La mayoría de los mexicanos aprueba las acciones de los morenistas en el Poder Ejecutivo y Legislativo, incluso podríamos decir, los excesos en caso de haberlos, los cuales son denunciados por la oposición todos los días. Pero no es lo mismo estar al margen porque los votantes los marginaron de las decisiones que tener voz y voto, los cuales o supieron y, sobre todo no quisieron conservar.
Suena arbitrario aparentemente el hecho de que pueda afirmarse que los mexicanos podrían apoyar, incluso, los excesos de sus diputados, senadores, incluso de la propia Presidenta, en caso de haberlos. Los explica y los justifica incluso con gusto. La verdad es que hay en la mayoría de la sociedad mexicana mucho rencor contra los conservadores, quienes tuvieron al pueblo subyugado y también contra los medios que mantuvieron a la población encargada. Quieren justicia los mexicanos, no venganza, pero ni una ni otra existe.
Los conservadores están amparados tramposamente en los usos y costumbres políticas que ellos mismos hicieron ley, así escudados en derechos hicieron de sus excesos algo normal y ahora que no tienen el poder, para ellos todo es un exceso. Lo cierto es que en la raíz de todo acto de justicia está la venganza, las leyes se conformaron para disminuir la venganza para darle un espacio a la razón; sin embargo, al decir que cuando se delinque se agrede a la sociedad, la sentencia es también un acto de venganza, que es un sentimiento demasiado humano. Esto lo explica con gran lucidez Michel Foucault en su libro “Vigilar y castigar”.
Podría pensarse que la venganza fue considerada un pecado y casi un delito por el poder, previendo que después de su caída podrían cortarles la cabeza.
Actualmente no hay ex presidente preso, ni comunicador tras las rejas por mentir, ni juez detenido por dar un fallo injusto e ilegal. Las coartadas de éstos son tantas y al mismo tiempo tan débiles, que para fortalecerlas deben acudir a foros en el extranjero y darles solidez. Los ex presidentes están en el extranjero, los periodistas acuden a instancias internacionales para que sus mentiras entren, con calzador, dentro de la libertad de expresión, y los ministros evitan la evolución de su propia especie, quejándose en Harvard por la reforma constitucional, que a pesar de ser ley quieren ampararse, precisamente para mantener privilegios, pero también para evitar la cárcel.
Los excesos que con conocimiento de la población o no pudieran cometer los legisladores de Morena, no sólo parecen tener el aval de la población, sino que ésta exige mayores acciones. Más de uno quiere ver a un ex presidente, por lo menos a un periodista y a un juez tras las rejas por sus excesos.
Para un pueblo lastimado por regímenes autoritarios su reivindicación legal y penal siempre será tibia. Los grandes cambios se dieron a partir de los excesos. La Revolución Francesa no hubiera tenido el arrastre social si no le hubiera cortado al cabeza a María Antonieta y a Luis XVI. Hay excesos en la historia que se convirtieron en anécdotas y pasarían por actos justos desde la perspectiva del tiempo.
Desde entonces el destierro, el exilio y el autoexilio sustituyen la decapitación por guillotina. La radicalización de la derecha en México, no tendría el menor sonrojo de ejecutar personas, con o sin juicio, si se concretara el golpe de Estado que vienen fraguando y que se diluye pero no muere, se detecta pero no se erradica.
Cuando los conservadores tuvieron el poder se ensañaron contra una parte específica de la población: los pobres. Ahora, que consideran que obligar a pagar impuestos a los empresarios es un exceso claman justicia y lloran por la nostalgia de los jueces perdidos en la batalla contra la corrupción, su corrupción.
Masacres desde Díaz Ordaz hasta Peña Nieto, se sucedieron una tras otra contra pobres, Tlatelolco, Jueves de Corpus, Río de los Remedios, Aguas Blancas, Acteal, Atenco, Guardería ABC, Tlatlaya, Nochistlán, etc. Pero señalan que obligar a los grandes empresarios a pagar impuestos es un exceso.
La memoria fortalece la historia, y ésta la hacen los pueblos, aunque haya una parte de la sociedad que quiera estancarla por su nostalgia por el pasado.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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