Categoría: Carlos Bortoni

  • Organizar elecciones para que nadie participe

    Organizar elecciones para que nadie participe

    Corremos el riesgo de que la elección del Poder Judicial de la Federación no sea un fracaso. El riesgo de que el electorado se interese en ella y participe en un proceso que no sólo será histórico, complejo y que trastocará la relación entre la impartición de justicia y la ciudadanía. Si bien no transformará nada de fondo, abrirá la posibilidad de que el tigre le arrebate un poco de control al Estado y el Poder Judicial deje de alinearse con los dos polos de poder en nuestro país: el político y el económico, para constituir un orden tripolar, no alineado, que rompa el sano equilibrio que los dueños del capital han construido para someter al mandamás en turno. Desde luego que esto no significa que la ciudadanía se verá verdaderamente beneficiada. No, no es para tanto. Pero sí que la clase privilegiada tendrá que esforzarse un poco para no ver afectados sus privilegios. 

    Es por ello que debemos celebrar y defender el acuerdo que se alcanzó en el Instituto Nacional Electoral para prohibir a toda la estructura gubernamental promover la participación ciudadana en la elección judicial. Si el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación anula ese heroico párrafo, propuesto por Arturo Castillo, emblemático defensor del cambio radical que mantenga todo en su lugar, que establece que “ni las personas servidoras públicas no candidatas, ni las autoridades o instituciones públicas pueden emplear recursos públicos para promover el voto, la participación ciudadana en la elección o crear espacios para la difusión de los perfiles de las candidaturas”, la elección del Poder Judicial de la Federación podría —horror del más horrífico de los horrores— contar con la participación ciudadana. Vaya paradoja, tener un órgano electoral que organice elecciones en las que nadie participe y terminar con  una elección en la que el electorado manifieste su voluntad en las urnas.

    Si todo el mundo, como sugiere con anárquico anarquismo, Guadalupe Taddei Zavala, presidenta del Instituto Nacional Electoral, estuviera “promoviendo que saliéramos a votar”, nos podríamos ver envueltos en una envolvente envoltura de participación ciudadana de la que —independientemente del resultado electoral— no puede surgir nada bueno. Que la gente imagine que tiene voz y voto, es igual de peligroso a que la gente, genuinamente, tenga voz y voto. Años de una dictadura perfectamente calificada como perfecta por uno de los más fieles promotores de la perfección dictatorial, y una simulada transición democrática que inauguró la alternancia como fase superior de la dictadura perfecta, no se pueden tirar por la borda sólo porque un grupo de cuatreros cuatroteros de cuarta quieren montar su segundo piso y darle al traste a la preservación de los privilegios de unos pocos como beneficio para todos. La ciudadanía será ciudadanía en la medida en que acate lo que el mercado dicte que es ciudadanía o no será ciudadanía. Ciudadano que pretende pensar por sí mismo, es un peligro para el Estado y sus patrones.

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    Si renunciamos al principio rector que dicta que el INE es la autoridad del Estado mexicano que cuenta con las atribuciones exclusivas para la ejecución de actividades tendientes a la promoción del voto y de la participación ciudadana en el contexto del actual proceso electoral, y a la restricción que obliga a otras instancias del Estado mexicano, que quieran promover la participación en la elección judicial, a ceder al INE sus espacios en radio y televisión, y permitimos que los poderes del Estado promuevan libremente la participación ciudadana, atenderemos atentantemente en contra del fundamento gatopardista del entramado institucional mexicano que tantos años le ha tomado construir a la privilegiada clase privilegiada, el fundamento que permite que todo siga como está, aceptando la necesidad de que todo cambie.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Aplaudamos las virtudes del manual neoliberal

    Aplaudamos las virtudes del manual neoliberal

    Da gusto constatar que a quienes nunca les han importado las fosas clandestinas, los desaparecidos y las madres buscadoras, finalmente se muestren preocupados por todo ello. Poco importa si se preocupan de forma genuina, que si lo hacen porque sirve para el golpeteo político del oficialismo oficialista cuatrero. De la misma manera da gusto que se pase de la exigencia férrea al gobierno para que resuelva los problemas que al gobierno le corresponde resolver, a la exculpación del gobierno de toda responsabilidad o, incluso, a poner en tela de juicio la realidad misma con no otro fin que el de adaptar la realidad a las necesidades del gobierno.

    De cualquier forma, y haiga sido como haiga sido, para citar a los clásicos, los recientes y no tan recientes descubrimientos de fosas clandestinas, permiten reflexionar, entre otras cosas, sobre las virtuosas virtudes del manual de gestión neoliberal y tranquilizar a quienes intranquilamente se preocupan por la posible destrucción que la cuatrote intentara generar de la destrucción neoliberalista del Estado.

    El que los cárteles, ese terrible enemigo de todos los enemigos, sean una construcción que permite imponer la agenda securitaria, el que el narcotráfico no sea más que un recurso que posibilita la intervención  política, geopolítica y geoestratégica, que justifica la expulsión de poblaciones indígenas de territorios ricos en minerales, agua o hidrocarburos, entre otras acciones ilegales e inmorales, por parte de los gobiernos de México y Estados Unidos, el que aumente el número de desapariciones y en el que se sigan encontrando fosas clandestinas, casi una por día desde 2007, cuando se intensificó la guerra contra la delincuencia organizada, el que el Estado demuestre no tener la capacidad de garantizar la seguridad pública, la protección de los ciudadanos, el cumplimiento de la ley y la procuración e impartición de justicia, el que la Guardia Nacional y la Fiscalía de Jalisco inspeccionaran el Rancho Izaguirre en Teuchitlán en 2024 sin detectar evidencia crucial de los delitos que ahí se cometieron, es la garantía de todas las garantías que garantiza la supervivencia del modelo de destrucción neoliberal.

    Porque la desarticulación del Estado, su reducción y sobre todo su inutilización, a través de la privatización de todo aquello que sea privatizable, permite que la alternancia en el gobierno o cualquier esfuerzo transformador —sin importar cuánto tiempo permanezca en el poder— tope con pared y quede atrapado entre la disyuntiva que plantea la imposibilidad de confesar la incompetencia y la incapacidad de resolver lo que le corresponde resolver, porque la capacidad para resolverlo se desvaneció en el aire hace muchos años, cuando el status quo del neoliberalismo la redujo a su mínima expresión. La aplicación de el  manual de buen gobierno neoliberal para la destrucción del Estado, deja al gobierno sin más posibilidad que detenerse a discutir sobre la necesidad de eliminar la politiquería, de acusar a quienes lo acusan, de no realizar lo que le corresponde realizar, de tener actitudes “oportunista, hipócritas, carroñeras”, sin que ello signifique que esas actitudes no sean oportunistas, hipócritas y carroñeras, y de hacer un recuento de las granja de bots para atacarlo en las redes sociales. La respuesta de este gobierno, hasta ahora, es similar a la de los anteriores, la aplicación del manual los dejó sin más alternativa que la de, incluso en contra de su voluntad, minimizar los hechos, ganar tiempo en debates que no resuelven nada, y reconocer que hay 200 zapatos, pero cuestionar si esos zapatos son, efectivamente, de personas desaparecidas.

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    Que desde presidencia se afirme que no habrá construcción oscura de verdades históricas, que no se tolerará la construcción de verdades a medias o falsedades, es evidencia de que la brillante implementación que se realizó en el pasado del manual de supervivencia de la destrucción neoliberal, garantiza la supervivencia de la destrucción neoliberal. La única manera en la que el gobierno podrá evitar la construcción oscura de una verdad histórica, implica que el gobierno reconozca su incapacidad para garantizar la seguridad pública, la protección de los ciudadanos, el cumplimiento de la ley y la procuración e impartición de justicia, la única manera en la que el gobierno podrá evitar la construcción de verdades a medias o falsedades, obliga al gobierno a renunciar a todo pragmatismo y concentrarse en limpiar la casa barriendo las escaleras desde arriba, no importa si hablamos de seguridad, salud, educación, aranceles o cualquier otro tema. Mientras el gobierno se debata entre el reconocimiento real de sus capacidades y la consecución de votos, el efecto del neoliberalismo se mantendrá intocable.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Hacer un Zelenskyy

    Hacer un Zelenskyy

    Resulta claro para todos aquellos que tengan claridad que la permanente amenaza arancelaria en la que ha metido Donald Trump, amo y señor de los destinos de la humanidad, al gobierno mexicano —donde un día anuncia aranceles, media hora después los pone en pausa y quince minutos antes vuelve a anunciar su imposición—es un callejón sin salida del que solo se puede salir si se hace un Zelenskyy. Y es que, como con infinitamente infinita sabiduría señalan las mejores mentes de la opositora oposición mexicana, siempre más preocupada por ella misma y sus canonjías que por el destino de eso que llaman patría y esos que llaman conciudadanos, la pura amenaza, la sóla idea de que Trump tenga la idea de amenazar a México con aranceles de cualquier naturaleza, hace que México resulte menos interesante para la inversión —como bien indica, el autoproclamado junior de clase media, Enrique de la Madrid Cordero. La amenaza trumpista al libre comercio demanda, como dicen la estadista Lilly Tellez —que es estadista más por el cuidado de sus estadísticas en redes sociales que por su saber y experiencia en los asuntos del Estado— y Ricardo Anaya, el infante terrible de la rancia derecha moderna; actuar de inmediato con toda inmediatez, imponiendo aranceles de regreso ahí donde más duela a las bases de apoyo trumpeteras y dando inicio a una guerra arancelaria que sólo afectará a quienes ya están acostumbrados a ser afectados.

    Hacer un Zelenskyy, como propone la opositora oposición y algunos sectores de la cuatrera cuatrote, implica ponerse de pechito para que el mandamás imperial esté contento, echarle leña al fuego de la hoguera simbólica con la que el Trump de todas las trumpetas, se comunica con sus huestes. No hay que hablar con Donald, no hay que argumentar con él, no hay que dar razones. Hay que postrarse ante su altísima, serenísima, peinadisima y anaranjadisima majestad, para que ella pase por encima nuestro y, al hacerlo, satisfaga su necesidad de ser más y se calme.

    Para muestra un presidente de Ucrania, desde que llegó a la Casa Blanca fue objeto de burlas por su atuendo militar, acto seguido Trump dejó claro que estaban listos para recibir esa franja de tierra, los recursos naturales ucranianos, y luego remató y regañó a Volodímir —con ayuda de Vance— diciéndole que estaba jugando con la vida de millones de personas, con la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial, que no estaba dispuesto a negociar la paz, que le faltaba el respeto a los Estados Unidos de América al atacar a la administración que intenta evitar la destrucción de Ucrania y que —para colmo de todos los colmos— ni siquiera les había agradecido por lo que fuera que debería estar agradecido. La reunión terminó de forma precipitada y a Zelenskyy lo echaron de la Casa Blanca. Días después… Zelenskyy recula, da las gracias, ofrece los recursos naturales de Ucrania a Estados Unidos y se dice dispuesto a someterse al liderazgo naranja (no confundir con Movimiento Ciudadano) para alcanzar la paz. 

    Quienes no entiendan que no entienden, deben entender que frente a la hiperbólica comunicación simbólica trumpista, con la que Trump se comunica hiperbólicamente con sus bases, no se responde simbólicamente, con una concentración simbólica en el Zócalo que le hable a las bases cuatroteras, sino con elementos que permitan acrecentar la farsa política en tiempos infodémicos, dándole elementos a Trump para que la farsa no caiga y la especulación permita que las acciones no se desplomen, o que se desplomen para beneficio de los especuladores. El mismo trumpetero presidente lo explicó durante la revolcada que le dieron al soldadito Zelenskyy: “esto va a ser una gran televisión”— dijo. Y es que, que algo sea grande en televisión es lo único que importa, la teatralidad del teatro trumpista debe ser nutrida por sus aliados convertidos en enemigos para obtener más rating y garantizar que la discusión se mantenga en el nivel de los significantes vacíos que permitirán trastocar todo sin trastocar nada.

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    Lo que se necesita con necesaria necesidad, grita a gritos la oposición, es que Claudia Sheinbaum, elegantemente ataviada con un vestido artesanal como el que portó en su toma de protesta, sea recibida en la Casa Blanca para que Trump pueda lucirse, en horario estelar en un episodio más de “Mancillando todo lo que se pueda mancillar”, haciendo gala de redneckosidad al  burlarse del vestido elaborado a mano por una artesana originaria de Oaxaca, o de cualquier región de nuestro país, pueda humillarla diciéndoles que le falta al respeto a Estados Unidos de América al no evitar que los estadounidenses consuman fentanilo o cualquier otra droga, que le reclame por ser mal agradecida y no construir el muro entre México y su país y que la corra de la Casa Blanca obligándola a viajar de regreso a México con los 29 capos del narcotráfico que recientemente le mandó el Gobierno Mexicano como ofrenda.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Si el náhuatl no se puede hablar en inglés, no se debe hablar náhuatl

    Si el náhuatl no se puede hablar en inglés, no se debe hablar náhuatl

    Resulta indignante que lo que debe morir se resista a morir. Y es que, más de quinientos años después de que los españoles más castos, educados y sensiblemente salvajes, vinieran a liberar (no me salgan con que se trató de una conquista, una imposición y una masacre), como con sabia ignorancia despreciable sostienen Aznar y compañía, este pedazo de tierra que ahora llamamos México, del fanatismo y la barbarie y a salvar a través del extremismo evangelizador y la espada a todos aquellos que no sólo no buscaban ser salvados, sino que fueron asesinados para salvar sus almas, resulta de una frustración frustrante que sobrevivan idiomas que no son el castellano en esta geografía, resulta de una necia necedad que haya hablantes de idiomas originarios, y resulta inaceptable que el gobierno fomente, así sea de forma mínima, que dichos idiomas no terminen por desaparecer. Y es que, anunciar que 78 de las más de 7,000 escuelas de educación básica de la Ciudad de México impartirán cursos optativos de náhuatl como parte de la acciones para preservar dicho idioma, es un asalto a la razón de toda racionalidad que racionalmente racionalice el clasismo y el desprecio por el otro. 

    Y es que, no conforme con que en la Ciudad de México se sigan hablando 55 idiomas originarios, el gobierno local lanza una iniciativa que, así sea de forma insignificante, contribuye a que los hablantes de esos 55 idiomas resistan al noble esfuerzo de sometimiento y subyugación al que —primero la corona española y despues del gobierno mexicano— los ha sometido. Poco importa que el programa se aplique solo en algunas escuelas de las alcaldías con mayor número de pueblos originarios. Lo relevante es que se busque reforzar la identidad del lenguaje y con ello impulsar que no sólo se hable en el hogar, sino en las comunidades y los espacios públicos, que sus hablantes se sientan orgullosos de hablar náhuatl y no lo oculten, que la lengua se mantenga viva ¡Haganme el favor! Siglos inoculando la vergüenza en los pueblos originarios y la población mestiza de este país, siglos propagando un currículum que hace de los sujetos agentes que rechacen su origen para abrazar una identidad difusa, estandarizada y hegemónica que se dicta desde los grandes centros del poder, siglos formando seres aspiracionistas que aspiren a ser lo que sea menos lo que son, para que de un plumazo y con el avasallador número de 78 escuelas, los cuatreros cuatroteros de la Ciudad de México, salgan a decirle al hablante del náhuatl —en particular— y a la población entera —en general— que está bien ser diferente, no hablar el idioma dominante, no agachar la cabeza y pedir perdón por existir.

    Ya se que no faltará aquel que sostenga que 78 escuelas de educación básica no es algo que deba preocuparnos. Es más, no faltará quien se muestre indignado de que sólo sea en 78 escuelas y de que se trate de un curso optativo ¡Hay de todo en la viña del Señor que llegó junto con los españoles a salvar a través de la imposición, la sangre y la enfermedad! Digan lo que digan, en Latinoamérica hay ochocientos veintiséis pueblos indígenas, y hablan cuatrocientos veinte idiomas distintos. De ellos, sólo el 40% está en peligro de desaparecer, en otras palabras, sobrevive una posibilidad latente de que 58 millones de personas sigan hablando un idioma que no es el del conquistador, sobrevive la posibilidad de que al hacerlo, su historia, su cultura, sus tradiciones, sus saberes, resistan a la imposición hegemónica y estandarizadora. El sueño de la clase aspiracionista latinoamericana, de abandonar el castellano, o el portugues, para que todos hablemos ingles, para consagrarnos como un orgulloso patio trasero del imperio, se ve amenazado cada que alguien se enorgullece de su origen, cada que alguien habla con su propia voz y con sus propias palabras, cada que una cultura resiste a la bendita y aplastante ley del mercado.

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    Parece chiste, pero no lo es, pudiendo obligar a los estudiantes a aprender inglés, a sólo hablar en inglés, nuestros gobiernos abren la posibilidad de aprender un idioma originario. Parece que no entienden que no pueden entender, ningún idioma es otra cosa que no sea una herramienta laboralmente pragmática, todo idioma debe ser reducido a la satisfacción de los requisitos más demandados en el ámbito laboral, un profesional bilingüe es reconocido por su preparación y pueden tener mejores puestos y mayores salarios. Sí. Pero sólo si ese otro idioma —porque la lengua materna de todo mexicano es el castellano aunque la madre, o la madre de las madres, de muchos mexicanos no hable castellano— es un idioma del primer mundo. Que el bilingüismo contribuya a mejorar la memoria, la toma de decisiones, reduzca el riesgo de enfermedades mentales, mejore la socialización, el pensamiento crítico, o la capacidad de aprendizaje, importa poco si eso no se traduce en una capacidad que el obrero calificado pueda presumir en su hoja de vida. Bilingüismo, sin aprobación del mercado, es una pérdida de tiempo.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • ¿De qué hablamos cuando hablamos de un Milei mexicano?

    ¿De qué hablamos cuando hablamos de un Milei mexicano?

    Ha escapado, como escapa aquello que sale del encierro, a la conservadora de toda conservación escasa intelligentsia opositora, profundizar en la inminente urgencia que tenemos los mexicanos de que un Milei —con o sin peluca— engrose las filas de nuestra raquítica pero bien totopeada clase política. Y es que un Milei mexicano sería capaz de resolver ese complejo balance entre lo liberal en lo económico y lo conservador en los político y social que tan feliz hace a todo aspiracionista que se respete y viva, orgullosamente, pagando el mínimo en sus tarjetas de crédito. Y es que ni con el Plan México de Sheinbaum alcanzamos la cresta de la ola neoliberal, neoliberalismo que no es entreguista y que no se postra ante los poderosos poderes del capital, no es neoliberalismo, aunque se esfuerce por ello. Dos estampas mileianas sirven de ejemplo y parámetro de lo mínimo que deberíamos exigirle a esos Verásteguis, Salinas Pliegos o quien sea que se atreva a levantar la amarilla bandera del libertarismo en nuestra nación.

    La primera es muestra de cómo un líder libertario latinoamericano debe estar siempre dispuesto a lamer las botas de quienes usan botas para pisar el cuello de quien ponga el cuello para ser pisado. “Trump no es un proteccionista. Trump utiliza la política comercial como instrumento de geopolítica”, afirmó Milei al referirse a los aranceles que el gobierno de los Estados Unidos impuso al acero. No tengo la menor duda de que no faltará quien, haciendo gala de ser incapaces de hacer gala, refutarán que utilizar la política comercial como instrumento geopolítico es proteccionismo. Sin embargo, si se le mira desde la perspectiva libertaria, si se está dispuesto a gritar —bota en cuello— ¡viva la libertad, carajo!, a la menor provocación, se entenderá sin entender que aplaudir cuando el imperio indica que se debe aplaudir es lo más libertario que un libertario puede hacer. El libertarismo atraviesa, necesariamente, por la postración. La apertura económica está al servicio del status quo, el anarco capitalismo no tiene sentido si no garantiza que las clases privilegiadas sean quienes puedan beneficiarse del dejar hacer, dejar pasar llevado al extremo. El líder libertario debe trabajar para que la economía sea un “instrumento geopolítico” y de política interna, nada controla mejor a la población que el hambre, la enfermedad y la miseria. Y nada conserva mejor el estatus de los conservadores que el hambre, la enfermedad y la miseria de la clase trabajadora.

    La segunda estampa es aún más ilustrativa de lo que el futuro Milei mexicano debe ser y hacer: promover iniciativas privadas que contribuyan a la pauperización de la clase trabajadora. Una vez más, no dudo que salga alguien que sostenga que utilizar el poder político para promover negocios privados, que benefician a unos cuantos, es despreciable. Quienes así piensan no han entendido que cuando el poder político no está al servicio de los intereses privados, el poder político está al servicio de la sin razón y la supervivencia de quienes no deben sobrevivir. Milei utilizó sus redes sociales para promover una criptomoneda llamada $LIBRA, misma que estimularía la economía y ayudaría a crecer a las pequeñas empresas argentinas. El mensaje fue suficiente para dar impulso a dicha moneda, inflarla, y permitir a sus promotores desaparecer capitalizando la especulación libertaria. Poco importa si Milei se benefició o no con dicho movimiento, importa menos si el presidente argentino estaba “interiorizado de los pormenores del proyecto” al que dio su apoyo. Lo importante de toda importancia es que al hacerlo contribuyó a poner al aspiracionismo argentino, y a otro tanto del aspiracionismo fuera de argentina, en su lugar, el de mirar permanentemente hacia arriba, salivando mientras envidian un estilo de vida que nunca podrán tener. Una vez más, libertarios en lo económico para beneficiar a las clases privilegiadas, y conservadores en lo político y social para contener a las clases trabajadoras.

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    Resulta sencillo imaginar que un Milei mexa surja de las filas del más reaccionario PANismo, del más pragmático PRIismo o de cualquier ídolo temporal del aspiracionismo nacional. Sin embargo, no debería sorprendernos que el próximo Milei azteca vea la luz dentro de Morena y la 4T. No estoy hablando de los Yunez o los Murat que en una muestra de congruencia ideológica se identifican con el Humanismo Mexicano. No, eso es poca cosa, estoy hablando de un político “ínclito y preclaro”, para utilizar las palabras con las que Monreal calificó a Pedro Haces, que sin dejar de ser cuatrero, sin dejar de ser de izquierda, sin dejar de hablar del bienestar cada que el bienestar necesite que se hable del bienestar, sea capaz de impulsar un humanismo libertario mexicano, que anteponga la justicia social a las necesidades del capital, y que permita a la sociedad morir libremente de hambre, como mejor le parezca morir de hambre.

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  • Defendamos lo indefendible indefendiblemente

    Defendamos lo indefendible indefendiblemente

    Sorprenderá a propios y extraños, la indefendible defensa que el segundo piso de la cuatrote a emprendido de propios y extraños. Y digo que sorprenderá porque aquello que produce sorpresa suele hacerlo sorpresivamente. Sin duda alguna, escapa al entendimiento de aquellos que ilusamente piensan que los ideales deben anteponerse a los hechos para modelar la realidad con los ideales y no a ideales con la realidad, que sean los mismos cuatretos cuatroteros quienes salgan a la defensa de Rocha Moya, Cuauhtémoc Blanco y Salvador Cienfuegos. Y escapa a su entendimiento porque no terminan de entender que la fuerza de la cuatrote radica en no dejar un solo espacio a sus detractores, ninguna posibilidad de acción, ni siquiera para socavar la legitimidad de la propia cuatrote. Si alguien habrá de socavar a la cuatrote debe ser la misma cuatrote, de lo contrario, la cuatrote estaría mostrando debilidad frente a sus adversarios, y eso sería imperdonable.

    Claro que no faltará quien —presumiendo una presumiblemente ausente inteligencia— acuse al segundo piso de la cuatrote de privilegiar el pragmatismo sobre el compromiso. Nada de eso, la indefendible defensa de estos indefendibles personajes, que desde el segundo piso cuatrero se defienden, tiene más que ver con una transvaloración de los valores, donde dar la espalda al compromiso con la justicia, tener manejos políticos cuestionables, realizar montajes de escenas del crimen, tener un desempeño mediocre, violar las normas, y estar vinculado con el trafico de drogas y la protección de cárteles del narcotráfico, son asuntos de buen gobierno y compromiso social que no busca otra cosa que no sea el mejorar la calidad de vida de los mexicano, al minar la calidad de vida de los mexicanos. Una transvaloración que se resuma en un absolutismo del tipo: la transformación soy yo, y lo que haga será transformador aunque no lo sea.

    En este proceso de transvaloración cuatrera, si la cuatrote no ha roto, ni se ha alejado de Rocha Moya, para confrontarlo, no es porque se haga de la vista gorda ante lo que sucede en Sinaloa, no porque no se dé cuenta del secuestro, que tuvo lugar durante la jornada electora que llevó a Rocha Moya a la gubernatura, de decenas de activistas PRIistas, inhibiendo el voto opositor; no porque no vea todas las irregularidades relacionadas con el asesinato del ex rector de la Autónoma de Sinaloa Héctor Melesio Cuén, y el burdo montaje forense que llevó a cabo la fiscalía del estado; no porque decida ignorar el netflixesco episodio en el que Joaquín Guzmán López entregó a “El Mayo” a las autoridades estadounidenses mientras Rocha Moya viajaba, como viajan todos aquellos que no quieren dejar huella y tener una coartada que medianamente se sostenga, a Estados Unidos, con su familia, en un avión prestado por un amigo empresario; no es que no se entienda que la narcoguerra, que se vive en Sinaloa, entre los Mayitos y los Chapitos, se disparara a raíz de estos episodios. No, no y recontra no. Por el contrario, tiene que ver con esta parte de la transformación en la que la denuncia y la persecución del secuestro de activistas, la inhibición del voto opositor, el asesinato de enemigos políticos, los montajes mediáticos y la mediocridad gubernamental, se convierten en un atentado en contra de la cuatrote si son reconocidos por al cuatrote, es un ver dejando de ver, viendo. Una transformación pragmatizadora de los ideales para garantizar la supervivencia de un movimiento que —traicionando sus ideales— encumbre esos ideales.

    Probablemente, a estas alturas quede más clara la necesaria defensa de lo indefendible, de cualquier forma, estoy convencido de que el caso de flamante ex gobernador de Morelos, otrora ídolo americanista, Cuauhtémoc Blanco, ayudara a ilustrar, con la claridad del agua estancada, este esfuerzo para pragmatizar los ideales idealmente pragmáticos, sin apostar por el pragmatismo, apostando por él. Un defensa que garantiza un desaforado fuero a ese sujeto cuya honradez, integridad, rectitud y honestidad es respaldada por su pésimo desempeño, abuso de poder, la ignorancia de las normas y —cuando menos— una decena de expedientes penales por actos cometidos durante su administración en el ayuntamiento de Cuernavaca y en el gobierno de Morelos. Por no mencionar la acusación por violación que, violando todo buen gusto y decoro transformador, se ha lanzado en su contra. La transvaloración de los valores e ideales del Humanismo Mexicano, atraviesan —en el caso de Blanco— la protección a quien acumula evidencia de corrupción, nepotismo y mala administración. Protección y defensa que demanda no sólo otorgarle fuero, sino defender ese fuero para que el ex futbolista no pueda ser molestado.

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    Si la cuatrote ha de morir, ha de morir a manos de los cuatreros cuatroteros, y de nadie más. No le va a dar el gusto a la oposición de acabar con ella. Para cavar su tumba, no necesitan ayuda, al contario, están dispuestos a defender indefendibles ajenos, Cienfuegos es una muestra de ello, oficialmente declarado inocente por la Fiscalía General de la Republica y respaldado por Claudia quien está convencida de que si “el gobierno de Estados Unidos hubiera tenido realmente algo en contra del general Cienfuegos [no] lo hubiera liberado.” Una transvaloración exprés que rápidamente mutó de la condena de López Obrador quien en un primer momento lo consideró como algo lamentable que daba muestra de la descomposición del régimen, de la degradación de la función gubernamental durante el periodo neoliberal, pasando por la negociación del retiro de los cargos delictivos en contra de Salvador Cienfuegos, para mantener con México la cooperación en el combate al tráfico de narcóticos y corrupción, al indulto público desde la presidencia. El segundo piso de la cuatrote, pareciera enfocarse en la transformación de valores indefendibles, a valores por los que está dispuesto a morir en la raya, y quienes no estén de acuerdo con ello, deberían callar, madurar, crecer y ser responsables, para parafrasear la nada pragmática defensa del Fisgón a la candidatura plurinominal de Sergio Mayer, enfrentar al neoliberalismo demanda la consolidación de un frente amplio, tan amplio que incluya las peores practicas neoliberales.

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  • ¡La unión será infocrática o no será!

    ¡La unión será infocrática o no será!

    Frente a los terribles, de todo lo terrible que hay en la tierra, “dichos y hechos” de Donald Trump, que para la siempre sesgada visión de un historiador sesgado como Krauze, es de una gravedad comparable con la Intervención Estadounidense en México, que sucedió entre 1846 y 1848, que —en pocas palabras— se tradujo en la entrega por parte del gobierno mexicano de lo que hoy es Arizona, California, Nevada, Texas, Utah, Nuevo México y partes de Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma. Es decir, para Krauze, que no tiene miedo de exagerar, los dichos y hechos sobre México de Trump en los primeros días de su segundo mandato —concretamente, la imposición de aranceles que no se ha concretado— son equiparables a la perdida de poco más de 2,100,000 km² de tierra, el 55% del territorio mexicano. El sueño regio hecho realidad, habiendo estado tan cerca en 1848 de ser un estado más de los Estados Unidos de América, 177 año después, Krauze anuncia el pronto punto final de esa tremenda espera que los ha obligado a seguir siendo mexicanos.

    Frente a ello, el ideólogo no ideologizado de la infodémica infocracia que empujan los conservas, propone el restablecimiento de esa ejemplar política interior que los cuatreros de la cuatroté y sus huestes electorales han destruido al destruir la división de poderes, esa división de poderes que el México post revolucionario mantuvo en la forma y que en el fondo siempre supo mantener sin división alguna. Una división de poderes donde el legislativo garantizaba la supervivencia del statu quo, el poder judicial dependía al 100% del poder ejecutivo y el poder ejecutivo ejecutaba los mandatos de quienes —sin elección de por medio— definían desde sus bancos y empresas el futuro de sus inversiones y, de paso, pero sin reparar en ello, el de los ciudadanos mexicanos. División de poderes que al ser destruida por las hordas de salvajes que se volcaron en las urnas “socavado, desvirtuado y corrompido la democracia”, democráticamente, e imponiendo la voluntad de las mayorías a los intereses de unos cuantos que modestamente viven de controlar el mercado a través del control político de esa clase gobernante que otrora estaba plenamente entregada a la entrega del país al mejor postor.

    Restablecer la magistral política interior con la que México marcaba la hoja de ruta de la democracia liberal al mundo entero, permitiría, afirma afirmativamente el historiador propagandista Krauze, recuperar las libertades que hoy por hoy, la clase aspiracionista ha perdido en su imaginario, la libertad de tránsito que al haberse perdido tiene paralizado al país, con sus carreteras vacías y sus calles despobladas; las libertades de pensamiento, asociación, prensa y critica, que dejan a los mexicanos incapaces de criticar, a un gobierno monstruoso y autoritario, de la forma en la que Krauze critica al monstruoso y autoritario gobierno mexicano sin que exista censura de por medio; y la libertad de trabajo que al haberse perdido ha regresado la esclavitud a territorio nacional, donde la ciudadanía entera vive bajo el “arbitrio del régimen arrogante y autocrático”, que los obliga a ejercer su libertad para poder acabar con ella.

    Pero Krauze no se queda ahí, Krauze sabe que cuando hay un cambio interior ese cambio se refleja de forma exterior. Debemos mejorar la política exterior, que se ha tornado “desastrosa, hemos peleado con casi toda América Latina”, y por casi toda debe entenderse que hay algunos países —cuatro para ser exactos— cuyos gobiernos tienen problemas con el actual gobierno mexicano. Cuatro países, nadie debería dudar esto, que conforman casi toda América Latina: Ecuador, Perú, Argentina y Bolivia. Porque, en las peñanietistas matemáticas de Krauze, que al ser historiador no es matemático, cuatro países de veinte son casi toda América Latina. Esto por no mencionar el enemistarnos “absurdamente con España”, insistiendo insistentemente en que siglos después del saqueo, su gobierno y corona reconozcan todo lo que le deben a esta tierra y a su gente y se disculpen por los abusos cometidos en contra de la población de esta tierra que todavía llamamos México.

    A México le urge rescatar ese estado de derecho que se postraba al servicio de los poderes económicos y garantizaba que ningún gobernante atentara, ni por error, en contra de sus intereses. La unión que permita el nacimiento de la consolidada Republica Infocrática Mexicana se hará a partir de reformar la reforma judicial para devolverle al poder ejecutivo, ese gran administrador neoliberal, la potestad de nombrar a los jueces que habrán de velar por los interesados intereses del capital, amparo en mano. El régimen cuatrero —dice Krauze en su breve, pero poco contundente articulo— está obligado a garantizar la unidad de la nación, entendiendo por unidad la exclusión de las mayorías de la participación política, y por nación a un puñado de privilegiados y sus remorar aspiracionistas.

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    Ignorar los cantos de las sirenas krauzianas, que nos prometen un futuro desastroso si seguimos por el camino de querer decidir nuestro propio destino, sólo nos llevará a hundirnos más y más en el fango. Muestra de ello es la terrible tormenta económica —acompañada de inestabilidad social— que está a punto de caer sobre nosotros luego de que el gobierno ecuatoriano de Daniel Noboa declarara que impondrá aranceles del 27% para las importaciones de México. Ecuador, ese gigante de la economía latinoamericana que representa menor del 1% de las exportaciones mexicanas, le ha dado la espalda a nuestro pueblo, todo gracias a la necedad de nuestro pueblo y sus gobernantes, la necedad de lo que hoy resulta necio.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.

  • La amenazante amenaza trumpista que nos amenaza

    La amenazante amenaza trumpista que nos amenaza

    Aparentemente parece que las súplicas del guanabismo nacional, los conservas más conservadores, la clase no privilegiada que piensa que vivir pagando deudas es un privilegio, los partidos de oposición que se oponen incluso a oponerse y la desorganizada sociedad civil organizada apartidista y simpatizante del partidismo opositor, han sido escuchadas. Aparentemente parece que finalmente cuentan con un ídolo de barro mejor que sus otros ídolos de barro, mejor que la excandidata del PRIAN que pide no se le llame excandidata del PRIAN, mejor que el junior tóxico de la tercera edad, mejor que los miembros desmembrados del Frente Cívico Nacional, mejor que todo lo que han tenido, intentado y/o buscado. Se trata del presidente de otro país, pero no de cualquier país, el presidente de la meca del aspiracionismo mexa, desde que lo mexa es mexa, con X de Sí X México, Va X México y cualquier otra variación mareada que haya abrazado la marea rosa y compañía. Un ídolo de barro —barro gringo— que indirectamente pone sobre la mesa la amenaza de cuatro años difíciles para México, cuatro años que prometen, o eso quiere querer escuchar la opositora oposición, acabar con los cuatreros cuatroteros de la cuatrote y regresar a los idílicos tiempos donde los privilegios eran exclusivos de la clase privilegiada.

    De entrada, el heroico de todo heroísmo segundo gobierno de Donald Trump, ofrece poner en jaque al sistema político mexicano, haciéndolo retumbar en más de uno de sus centros, cuando menos en lo económico, lo político y lo social.

    Desde detener la migración que cruza nuestro país para llegar a Estados Unidos, impidiendo que entre a Estados Unidos y obligando al Gobierno Mexicano a mantenerlos estancados y acinados en nuestra frontera norte, con los conflictos sociales, laborales y de seguridad que ello representa, pasando por la posible posibilidad de deportar a los más de cuatro millones de mexicanos que se encuentran en situación de ilegalidad, y la crisis de desempleo que ello generaría para México, más la siempre latente latencia de cancelar o modificar el T-MEC, afectando las exportaciones a nuestro principal, muy muy principal, socio comercial, y ahogando la economía nacional, que puede ser acompañada de una agresiva política arancelaria que dificulte la labor de quienes viven de la exportación que como mojado cruza el Río Bravo, hasta el celebre amago de realizar una invasión blanda con el pretexto de combatir a los terroríficos terroristas, de todo terror, carteles del narcotráfico mexicano, aniquilando por completo la soberana soberanía nacional y convirtiendo, de facto, a México en el estado 51 —o 52, dependiendo de lo que suceda con Canadá— de la unión americana.

    Sin duda alguna, nada de ello es poca cosa. Pero no nos quedemos ahí, soñemos cosas chingonas, pensemos en grande, ¡vamos por todas las canicas! ¿Por qué conformarnos solamente con que Trump y los Estados Unidos de América desestabilicen a los cuatretors cuatroteros? ¿Por qué consolarnos con que el segundo mandato del magnate inmobiliario, el oligarca modelo de la especulación, se convierta en una piedrita o piedrota en el zapato de Claudia Sheinbaum? No, ¡hay que explotar la amenazante amenaza que pende sobre la cabeza de nuestra nación y llevarla hasta sus ultimas consecuencias! Lo primero que habría que hacer es mandar una comitiva que ofrezca al hijo de Trump, la corona de México. Pero no sólo eso, tampoco debemos conformarnos con que el Golfo de México sea rebautizado como Golfo de América, empecemos a trabajar en el cambio de nombre de nuestro país para que oficialmente sea llamado Republica del Patio Trasero de los Estados Unidos de América. Soñemos como sueñan quienes sueñan con recuperar sus nunca amenazados e inexistentes privilegios, soñemos con que el gobierno de Trump encarcelará a Andrés Manuel López Obrador, a Claudia Sheinbaum, a los políticos de Morena y a todos los mexicanos que neciamente neceamos en no arrepentirnos de haber votado por AMLO o Claudia. Trump como el salvador que nos salvará aniquilando la democracia mexicana.

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    Resulta urgente que asumamos la pavorosa escasez de talento opositor nacional, no tenemos un solo Andrés Manuel bizarro que haga frente a la cuatrote, no se ve un Milei en el futuro cercano de nuestra clase política, Salinas Pliego da más risa que una paleta payaso con las gomitas mal acomodadas, Verástegi está más hueco que Peña Nieto, es la representación gráfica, que no pasa de la grafía, de la extrema derecha nacional. La única alternativa de resistir dignamente el avance de la muy malvada maldad cuatrera, es postrarnos ante el poderío del decadente imperio de los Estados Unidos y el mandamás Trump, ponernos a sus pies y ofrecer todo a cambio de que nos salve de nosotros mismos.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.

  • Cambiemos los paradigmas, paradigmáticamente

    Cambiemos los paradigmas, paradigmáticamente

    Pésele a quien le pese, y le debería de pesar a todos los que puedan sentir el peso de lo pesado. Los clamores de las huestes progres buenondistas y de los más aspiracionistas de los aspiracionistas clasemedieros defensores de los conservas que son conservadores porque tienen privilegios que conservar, fueron escuchados por parte de la cúpula cuatrera cuatrotera morenista. Cuando menos por lo que los más desafortunados de los desafortunados, que no están perdidos porque no saben que están perdidos, podrían llamar el Komintern cuatrero del Estado de México, mejor conocido como el Grupo Texcoco, mismo que, en aras de “conciliar, conciliar nuestra historia pasada y conciliar la historia presente”, como bien dijo Horacio Duarte, secretario de Gobierno, del EdoMex, rindió homenaje al exgobernador Alfredo del Mazo González, hijo de Alfredo del Mazo Vélez y padre de Alfredo del Mazo Maza, todos gobernadores priistas de la entidad, por su sexto aniversario luctuoso. Homenaje a quien se opuso al neoliberalismo sin dejar de promover el neoliberalismo, beneficiarse del neoliberalismo y aplicar los principios del neoliberalismo. Homenaje que, según el mismo Duarte deja claro que “los paradigmas pueden cambiarse, sin ruptura, en una evolución que busque aprender de las lecciones de quienes nos precedieron”, y al que asistieron Delfina Gómez, y destacados miembros del nunca neoliberal, siempre inneoliberal, Grupo Atlacomulco: Arturo Montiel, Eruviel Ávila y César Camacho, demócratas de tal talante democrático que no lo parecieron. Homenaje que reconcilia lo peor de todo lo peor que puede tener la política nacional y que, bendición de bendiciones, pone fin a la polarización para inaugurar el transformador fin de la transformación.

    El homenaje al más neoliberal anti neoliberal de los neoliberales, se dio a nombre de los tres poderes del Estado, sin rupturas, sin amagos del molesto y atacado Poder Judicial, sin malas caras de la inexistente oposición que ahora parece más inexistente por ser una oposición aliada a Morena que por no tener representación significativa, ensalzó el legado y la obra física y política de del Mazo González, en un esfuerzo por “no negar nuestra historia sino hilvanarla con el presente y proyectarla en el futuro”, como con sabia sabiduría sostuvo Duarte Olivares, quien participara en la formación del Partido Mexicano Socialista y fuera fundador del Partido de la Revolución Democrática, un político que sabe cómo sobrevivir en un partido que pasa de la izquierda al centro derecha sin hacer gestos, un político que no tiene problema en sostener que la transformación es posible al mismo tiempo que se reconoce a “un hombre [Alfredo del Mazo González]que dedicó su vida al servicio público y al progreso del pueblo del estado de México”, y destacar “su legado, que permanece en la memoria de quienes compartieron su visión de un estado moderno”. Signifique lo que signifique moderno, pero siempre significando algo ambiguamente positivo. Es decir, diciendo nada al apuñalar todo.

    La clausura del esfuerzo transformador, cuando menos en el Estado de México, del cuatrerismo cuatrotero, no pudo encontrar mejor emblema que del Mazo González. Quien no fue candidato priista a la presidencia en 1988 porque —a de la Madrid— le pareció excesivo en sus acarreos y derrochador, en contraste con un Salinas que se conducía con austeridad neoliberal. Excesos neoliberales no neoliberales sino neoliberales de regeneración nacional que le permitieron a del Mazo Gonzáles contribuir como secretario de Energía, Minas e Industria Paraestatal a los esfuerzos privatizadores que afectaron al sector energético, y que contribuyeron a su labora como director de INFONAVIT durante el gobierno de Zedillo, el mismo Zedillo que está preocupado de estar preocupado por que México haya perdido “la categoría de ser un país democrático” ¿La recuperara haciendo homenajes a priistas distinguidos? ¿Ayudaría hacer un homenaje a Calderón por su humanismo antibelicista? El mismo Zedillo que no habla del Fobaproa, ni de los regalos a empresarios.

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    Cuando un movimiento o parte importante de un movimiento, consigue ser infiltrado por sujetos, y un imaginario, ajenos al mismo, nada puede parar su proceso de transformación regresiva de conversión en aquello que nació para aniquilar, cuando el discurso y el quehacer rehúye a la radicalización y sede al pragmatismo electoral políticamente correcto que prioriza la supervivencia por la supervivencia y no la muerte como única alternativa, no hay necesidad de acabar con ese movimiento que acabará por acabarse a sí mismo. Lo único que quedará de él —de empeñarse no ser más que una marca—es una radicalidad desahuciada, donde la transformación se posterga hasta nuevo aviso, y no hay más que apóstatas dogmáticos, anacolutos sostiene que aquello en contra de lo que se luchaba, “no ha extinguido el eco de sus aportaciones. Permanece en el entramado de nuestra identidad [como] protagonista de la consolidación de un proyecto”. Permanece sin importar el color por el que vote la gente. Permanece porque lo único que importa es permanecer, como —con el descaro propio del descarado— sostuvo el socialista Duarte en el homenaje al neoliberal del Mazo.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
  • Narco realismo mágico

    Narco realismo mágico

    Es tanta la ignorancia de quienes ignoran que vivir dentro de un sistema infodémico demanda colaborar activamente y aplaudir irreflexivamente lo que sea que se nos presente como noticia de último minuto, que, tras la fentanilica nota del New York Times sobre los laboratorios de fentanilo del Cártel de Sinaloa, algunos se burlan y hacen memes diciendo que preparar fentanilo es más sencillo que preparar unas enchiladas. No dudo que haya quienes, escuchando este tipo de comentarios, celebren el ingenio mexicano. Lamentablemente, lo que se pierde con la burla del incuestionablemente burdo trabajo de Natalie Kitroeff, Paulina Villegas y Meridith Kohut —dos periodistas de The New York Times y una fotógrafa— es la posibilidad de apreciarlo como una obra de ficción, una secuela impecablemente sosa de la abundante abundancia de obras que nos dejaron García Márquez, Isabel Allende y compañía, de realismo mágico chafa —piensen en El amor en los tiempos del colera— que logró sintetizar la cosmovisión latinoamericana en una serie de lugares comunes de fácil digestión que tanto cautivó al lector no latinoamericano y a cierto sector de los lectores latinoamericanos. Una secuela que bien podría darle un giro a la narco narrativa y reavivar sus ventas desde la perspectiva del narco realismo mágico.

    La influencia de lo peor de lo peor del realismo mágico, la narco literatura y su adaptación a series y películas de Netflix se hace patente desde las primeras líneas del falso reportaje, que no por ser falso deja de ser verdadero, perder valor y reflejar la terrible realidad que quiere que imaginemos el status quo y sus esbirros comentócratas: el cocinero del laboratorio vierte “un polvo blanco en una olla llena de líquido.

    Empezó a mezclarlo con una batidora de inmersión y de la olla surgieron vapores que inundaron la diminuta cocina.” El lector acaba de empezar a leer el texto, del mismo modo que las periodistas acaban de acabar “de ingresar al laboratorio de fentanilo” y ya estamos inmersos en una atmosfera mágico-nebulosa que lo envuelve todo con su misterioso misterio. A partir de ese momento, la realidad no dejara de confundirse con la fantasía y lo pintoresco kitsch del día a día latinoamericano que tanto gusta al consumidor gringo y al aspiracionismo mexicano, sobre todo, si lo puede ver de lejos. El cocinero “solo llevaba un cubrebocas quirúrgico”, porque el narcotraficante y todo su ecosistema es una suerte de supra humano que ha desarrollado “tolerancia a la droga letal”, los vapores más tóxicos le hacen lo que el viento a Juárez, incluso si sólo hay “una pequeña ventana y un pequeño extractor de plástico para ventilar”. La prisa para restablecer la producción luego de que el ejercito desmantelara el laboratorio anterior, no da tiempo para niñerías como la de usar mascaras de gas para protegerse de la exposición tóxica a los químicos.

    Las periodistas narradoras no pierden oportunidad para establecer la atmosfera y satisfacer el morbo de quienes leemos para llenarnos de miedo y confirmar que el diablo sigue existiendo, pero se esconde en las cocinas del centro de Culiacán: “Todo el interior estaba oscuro, excepto por una habitación al fondo, que se encendió con llamas al rojo vivo apenas llegamos.” Los detalles son importantes para que no queden cabos sueltos y el lector se sienta dentro del laboratorio y —al mismo tiempo— como en casa, en la “encimera hay una variedad de botellas de cerveza Corona a medio tomar y contenedores de metal con químicos”. Y, por último, en medio del caos que implica una cocina improvisada para preparar fentanilo, ¿quién no ha vivido ese caos?, en la “pared cercana colgaba una impresión de La última cena, de Leonardo da Vinci”, podrán pensar lo que quieran, pero el significado de tener una reproducción de una obra maestra como La última cena, no tiene precio, al menos narrativamente. Nuestro Señor Jesucristo también estaba en esa cocina, protegiéndolos a todos, cocineros, periodistas, halcones y militares; pero —sobre todo— esperando que los cocineros terminaran de hacer su trabajo.

    Mención aparte merece ese guiño que la historia hace con el spaghetti western, cuando después de la explosión inicial, el fuego y el humo blanco que lo cubrió todo, el ayudante del cocinero principal tiene que salir corriendo de la cocina porque los humos que impregnaron el aire “le pegaron”. Para, minutos después, vuelve con un cigarrillo en mano, pasarle la acetona al cocinero, y seguir trabajando. El crimen no descansa, y lo hace al estilo de Clint Eastwood o Danny Trejo.

    Pero no todo es magia y detalles pintorescos, Natalie Kitroeff, Paulina Villegas y Meridith Kohut tienen claro su oficio, hay que aterrizar la magia en la realidad y salpicarla con un poco de violencia, así sea violencia potencial. Estar en una cocina / laboratorio de fentanilo en el centro de Culiacán no es sencillo, los cocineros aclaran que “al hablar con periodistas se arriesgaban a represalias mortales”, pero de cualquier forma hablaron y se dejaron fotografiar y grabar con el rostro cubierto, aunque dejando ver lo suficiente como para que los puedan reconocer. También estaba el riesgo de que llegara el ejercito y reventara el laboratorio, en ese caso, las instrucciones eran claras: “ustedes se pueden quedar, nomás se tiran al piso […] Nosotros nos tenemos que pelar corriendo”. Lamentablemente, nuestras narradoras nunca nos llevan al clímax del arco narrativo y el ejercito no se hace presente, solo nos enteramos, al final del texto, que alguien aparece en la puerta y le hace señas al cocinero, “con un ademán de cortar el cuello, para que clausurara la cocina.” Una patrulla del ejército estaba cerca de la cocina. El cocinero principal apaga la estufa y salen corriendo, las periodistas, con un poco más de calma y menos experiencia, se quitan el traje protector, toman sus teléfonos, y también salen corriendo. La última escena del relato sacrifica un poco del realismo mágico en aras de un final abierto al mejor y más barato estilo de Hollywood.

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    A pesar de lo expuesto, no faltará quien se niegue a abrazar el relato del falso reportaje e insista en insistir en que hacer fentanilo no son enchiladas. Ahí, y sin duda alguna, considerando a estos escépticos del noble oficio infodémico, es donde las periodistas demuestran su profesionalidad, siendo sumamente cuidadosas y aclarando cada que les es posible que son los cocineros quienes dicen que el montón de polvo blanco era fentanilo terminado, que fue el cocinero principal quien les dijo que las láminas de cristal que formaban una pequeña montaña en una bandeja, eran hidróxido de sodio, ingrediente del fentanilo, y que cocinando fentanilo se han podido comprar coches deportivos, casas y ranchos; además de un helicóptero y un avión pequeño para el equipo de trabajo. Nada de esto es desmentido, pero tampoco confirmado, por las periodistas investigadoras del falso reportaje, no hace falta. El daño está hecho, el virus infodémico se ha propagado en tono de narco realismo mágico.

    • Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo. @_bortoni