«Chairos, apóstoles macuspanos. ¡Prófugos del ácido fólico!»
Con este estrambótico y mezquinamente ofensivo pregón inicia sus disertaciones uno de tantos creadores de contenido pejefóbicos en la red TikTok, todas ellas rebosantes de más insultos y jocosas pifias expresivas que demuestran dos cosas: que debido a su vida cómoda jamás se había interesado en política, y que su argumento principal es un burdo y primitivo odio hacia fantasmagorías que su círculo cercano le ha ido creando para enardecerlo contra todo lo referente al movimiento encabezado por AMLO. Y desde el punto de vista lingüístico, cabe destacar el interesante uso que le dan al nombre del pueblo de donde es originario AMLO, ya que Macuspana es un sustantivo por ser el nombre de un lugar. Sin embargo, en un alarde de ingenio involuntario, convierte a la palabra en un adjetivo que para él tiene connotación negativa.
De estas y otras subcriaturas se plagaron las redes sociales desde el periodo electoral. Esto no necesariamente responde a un genuino movimiento social masivo anti 4T que orgánicamente se manifieste en redes sociales, sino que, como ya ha sido comprobado en estudios realizados por grupos de investigación como Tlatelolco Lab o Infodemia. El posicionamiento de contenido en contra del gobierno se debe a una estrategia premeditada que consiste en promover y dar prioridad a todo aquello que pueda allanar el camino de la derecha de regreso al poder. Evidentemente no funcionó y así lo decretó el electorado en las urnas. Sin embargo, la inercia continúa, aunque con algunos matices que la diferencian del periodo electoral.
Durante cinco años se construyó la narrativa, repetida por lo alto y por lo bajo, de que los programas sociales eran un instrumento de control de masas y garante de resultados electorales favorables al gobierno. Surgió incluso una categoría social que resultó ser simplemente una suerte de criatura mitológica que utilizaron como receptor de todo el racismo y clasismo que entraña su ideología: los “ninis del bienestar”. Según la narrativa de la derecha, y sobre todo de quienes realmente no tienen una ideología concreta, pero aspiran a parecer más ricos o más inteligentes insultando a la izquierda en redes sociales, existe un sector de la población en edad laboral, pero no integrado al aparato productivo, que, según ellos, percibe una subvención del gobierno con el fin de ser no solo un electorado cautivo, sino una especie de ejército capaz de operar elecciones en favor de los intereses de AMLO y el resto del movimiento.
Sin embargo, y esto lo he tenido que explicar verbalmente a muchas personas que aún creen en esas criaturas mitológicas, que nadie que no sea adulto mayor, estudiante del sistema público, aprendiz en una empresa o madre soltera, empresario de pequeña escala que incentiva su negocio con las tandas del bienestar o los créditos a la palabra, ni cualquier otro beneficiario de los múltiples programas sociales; percibe sostenidamente un incentivo solo por existir. Les he dicho incluso, que, si me traen a una sola persona que realmente cobre una pensión o beca sin estudiar ni trabajar, sin tener una discapacidad y sin ser adulto mayor, renuncio para siempre al periodismo. Sin embargo, heme aquí en friega loca haciendo por la vida.
Todo podría quedarse en las mentiras e insultos, pero pueden ir más lejos, pues los trolls de siempre y muchos nuevos que ahora proliferan en la red TikTok, muestran abiertamente sus deseos de que el país colapse y de que en general nos vaya mal para que así por fin se demuestre que ellos tenían razón, y que así sea mucho más fácil que el pueblo se desengañe y vuelva a votar por la derecha, a la que jamás llamarían derecha, por cierto. Este salto lógico, ostentado por personas que se ostentan como nuestros superiores intelectruales, así como por otros a quienes el conocimiento les produce sarna; es la principal motivación para empeñarse en que el peso se deprecie ante el dólar, que los videos de escaramuzas, balaceras e incluso incursiones con tanques en ciudades sean videos grabados en México, que el empleo caiga, que los paisanos dejen de mandar remesas o que incluso, por increíble que parezca, que la delegación mexicana en las olimpiadas de París 2024 pierda en todas las competiciones y no obtenga medalla alguna.
Últimamente he escuchado con curiosidad y no pocos reparos al comuinicador hidrocálido José Luis Morales. Como muchos de los opositores a la 4T, se expresa desde la violencia verbal, el clasismo, el racismo y las acusaciones de corrupción como si estas tuvieran que ser por fuerza una característica inherente a la izquierda. De hecho, resulta interesante dilucidar cómo hay una serie de capas en este discurso, cuyo núcleo es el mero odio por la otredad, pero que queda invisible. Personas como Morales jamás verbalizarían su descontento con que estén en el poder quienes hacen a la población morena, humilde, sin estudios y con un acento del español no estandarizado, sentirse representada. Por encima de ese discurso se encuentran permanentes acusaciones de ineptitud, colusión con el narco, corrupción, indolencia ante los reclamos de víctimas, inoperancia ante desastres naturales y accidentes, así como falta de respeto a garantías individuales y derechos humanos. Cubren su odio irrefrenable con lo que parecen reclamos legítimos, pero que pocas veces están fundados. Y por cierto, recientemente Morales publicó un video en el que clamaba a los cuatro vientos que eran las peores olimpiadas de la historia para la delegación mexicana. Una contertulia de su programa le aclaró que no era así, que hubo ediciones de una sola medalla, pero él no hacía caso y cargaba contra Ana Guevara llamándola “pinche corrupta”.
Me desconcierta la espiral de misantropía embarrada de nacionalismo e indignación en la que los opositores se metieron durante el periodo electoral y de la cual no han salido. En este sentido, creo que son más odiadores que opositores y sus motivos reales solo son verbalizados por algunos pocos que son tachados de radicales o cínicos. Otro tiktoker, cuyos videos desafortunadamente me aparecen con frecuencia en mis primeras incursiones dentro de esta red, se descuelga con peroratas como: «Chairos, estúpidos, imbéciles y traidores a la patria. Y si me quieren increpar en la calle, van a ver que puedo sostener lo que digo y que no va a ser fácil callarme, porque conmigo saldrían muy lastimados. Malditos ‘sápatras’ (sic)». Graba desde una oficina en el piso alto de un edificio y vestido con camisa formal, mostrando una taza del Tec de Monterrey. Su falta de argumentos y sus imprecisiones gramaticales nos hablan de una persona que ostenta “preparación” de forma sistemática, pero que no tiene apego alguno a las artes o la literatura, como dicta el neoliberalismo. Incluso deja entrever que practica alguna disciplina de combate o arte marcial y tiene ganas de lastimar físicamente a algún “chairo”, porque, en su cosmogonía, simplemente es lo correcto.
Hay sin duda mucho por avanzar y mucho por eludir las agresiones de todo tipo que provienen de esa caterva enardecida de ciudadanos con un entendimiento sumamente corto de lo que realmente implica una transformación de la vida pública. El hecho innegable es que, aunque seguirán añorando el poder, al menos en lo inmediato se les vienen tiempos poco halagüeños. Sin embargo, la derecha nunca duerme. Todos los que integramos este movimiento debemos seguir firmes y haciendo las cosas cada vez mejor, cada quien desde su trinchera. El imperio y sus esbirros siempre encuentran la manera de regresar. Y aquí seguiremos nosotros, el pueblo politizado, con todo lo necesario para impedirlo.
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