¿Podría el lector imaginar que una empresa fabricante de armas químicas que generaron millones de muertes, y que después de 50 años siguen manifestando efectos nefastos como malformaciones, tuviera en sus manos la alimentación de la población mundial?
Por inverosímil que parezca, no lo tiene que imaginar. Entre los años de 1962 y 1971, durante la guerra de Vietnam, Monsanto, el ahora fabricante de agroquímicos, suministró al gobierno de Estados Unidos el “agente naranja”, arma química que aniquiló millones de vietnamitas; pero que además, siguió generando efectos como malformaciones en las personas, diversos tipos de cáncer y otras enfermedades en las siguientes generaciones de las zonas bombardeadas con dicho químico.
El herbicida fue rociado para “despejar“ la vegetación de las zonas atacadas, sus efectos no han tenido parangón. Hoy, una variación de este producto es utilizado como herbicida por muchos de los agricultores de México y el mundo, comercializado con el nombre de Roundup, el glifosato causa polémica por sus efectos contra la salud, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce que esta sustancia está asociada a cuatro tipos de cáncer: Hepático, Páncreas, Riñón y Linfoma. Diversos estudios informan que causa daño en el ADN y en los cromosomas de las células humanas.
Existe una gran polémica respecto a la empresa fabricante de estos herbicidas, porque también es productora de semilla transgénica. Imagine lector, que compra cómodamente herbicida y se olvida de la maleza, adquiere la llamada “semilla mejorada” y tiene una cosecha impresionante, mazorcas de tamaño mayor y en una sola planta se producen al menos tres de éstas. Parece fabuloso, una producción de alimento de ensueño. Pero, imagine, que después de unos años, prácticamente ha “esterilizado” sus tierras, ninguna, ninguna planta crece en ellas, ni siquiera semilla común y corriente de maíz. Tiene que adquirir en adelante la “semilla mejorada”, al precio que sea, porque de esto se trata la dependencia alimenticia.
¿Qué puede ser peor, dependencia alimentaria y estar muriendo por los efectos del único producto que se puede cosechar en adelante? Quien está cerca de los sembradíos puede constatar lo sombrío que es el campo cuando se ha envenenado de estas sustancias.
Esta es la realidad que se trata de combatir. En diciembre de 2020, el presidente de México emitió un decreto que prohíbe el maíz transgénico y elimina progresivamente el uso del glifosato, en una lucha por proteger nuestro campo, nuestros derechos humanos y nuestro medio ambiente. Esto representaba un alivio para las comunidades indígenas, las asociaciones defensoras del campo y para los investigadores que están al tanto de los efectos de estas sustancias. Tristemente, constatamos una vez más, que tenemos incrustados cabilderos corporativos en todas las instituciones del país, esta semana un juez federal emitió una suspensión de amparo contra el decreto presidencial, la pugna continúa. ¿Cuánto cuesta la conciencia de un juez? ¿por cuánto vale la pena vender la salud de los mexicanos y sus futuras generaciones? Debe ser muy barato.
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