La crisis de violencia en Ecuador ha escalado a niveles inéditos tras la captura y reciente extradición de José Adolfo Macías Villamar, alias “El Fito”, líder del grupo criminal Los Choneros, vinculado al Cártel de Sinaloa. Su caída profundizó el conflicto armado interno que desde 2024 azota al país.
La violencia se ha extendido por todo el territorio ecuatoriano, con enfrentamientos entre grupos criminales, atentados, motines carcelarios, asesinatos de funcionarios y ataques directos a la población civil. El modelo de operación recuerda al aplicado por los cárteles mexicanos, con una mezcla de terror, impunidad y control territorial, de acuerdo con un análisis de La Silla Rota.
La extradición de “El Fito” a Estados Unidos el pasado 20 de julio, por cargos de narcotráfico y tráfico de armas, ha generado un vacío de poder que sus antiguos aliados y enemigos buscan llenar. Su organización, Los Choneros, se ha fragmentado y enfrenta disputas internas, al tiempo que grupos rivales ligados al CJNG y a otras redes locales han intensificado su ofensiva.

Mientras tanto, la cifra de homicidios se ha disparado. En lo que va de 2025, Ecuador ya supera los 4 mil 200 asesinatos, con Guayas, Manabí y Los Ríos como los focos principales de violencia. Las autoridades locales han reconocido que enfrentan una guerra contra el crimen organizado con capacidad militar.
A nivel internacional, Ecuador se ha consolidado como una ruta estratégica para el tráfico de cocaína, aprovechando sus puertos, la corrupción institucional y las alianzas con estructuras criminales trasnacionales. Guayaquil, en particular, se ha convertido en un punto clave del comercio ilícito hacia Europa y Norteamérica.
El gobierno del presidente Daniel Noboa ha decretado estados de excepción y toques de queda en varias regiones del país, pero la estrategia de militarización no ha logrado contener la escalada violenta. Expertos señalan que, al igual que en México, sin un fortalecimiento institucional y una política social de prevención, el problema persistirá.
Además del daño físico y económico, la narcocultura ha comenzado a permear a la juventud ecuatoriana. La figura del narco se presenta como modelo aspiracional en zonas marginadas, mientras el Estado no logra recuperar el control ni ofrecer alternativas reales. Ecuador enfrenta ya una guerra con sello mexicano, pero con un futuro aún más incierto.
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