Por lo menos 4.5 millones de personas han muerto en Afganistán, Irak, Pakistán, Siria, Yemen, Libia y Somalia a causa de la llamada “guerra contra el terrorismo” declarada por Estados Unidos después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Por favor, aquilata el número. Cuatro y medio millones de seres humanos son más que la población total de países como Panamá, Croacia, Uruguay, Mongolia o Jamaica.
La muerte de cuatro y medio millones personas equivale al exterminio de todos los hombres y todas las mujeres que habitan Michoacán, o la suma de la gente que reside en los estados de Aguascalientes, Campeche, Tlaxcala y Nayarit. Hablamos de una monstruosidad, de una tragedia humana enorme, y esto es precisamente lo que alienta la derecha golpista en México cuando impulsa y festeja las irresponsables ocurrencias injerencistas de algunos congresistas republicanos de Estados Unidos.
El pasado 15 de mayo, el proyecto Costs of War del Instituto Watson de asuntos públicos e internacionales de la Universidad de Brown publicó el reporte Cómo la muerte sobrevive a la guerra. El impacto reverberante de la guerra Post-9/11 en la salud humana. En el documento se detalla:
Posterior a los atentados del 11 de septiembre de 2001 [ocurridos en Nueva York y en el condado de Arlington, Virginia, cerca de Washington D. C.], el número total de muertos en las zonas de guerra de Afganistán, Irak, Pakistán, Siria, Yemen, Libia y Somalia podría ser de al menos 4.5 millones, aunque la cifra sigue aumentando. Algunas de estas personas murieron en los combates, pero muchas más, especialmente niños, han fallecido por los efectos colaterales de la guerra, como la propagación de enfermedades. Las muertes indirectas, estimadas entre 3.6 y 3.7 millones, se deben a problemas de salud resultado de la destrucción de las economías, los servicios públicos y el medio ambiente después de las acciones bélicas impulsadas por los norteamericanos. Las muertes indirectas siguen aumentando conforme avanza el tiempo. Aunque en 2021 Estados Unidos retiró sus efectivos militares de Afganistán, poniendo fin oficialmente a una guerra que comenzó con su invasión hace 20 años, hoy los afganos sufren y mueren por causas relacionadas con la guerra a un ritmo mucho más acelerado que nunca.
El informe no atribuye responsabilidades directas a alguna de las partes beligerantes ni desentraña los factores intensificadores —como las acciones de gobiernos autoritarios, trastornos políticos relacionados, sanciones económicas globales, cambio climático, desastres ambientales o la acumulación de devastaciones de anteriores guerras—. Tampoco señala explícitamente culpables. En cambio, el informe muestra que las guerras posteriores al 11 de septiembre desataron muchos tipos de muertes. En última instancia, los impactos de la violencia son tan vastos y complejos que resulta imposible cuantificarlos.
Entre el conservadurismo mexicano, no faltan quienes aplauden los amagos que algunos políticos republicanos han intensificado últimamente para presionar al gobierno del presidente Joe Biden de tal manera que se declare terroristas a los llamados carteles del narco que supuestamente operan en nuestro país, a fin de que se autorice la intervención directa en nuestro territorio del ejército norteamericano. ¿Se darán cuenta los costos humanos que eso tendría?
El reporte de la Universidad de Brown explica que existen muchas consecuencias reverberantes de las guerras posteriores a septiembre de 2001, y que todas ellas han causado millones de muertes indirectas. En efecto, las acciones bélicas tienen como efecto directo destrucción y muerte, pero la cosa no queda ahí; enseguida, se producen al menos cuatro consecuencias que suelen subestimarse:
- Colapso económico, pérdida de medios de subsistencia e inseguridad alimentaria;
- destrucción de servicios públicos e infraestructura de salud;
- contaminación ambiental, y
- trauma y violencia colateral.
Es bien sabido que las guerras suelen matar a mucha más gente indirectamente que en los combates directos. Desgraciadamente, en muchos casos las víctimas son niños pequeños. En el caso concreto de las guerras acometidas por Estados Unidos supuestamente para combatir al terrorismo, se estima que han provocado que más de 7.6 millones de niños menores de cinco años sufran cuadros de desnutrición aguda — emaciación—, en Afganistán, Irak, Siria, Yemen y Somalia.
Y como siempre, los impactos de la guerra no le pegan parejo a toda la gente, sino que afectan más intensamente a unos que a otros:
- Si bien los hombres tienen más probabilidades de morir en combate, las mujeres y los niños mueren más a menudo por los efectos colaterales.
- Las mujeres en particular sufren la violencia de género, la cual siempre se agrava en tiempos de guerra.
- Las personas que viven en zonas rurales son especialmente vulnerables cuando los servicios públicos, especialmente de atención médica, y las vías de comunicación se interrumpen o destruyen.
Y, por descontado, la gente pobre es especialmente vulnerable. Los estudiosos de la Universidad de Brown descubren el hilo negro: “… con o sin guerra, las personas que sufren injusticias sociales debido a su pobreza, género, raza, etnia y/o legados coloniales tienen un mayor riesgo de muerte”.
El reporte completo puede consultarse aquí.
Y de nuevo, por favor trate de mesurar el dato: 4.5 millones de muertes… Por cierto, según Wikipedia, el total de fallecidos a causa de los atentados del 9/11, incluyendo a 19 terroristas, fue de 2,996 personas.
- @gcastroibarra
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