El Congreso boliviano aprobó la prohibición absoluta del matrimonio antes de los 18 años, lo que cierra la puerta a las excepciones que permitían uniones de adolescentes con autorización de sus padres o tutores.
Bolivia dio un paso histórico en la defensa de los derechos de la niñez y adolescencia al aprobar una ley que prohíbe sin excepciones el matrimonio de menores de 18 años. Con esta decisión responde a los llamados de organismos internacionales como la ONU y la CIDH, que han señalado la urgencia de erradicar los matrimonios y uniones tempranas.
Hasta ahora, el Código de las Familias permitía que adolescentes de 16 y 17 años pudieran casarse con el aval de sus padres o tutores, lo que derivó en más de 4 mil 800 matrimonios de menores en los últimos diez años, según datos de la Defensoría del Pueblo, citados en una investigación de la BBC. Además, se contabilizaron 487 matrimonios de niñas menores de 15 años y cerca de 32 mil niñas que entraron en unión libre o concubinato antes de los 15 años, una práctica que abre la puerta a violencias como la Trata de Personas, la explotación sexual y el embarazo infantil.
La senadora Virginia Velasco, del Movimiento al Socialismo, fue una de las principales impulsoras de esta reforma, inspirada por la historia de María, una adolescente de 14 años obligada a casarse con un hombre que le doblaba la edad y terminó abandonándola tras un embarazo complicado.

Organizaciones como Save the Children celebraron la medida, aunque subrayaron que el reto apenas comienza: cambiar la percepción social que naturaliza estas uniones, muchas veces justificadas por razones económicas, culturales o comunitarias.
La nueva ley, aprobada por 87 votos en la Cámara de Diputados, modifica el Código de las Familias y del Proceso Familiar. Ahora solo falta que el presidente Luis Arce la promulgue para que entre en vigor.
Bolivia se suma así al grupo de países que blindan a la niñez frente al matrimonio forzado, lo que marca un precedente en América Latina y recuerda que la protección de los derechos humanos debe estar por encima de cualquier práctica cultural o económica.
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