Categoría: Carlos Bortoni

  • La maldita herencia de las cabezas levantadas

    La maldita herencia de las cabezas levantadas

    Terminó la dictadura macuspánica. Dejó el poder ese sujeto que se aferró al poder y no lo soltó jamás. Se acabó la eterna presidencia de López Obrador que sólo duró seis años, exactamente lo que han durado el resto de las presidencias desde que en México se celebran elecciones democráticas. Para la enorme mayoría, para quienes apoyan al cuatrero gobierno cuatrotero, para quienes no se dan cuenta que no pueden darse cuenta de que no se dan cuenta que el gobierno existe para servir a los intereses de las clases interesadas, se trató de un gobierno lleno de aciertos que redujo la pobreza, hizo constitucionales los programas sociales, aumentó el salario mínimo como nunca antes ningún prudente y responsable gobierno lo había hecho, acabó con al discrecionalidad en la condonación de impuestos, manejó de forma prudente las finanzas públicas, eliminó los gastos superfluos y —sobre todo— gobernó con honestidad.

    Para otros cuantos, para los detractores que saben que solo su saber importa, fue un gobierno con nimios resultados económicos, con una política educativa ideologizada (disculpen el paréntesis, es que sigo buscando un sistema educativo sin ideología), con nulos resultados en salud y una terrible política de seguridad, un gobierno que regaló dinero para ganar votos y consolidó un sistema de propaganda matutino con sus mañaneras. Para ambos, detractores y aplaudidores, aunque con lecturas opuestas, fue un gobierno que desarrollo obras que nunca se habían desarrollado como el corredor interoceánico, el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas y el Aeropuerto Felipe Ángeles. Lo que nadie dice, ni los unos, ni lo otros, ni ninguno, es que se trató de un gobierno que nos deja la peor de las herencias que un gobierno pueda dejar: gente que se siente con el derecho a ser genuinamente representada, vista, escuchada, gente que demanda ser tratada con dignidad, como iguales.

    El problema del obradorato obradorista de López Obrador es ese, el de haber desarrollado una política de frente a la ciudadanía, al pueblo, al electorado, a la gente. Una política que permitió que más del 70% de la población se sintiera identificada y no avergonzada de ser quienes son ¡Se imaginan el horror que ello representa! ¿Se imaginan la dificultad que implica para la clase aspiracionista, hueste defensora de la clase privilegiada, que ha vivido toda su vida esforzándose por ocultar quienes son y de donde vienen, ver que aquellos a quienes están acostumbrados a mirar hacia abajo, quienes no pueden vivir con las tarjetas de crédito a tope porque los bancos no les conceden créditos, están orgullosos de ser quienes son y de tener un estilo de vida ajeno al de aquellos que creen que el apellido les crece? El daño que ello acarrea implicará décadas, de trabajo para ser revertido. No se trata de un daño económico, no se trata de un daño a la estructura política. No. Se trata de un daño a las entrañas mismas del sistema social que se cimentó, durante siglos, sobre la humillación permanente y sistemática del grueso de la población, sobre el sobajamiento del otro para garantizar que el otro ni siquiera fuera capaz de pensar que podía pensar, sentir que tenia derecho a sentir, mirar que podía mirarse y —mucho menos— decir que podía decir.

    Lo de menos son los programas sociales, el aumento al salario mínimo, las reformas constitucionales, el no entreguismo a los capitales y los intereses extranjeros. Eso importa poco, lo verdaderamente y de toda verdad importante, el daño de todos los daños, estriba en esa espantosa situación que hace que el otro, el que siempre debió vivir aplastado, se ponga de pie y haga oír su voz. Los programas sociales, el aumento al salario mínimo, las reformas constitucionales, la falta de entreguismo se pueden echar para atrás con poca dificultad, basta con tener mayoría en las cámaras y todo eso desaparece. Lo que no se echa para atrás tan sencillo es que el otro se asuma como otro y no quiera ser como aquellos que se consideran únicos y ejemplares, modelos a seguir dentro de un estilo de vida al que los marginales no solo no aspiran, sino que se oponen. Fueron necesarias una conquista sanguinaria, la imposición del sistema de castas, la explotación en los latifundios y frentes de batallas, la humillación continua y constante de la población no privilegiada durante casi quinientos años, para doblegar la voluntad de quienes deben permanecer sin voluntad y vivir al servicio de quienes tienen todo el derecho divino de servirse del otro para que ese sistema funcionara y hoy, luego de seis años, Andrés Manuel, con su afán destructor, lo ha herido de muerte.

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    La opositora oposición que se opone a todo con tal de oponerse no se ha mostrado a la altura de las circunstancias y parece no entender que el daño es más profundo de lo que alcanzan a entender. Se desgastan en pequeños incendios como la no invitación del Rey de España, alteza de todas alas altezas de aquellos que mueren por ser tratados como súbditos, cuando deberían estar recorriendo el mundo civilizado —ese que es gobernado por hombres blancos y heterosexuales— buscando un heredero, apoyado por un ejército ejercitado en las artes de invadir y humillar a la población invadida, dispuesto a venir a estas indómitas tierras salvajes, plagadas de barbaros, a someter a la población y hacerle entender que el único entendimiento posible y la única razón de su existencia es la de servir a la clase privilegiada, agachar la cabeza frente a ellos y caminar por el camino que el Fondo Monetario Internacional ha trasado para ellos y las naciones en las que ellos habitan. Levantar la cabeza y sonreír orgullosos y llenos de esperanza es un peligro en el que peligrosamente el obradorato, con su humanismo mexicano, nos está condenando a vivir.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Al diablo la autocensura, que hablen los intereses de los interesados

    Al diablo la autocensura, que hablen los intereses de los interesados

    A la luz de la historia de México, para citar a Ernesto Zedillo Ponce de León, gran salvador de los mexicanos, padre de la democracia y creador de la justicia, aquel que estuvo al frente del gobierno de nuestro país cuando sucedió la matanza de Acteal y la masacre de Aguas Blancas, quien desde el poder ejecutivo se encargó de hundir en la pobreza a cuarenta millones de personas (cuarenta millones adicionales a los que ya estaban hundidos en la pobreza), aquel que al estilo de Luis XVI salía sin “cash” en los bolsillos, el que aniquilo el sistema de pensiones al mismo tiempo que reestructuró la deuda de Televisa, privatizo el sistema ferroviario mexicano y rescato a la banca activando el Fobaproa, decidió suspender, para fortuna de propios y extraños, esa regla que se había impuesto a sí mismo de autocensura para iluminar al pueblo mexicano y rescatarlo de sus propias garras ꟷlas garras del pueblo, no las de Don Ernesto que seguramente se lima las uñas con una pulcritud envidiable.

    En este sentido, y con ningún otro interés de por medio, ahondó en las reformas que realizó durante su gobierno; la electoral y la del Poder Judicial. La primera de ellas, permitió sentar las bases para que pudiéramos vivir en democracia, concediendo a la autoridad electoral, los “recursos presupuestarios suficientes para cumplir con los más altos estándares en recursos humanos, equipo y todas las demás capacidades necesarias”.

    Reformas que hoy en día se desprecian y cuyos beneficios el cuatrero gobierno cuatrotero busca destruir en ese afán devastador que la caracteriza y en esa ignorancia infinita que no le permite reconocer la virtud que implica, para nuestra democracia, contar con bolsas mensuales de cientos de miles de pesos para que los consejeros del órgano electoral contraten asesores, tener un fondo de 143 mil pesos al año para comer fuera de las instalaciones del Instituto Electoral, disfrutar de de consultas psicológicas en caso de contraer COVID-19, un seguro médico privado y otro de separación individualizada, con un costo de 270 millones de pesos anuales, bonos de productividad para el personal del Servicio Profesional Electoral que implicaron 13 millones 184 mil pesos. Por no mencionar la democrática bendición de contar con 542 millones 338 mil 742 pesos en dos fideicomisos que escapan a todo tipo de control.

    Pero no se confundan. No. En su sabia sabiduría, Zedillo no cae en la trampa de enaltecer una democracia que transforme las condiciones de vida de la gente. No. El expresidente ilustrado entiende que la democracia debe ser una hermosa simulación que no vaya más allá de la alternancia del partido en el poder. Una democracia que sin dejar de ser demos y sin dejar de ser kratos, esté al servicio de la privilegiada clase privilegiada, una democracia que esté gobierno monstruos de que encabeza Andrés Manuel quiere eliminar como entidad independiente, imparcial y profesional con capacidad y autoridad suficientes para organizar elecciones verdaderamente libres, justas y que sepan ignorar la voluntad que el electorado manifieste en las urnas.

    Por otro lado, en su erudita erudición, Zedillo habló también sobre la amenazante amenaza que la amenaza de la Reforma Judicial de la cuatrote representa para el bienestar de nuestra nación. La reforma cuatrera pone contra las cuerdas todo aquello que se logró con la histórica reforma zedillista al Poder Judicial; la facultad de declarar inconstitucionales las leyes y las acciones del gobierno, para garantizar que nada cambie, el establecimiento de altos estándares profesionales para la elección de los miembros del sistema judicial, estándares que sólo los familiares de los miembros del sistema judicial podrían cumplir, estándares tan estrictos que han obligado al 85.4% de los magistrados y el 67% de los jueces a tener familiares en el Poder Judicial.

    Una reforma, la zedillista, que creó el Consejo de la Judicatura, el mismo que se encarga de administrar concienzudamente el presupuesto judicial y al hacerlo garantizar la separación de poderes y la independencia del mismo. Independencia y separación de poderes enfocada en la administración de cientos de millones de pesos para pagar comidas de jueces y magistrados en restaurantes, permitiéndoles facturar hasta 18 mil 488 pesos mensuales por gastos de alimentación, administrar becas hasta por 50 mil pesos por juez o magistrado para que se mantengan actualizados, administrar el seguro de gastos médicos mayores, por no mencionar los 8 mil a 10 mil pesos mensuales como apoyo a vehículos, y 3 mil a 5 mil 600 pesos mensuales para vales de gasolina. Todo ello fundamental de toda fundamentabilidad para la impartición de justicia.

    Impartición de justicia que se quiere aniquilar imponiendo plazos fijos a los jueces para decidir acerca de casos penales y de fraude y evasión fiscal, ¡plazos fijos para hacer su trabajo! ¡El horror! Impartición de justicia que se tomó a la ligera y se aprobó de forma exprés, no como sucedió con la reforma de Zedillo que cerro durante un mes a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, jubilando a sus 26 miembros, para poder firmar, sin problemas, la iniciativa y promulgar la reforma a los 20 artículos constitucionales aprobada por diputados, senadores y congresos locales y con votación unánime por parte de los reflexivos, críticos y cuestionadores congresistas del PRIAN.

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    El riesgo que enfrentamos es el riesgo de perder nuestra independencia, nuestra libertad, nuestra soberanía, al ejercer nuestra independencia, nuestra libertad y nuestra soberanía. Transformando democráticamente nuestra democracia en tiranía. Atentando en contra de los privilegios que la privilegiada clase privilegiada consiguió mantener a pesar de los ideales populares que la lucha de Independencia, Reforma y Revolución persiguieron. Es por ello que, no faltarán jueces heroicos que antepondrán sus propios interese y concederán suspensiones definitivas a la reforma cuatrotera, buscando echar atrás ese intento de privilegiar el orden público y el interés social, por encima del interés particular de quienes tienen interese mucho más interesantes que el de sobrevivir al día de mañana.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • La democrática democracia al paredón

    La democrática democracia al paredón

    De cara a la urgente situación de urgencia que atraviesa nuestra nación y su infinita destrucción que no termina por destruir nada, se vuelve necesariamente necesario realizar una cacería de brujas y quemar en leña verde a todo aquel que se niegue a pensar, actuar y seguir las directrices de los que piensan que deben pensar por el resto de los mexicanos, incluso cuando ese pensamiento sea opuesto a lo que se haya manifestado en las urnas. Por que una cosa es permitir que la gente vote, opine, respalde un proyecto político; y otra ꟷmuy diferenteꟷ que se haga aquello por lo que la gente votó, y que la gente respalda. La reciente aprobación en el Congreso de la Reforma Judicial es sólo una muestra de la imperiosa necesidad de iniciar con esta depuración que tanta tradición tiene en la derecha alrededor del mundo, pensemos en la Santa Inquisición, y por la que han clamado grandes mexicanos y mexicanas, desde el inmenso escritor Francisco Martín Moreno, hasta la senadora panista por Aguascalientes, María de Jesús Díaz Marmolejo.

    Y es que resulta sencillamente inaceptable aceptar la tiranía de las mayorías, ese golpe de estado que la gente dio en las urnas y se ratifica con el actuar de diputados y senadores. Una democracia que este sometida a la voluntad de la mayoría es una dictadura que no entiende que la minoría privilegiada es la única que tiene derecho a imponer su voluntad sobre los demás. Es en ese sentido que las arengas a favor de ahorcar o quemar morenistas vivos en el Zócalo, o linchar a quien no votara en contra de la Reforma Judicial, cobran todo el sentido del mundo. Es decir, si la realidad, los intereses políticos, y el actuar de la mayoría no se ajusta a lo que piensa la erudita oposición mexicana, es necesario adecuar la realidad, los intereses políticos, y el actuar de la mayoría para que se ajuste a lo que piensa, quiere y necesita la nunca interesada en sí misma oposición mexicana. No importan las consecuencias, no importa que esa depuración devenga en lo que devenga ¡Antes que los intereses individuales de políticos egoístas como Yunes o Barreda, están los interés egoístas de toda una clase política que lleva años sacando provecho de su posición y haciendo negocios con el país!

    No podemos permitir que se destruya lo que tanto trabajo tomó construir, que se violente la estabilidad de las instituciones que garantizan que el que paga más tenga mejores condiciones de vida que el que no puede pagar, que se haga añicos el entramado político legal que permite lucrar con los recursos del país y los destinos de sus habitantes. Si los cuatretros cuatroteros de la cuarta transformación y sus huestes de simpatizantes no entienden que estas instituciones y su funcionamiento clasista resulta vital para la supervivencia de la clase privilegiada, es problema de ellos, pero no por eso deben afectar a la minoría rapaz que se siente dueña del país. La democracia sería mucho más sencilla si cada uno votara como debe votar y no como quiere votar, si bajo amenaza de ser linchado, ahorcado, quemado, fusilado, etc. votara como se le indica y no como piensa. La simulación democrática deja de tener sentido cuando deja de ser simulación, cuando la gente puede incidir en el fiel de la balanza, cuando puede apoyar proyectos que los beneficia. En ese momento, cuando la simulación llega a su fin, la democracia se convierte en totalitarismo, un totalitarismo aplastante, arrollador, y democrático.

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    No se confundan, las invitaciones a quemar vivos o linchar y agarrar “a chingadazos y que le den con todo al que no vote contra esta reforma”, no son invitaciones a quemar vivos o linchar y agarrar “a chingadazos y que le den con todo al que no vote contra esta reforma”. No. Se trata de simples metáforas literarias (Martín Moreno dixit) que únicamente buscan invisibilizar y excluir “si es posible desaparecer” a quienes piensen diferente a la minoría privilegiada y las huestes aspiracionistas que sueñan que son privilegiados. Si la gente no se da cuenta que la democracia es un recurso de legitimación de lo ilegitimo para beneficio del capital y sus esbirros, entonces no tiene caso que participen del recurso de simulación democrática y “cuando menos metafóricamente” habrá que lincharlos.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Ignoremos que el pasado pasó

    Ignoremos que el pasado pasó

    Como si hiciera falta, Andrés Manuel termina su sexenio insistiendo insistentemente en la insistencia de insistir en culpar al pasado de todo aquello que no se hizo en su sexenio. Afirmando, una vez más, durante su último informe de gobierno, que “[…] todavía es notorio el atraso por el periodo en que el gobierno estuvo en manos de oligarcas que saquearon e impidieron el progreso con justicia de quienes vivimos en este paraíso llamado México”. Es notorio el atraso por el periodo que el gobierno estuvo en manos de oligarcas, los resultados de los mexicanos en las olimpiadas de Parías son culpa de los gobiernos del pasado, los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto son culpables de la violencia en el país. Todo, absolutamente todo tiene que ver con el pasado. Tenemos un presidente que ꟷpara molestia de nuestra noble oposición carente de noblezaꟷ no mira al futuro, habita en un presente que está concatenado al pasado. Un presidente incapaz de fantasear con un fantasioso futuro mejor y sin fundamento, sin posibilidades, sin nada más que velar por los intereses de la interesada clase privilegiada.

    Sin importar los grandes esfuerzos pedagógicos de la comentocrácia al servicio de los intereses de quienes solo se interesan por ellos mismos, López Obrador se empeña en que el ser humano es un ser histórico y en que la sociedad es producto de las decisiones que tomó en el pasado. Se aferra a la obtusa idea de que en lo humano no hay nada que se de por generación espontánea, que todo es fruto de ese devenir en el que estamos insertos, de nuestra condición histórica y la condena del tiempo. Pareciera que prefiere vivir en el pasado, a encarar con valentía el futuro, hacer un par de decretos para motivarse, enfocar la mente y lograr objetivos que materialmente resultan inalcanzables. Nuestro presidente se niega a utilizar afirmaciones positivas que atraigan el éxito y prefiere vivir anclado en el tiempo, victima de las consecuencias de los acontecimientos pasados.

    México necesita un presidente que entienda la entendida necesidad de mirar de frente el vacío del futuro. Un presidente dispuesto a construir castillos en el aire. Un presidente que no tenga miedo a romper retóricamente con el pasado, darle la espalda y seguir adelante ignorándolo por completo, como si nunca hubiera existido, como si uno pudiera ser y estar sin arrastrar consigo la forma en la que uno fue y estuvo ayer, hace un mes, hace un año, hace una década. Necesitamos un presidente libre de todo rastro anterior a él, un presidente que sepa que la única certeza que tenemos es la incertidumbre del futuro. De nada sirve voltear atrás, de nada sirve vivir en el presente, lo único que tiene sentido es habitar ese tiempo que no es, ni ha sido, habitar ese tiempo que no sabes si habrá de llegar. No entender esto implica no entender que vivimos en un mundo de posibles posibilidades para aquellos que tienen posibilidades. Implica vivir anclado a lo que se es y no a lo que se puede ser, a lo que hay y no a lo que puede haber, a lo que se tiene y no a lo que se puede tener. No tiene sentido regresar constantemente a un pasado que ya pasó, mucho menos cuando ese pasado no fue esplendoroso.

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    Aferrarse al pasado, a lo que ya fue, no sólo bloquea la posibilidad de ser otra cosa que no se es, o de negar lo que somos. Estar atorados en una realidad material que nos determina y determina las posibilidades de lo que podemos determinar, es un terrible motivo de vergüenza para nuestra plebeya clase aristocrática llena de aspiracionismo, echaleganismo, y tarjetas de crédito con múltiples deudas. Resulta difícil presumir que uno es lo que realmente no es, resulta imposible dar la espalda a nuestra realidad, a lo que somos, a ese lugar del que venimos, carente de monarquías, ausente de noblezas, escaso de un pasado dinástico que nos garantice el privilegio de heredar un futuro privilegiado, cuando con tanta insistencia se insiste desde el gobierno en las consecuencias del pasado.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  •  ¡Salvemos México, invadan México!

     ¡Salvemos México, invadan México!

    Cerrando el sexenio con broche de oro, como solo lo puede cerrar un gobierno que se ha empeñado en esa terrible necedad de ser neciamente un gobierno para su país y no un siervo para las potencias y el capital extranjero, López Obrador decidió pausar la relación con las embajadas de Estados Unidos y Canadá. Todo por la muy pero muy minúscula intromisión de sus embajadores en asuntos internos mexicanos. En particular por que se mostraron honesta y cínicamente preocupados por el futuro de sus intereses, en este territorio que ellos siguen viendo como colonia y nosotros nos empeñamos en llamar país, de cara a la reforma judicial y la elección de jueces, magistrados y ministros. Resulta increíble que alguien pueda llegar a la presidencia de México, sólo porque la gente votó por él o ella, y que no entienda que la presidencia de México debe estar al servicio del gobierno de los Estados Unidos. Canadá es lo de menos, pero oponerse a Estados Unidos y afirmar que primero está la soberanía nacional atenta contra la soberana soberanía de someterse frente al imperio. Porque no sólo es el sector privado nacional quien se ha manifestado en contra de dicha reforma y la eliminación de los organismos autónomos, que autónomamente obedecían los intereses del capital. No. El gobierno de Estados Unidos está preocupado de que los mexicanos piensen que pueden gobernarse por si mismos. Las declaraciones del embajador Salazar revelan el nivel de dichas preocupaciones y preocupa que el gobierno mexicano no esté preocupado por esa preocupación.

    Y no se trata, como dice equívocamente al no equivocarse Andrés Manual, de que nuestro vecino del norte, a quien debemos eterna gratitud porque benévolamente nos permite someternos a su voluntad, quiere “tener injerencia en asuntos que solo corresponden a los mexicanos.” No. El asunto es de una gravedad más grave.

    El asunto tiene que ver con una idea de soberanía cuatrotera propia de cuatreros de la cuarta transformación, una idea trasnochada, desvelada y egoísta de soberanía antiimperialista ¡Antiimperialista! ¡Cómo si se pudiera genuinamente ser antiimperialista y vivir a la sombra del imperio! Una idea de soberanía que no entiende que no entiende que es necesario entender que la soberanía se reduce al margen de acción que la interdependencia globalizada permite a los países que nunca deben dejar de estar en vías de desarrollo. La soberanía es el libre ejercicio de los límites que las naciones se imponen a partir de sus relaciones comerciales, la inversión extranjera que reciben y los acuerdos, tratados y convenios internacionales que suscriben. Limitando su soberanía, una nación muestra civilidad, y no hay nada más civilizado que reconocer que dependemos del todavía Imperio Yankee, agachar la cabeza y dar marcha atrás a cualquier idea que no les parezca correcta ¿Soberanía? Patrañas ideologizadas que anteponen la dignidad al libre y honrosamente vergonzoso derecho de vivir sojuzgados.

    En este contexto, nuestro gobierno y su máximo representante embriagado de representación popular ha declarado que está dispuesto a asumir las sanciones comerciales en aras de defender aquello a lo que se comprometió y por lo que la gente votó. Frente a ello, no han tardado en surgir las heroicas voces que ꟷdesde dentro de nuestras fronteras y fuera de ellasꟷ claman por un intervencionismo que no permita a México ejercer el terrible derecho a la autodeterminación. Y es que tiene todo el sentido el que para defender la presunta independencia del Poder Judicial se esté dispuesto a sacrificar la independencia mexicana. Desde luego que nadie está hablando de mandar batallones del ejercito estadounidense a invadir México. Lamentablemente no. Pero sí de recurrir a una estrategia financiera que logre, a través de la especulación, reventar la economía mexicana. Una estrategia que retire capitales e inversión y deje al gobierno sin recursos para realizar sus grandes proyectos. Que digo grandes proyectos. Deje al gobierno sin recursos. Urge apretar los mercados financieros, atacar al peso, generar una crisis, hacer caer el índice de precios de la Bolsa Mexicana, aumentar la tasa de interés de la deuda mexicana, sacrificar al país para salvar los intereses de quienes importantemente importan en el país.

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    Necesitamos enviar una nueva comisión al nuevo Miramar para que envíen a un nuevo Maximiliano que ponga en su lugar los aires soberanos de nuestro soberano gobierno. El PRIANismo y la civil sociedad civil se están tardando en escoger cuidadosamente, puesto que todos deben ser dignos de representar la tradición entreguista de las huestes aspiracionistas y conservadoras, a los hombres y mujeres encargados de ofrecer el trono de México al mejor postor. Hombre y mujeres que clamen humilde y fervorosamente por la detención del envío de remesas, por el cese de la pasividad ante la destrucción de las instituciones que el PRIANato creo con tanto cuidado para preservar los derecho y privilegios de la privilegiada clase privilegiada.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • ¡Muerte a las ideas fijas!

    ¡Muerte a las ideas fijas!

    Nos acercamos al final del sexenio y la infinitamente heroica oposición no ceja en el estoico esfuerzo de denostar las “mañaneras” del presidente López Obrador. Fieles al principio presuntamente einsteiniano que reza que, si buscas resultados distintos, debes hacer siempre lo mismo, o algo parecido, insisten en insistir insistentemente en despreciar el ejercicio matutino del obradorato. Desprecio enfocado en la recuperación de la potestad exclusiva del discurso público, la palabra y el dictado de la agenda nacional. Desprecio enfocado en aniquilar las ideas fijas y encumbrar ideas guangas, huecas, vacías, que puedan llenarse del contenido necesario en el momento necesario… ideas con las que los mandatarios puedan llenarse la boca diciendo nada y justificando todo.

    El llamado “humanismo mexicano”, ese modelo de gobierno de la cuatrera y cuatrotera cuarta transformación, es muestra de esas ideas fijas y de ese desprecio que la privilegiada clase privilegiada siente por las ideas fijas sobre las cuales no tiene control. La oposición echaleganista bien dice cuando dice que ni siquiera son ideas, “que más bien son emociones”. Emociones fijas que fijan ideas en el discurso obradorista y que esconden, detrás del orgullo por el pasado mexicano, detrás de la convicción de que lo bueno de México no llegó con los europeos, sino de 3 mil años de “culturas originarias”, detrás de la satisfacción de creer en la grandeza cultural milenaria y la excepcionalidad y fecunda historia política de este país; un perverso interés por el bienestar común en contra del crecimiento infinito de quienes sintiéndose dueños del país deben ser reconocidos como tales ¡Cuan diferente sería contar con un presidente estoico que contra viento y marea afirmara que la corrupción “es una debilidad de orden cultural”!

    ¡Un presidente que despreciara la historia de la construcción identitaria de nuestro país y celebrara el colonialismo europeo como ese hermoso y desinteresado proceso que permitió, a estas tierras profanas en las que vivimos, y a sus habitantes, ser evangelizados y civilizados! Pero no, tenemos un presidente que celebra el pasado mesoamericano ꟷ¡ni siquiera lo llama prehispánico!ꟷ y la construcción independentista de una identidad que dio la espalda a la herencia española de colonia sometida.

    Sin embargo, bueno sería que esas ideas fijas se redujeran a un entendimiento jipiteca de la grandeza mesoamericana y a un fervor nacionalista de ese constructo heterogéneo que llamamos mexicanidad. No, lamentablemente estas ideas fijas que con sabia sabiduría desprecia nuestra opositora oposición, van más allá y proponen una nueva política económica, moral y social que “consiste en fomentar el progreso con justicia”, buscan la distribución equitativa del ingreso y la riqueza y que la gente pueda vivir “feliz y libre de miserias y temores.” Y en ese sentido, este gobierno puso todo su empeño, todo lo fijo de sus ideas fijas en incrementar el salario mínimo significativamente. Y lo hizo de forma tan fija y obstinada que, al incrementarlo, incrementó también el consumo y la inversión ¡Háganme el favor! ¡Lo importante es el crecimiento macroeconomico que no es otra cosa que el crecimiento de los menos afectando a los más, el crecimiento de quienes nacieron para crecer y el estancamiento ꟷcuando no la pauperizaciónꟷ de quienes nacieron para vivir a duras penas, para sobrevivir, para malvivir. Esas son las ideas fijas que hacen daño a nuestro país que no es otra cosa que el país de los privilegiados, ideas que reducen la enorme rebanada del pastel que a diario se sirven del mercado mexicano, a una rebanada no tan enorme, ideas que deberían ser guangas y ajustarse a las necesitadas necesidades de preservar una sociedad desigual que permita a algunos ver menos a la mayoría.

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    En este sentido, en el sentido de lo fijo de las ideas fijas y lo perniciosas que resultan para el saqueo de nuestro país, sus recursos y su gente, preocupa al honorable y siempre modesto Consejo Coordinador Empresarial la iniciativa de prisión preventiva por evasión fiscal. Iniciativa que desincentiva las inversiones ¡¿Quién va a querer invertir si no puede evadir al fisco?! ¿Cuál es el atractivo si no es posible ocultar bienes o ingresos con el objetivo de pagar menos impuestos? Un gobierno de ideas guangas sería capaz de conciliar significantes vacíos con los intereses de la iniciativa privada para dar atole con el dedo a la gente mientras se garantiza que lo único sea el cambio, el cambio de un entorno en constante precarización, el cambio de barrios y ciudades a través de la gentrificación, el cambio de la constante perdida de identidad en aras de la libre explotación del libre mercado.

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  • Los cárteles sí existen

    Los cárteles sí existen

    Hace poco más de seis años, se publicó un libro perverso que buscaba desarticular la narrativa hegemónica del narcotráfico y revalorarla en su justa medida, como un subproducto cultural diseñado para no perder el control poblacional que amenazaba con desaparecer tras la caída del Muro de Berlín, el fin del sistema bipolar y el fantasma del comunismo que los gobiernos latinoamericanos utilizaban como si fuera el coco para mantener a raya a sus ciudadanos y establecer los limites de lo que podían pensar, decir, hacer, no pensar, no decir y no hacer. La reciente, y estruendosamente discreta, captura en Estados Unidos de Ismael ‘El Mayo’ Zambada y Joaquín Guzmán López, desarticula el esfuerzo desarticulador de Oswaldo Zavala ―autor del libro antes referido, titulado Los cárteles no existen― y deja al descubierto no sólo la existencia de los cárteles del narcotráfico, sino ―y quizá esto sea más importante― la necesaria necesidad de su existencia para hacer frente a esa otra amenaza imaginaria que las elites privilegiadas insisten en sembrar en el imaginario colectivo: el comunismo populista destructor de todo aquello que es sagrado y de todo aquello que no lo es.

    Poco importa si a ‘El Mayo’ y al hijo del Chapo los capturaron en El Paso, Texas o en algún lugar de México, poco importa si se violó o no se violó la violada soberanía mexicana, poco importa si se entregaron o los capturaron, o sí ‘El Chapito’ entrego a ‘El Mayo’. Poco importa si un hijo del Chapo engañó o traicionó a ‘El Mayo’ o sí fue ‘El mayo’ mismo ― famoso por su extrema cautela―quien pactó con el gobierno de Estados Unidos.

    Lo único que verdaderamente importa es que la captura de ‘El Mayo’, el narco intocable, el más empresario de los narcos, ‘El Rey’, ‘El Grande’, ‘El MZ’, responsable de la distribución de drogas en el mundo y uno de los hombres más buscados, mantiene viva la narrativa de los cárteles del narcotráfico como héroes de novelas telenovelas y series vía streaming, como entes supranacionales que controlan el trasiego de drogas de México a cualquier rincón del mundo, sin importar cuan remoto e inaccesible resulte. No hay nada más poderoso que el narco en el mundo, ni un solo gobierno, ni un solo ejército, ni un solo nada de nada, nada, nada, nada, nada. Y, sin embargo, de vez en cando, especialmente si hace falta políticamente, uno que otro jefe de jefes, cae en manos del gobierno.

    Es en ello donde el análisis racional, justificado y perfectamente argumentado que Zavala presenta en su perverso, muy perverso, libro que se opone a la narrativa oficial, enfrenta un problema. No importa si el poder de los cárteles y sus lideres ―que no son otra cosa más que la maligna encarnación del mal, un mal más malo que Stalin, Hugo Chávez o Andrés Manuel López Obrador― es verdadero o si se trata de un constructo narrativo diseñado para justificar la intervención del gobierno en áreas que resultarían injustificables si no existiera la narrativa del todo poderoso narcotráfico (piensen en “La guerra contra el narcotráfico” del pequeñamente heroico Felipe Calderón y patrocinada por el demócrata de Obama). Lo importante es la funsión que el discurso de los cárteles del narcotráfico cumple en el imaginario del aspiracionismo nacional. La clase privilegiada, sus esbirros y las huestes echaleganistas que sobreviven bebiendo del aliento de los magnates mexicanos y de las migajas que dejan caer de sus mesas, han visualizado un México dominado por el narcotráfico, un México donde sus bardas deben ser más altas, sus puertas deben estar reforzadas, sus autos blindados, sus guardaespaldas deben cubrirles las espaldas, sus hijos deben estudiar en el extranjero, y sus vidas deben vivirse de forma ajena a la realidad del grueso de los mexicanos ―que solo deben trabajar, consumir, endeudarse y seguir trabajando, para pagar sus deudas, seguir consumiendo y seguirse endeudando― para dormir tranquilos en su tranquila intranquilidad constantemente amenazada por el resentimiento y la sed de venganza de quienes injustificadamente consideran que todos debemos vivir dignamente. El narcotráfico, insisto en que no importa si existe o no existe, si es más poderoso que la Santísima Trinidad o un empleado del gobierno, justifica todos los miedos de las clases privilegiadas y sus lacayos, al mismo tiempo que les permite ponerle una raya más al tigre del terriblemente terrible populismo comunista al que se le puede culpar de todo lo que se le quiera culpar y más.

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    Negar la existencia de los cárteles es negar la posibilidad de asustar a la población para que se atrincheren en la esfera del consumismo privado, para que no se arriesguen a pisar el espacio público. Esa es la importancia del narco y sus jefes de jefes, la creación de un entramado que haga imposible la construcción de una masa crítica que busque transformar sus condiciones materiales. Si ‘El Mayo’ sale de escena al ser capturado por el gobierno de Estados Unidos y es sustituido por un líder más malo y terrible que él, más joven y carismático que él, que resuene entre las nuevas generaciones de productos infodémicos, o ‘El Mayo’ hace un regreso triunfal esfumándose de donde sea que los agentes del FBI lo tengan detenido y apareciendo sin aparecer para seguir controlando el submundo de la droga, da igual. Lo que no da igual, lo que no debemos dejar de creer, con ese fervor que creen los terraplanistas, es que los cárteles sí existen, en lo más oscuro del absurdo y retorcido imaginario de las clases echaleganistas, y son, al mismo tiempo, un ejemplo a seguir y un ente maligno al cual tenerle miedo.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Sobrerrepresentación sí, pero sólo a favor del PAN y el PRI

    Sobrerrepresentación sí, pero sólo a favor del PAN y el PRI

    Defender que la ley es la ley es una obviedad que solo tiene sentido cuando se defiende que la ley es la ley en favor de quienes deben ser favorecidos. En otras palabras, la ley es la ley solo cuando la ley preserva los privilegios de las clases privilegiadas y sus esbirros. No cuando la ley se utiliza para impulsar un proceso de transformación que ―en el mejor de los casos― amenaza con destruir todo aquello que el régimen neoliberal había destruido y desarticular eso que el PRIANato se esforzó por articular de forma tan enmarañada que garantizara que nada pudiera cambiarse. En el fondo, ese es el problema que pone sobre la mesa la potencial mayoría aplastante que Morena y sus aliados tendrán en el Congreso de la Unión y los Congresos locales: el uso de la ley para transformar la ley, el uso de los mecanismos del sistema para la transformación de la maquinaria del sistema ¡Un escándalo! Un escándalo que resulta tanto más escandaloso no porque sea anticonstitucional e ilegal, sino justo porque es constitucional y legal, ¿en que momento los barbaros se civilizaron y apropiaron de la civilización para barbarizarla? ¿Cómo nos sucedió esto? ¿Cómo no nos dimos cuenta?

    En aras de defender la democracia de los excesos de la democracia que ponen en riesgo el control de la democracia como herramienta social de transformación social, urge preservar la pluralidad política impidiendo que las voces históricamente relegadas del quehacer político puedan manifestarse, impidiendo el exceso de diputados de Morena que pone en riesgo la supervivencia del estatus quo al eliminar la sobrerrepresentación histórica de la minoría privilegiada en las cámaras y orilla a los heroicos partidos atrincherados en su opositora oposición a una nueva, aunque esta vez involuntaria, moratoria constitucional, dejándolos con un voto que tendrá poco peso.

    Lo primero que debe quedar claro es que no es lo mismo que el PRI y el PAN se vean beneficiados por la sobrerrepresentación que la ley les otorgó a partir de las reforma de 1996, la eliminación que en 2008, siendo mayoría, llevaron a cabo PAN, PRI y PVEM, del párrafo cuarto del artículo 59-A del entonces Cofipe, que decía que “a la coalición les serán asignados el número de senadores y diputados por el principio de representación proporcional que le correspondan, como si se tratara de un solo partido”, y la negativa ― en 2012 y 2015― cuando Morena no tenía la posibilidad de frenar reformas constitucionales que el PRIAN pactara, de reformar el artículo 54 de la Constitución para establecer que la sobrerrepresentación no puede ser superior a 8 puntos porcentuales, para partidos o coaliciones; a que Morena se vea beneficiada por la ambigüedad de la que sacó provecho el PRIANato y pretendía seguir sacando provecho. No. No. Y no. Dicha ambigüedad, dicho beneficio, dicha negativa a reformar la ley para regular la asignación de congresistas tenía un espíritu claro y dicho espíritu debe defenderse, honrarse, respetarse y preservarse: impedir que la democracia hiciera lo que le viniera en gana pasando por encima de organismos, instituciones y leyes que fueron creadas para defender los derechos de la oligarquía y mantener el orden ordenado, no para buscar la igualdad de los mexicanos.

    La literalidad de la norma, el que la ley sea la ley resulta absurdo cuando se utiliza para atentar en contra de la norma y la ley que son inatentables justamente porque de atentar en contra de ellas se ponen en entredicho la supervivencia de un sistema que garantiza la desigualdad y la injusticia en favor de los que más tienen. Poco importa que la lógica de asignación de congresistas haya sido por partidos políticos y no por coaliciones desde que reformaron el párrafo cuarto del artículo 59-A del entonces Cofipe. Lo que importa es garantizar el quietismo legislativo que sólo debe salir de su permanente estado de contemplación e inactividad cuando existan razones de peso para legislar a favor del capital, las trasnacionales o las clases privilegiadas y los magnates déspotas que no dejan de presumir su desprecio por el resto de la sociedad. Bajo ninguna otra circunstancia el Poder Legislativo debe legislar, mucho menos para hacerlo en contra de los agentes antes mencionados.

    Sumado a esto, y a manera de corolario, resulta terriblemente ofensivo y vergonzoso para las buenas costumbres de las buenas costumbres que el PVEM y el PT cuenten con porcentajes de representación que superen al PAN y al PRI, ni hablar del PRD, en numero de legisladores. No puede ser, por amor a Dios, ¿a quién se le ocurre? ¿Cuándo se ha visto semejante barbaridad? Pluralidad significa la defensa del derecho de ser diferente, la democracia no debe atentar en contra de este derecho, sobre todo cuando esa diferencia consiste en beneficiarse del sistema político, económico y social para hacerse rico a costillas del resto de la población. La pluralidad también incluye a los privilegiados que aprovechando relaciones, palancas, vacíos legales y rompiendo la ley han construido su imperio de privilegios. La pluralidad también debe garantizar la digna supervivencia de todos esos esbirros y perros guardianes, comentócratas que hoy en día están muriendo de hambre a falta de chayote y políticos dedicados a resguardar los privilegios de sus patrones y de quien mejor les pague. Pluralidad, en resumen, implica anteponer los intereses de una minoría interesada en si misma a las necesidades y derechos de una mayoría que está acostumbrada a vivir sin satisfacer sus necesidades y sin derechos.

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    Evitar que Morena y los cuatreros de la cuatrote tengan una representación en la cámara que les facilite legislar en el sentido por el que la mayoría de la población votó, es solo el principio, garantizar que los partidos de oposición ―que no saben a qué se oponen pero se siguen oponiendo― puedan ejercer su libre derecho a realizar una huelga de brazos cruzados y negarse a debatir para la aprobación de las reformas por las que la gente votó, en lugar de verse obligados a quedarse de brazos cruzados mientras ven como la aplanadora del voto ciudadano les pasa por encima, es solo el principio. Debemos tomarla bandera de la defensa de lo que no dice la constitución para ir más allá. Debemos exigir al próximo gobierno que en nombre de la pluralidad oligarca no solo renuncien a la representación que les corresponde en los Congresos, sino que también entreguen la designación del gabinete y funcionarios públicos de alto nivel a la oposición y a sus patrones. No es correcto y resulta anticonstitucionalmente anticonstitucional que sólo porque ganó avasalladoramente, Claudia Sheinbaum y su equipo sean quienes designen al gabinete de su gobierno. Un verdadero demócrata entregaría ese poder a la oposición para garantizar que se gobierne para todos, con un acento especial a favor de las clases privilegiadas en contra de quienes tanto se ha atentado.

    Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.

  • Disfruten lo votado, pero sólo si no lo disfrutan

    Disfruten lo votado, pero sólo si no lo disfrutan

    No es nada nuevo, pero la mezquindad humana ha vivido uno de sus mejores momentos en últimas fechas. La aparentemente espontánea campaña socarrona, que invita a los votantes ―que garantizaron la continuidad cuatrotera― a disfrutar lo votado cuando el Metro de la Ciudad de México se inunda o sufre una falla, cuando un huracán azota el sureste o el noreste del país, cuando hay una nueva crisis de inseguridad en Acapulco, cuando hay desplazados por la violencia, zonas inundadas, cobro de piso, etc. es, aparentemente, el punto máximo de la humanidad siendo ejemplarmente inhumana. La solidaria campaña que invita a todo aquel que no se preocupa por el preocupante bienestar de las privilegiadas clases privilegiadas es una muestra de lo mejor que pueden dar las huestes aspiracionistas y echaleganistas, de su espíritu y estatura moral, de los consientes que son de que nadie aprende en cabeza ajena y lo necesario que es que la gente, que antepuso el bien común a la estabilidad emocional de los patriarcas del oligarcado mexicano, sufra la consecuencia del abandono en el que el oligarcado tenia al país y que esos 35,924,519, que votaron en contra del regreso de un modelo inhumano que enaltece la desigualdad, padezcan en carne viva por querer abrir posibilidades que les permitan modificar su situación y la de millones de mexicanos.

    Sin embargo, la pura buena voluntad que invita a disfrutar lo votado, cuando lo que se invita a disfrutar no tiene nada que ver con lo votado y no se puede disfrutar, no es suficiente. Las intenciones buenaondistas se quedan cortas cuando se trata de un objetivo tan alto, tan noble y de un impacto pedagógico vivencial como el de hacer que el electorado que ha perdido el camino escarmiente de tal forma que quede condicionado ―cual temeroso perro de Pavolv― para ni siquiera ser capaz de pensar que puede pensar por si mismo.

    Es necesario que la oposición, que se opone a todo lo que no sea preservar los privilegios propios y los de sus amos, desarrolle las campañas, medidas, estrategias, tácticas y practicas que posibiliten del disfrute de lo votado. Desearlo es solo el primero de una serie de pasos que deben darse en pos de garantizar que el nuevo humano no vea la luz. Desde luego que no digo que dejen de desearlo, nada de eso, sigan deseándolo, deséenlo cada vez más, sigan gritándolo a los cuatro vientos, hagan playeras con el mensaje, lancen campañas más allá de las redes sociales, impriman espectaculares que inviten, una y otra y otra y otra vez más, a disfrutar lo votado.

    Pero complementen esto con sabotaje activo que permita acelerar el disfrute de lo votado, si tienen dudas ―porque es normal tener dudas cuando se actúa por mezquindad― deben recordar que se trata de un sabotaje pensando en el otro, en el disfrute ajeno, en el aprendizaje que permitirá que nunca más vuelvan a descarriarse. Y si necesitan ejemplos, ideas, mejores prácticas, volteen a ver al Sindicato Nacional de Trabajadores del Metro, quienes, anteponiendo sus intereses al bienestar de la ciudadanía y los usuarios del Metro, han realizado una serie de nobles sabotajes con fines políticos y para ganar terreno de negociación con el Gobierno de la CDMX. Tirar aspas de una lavadora en las vías del Metro es solo una muestra de lo que todos y cada uno de nosotros podemos hacer. Piensen cuanto colaborarían si saturan el drenaje de sus ciudades con bolsas de plástico, si difunden noticias falsas sobre potenciales catástrofes naturales, ya sea para aumentar el estrés de la población cuando no hay motivos, o para disminuir su capacidad de hacer frente a la adversidad. Ideas sobran, ¡urge un sabotaje que aumente el disfrute de lo votado!

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    De poco sirve entrar en luchas intestinas, en una cacería de brujas al interior de la oposición, quemar vivo a Marko Cortés o a Alito, llorar por la extinción del PRD o pensar en la formación de un nuevo partido político si no sentamos las bases que posibiliten el disfrute de lo votado por quienes votaron sin pensar en quienes debían pensar, que no eran ellos ni sus familias. Si las condiciones materiales moldean a las personas, moldemos las condiciones materiales para llenar de miedo a las personas, piensen en lo que hizo el salinismo para garantizar la continuidad del sistema en el 94, piensen en lo mucho que México necesita hoy, mujeres y hombres comprometidos en contra de la causa de las mayorías para que este país no vuelva a pensar en pensar que se puede vivir de un modo diferente al que dicta la oligarquía.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • ¡Mientan, mientan, no dejen de mentir, que el gobierno sin chayote se tiene que morir!

    ¡Mientan, mientan, no dejen de mentir, que el gobierno sin chayote se tiene que morir!

    Es del todo claro que repetir una mentira mil veces y convertirla en verdad no la hace real. Incluso en la cabeza trastornada del infómata más trastornado, hay una diferencia entra la verdad ―aquello de lo que está firmemente convencido o aquello de lo que pretende convencer a los otros― y la realidad ―aquello que acontece. A pesar de ello, esta distinción de matices, la distinción entre lo que es y lo que se cree que es, no debe ser un impedimento para que bajo la consigna de “¡Infómatas del mundo, uníos!”, los infómatas, generadores de contenido falso, propagadores de fake news y demás agentes responsables de levantar polvo, se unan y arenguen el ánimo colectivo difundiendo una, dos, cien, mil, miles de noticias falsas y repitiéndolas una y otra y otra vez hasta convencer a todos de que es imposible estar convencido de nada o de que podemos convencernos de cualquier cosa, de lo que sea, sin importar cuan absurdo, descontextualizado, o infantil resulte. No debe haber restricciones para el libre ejercicio del noble oficio infodémico, mucho menos autocensura, el cielo es el límite ¡La imaginación al carajo! ¡La infodemia al poder!

    Los ejemplos sobran, el sexenio de López Obrador contribuyó ―este es un mérito que ni sus más grandes detractores le pueden negar― a consolidar una oposición sin propuestas, pero experta en la propagación de mensajes falsos, tenemos a Loret, a Dresser, a Aguilar Camín a Krauze, a Negrete Cárdenas, a quien ustedes gusten y manden, infómatas que se respeten es lo que menos hace falta en este país.

    Todos ellos han elevado el nivel infodémico a alturas inimaginables, muestra de ello es el resurgimiento, seis años después y luego de un proceso electoral en el que Andrés Manuel no participó, del fantasma de la reelección, temor de los temores de una intelectualidad orgullosa del maniqueo entendimiento de la Revolución Mexicana y de la forma en la que la clase política consiguió contener el pernicioso impulso popular de la misma. Desde antes de que López Obrador fuera candidato anunciaron su sed de poder y su malignamente maligna intención de perpetuarse en él, ya como presidente anticiparon que jamás soltaría la silla presidencial, durante la campaña electoral de Claudia Sheinbaum insistieron una y otra vez en que Claudia no era más que un títere de Andrés Manuel y ahora que Sheinbaum es virtual presidenta electa, insisten en insistir y vaticinan que López Obrador y Morena pueden modificar la Constitución para permitir la reelección no consecutiva en 2030, o que la modificarán para que AMLO regrese al poder al “separar las funciones del titular del Ejecutivo y depositar en una persona las funciones de jefe de Gobierno y en otra las correspondientes a jefe de Estado.” (Sergio Negrete Cárdenas dixit). Lamentando incluso el que Andrés Manuel no pueda autoproclamarse rey, ya que sería un exceso.

    La genialidad de propuestas como esta, difícilmente pueden apreciarse desde nuestro limitado horizonte histórico, habrá de reconocerse con el paso de los años, cuando todo caiga en su lugar y podamos contemplar con la distancia necesaria, en todo su esplendor, lo que ahora parece un simple fantaseo de escuincles berrinchudos como lo que realmente es: un simple fantaseo de escuincles berrinchudos. Mientras tanto, en lo que la historia nos alcanza, debemos tomar la iniciativa de Negrete Cárdenas y llevarla más lejos, imaginar cómo será la inevitable coronación de su alteza super serenísima Andrés Manuel López Obrador I, quienes asistirán a ella, si será el Papa o algún otra autoridad espiritual quien lo invista, si López Obrador, cuando llegue su momento y muera, resucitará de entre los muertos al cuarto día ―o al segundo, dependiendo la necesidad narrativa del momento― y ocupará el trono celestial desde la silla presidencial mexicana. Propaguemos mensajes sin fundamentos hablando de la nueva nobleza morenista, de la izquierda champán cuya existencia indigna a quienes con sabia sabiduría piensan que vivir bien es un derecho exclusivo de quienes están a favor de preservar la desigualdad entre las personas.

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    Vivimos tiempos que no nos permiten refrenar nuestros impulsos, taras y ensoñaciones post apocalípticas distópicas. La cultura popular nos ha saturado con referentes y clichés que podemos explotar para llevar el credo infómata a todos los rincones de nuestro país y más allá. Pensar en Andrés Manuel como dictador es pensar a corto plazo, imaginar que será rey es no ir más allá, López Obrador y Morena pueden reformar la constitución para convertirnos en una república teocrática adoradora de su imagen, donde él no sea el representante de Dios en la Tierra, sino Dios mismo en la Tierra. El clásico krauziano del mesías tropical o macuspano, carece de la imaginación necesaria que el momento demanda a las mejores mentes infodémicas, no se trata de insistir en que se considera un hombre enviado por Dios para salvar a la humanidad, sino de sembrar la idea de que se ve a sí mismo, y Morena está realizando todo el trabajo político-cultural, utilizando todo el aparato del Estado, como Dios mismo que no ha venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento. Cualquier otra cosa que se diga, cualquier otra nota sacada de contexto, cualquier otra forma de levantar polvo, será juzgada por la historia.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.