Saber responder ante las adversidades debería ser un requisito indispensable para cualquier persona que aspire a un puesto de gobierno en cualquier parte del mundo. La ineptitud de los gobernantes a menudo se mide por su incapacidad para entender y actuar ante diversas crisis.
En 1985, el gobierno de Miguel de la Madrid se destacó por su ineficacia ante el devastador terremoto del 19 de septiembre, al igual que el regente capitalino Alfonso Corona del Rosal, de quien pocos recuerdan y muchos ni siquiera conocen. Afortunadamente, los gobiernos de Morena han demostrado saber cómo actuar ante diversas tragedias. Sin embargo, Clara Brugada ha emergido como la gobernante con la mejor respuesta a las adversidades.
Nadie podría imaginar que, a un día de asumir el gobierno de la Ciudad de México, una lluvia atípica inundaría las alcaldías de Xochimilco, Milpa Alta y Tláhuac. Clara Brugada se encontraba despidiéndose de sus vecinos cuando esta tormenta dejó estragos en la zona sur de la capital. Las afectaciones no solo se limitaron a las inundaciones; los cultivos de flores como el cempasúchil se vieron amenazados, mientras que la feria del mole en Milpa Alta quedó bajo el agua, y en Tláhuac, la producción de romeritos, un platillo típico de la temporada decembrina, se encontraba en duda.
Solo cuatro horas fueron necesarias para que todo el gabinete del Gobierno de la Ciudad de México se movilizara y atendiera la inundación. Aunque este tiempo podría parecer una eternidad en tales circunstancias, las condiciones climáticas, los accesos limitados a las áreas afectadas y la magnitud de la maquinaria necesaria para salvaguardar a la población hicieron que esta reacción fuera rápida y adecuada.
El trabajo de Clara Brugada no solo la perfila como una gran gobernante por su atención inmediata a la tragedia, sino también por sus esfuerzos posteriores. Sin restarle importancia a la emergencia, la Jefa de Gobierno anunció una descentralización del gobierno capitalino, asegurando que todas las alcaldías deben contar con la maquinaria que actualmente solo está disponible en el centro de la ciudad. Cada alcaldía recibirá una representación del Gobierno de la Ciudad de México, equipada para atender cualquier desastre en menos de 30 minutos.
Este cataclismo pluvial dejó en una situación precaria a los productores de la capital. No obstante, al día siguiente de la tragedia, Clara Brugada entregó a los productores de flores en Xochimilco un kit que les permitirá proteger sus cultivos de plagas, rescatando así la producción de cempasúchil, flor tradicional de la festividad de Día de Muertos, que se celebra en dos semanas. Además, a los productores de romeritos, que sufrieron la pérdida del 85% de su producción debido a la inundación que afectó más de 72 hectáreas de cultivo en Mixquic, la Jefa de Gobierno prometió que la zona sería rehabilitada en no más de ocho días, así como la entrega de semillas que el Gobierno de la Ciudad de México proporcionaría a los ejidatarios.
Brugada también ha destacado por la creación de una de las mesas de trabajo más significativas: el Gabinete de Agua. Este órgano, en el que participan los tres niveles de gobierno y estados aledaños como el Estado de México, Hidalgo y Morelos, busca abordar el problema del abasto del líquido vital en la zona metropolitana. Clara Brugada aseguró que, en un plazo de 18 años, este problema quedará resuelto, lo que indica una prioridad en los resultados por encima de la personalización de los programas, algo poco común en los políticos de nuestra era.
Sin embargo, los retos no terminan aquí. La verdadera prueba para Clara Brugada será mantener esta dinámica de respuesta y planificación a largo plazo. Las crisis son inevitables, pero la capacidad de un gobierno para anticiparse y mitigar sus efectos es lo que realmente define su legado. En este sentido, la colaboración entre el gobierno y la ciudadanía será crucial. Fomentar una cultura de prevención y preparación permitirá que la comunidad no solo reaccione, sino que se fortalezca ante futuras adversidades.
Clara Brugada tiene la oportunidad de cimentar un modelo de gobernanza que no solo responda a las crisis, sino que también promueva un desarrollo sostenible y equitativo. Un liderazgo comprometido con el bienestar de la comunidad y la protección del medio ambiente será fundamental para enfrentar los desafíos del futuro. Si logra implementar estas estrategias, su administración no solo será recordada por su capacidad de respuesta ante la adversidad, sino también por construir un legado duradero que beneficie a las generaciones venideras.
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