquinaria, el algoritmo contemporáneo, no se detenga en el proceso de digerir a los individuos que la mantienen en operación.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.