Venezuela activó un despliegue militar masivo para “defender la soberanía” ante la creciente presencia de EUA en el Caribe. El operativo, llamado “Independencia 200”, incluye fuerzas terrestres, aéreas y misilísticas, así como medidas para garantizar servicios básicos. Al mismo tiempo, la Asamblea Nacional aprobó una ley que refuerza la coordinación entre el ejército y la población civil frente a amenazas externas.
En plena madrugada del martes, Venezuela activó un despliegue militar masivo en todo su territorio, involucrando a las fuerzas armadas, la milicia bolivariana, los sistemas de armas estratégicos y los órganos de seguridad ciudadana. De acuerdo con el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, la medida responde a la necesidad de “asegurar la integridad de los elementos del poder nacional ante amenazas imperiales”, en alusión directa a EUA.
El operativo, identificado como “fase superior del plan Independencia 200”, contempla el movimiento coordinado de medios terrestres, aéreos, navales, fluviales y misilísticos, además del aseguramiento de servicios básicos como electricidad, agua, combustible y distribución de alimentos. Padrino López afirmó que se trata de un ejercicio de “apresto operacional” que busca optimizar el comando, el control y las comunicaciones frente a posibles escenarios de conflicto.
En paralelo, la Asamblea Nacional aprobó la nueva Ley del Comando para la Defensa Integral de la Nación, que formaliza la estructura encargada de coordinar la defensa ante amenazas internas y externas. El presidente del Parlamento, Jorge Rodríguez, calificó la norma como “fundamental para articular al pueblo y la Fuerza Armada en una sola dirección de resistencia”.
El despliegue ocurre mientras EUA mantiene una flotilla de al menos 10 mil tropas, ocho buques de guerra, aviones caza, bombarderos, helicópteros de élite y un submarino nuclear en el sur del Caribe. La operación, dirigida por el Comando Sur, asegura combatir el narcotráfico, aunque Caracas la considera un acto de provocación. Washington, pese a las acusaciones, no ha presentado pruebas de sus bombardeos recientes contra embarcaciones supuestamente vinculadas al tráfico de drogas.
Con esta maniobra, el gobierno de Nicolás Maduro busca mostrar músculo militar y cohesión nacional, en un momento de creciente tensión regional y de abierta confrontación diplomática con EUA.
En el Día de los Veteranos, cientos de excombatientes estadounidenses tomaron las calles para rechazar la política militar interna y externa del presidente Donald Trump. Las protestas, realizadas en más de 70 ciudades, denunciaron el despliegue del ejército en zonas urbanas y el respaldo a Israel en Gaza.
En el Día de los Veteranos, redes de exmilitares pacifistas organizaron una jornada nacional de protestas bajo el lema “No a la guerra contra nuestras ciudades”, en rechazo al uso del ejército en operaciones internas y a la política bélica de la Casa Blanca. Las manifestaciones se extendieron por más de 75 ciudades de EUA, entre ellas Nueva York, Chicago, Los Ángeles y Washington.
“Vemos cómo este gobierno ataca sin piedad a nuestras comunidades y no nos quedaremos a un lado”, señalaron los organizadores, quienes también denunciaron los recortes presupuestales a programas sociales y de apoyo a veteranos, mientras se amplían los gastos militares.
En la capital, varios cientos de exsoldados marcharon pese al frío portando pancartas que exigían paz y justicia. Algunos denunciaron haber recibido órdenes de participar en operaciones contra civiles dentro del país, mientras otros condenaron el respaldo de Washington a Israel en la guerra contra Gaza. “Militares estadounidenses están siendo obligados a cometer crímenes de guerra”, afirmó el exoficial Harrison Mann, quien dimitió de la Agencia de Inteligencia de Defensa.
En Nueva York, un veterano recordó frente a la alcaldía que “uno debe tener una conciencia moral: si desangramos los recursos de otros países, después no podemos quejarnos de sus migrantes”. Otros denunciaron que las mismas fuerzas que ocuparon Irak y Afganistán hoy se despliegan en ciudades estadounidenses. “No me pongo de pie con la bandera, me pongo de pie con el pueblo”, dijo un exmarine.
El clamor fue unánime: “Saquen a los soldados de nuestras calles”. Con esa consigna, los veteranos convirtieron su día conmemorativo en una jornada de resistencia contra lo que califican como una guerra interna y moral del gobierno de Trump.
La polémica ofensiva de Estados Unidos en el Caribe ha provocado que aliados clave, como Reino Unido y Colombia, suspendan su colaboración en materia de inteligencia. La decisión cuestiona la legalidad de los ataques estadounidenses y marca un punto de inflexión en la política regional antidrogas.
El Reino Unido ha decidido suspender parte del intercambio de inteligencia con Estados Unidos respecto a embarcaciones sospechosas de narcotráfico en el Caribe. La medida se produce ante la preocupación de que la información británica pudiera ser utilizada para seleccionar objetivos de ataques militares estadounidenses, los cuales han provocado la muerte de 76 personas y son considerados ilegales por Londres.
Durante años, el Reino Unido colaboró con Estados Unidos mediante la provisión de información de inteligencia que facilitaba la interceptación de embarcaciones sospechosas. Esta cooperación incluía el envío de datos al Grupo de Trabajo Interinstitucional Conjunto Sur, con sede en Florida, que integra a varios países aliados en la lucha contra el narcotráfico. Sin embargo, los recientes ataques letales han generado un fuerte cuestionamiento sobre su legalidad y ética.
El alto comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Türk, señaló que los ataques constituyen “ejecuciones extrajudiciales”, postura que comparte el Reino Unido. Incluso funcionarios estadounidenses han mostrado escepticismo: el almirante Alvin Holsey, comandante del Comando Sur, ofreció su renuncia tras cuestionar la legalidad de las operaciones, subrayando la tensión interna dentro de las fuerzas armadas de EUA.
Ante este panorama, Colombia, bajo la dirección del presidente Gustavo Petro, ha ordenado suspender el intercambio de inteligencia con Estados Unidos hasta que cesen los ataques. Petro enfatizó que la lucha contra las drogas debe subordinarse a los derechos humanos de los pueblos caribeños, destacando la importancia de priorizar la legalidad y la protección de civiles.El distanciamiento de Reino Unido y Colombia refleja un aislamiento creciente de Estados Unidos en su estrategia antidrogas en la región. Canadá también ha limitado su colaboración, insistiendo en que su inteligencia no se use para ataques letales, mientras expertos en derecho internacional advierten que la administración estadounidense podría estar violando normas básicas de protección a civiles en conflicto.
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, anunció la suspensión del intercambio de inteligencia con EUA, sumándose así a la medida tomada por el Reino Unido tras los recientes ataques estadounidenses contra embarcaciones en el Caribe. La decisión profundiza el aislamiento de Washington en su controvertida campaña antidrogas, acusada de violar el derecho internacional y los derechos humanos.
El presidente Gustavo Petro ordenó a las fuerzas de seguridad de Colombia detener toda cooperación de inteligencia con EUA mientras continúen los ataques militares contra supuestas embarcaciones dedicadas al narcotráfico en el Caribe. “La lucha contra las drogas debe estar subordinada a los derechos humanos de los pueblos caribeños”, declaró el mandatario en su cuenta de X, marcando un nuevo distanciamiento de Bogotá frente a la política exterior de Washington.
La decisión colombiana ocurre apenas horas después de que el Reino Unido rompiera parcialmente su intercambio de inteligencia con EUA, argumentando que no desea ser cómplice de operaciones que considera “ilegales” y contrarias al derecho internacional. Fuentes diplomáticas británicas señalaron que los ataques, ordenados por la administración de Donald Trump, han dejado al menos 76 muertos desde septiembre.
Con esta postura, Petro alinea a Colombia con el creciente bloque de países latinoamericanos que cuestionan la ofensiva estadounidense, incluyendo a México y Venezuela, que han pedido investigaciones internacionales sobre el uso de fuerza letal en aguas del Caribe y el Pacífico. La suspensión del flujo de información podría afectar de manera directa las operaciones conjuntas contra el narcotráfico en la región.
Mientras tanto, la Casa Blanca mantiene la defensa de su estrategia militar, insistiendo en que las acciones “cumplen plenamente con el Derecho de los Conflictos Armados” y que las embarcaciones destruidas representaban “amenazas inminentes”. Sin embargo, informes de inteligencia —filtrados por aliados europeos— contradicen esa versión, señalando que varias naves estaban detenidas o desarmadas al momento del ataque.
La medida de Petro simboliza un golpe diplomático a la hegemonía estadounidense en la lucha antidrogas, un terreno históricamente dominado por Washington. En un contexto de creciente tensión hemisférica, la decisión colombiana podría marcar el inicio de una nueva etapa de autonomía regional frente a las políticas militares del norte.
“El jugador” narra la historia de Alexéi Ivánovich, un joven con una fascinación por el juego de ruleta, la cual se torna progresivamente en una obsesión por las apuestas. La novela retrata con una intensidad psicológica el vértigo de la ludopatía y la autodestrucción emocional. Dostoievski escribió la obra bajo su propia desesperación económica y su experiencia como un jugador compulsivo, por lo que nos ofrece un crudo testimonio de primera mano sobre la dependencia y la ruina moral.
La ludopatía difiere de cualquier otra adicción, pues provoca lo que las demás sin necesidad de “sustancia” alguna. A diferencia del tabaco, alcohol o cualquier droga que necesita de algún químico, es el mismo cerebro el que genera la dopamina y la sensación de éxtasis. El riesgo de estar en la cuerda floja de ganarlo todo o perderlo es lo único necesario para generar la emoción. “No se trata de dinero, sino de la emoción de desafiar al destino.” Cada apuesta agita el corazón, detiene la propia cordura y pone a prueba hasta dónde puede llegar el deseo por ganar.
El deseo y la emoción por ganar lleva al apostador a entregarse al vértigo, al desafío, a un abismo de perdición. Cada apuesta es un desafío al límite del yo, una negociación con la razón que lleva siempre las de perder. No es fortuna lo que busca, sino el riesgo presente en ese instante previo el que se decide si todo se desmorona o no. “El juego no es sólo dinero, es el deseo de arriesgarlo todo, incluso la propia alma.”
La sensación de saber que la ruina está cerca y que cada carta, cada giro, cada apuesta lo acerca al vacío. Y sin embargo, a pesar de tener casi todas las probabilidades en contra, continúa. “El jugador es un hombre que no puede detenerse incluso cuando el cielo se derrumba sobre él.” La necesidad de jugar no conoce límites; es un un vacío que solo se calma jugando, aunque el mundo entero se esté desplomando a su alrededor.
La ilusión de tener el control es la más cruel de las cadenas, pues cada victoria refuerza la necesidad de continuar y cada derrota fortalece los lazos de la propia prisión. “Cada apuesta es una promesa de libertad que me encadena más profundamente”, afirma Dostoievski, pues el jugador se cree libre y, sin embargo, está atado al giro de la ruleta, al azar de las cartas o a la palanca del tragamonedas.
La ocasional victoria es un destello, un instante de euforia que dura apenas un suspiro. La derrota, en cambio, es un espejo que no miente: revela obsesiones, miedos y debilidades. El jugador se reconoce en la pérdida, y, para evadirse, sigue apostando. “Ganar me da alegría momentánea; perder me muestra quién soy en verdad.” Porque la verdadera apuesta no es por dinero, sino por seducir al riesgo, a sostenerse frente al abismo que él mismo eligió y le recuerda su condición.
Cada apuesta es un enfrentamiento con lo imprevisible y un diálogo con la muerte, con el vacío. La adicción no reside en el dinero, sino en la emoción de desafiar lo inevitable, en la fascinación de lanzarse al vértigo y sentir, aunque sea por un instante, que uno puede desafiar al destino, aun cuando todo se derrumba. “No se trata de dinero, sino de la emoción de desafiar al destino.”
El gobierno de Donald Trump proclamó la “Semana Anticomunista” en respuesta al ascenso electoral de figuras de izquierda en EUA, en especial el triunfo del socialista democrático Zohran Mamdani como alcalde electo de Nueva York. La medida, acompañada de un discurso cargado de retórica de Guerra Fría, busca reactivar un clima de confrontación ideológica y justificar políticas de control interno más severas.
La Casa Blanca declaró esta semana como la “Semana Anticomunista”, en un gesto que mezcla nostalgia por la Guerra Fría con una estrategia política de polarización. La proclamación se presentó como un “recordatorio solemne” de los males del comunismo, pero se enmarca en un contexto electoral donde el presidente Donald Trump enfrenta la creciente presencia de políticos progresistas y socialistas democráticos en gobiernos locales.
En su mensaje, Trump advirtió que “nuevas voces repiten viejas mentiras”, refiriéndose al llamado “socialismo democrático” que, en su opinión, busca “rendir la libertad” en favor del Estado. Aunque sin mencionar directamente a Mamdani, el mandatario lo calificó días antes como “comunista”, diluyendo las diferencias entre corrientes ideológicas y reforzando un discurso de enemigo interno. Analistas apuntan que la iniciativa busca revivir un marco moral de “patriotismo anticomunista” para cohesionar a su base más conservadora.
El movimiento va más allá del terreno simbólico. El gobierno federal ha intensificado redadas migratorias, desplegado tropas en ciudades y multiplicado por tres el presupuesto para detenciones. De acuerdo con el Migration Policy Institute, el número de inmigrantes encarcelados alcanzó los 61 mil en agosto y podría superar los 100 mil a inicios de 2026, convirtiendo a EUA en el país con el sistema de detención migrante más grande del mundo.
Al mismo tiempo, Washington refuerza su presencia militar en el Caribe y el Pacífico, bajo el argumento de combatir el narcotráfico. En ese frente, se han realizado 19 ataques en meses recientes, dejando decenas de muertos identificados sin pruebas como “traficantes”. El senador republicano Lindsey Graham sintetizó la lógica del gobierno en una frase que causó polémica: “Estamos matando a toda la gente correcta y recortando tus impuestos.”
La “Semana Anticomunista” confirma el regreso de un tono ideológico agresivo en la política estadounidense: un país que, tres décadas después del fin de la Guerra Fría, vuelve a mirar al mundo —y a sí mismo— con el miedo como brújula.
El hallazgo de combatientes de Hamás ocultos en túneles bajo Rafah amenaza con colapsar las negociaciones de paz entre Israel y el grupo islamista. A pesar de los esfuerzos diplomáticos encabezados por Jared Kushner, el dilema militar y político refleja la fragilidad del alto el fuego y la posibilidad de una partición permanente de Gaza.
El conflicto en Gaza atraviesa una nueva fase de incertidumbre. Decenas de combatientes de Hamás permanecen atrapados bajo tierra, en los túneles de Rafah, una zona que ahora se encuentra bajo control israelí. La organización islamista exige garantías de salvoconducto para sus hombres, mientras Israel se niega a ofrecer cualquier concesión que pueda interpretarse como una victoria para su enemigo. Esta disputa ha convertido los túneles en el principal obstáculo para avanzar hacia un alto el fuego sostenible.
De acuerdo con fuentes diplomáticas, Jared Kushner, yerno del presidente de EUA, Donald Trump, regresó a Jerusalén para discutir con Benjamin Netanyahu los términos de un nuevo plan que incluya la amnistía parcial para los combatientes dispuestos a rendirse. Sin embargo, ni Hamás ni el gobierno israelí parecen dispuestos a ceder. Los mediadores internacionales temen que la prolongación del conflicto y el bloqueo en las negociaciones deriven en un nuevo ciclo de violencia que haga imposible la reconstrucción de Gaza.
La guerra, iniciada tras el ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023, ha dejado más de 69 000 palestinos muertos, de acuerdo con cifras del Ministerio de Salud gazatí validadas por la ONU. Aunque el primer acuerdo de alto el fuego permitió liberar rehenes y aumentar la ayuda humanitaria, las acusaciones mutuas de incumplimiento han debilitado cualquier esperanza de estabilidad. Israel denuncia que Hamás retrasa la entrega de cuerpos y rehenes, mientras el grupo islamista afirma que el ejército israelí ha continuado con ataques encubiertos y restricciones al ingreso de ayuda.
La realidad sobre el terreno apunta a una partición de facto: más de la mitad de Gaza está bajo control israelí y el resto, aún dominado por Hamás, vive bajo asedio. La comunidad internacional advierte que la actual tregua podría transformarse en un bloqueo indefinido, donde las ruinas, los túneles y el cansancio humanitario sustituyan cualquier posibilidad de paz. En ese contexto, el “progreso diplomático” que proclaman Washington y Tel Aviv parece cada vez más un espejismo político que un camino real hacia la reconciliación.
Los mensajes divulgados por los demócratas apuntan a que el expresidente de EUA estaba al tanto del abuso de menores cometido por Jeffrey Epstein. La Casa Blanca enfrenta creciente presión para liberar los llamados “archivos Epstein”.
Las piezas de un escándalo que nunca terminó de cerrarse vuelven a encajar. Nuevos correos electrónicos dados a conocer por los demócratas en el Comité de Supervisión de la Cámara sugieren que Donald Trump conocía las actividades sexuales ilícitas de Jeffrey Epstein, el magnate condenado por tráfico de menores que murió en prisión en 2019. En uno de esos mensajes, Epstein escribió que “por supuesto [Trump] sabía sobre las chicas”.
El contenido de los tres correos, fechados entre 2011 y 2019, implica que el presidente tuvo contacto con víctimas y que incluso pidió a Ghislaine Maxwell, cómplice de Epstein, que detuviera la captación de menores. En otro mensaje, el propio Epstein admitió haber pasado horas con Trump y una víctima en su residencia, al tiempo que presumía de la protección política que esa cercanía le daba.
La revelación ha encendido el Congreso. El demócrata Robert Garcia acusó a la Casa Blanca de ocultar los “archivos Epstein”, un conjunto de documentos que detallarían la relación entre Trump y la red de tráfico sexual. Ro Khanna, también demócrata, aseguró que trabaja con el republicano Thomas Massie para forzar un voto que haga públicos todos los expedientes. “El público merece transparencia y las sobrevivientes merecen justicia”, declaró.
En medio del escándalo, Ghislaine Maxwell busca la conmutación de su sentencia, una petición que Trump aún no ha rechazado públicamente. La situación ha llevado a los líderes demócratas a acusar al presidente de encabezar “un programa de protección de pedófilos”, mientras los republicanos bloquean la divulgación total de los documentos.
El silencio del mandatario, que insiste en que las acusaciones son un “engaño político”, contrasta con la creciente presión para que su gobierno libere la verdad completa sobre su vínculo con Epstein.
La presidenta Claudia Sheinbaum informó que existen 30 quejas por violaciones a derechos humanos derivadas de las recientes redadas migratorias en EUA. Llamó a reconocer el papel de los migrantes mexicanos en la economía estadounidense y exigió respeto a sus derechos.
Durante su conferencia mañanera, Claudia Sheinbaum abordó las redadas contra migrantes en EUA y reveló que 30 denuncias por abusos a los derechos humanos fueron presentadas ante el gobierno mexicano. La mandataria subrayó que los migrantes “sostienen la economía” del país vecino y denunció la discriminación y el trato indigno que enfrentan.
Sheinbaum destacó que los cruces irregulares de mexicanos hacia el norte “son muy pocos”, pero recordó que más de 40 millones de personas de origen mexicano viven en territorio estadounidense. “El 90 % tiene papeles, incluso más”, dijo, y sostuvo que muchos llevan más de medio siglo en aquel país.
La presidenta insistió en que la migración mexicana impulsa sectores como el campo, la construcción y los servicios, y pidió que se reconozca su aporte. “Siempre vamos a buscar el diálogo y la coordinación, pero cuando no estemos de acuerdo también lo vamos a decir. Hay que proteger a nuestros paisanos, siempre lo vamos a hacer”, afirmó.
El tema surge luego de que el subsecretario Roberto Velasco informara que, desde el inicio del segundo mandato de Donald Trump, 10 mexicanos han fallecido bajo custodia del ICE, lo que motivó al gobierno mexicano a enviar 13 notas diplomáticas a Washington.
El positivismo llegó a México como un proyecto de modernización, pero terminó como un instrumento de legitimación del poder autoritario. Gabino Barreda, Justo Sierra y Porfirio Díaz lo adaptaron a las necesidades del Estado y de la derecha, convirtiendo así la educación y la ciencia en vehículos de control social para justificar un régimen autoritario.
El positivismo es una corriente filosófica que promete la salvación de la sociedad a través de la ciencia y la razón, pero que en la práctica reduce al ser humano a un engranaje del Estado. Propone que todo conocimiento debe basarse en la observación empírica y que la historia y la política pueden regirse como leyes naturales, ignorando la complejidad moral y social del ser humano. Bajo el lema “el amor como principio, el orden como base, el progreso como fin”, la libertad individual queda subordinada a un supuesto bien común impuesto desde arriba, al convertir la educación y la ciencia en instrumentos de control, legitimando así jerarquías, desigualdades, y concentrando el poder en las manos de unos pocos.
Auguste Comte (1798-1857), padre del positivismo.
Gabino Barreda: ciencia y educación al servicio del Estado
Gabino Barreda (1818-1881) fue el primer gran arquitecto del positivismo en México. Formado en París bajo influencia de la corriente de Auguste Comte, regresó a un país fragmentado por guerras y crisis políticas, creyendo que México necesitaba más que leyes: un proyecto racional y ordenado que transformara la sociedad desde la educación.
Al frente de la Escuela Nacional Preparatoria, Barreda convirtió la educación en un vehículo de emancipación intelectual, pero también en disciplina cívica. Su famosa “Oración cívica” proclamaba “libertad como medio, orden como base y progreso como fin”. La libertad, en su visión, no era un derecho absoluto: debía subordinarse al orden racional, y el progreso legitimaba la autoridad del Estado.
Sin embargo, lo que Barreda concebía como instrumento pedagógico fue reinterpretado por sus discípulos —los “científicos” del Porfiriato— como una herramienta ideológica de control. La educación dejó de ser emancipadora para convertirse en el medio de consolidación del poder autoritario: la jerarquía social y una modernización económica guiada por la élite. Con Barreda, el positivismo dejó de ser filosofía, se convirtió en política y traicionó su espíritu de cuestionamiento: la ciencia, la educación y el poder se alinearon para moldear un México obediente y racional.
Justo Sierra: el arquitecto moral de la obediencia
Justo Sierra Méndez (1848-1912) es recordado como el “Maestro de América”, pero su influencia va más allá de la enseñanza: fue el ideólogo que transformó el positivismo en justificación moral e intelectual del régimen de Porfirio Díaz. Heredero de Gabino Barreda, bastardeó la ciencia y la educación al convertirlas en herramientas del Estado, lo que permitió cimentar una derecha jerárquica y disciplinada que veía en el orden la condición para el progreso.
Sierra entendió que la razón debía imponerse a través del poder estatal. Su visión de una “dictadura ilustrada” no negaba la modernidad: la subordinaba al control del saber y de la autoridad. Como Ministro de Instrucción Pública, fundó la Universidad Nacional de México (hoy UNAM), reorganizó la educación y promovió la enseñanza laica y científica. Pero su cruzada educativa tenía un límite: la libertad debía someterse al orden, y la justicia social se alcanzaba desde arriba, a través de una élite ilustrada que formaba al pueblo para obedecer.
El pragmatismo político de Sierra lo acercó a Díaz, consolidando la idea de que un liderazgo fuerte era indispensable para garantizar la estabilidad. Su legado es doble: por un lado, la institucionalización del conocimiento como motor del progreso; por otro, la construcción de una derecha que convirtió la educación en un instrumento de control social.
Porfirio Díaz: la legitimación de una dictadura con la ciencia
Porfirio Díazhizo del positivismo el soporte ideológico de su régimen, al transformar la filosofía científica en un instrumento de legitimación del poder. Su lema “Orden y Progreso” no fue solo un eslogan: justificaba la centralización política, la subordinación de los ciudadanos y la concentración de la autoridad en manos de una élite. Bajo su mirada, las ideas de Gabino Barreda y Justo Sierra dejaron de ser herramientas de emancipación intelectual para convertirse en medios prácticos de control social y político, donde la educación y la ciencia estaban al servicio del Estado y de sus objetivos autoritarios.
De esta manera, el positivismo se convirtió en discurso de la derecha mexicana: la modernización económica y la inversión extranjera estuvieron acompañadas de represión política, desigualdad social y una limitación de libertades. La visión de Sierra sobre una “dictadura ilustrada” y la educación como herramienta de cohesión social se tradujo en ciudadanos instruidos para obedecer, mientras que las elites ilustradas consolidaron su poder y monopolizaron el progreso.
En consecuencia, el Porfiriato muestra cómo el positivismo fue castrado y retorcido para justificar la concentración del poder y la subordinación de la sociedad. La ciencia y la educación, que Barreda y Sierra habían pensado como motores del progreso, fueron convertidas en armas de control por la derecha, consolidando un Estado jerárquico y autoritario. El legado de modernización de Díaz es, sobre todo, el legado de un sistema donde el progreso fue medido por la obediencia y la perpetuación del poder de unos pocos.
El positivismo mexicano dejó una huella ambivalente: bajo su máscara de ciencia y progreso, la derecha encontró justificación para concentrar poder, imponer obediencia y consolidar jerarquías. Lo que prometía emancipación se transformó en justificación del control social, recordándonos que incluso las ideas más brillantes pueden ser moldeadas para servir a los intereses de la élite y del Estado.